Aspectos generales


Himno

Continente: Europa

Superficie: 83.858 km2

Población: 8.935.112 hab.

Población urbana: 68 %

Densidad: 106 hab./km2

División política: Se encuentra dividida en 9 estados

Capital: Viena

Idioma: Alemán

Moneda: Euro

Religión: Católica

Forma de gobierno: República federal parlamentaria

Presidente(a) / Jefe(a) de Estado: Alexander Van der Bellen

Canciller: Karl Nehammer

Ciudades principales (según último censo):

Viena (cap.) - 1.741.246 hab.
Graz - 252.852 hab.
Linz - 191.107 hab.
Salzburgo - 148.521 hab.
Innsbruck - 121.329 hab.
Klagenfurt - 95.450 hab.
Villach - 59.585 hab.
Wels - 58.717 hab.
Sankt Pölten - 52.048 hab.
Wiener Neustadt - 41.537 hab.


Límites:

Limita al norte con Alemania y la República Checa, al sur con Italia y Eslovenia, al este con Eslovaquia y Hungría, y al oeste con Suiza y Liechtenstein.


Clima:

El clima es de tipo continental en la cuenca del Danubio, y de montaña en las regiones más elevadas del país. Las precipitaciones, por encima de los 500 mm anuales, descienden de oeste a este.


Acerca de:

Con 1000 m de altitud media, los Alpes orientales cubren el 70 % del suelo austríaco, dejando un espacio reducido para las tierras llanas al norte, noreste y este, recorrida por el Danubio en una extensión de 350 km. Los relieves alpinos austríacos están representados por el macizo del Otztal, los Altos Tauern, donde se halla el punto culminante del país, el Grossglockner, a 3.798 m, y los Alpes de Carintia y Estiria.

Estados

Nombre Abrev. ISO 31662 Población Sup. (km2) Bandera
Burgenland AT-1 292.675 3.965
Carintia AT-2 558.300 9.536
Baja Austria AT-3 1.625.485 19.178
Alta Austria AT-4 1.425.422 11.982
Salzburgo AT-5 521.238 7.154
Estiria AT-6 1.213.255 16.392
Tirol AT-7 722.038 12.648
Vorarlberg AT-8 372.791 2.601
Viena AT-9 1.766.746 415

Historia

ORÍGENES

Habitada desde tiempos prehistóricos (civilización de Hallstatt), fue invadida por numerosos pueblos, hasta que Otón I la incorporó a sus dominios (955). Con la dinastía de la Casa de Austria se extendió territorialmente y se unió temporalmente a España con Carlos V. Intervino en la guerra de Sucesión (1701-1714) obteniendo algunas posesiones. La guerra de los Siete Años contra Prusia (1756-1763) le costó Silesia. En su enfrentamiento con Prusia (1866) perdió la hegemonía germana y se constituyó el imperio de Austria-Hungría.


El imperio fue vencido en la Primera Guerra Mundial y se desintegró. En 1918 se proclamó la República federal. Hitler la incorporó al III Reich (1938). Terminada la Segunda Guerra Mundial, fue ocupada por los aliados hasta 1955. A partir de entonces, Austria mantuvo una política de neutralidad respecto a los dos bloques y el gobierno recayó en la socialdemocracia hasta 1988. No así la presidencia que en 1986 recayó en el conservador Kurt Waldheim, lo que provocó conflictos por su posible implicación en crímenes nazis. En las elecciones presidenciales de 1992 venció el conservador Thomas Klestil, reelegido en 1998. Durante su primer mandato, Austria ingresó en la Unión Europea (1995). En 2000 se formó un gobierno de coalición entre el ultraderechista Partido Liberal de J. Haider, y el conservador Partido Popular liderado por W. Schüssel, quien fue nombrado canciller. No obstante, esta alianza se rompió en 2002 después de la victoria de los conservadores en las elecciones legislativas anticipadas, en las que Schüsell fue ratificado en el cargo. En 2004 el socialista Heinz Fischer salió elegido presidente.


Vista aérea de Viena, capital de Austria.

GUERRAS

1733 - 1738: GUERRA DE SUCESIÓN POLACA

En 1733, murió Augusto II, rey de la República de las Dos Naciones – Unión entre el reino de Polonia y el gran ducado de Lituania -. En ese momento, Polonia fue el escenario de una disputa por la corona, que incluyó al hijo de Augusto II, el heredero al trono, Augusto III y al depuesto rey Estanislao I, que se encontraba exiliado en Francia. Al momento del inicio de la Gran Guerra del Norte, la República de las Naciones estaba en el bando opuesto al reino de Suecia. El rey de Polonia, Augusto II, quien estaba al frente de la mancomunidad, había asumido el cargo siendo elector de Sajonia. Además, Augusto II, que había sido elegido como monarca por el Semj – Parlamento polaco - se encontraba seriamente enemistado con el rey Carlos XII de Suecia, en un duelo entre católicos y protestantes, respectivamente. En 1704, luego de un par de años sufriendo reveses militares a manos de las tropas suecas, Augusto II fue depuesto de su trono a manos de un grupo de representantes del pueblo, quienes estaban angustiados por la situación del reino. En su lugar, Stanisław Leszczyński, un noble que pertenecía al poderoso clan polaco Wieniawa, accedió a la corona. Inmediatamente, Estanislao I se alió con Carlos XII, por lo que se detuvieron los ataques suecos. Sin embargo, en 1709, luego del fracaso de la incursión sueca por Rusia, Carlos XII se vio obligado a refugiarse en el Imperio Otomano, donde permaneció cerca de cinco años. Simultáneamente, y aprovechando la debilidad de Suecia, los pueblos europeos que habían sido vencidos por las tropas de Carlos XII. En ese contexto, los partidarios de Augusto II derrocaron a Estanislao I, restaurando en el trono al antiguo rey de Polonia. En tanto, Estanislao debió exiliarse rumbo a las propiedades de sus aliados suecos en Alemania, donde permaneció desde entonces. Luego de la muerte del rey sueco, Estanislao I se situó bajo la protección del duque Leopoldo I de Lorena.

En 1725, el rey de Francia, Luís XV, contrajo matrimonio con María Leszczynska, la hija de Estanislao. De esa manera, el depuesto rey de Polonia encontró la manera de volver a erigirse en el trono de la República de las Dos Naciones, con la ayuda de su yerno, quien además lo apoyaba en su tarea. En tanto, algunos nobles franceses estaban molestos con la presencia de Estanislao en sus propiedades y, por ello, la muerte de Augusto II representó una oportunidad única para despojarse del polaco. En septiembre de 1733, Estanislao I arribó a Polonia, donde fue recibido por un grupo de seguidores polacos y lituanos. Éstos los proclamaron como rey de Polonia y gran duque de Lituania. Aunque, rápidamente, Estanislao I y sus adeptos debieron huir del territorio, a causa de la hostilidad que buena parte de la población presentaba ante ellos. Al mismo tiempo, Augusto III era coronado rey de la República de las Dos Naciones, con el aval del emperador Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico, y de Ana, zarina de Rusia.


La guerra de sucesión polaca enfrentará a España, Francia, Baviera, Cerdeña y Saboya con Austria.

Los enfrentamientos de esta guerra tuvieron su escenario en varios frentes dentro de Europa. Luego de recibir la ayuda militar de Francia, las tropas de Estanislao I regresaron a Polonia, donde entablaron una serie de combates, entre 1733 y 1734, con las fuerzas reales de Augusto II. Sin embargo, durante 1734, el ejército real fue reforzado con soldados rusos, que volcaron el curso de las batallas en Polonia definitivamente hacia la victoria de Augusto. Al finalizar un sitio, que terminó con la derrota de Estanislao I, el depuesto rey logró escapar hacia Francia, disfrazado para no ser reconocido por sus enemigos. A salvo desde su refugio, Estanislao intentó persuadir a Luís XV para invadir el ducado de Sajonia. Pero, el rey francés le negó el auxilio y, así, finalizó la participación de Estanislao en la guerra. Simultáneamente al breve período bélico en tierras polacas, Luís XV había decidido invadir algunos territorios del Sacro Imperio Romano Germánico, precisamente los Países Bajos Austríacos y las posesiones de los Habsburgo en Italia. En principio, los ejércitos combatieron en la región del Rhin, aunque no hubo resultados importantes para el transcurso de la guerra en esa zona. Luego, las batallas se trasladaron hacia el suelo italiano. Allí, las fuerzas imperiales, esencialmente integradas por soldados austríacos, se enfrentaron, por un parte, a las tropas españolas y, por la otra, a las franco – piamontesas. El ingreso de España al conflicto se debió a la firma del Pacto de Familia, entre los reyes Luís XV y Felipe V, ligados por pertenecer a la Casa de Borbón. A lo largo de 1734, la resistencia del ejército imperial fue sistemáticamente doblegada por las fuerzas enemigas. En menos de un año, Francia afianzó su control militar sobre Italia. En 1735, con el norte y el sur de Italia dominados por Francia y España, respectivamente, Luís XV y Carlos VI comenzaron a entablar las negociaciones de paz. Ese mismo año, los franceses aceptaron que el imperio sometiese la sucesión al trono mediante la Pragmática Sanción. Allí, los representantes germánicos decidieron que la archiduquesa María Teresa I de Austria fuese la heredera de Carlos VI, junto a su esposo, el duque Francisco III de Lorena.


De izquierda a derecha: Carlos VI, María Teresa I de Austria, Francisco III de Lorena.

Ante ello, Luís XV aprobó las soluciones de la Pragmática Sanción, aunque también, a cambio de ello, le exigió a Carlos VI que hiciese algunas concesiones territoriales. Ese mismo año, los representantes de los reinos de Europa participantes en los enfrentamientos firmaron el Tratado de Viena, que fue ratificado recién tres años más tarde, en 1738. Primeramente, el conflicto polaco, por el cual comenzaron las hostilidades en el continente, fue resuelto tan rápido como la guerra. Augusto III, elector de Sajonia, fue reconocido como rey de Polonia y gran duque de Lituania, es decir, rey de la República de las Dos Naciones. A su vez, a manera de agradecimiento a la ayuda rusa, Augusto le cedió la región de Curlandia y, también, estrechó sus vínculos los dominios de la zarina Ana. En tanto, Estanislao I debió aceptar la legitimidad de Augusto III en el trono polaco y pasó el resto de su vida exiliado en Francia, donde recibió el título sobre los ducados de Bar y Lorena. Por su parte, los franceses no ganaron terrenos inmediatamente después del conflicto. Sin embargo, al momento de la muerte de Estanislao I, su hija María, reina de Francia, heredaría las posesiones de su padre, que pasarían a formar parte de los dominios de la corona. Así, el reino de Luís seguía aumentando su influencia a nivel continental, erigiéndose como una las potencias europeas. Luego de serle quitado el ducado de Lorena, Francisco, futuro emperador germánico, fue recompensado con la posesión del gran ducado de Toscaza. Además, los piamonteses, luego de la ayuda militar que le brindaron a Francia, consolidaron su posición en Italia, mediante la obtención de algunas ciudades importantes. Por último, el infante Carlos, hijo de Felipe V, recibió el dominio sobre los terrenos conquistados en el sur de Italia, específicamente el ducado de Parma y el reino de Nápoles, donde se coronó como el rey Carlos VIII. Igualmente, Carlos le cedió Parma, junto a algunas otras posesiones menores, a los austríacos, como compensación por los daños efectuados durante la guerra.


Augusto III.

1740 - 1748: GUERRA DE SUCESIÓN AUSTRIACA

En 1740, murió Carlos VI, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Según los términos establecidos en la Pragmática Sanción, luego ratificados por el rey Luís XV de Francia e incluidos en el Tratado de Viena (1738), la heredera del trono germano sería su hija, la archiduquesa María Teresa I de Austria, junto a su esposo, el duque Francisco III de Lorena. Así, Carlos VI se aseguraba la continuidad de la dinastía Habsburgo al frente del imperio. Sin embargo, algunos otros miembros de la nobleza germana, integrantes de la Casa de Habsburgo, efectuaron sus reclamos ante la sucesión de Carlos VI, ya que ellos también tenían derechos que los acreditaban como legítimos aspirantes a la corona imperial. Por ese motivo, el elector de Baviera, Carlos Alberto, y el elector de Sajonia, Federico Augusto II, también conocido como el rey Augusto III de Polonia, exigieron el trono del imperio, ya que eran yernos del antecesor de Carlos VI, el emperador José I. Esta problemática fue desatada, entre otras cuestiones, por la manera en que el Sacro Imperio Romano Germánico llevaba a cabo su administración. Durante gran parte de su existencia, la unidad territorial del imperio se valió, sobre todo, en la línea sucesoria dinástica, en este caso, con eje en la Casa de Habsburgo. En el caso que los germanos hubiesen conformado una entidad nacional, cuya estructura sostuviese la estabilidad imperial, inconvenientes con éste se hubiesen evitado. En ese momento, María Teresa quedó al frente de una situación casi insostenible. Dejando de lado la disputa por la sucesión imperial, cuestión para nada menor, la archiduquesa debía llevar adelante la administración de sus dominios en plena decadencia de los mismos. Además, su padre no le había dejado colaboradores apropiados para asegurarle la estabilidad del imperio, ya que los militares y consejeros más aptos para el momento se encontraban encarcelados o muertos. Ante ello, la economía imperial estaba destruida, lo que ocasionó las protestas de Austria y Bohemia. Asimismo, el ejército imperial se encontraba desmembrado y sin recursos para combatir, a raíz de las derrotas sufridas en las últimas campañas militares. Por su parte, el reino de Hungría, que formaba parte del imperio, sobrevivía a costa de los excesos a los que incurrían con el financiamiento de los Habsburgo.


El Reino de Hungría.

A esto, hay que agregarle que Baviera respaldaba los reclamos de los otros aspirantes a la corona imperial. Mientras que, el reino de Prusia, liderado por Federico II, cada vez más fortalecido económica y militarmente, empezó a exigirle a María Teresa la anexión de la región de Silesia, a cambio de su apoyo en la disputa por la sucesión. En tanto, al ver la revuelta por la que atravesaba el Sacro Imperio Romano Germánico, el rey Felipe V de España manifestó sus ansias de apoderarse del Milanesado. A su vez, Luís XV de Francia tomó la decisión de intervenir en el conflicto, a fin de debilitar el poder de la Casa de Habsburgo en Europa, pese a la advertencia de actuar con prudencia por parte de su consejero, el cardenal Fleury. Para ello, Francia contaría con el apoyo de los otros miembros reales de la dinastía Borbón, que eran el rey de España y el rey Carlos VIII de Nápoles. De realizar una exitosa campaña militar, Luís XV y los borbones lograrían el control de las zonas costeras del Canal de la Mancha y, con ello, la supremacía indiscutida en Europa continental. Por su parte, la potencia naval indiscutida, Inglaterra, junto a las Provincias Unidas de los Países Bajos, deseaban que la situación en Europa se mantuviese estable, ya que, así, no se entorpecía su crecimiento. En ese contexto, Baviera, Bohemia, Francia, España, Sajonia, Prusia y Nápoles se pusieron a favor del pedido de Carlos Alberto de Baviera, mientras que Austria, Inglaterra, las Provincias Unidas de los Países Bajos, Rusia y Sajonia se volcaron hacia la voluntad de María Teresa I. Pero, antes de que algún aspirante pudiese ser coronado en el imperio, Federico II de Prusia invadió Silesia, dando origen a la Guerra de Sucesión Austríaca.


El primer gran choque de la Guerra de Sucesión Austríaca.

Los prusianos empezaron la guerra en soledad, venciendo a las tropas imperiales en las primeras batallas. Luego, el ejército de Francia ingresó al territorio germano y reforzó las fuerzas de Federico II, por lo que su poderío creció notablemente. Ante este incontenible avance, ya que el imperio no contaba con los recursos necesarios para hacer frente a una campaña bélica, María Teresa I decidió pactar un acuerdo con Prusia. En 1742, Prusia y el Sacro Imperio Romano Germánico firmaron el Tratado de Breslau, acabando así con la Primera Guerra de Silesia. Mediante este documento, el imperio le entregó a Federico II la mayor parte del territorio de Silesia, quedándose sólo con el control de una pequeña porción del mismo. Simultáneamente, mientras María Teresa I defendía las posesiones de la Casa de Habsburgo, Carlos Alberto de Baviera continuaba reuniendo título para poder obtener la corona imperial.En 1741, Carlos Alberto ingresó a Praga, por medio de la ocupación de Bohemia, donde fue coronado rey. Finalmente, a comienzos de 1742, el elector de Baviera y rey de Bohemia, con el respaldo de Francia, consiguió ser nombrado emperador, Carlos VII. Por ese entonces, las flotas de España e Inglaterra se encontraban combatiendo en América, por algunas posesiones en las islas del Caribe. Sin embargo, en 1742, la Guerra del rey Jorge – Luchas por el predominio de la comercialización de esclavos en la región - se estancó, ya que ambos reino decidieron centrar sus objetivos bélicos en Europa. En 1743, con el auxilio de soldados rusos, las tropas austríacas tomaron el control sobre Baviera y Bohemia. Así, los bávaros se rindieron, aunque, durante los meses siguientes, Francia, España y Nápoles firmaron el Segundo Pacto de Familia, donde se comprometieron a conquistar los Países Bajos Austríacos y los terrenos imperiales en Italia. En respuesta a ello, Austria, Inglaterra y el reino de Cerdeña se unieron bajo el Tratado de Worns.


CarlosVII.

En Italia, los borbónicos tuvieron algunas victorias que alentaron su avance sobre el terreno. Sin embargo, poco después, sus enemigos repelieron su ofensiva, desbaratando sus intenciones de controlar la península. Mientras tanto, en los Países Bajos Austríacos, los franceses tampoco pudieron tomar los territorios que habían buscado, ya que las fuerzas inglesas y austríacas demostraron su superioridad en batalla. En 1744, Federico II de Prusia, lejos de querer ingresar en alguno de los bandos de la contienda, se mostraba preocupado.La recuperación militar de Austria podría poner en riesgo, a futuro, su conquista de gran parte de Silesia. Por ello, el rey de Prusia decidió emprender una ofensiva sobre el imperio, a fin de dominar completamente el terreno restante. Así, se dio inicio a la Segunda Guerra de Silesia. Primeramente, los prusianos invadieron Bohemia, donde lograron una serie de victoria ante los soldados imperiales. Meses más tarde, en 1745, ante la evidente superioridad militar prusiana, Federico II y María Teresa I empezaron a entablar las negociaciones de paz, que derivaron en la firma del Tratado de Dresde. Allí, Prusia se quedó con la totalidad del territorio de Silesia. A cambio de ello, Federico II reconoció a Francisco I como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.En el transcurso de las hostilidades, murió el emperador Carlos VII, quien fue reemplazado por el duque Francisco de Lorena, que se proclamó Francisco I.


De izquierda a derecha: Federico II de Prusia, Francisco I.

Por ese entonces, el problema de la sucesión del trono imperial ya estaba resuelto. A la muerte de Carlos VII, Francisco I, esposo de María Teresa I, asumió la corona, sin que ningún otro miembro de la Casa de Habsburgo repudiase su ascenso. Igualmente, las hostilidades continuaron, tanto en Europa como en los mares. Paralelamente, desde 1744, se produjo un enfrentamiento entre ingleses y franceses, que tuvo como escenario a las posesiones coloniales de ambos en India. Este conflicto se denominó Primera Guerra de Carnatic. Para ese entonces, en la mayor parte de los frentes de combate, la guerra se había estabilizado, dado que ninguno de los dos bandos podía obtener la ventaja en alguno de éstos. Sin embargo, esta tendencia se revirtió en Flandes, región ubicada en la frontera entre Francia y el Sacro Imperio Romano Germánico. Allí, desde 1745, Sajonia y Francia vencieron sistemáticamente a las fuerzas imperiales, inglesas y neerlandesas, obteniendo fácilmente el dominio de la región. Pese a que los enfrentamientos en Flandes se extendieron hasta 1747, y las luchas en el Caribe y en India persistieron hasta el fin de la guerra, en 1745, distintos mandatarios europeos habían emprendido tratados de paz. En primer lugar, Federico II de Prusia logró que Augusto III de Polonia, quien a su vez era elector de Sajonia, reconociese su dominio sobre Silesia. Luego, Federico II consiguió que los ingleses lo admitieran como dueño de esos terrenos y, también, Prusia evitó que Inglaterra le diera al imperio su apoyo económico para recuperar Silesia. Entre tanto, el rey Felipe V de España murió en 1746, siendo reemplazado por su hijo, Fernando VI. Desde el inicio de su reinado, Fernando VI llevó adelante una política de neutralidad hacia Francia – Rompió el Segundo Pacto de Familia – e Inglaterra – Realizó algunas concesiones en su disputa en el Caribe, donde arribaron a la paz -, con la cual acercó mucho sus posiciones. Finalmente, en 1748, la Guerra de Sucesión Austríaca, y todos los conflictos que había englobado, acabaron con la firma del Tratado de Aquisgrán. Los reinos que se suscribieron al pacto ratificaron que la mayor parte de los territorios conquistados en la contienda fueran devueltos a sus dominadores originales, restableciendo el orden político de 1440. Por su parte, Prusia quedó con la posesión de Silesia, hecho que agigantó aún más su estado de potencia emergente. A su vez, Francia no ganó ningún territorio en Europa, aunque consiguió que Inglaterra le cediese algunos terrenos en Canadá. Por su parte, los ingleses lograron recuperar sus tierras en India, mientras que fueron derrotados en el Caribe. A pesar de ello, España realizó algunas concesiones que permitieron su acercamiento, además de una derrota más digna. En tanto, a la pérdida de Silesia, el Sacro Imperio Romano Germánico debió otorgarle a España el dominio de los ducados de Parma, Guastalla y Piacenza. Además, el rey Carlos Manuel II de Saboya recibió una parte de Lombardía.


Carlos Manuel II de Saboya.

1756 - 1763: GUERRA DE LOS SIETE AÑOS

Con la firma del Tratado de Aquisgrán, en 1748, la Guerra de Sucesión Austríaca se daba por finalizada. Sin embargo, los países europeos, sobre todo las potencias continentales, demostrarían que sus conflictos no habían acabado con los términos derivados del documento de pacificación. María Teresa I había quedado al frente del Sacro Imperio Romano Germánico, junto a su esposo, Francisco I. Ambos, miembros de la Casa de Habsburgo, habían quedado disconformes con los repartos territoriales al término de la Guerra de Sucesión Austríaca. Además, desde comienzos de siglo XVIII, los austríacos habían evidenciado el enorme avance y progreso de Prusia, que se había convertido en un poderoso reino dentro del imperio, con vista a consolidarse como una potencia continental. Por ello, los emperadores germánicos habían planeado, durante varios años, la recuperación de Silesia, región que había sido concedida a Prusia. Pero, el inconveniente para los austríacos radicaba en que no tenían las fuerzas militares, y recursos económicos, suficientes para derrotar al gran ejército que había conformado el rey Federico II de Prusia. En ese orden, María Teresa I, archiduquesa de Austria, y reina de Bohemia y Hungría, consiguió el apoyo militar de Francia, Rusia y Sajonia. Así, los austríacos, en 1755, los austríacos le declararon la guerra a Prusia y comenzaron a alistar sus fuerzas para atacar. Además, por esos meses, Inglaterra estaba preocupada por la situación de Hannover, que era un dominio de la corona en el territorio germánico.


Guerra de los Siete Años.

Para asegurar su integridad, el rey inglés Jorge II realizó un pacto con Rusia. Jorge II le garantizó auxilio financiero a los rusos, a cambio que el ejército de la zarina Isabel I invadiese Prusia oriental, a fin apartar a Hannover del eje del conflicto. Pero, al descubrir que los franceses se hallaban en la misma coalición, Inglaterra decidió romper el acuerdo con Rusia y pactar con Prusia. A comienzos de 1756, Jorge II y Federico II firmaron el Tratado de Westminster, mediante el que los ingleses convinieron efectuar un aporte económico a la campaña bélica de Prusia. En tanto, los prusianos le garantizaron a sus aliados la defensa de Hannover ante las acciones de sus enemigos. Lejos del frente europeo, los enfrentamientos entre Francia e Inglaterra continuaban en sus asentamientos coloniales en América y Asia. El reparto territorial estipulado en el Tratado de Aquisgrán no acabó con las disputas entre ambos reinos. Por lo contrario, entre 1748 y 1754, la contienda asiática volvió desatarse, originando la Segunda Guerra de Carnatic, donde los franceses estaban claramente en desventaja frente a sus enemigos, aunque se encontraban extendiéndose sobre India. En tanto, las disputas más fuertes entre las ambiciones expansionistas de Jorge II y Luís XV tuvieron su escenario principal en América del Norte. Luego de la Guerra de sucesión Austriaca, Francia había obtenido algunos terrenos en la región canadiense de Terranova, cedidos por los ingleses. Además, los galos habían experimentado una notable extensión de sus dominios en el continente, apropiándose de una extensa franja de sur a norte. Ésta iba en paralelo a la cadena montañosa de los Apalaches y, luego, acaparaba la zona de los grandes lagos, para extenderse hacia el este – Québec – y al oeste. En tanto, Inglaterra poseía sus conquistas norteamericanas a lo largo de la costa este del territorio, abarcándola casi en su totalidad de norte a sur.


Luis XV.

A su vez, España poseía varios terrenos en sur de Norteamérica, dejándole una porción de tierra a los franceses. A las ansias por expandirse territorialmente, los enfrentamientos religiosos se adhirieron a la disputa entre ingleses y franceses en América de Norte, ya que hasta allí se trasladaron las diferencias entre protestantes – anglicanos – y cristianos, respectivamente. En este contexto, a partir de 1754, los dos ejércitos empezaron a librar combates a lo largo del territorio en disputa. Durante los primeros tres años de enfrentamientos entre Francia e Inglaterra en América, la ventaja fue para los soldados franceses. Los galos no sólo pudieron mantener sus posesiones en el continente, sino que también comenzaron a diezmar la resistencia de las tropas a lo largo de gran parte del territorio habitado. Ante la situación angustiante que vivían sus fuerzas, en 1757, el primer ministro inglés, William Pitt, tomó la decisión de relevar al jefe del ejército en América, reemplazándolo por el general James Wolfe. A principios del 1756, Inglaterra y Francia reanudaron las hostilidades en Asia, mediante el comienzo de la Tercera Guerra de Carnatic. En ese momento, las colonias inglesas en la región vio demasiado amenazante la expansión francesa sobre sus dominios en la India. Por ello, ambas fuerzas reiniciar sus disputas. También, las luchas se manifestaron en Dakar, un punto clave para el tráfico de esclavos en la costa oeste de África, que estaba controlada por los franceses. Por su parte, a mediados de ese mismo año, en Europa, se produjo el hecho que desencadenó formalmente el inicio de la Guerra de los Siete Años. Sin mediar declaración alguna sobre las hostilidades, y al verse rodeado por la numerosa alianza bélica en su contra, Federico II de Prusia ordenó que su ejército invadiese Sajonia. En poco tiempo, este territorio germano fue tomado y, luego, las fuerzas prusianas se dirigieron a la conquista del reino de Bohemia, propiedad de María Teresa I.


El General James Wolfe.

A lo largo de 1757, Europa se convirtió en el centro de la escena bélica. Si bien, algunas batallas se habían desarrollado en el frente americano y asiáticos, éstas no tuvieron relevancia alguna en el transcurso de la guerra. En tanto, luego de continuar su avance hasta Praga, la capital de Bohemia, los prusianos fueron duramente derrotados por los austríacos en Kolin. Allí, el ejército de Federico II sufrió una gran cantidad de bajas y, para continuar en la guerra, debió ser reorganizado rápidamente. Alentada por el envió anímico de la victoria en Bohemia, las tropas austríaca fueron nuevamente a combatir al diezmado ejército prusianos. En su camino hacia Silesia, las fuerzas imperiales vencieron a sus enemigos en Hastenbeck, donde obligaron a el duque de Cumberland capitulase, cediéndoles Hannover. Sin embargo, el rey Jorge II rechazó el documento y, junto a Prusia, continuaron la guerra.


La Zarina Isabel I.

Cerca de fin de año, en Rossbach, las rearmadas tropas de Federico II vencieron al ejército austríaco, restableciendo su posición en el conflicto con la recuperación de Hannover. Por un parte, este resultado, sumado a la derrota austríaca en Leuthen, fue desastroso para María Teresa I y Francisco I, ya que habían perdido cerca de 40 mil hombres en el combate. En tanto, los emperadores eran consientes de la continuidad del conflicto, a la espera de los refuerzos franceses y rusos. En 1758, el ejército de Prusia logró algunas victorias más en serie. A mediados de año, Federico II tomó la decisión de enfrentar al ejército ruso, que había tomado Prusia oriental. En ese momento, la zarina Isabel I había ordenado la movilización de una gran cantidad de soldados hacia la zona, a fin debilitar a los prusianos. Por entonces, las tropas de Federico II no estaban rearmadas por completo y, en caso de una derrota, Prusia corría el riesgo de una fuerte fracaso militar. No obstante, el rey envió a sus hombres al combate contra los rusos, en Zorndorf. Allí, Prusia consiguió una importante victoria, en medio de una sangrienta batalla, que diezmó ambas fuerzas militares – Murieron cerca de 30 mil soldados, de los cuales 18 mil eran rusos y 12 mil eran prusianos -. Mientras que en el frente asiático la contienda se desarrollaba con una relativa paridad, donde había una poco significativa ventaja inglesa, las disputas en América del Norte mostraron un cambio que resultaría significativo para el curso de las restantes acciones. Con la asunción de Wolfe al frente de las tropas de Inglaterra, el ejército inglés, que contaba con la presencia del mayor George Washington, venció la resistencia de los frentes en varias batallas. Esta tendencia sería irreversible y se mantendría por el resto de la guerra en este frente.


Batalla de Zorndorf.

Sin mayores novedades en el frente asiático, los franceses vieron como las derrotas en América del Norte lo llevaban hacia su irremediable pérdida en esa zona. En primer lugar, las tribus indígenas que estaban aliadas con las tropas francesas declararon su neutralidad en el combate, ya que éstas habían evidenciado el poderoso avance de las renovadas fuerzas inglesas. En tanto, 1759 fue llamado por Inglaterra como “El año de las Victorias”. Ese mismo año no hubo una gran cantidad de luchas, aunque las batallas ganadas por Inglaterra resultaron, sobre todo, decisivas. Los ingleses pudieron avanzar aún más sobre los dominios enemigos, quedándose con el control de buena parte de los mismo. Para finalizar el año, los ingleses, a costa de la muerte de Wolfe, consiguieron tomar Quebec, la capital colonial francesa en América. Desde entonces, con la caída de la capital enemiga, el triunfo estaba asegurado, aunque todavía quedaban grupos franceses que darían pelea en el continente. Mientras tanto, en Europa, también ocurrieron algunas modificaciones en el curso de las hostilidades. El ejército de Prusia no podía terminar de rearmarse antes las pérdidas de hombres sufridas durante la guerra. Ante ello, austríacos y prusianos alternaron triunfos en las siguientes batallas. A mediados de año, la unión de las fuerzas imperiales de Austria y Rusia le infringió un terrible derrota, considerada como la peor de la campaña, a las huestes de Federico II, en Kunersdorf. Las bajas que tuvieron las tropas prusianas eran inmensas y, además, hicieron más grave aún la pobre situación militar del reino. En ese momento, Federico II llegó a pensar que la derrota estaba al caer. Sin embargo, Austria y Rusia no efectuaron ninguna acción con rapidez luego de la victoria, otorgándole a Federico II un importante período para reorganizar sus tropas, a pesar de la mala situación económica y militar que atravesaba Prusia. De esa manera, con extrema urgencia, el rey prusiano envió a su ejército al combate, que sería a todo o nada, ya que Federico II había destinado a este rearmado sus últimos recursos financieros y humanos.


Muerte de Wolfe.

Al año siguiente, en 1760, los prusianos derrotaron a los aliados en un par de batallas, aunque no sabía hasta cuándo podrían resistir, ante la inminente llegada de una numerosa tropa enemiga. En tanto, la apuesta de Federico II constaba en estrategias defensivas, las cuales, con el correr del tiempo fueran diezmando la resistencia de los rivales. Igualmente, a esa altura del conflicto, Silesia seguía bajo el dominio de Prusia. Ese año, la Tercera Guerra de Carnatic tuvo algunos momentos que desembocarían en su decisión final. Las fuerzas inglesas, que habían demostrado ser ligeramente superiores a lo largo de toda la contienda, derrotaron a las tropas francesas en el sur de India. A partir de entonces, la actuación de Francia en la zona fue en picada, siéndoles quitado gran parte del apoyo económico por parte de la metrópoli. Por su parte, los combates en América volvieron a hacerse más duros en 1760. Ante el imparable avance de los ingleses sobre los dominios enemigos, los franceses intentaron recobrar parte de terrenos perdido, especialmente su capital colonial, Québec. Los soldados galos rodearon allí a sus enemigos, quienes esperaban refuerzos para contestar con un contraataque Pero, los franceses lograron derrotarlos, infligiéndoles una significativa cantidad de bajas a las tropas inglesas. A pesar de ello, los galos no pudieron reconquistar la ciudad, que continuó ocupada por sus enemigos, a causa de la falta de refuerzos para sus disminuidas fuerzas. Entonces, el curso de las acciones viró por completo, ya que los franceses dejaron Quebec, con destino a Montreal, al ver la llegada de más soldados británicos. Posteriormente, las numerosas tropas inglesas se dirigieron hacia Montreal, ciudad que conquistaron rápidamente luego de doblegar la resistencia de los soldados diezmados franceses. Esa victoria sería definitiva, dado que, desde entonces, Francia quedó sin un punto de referencia en sus colonias. Así, las disminuidas y desorganizadas fuerzas francesas en América del Norte sucumbieron sucesivamente ante las embestidas de los enemigos. En 1759, los ingleses también habían trasladado los combates hacia el Caribe, donde se apropiaron de la isla de Guadalupe, la cual, hasta entonces, era una posesión francesa. Por ello, el rey Luís XV de Francia recurrió a la auxilio militar del rey Carlos III de España. Estos dos mandatarios, pertenecientes a la Casa de Borbón, firmaron el Tercer Pacto de Familia, por el cual se comprometieron a combatir a los ingleses en el Caribe, a fin de defender sus territorios en la región. La aceptación de España a ingresar en la contienda se debió que, en los últimos años, sus dominios en América, así como también sus embarcaciones y ciudadanos, habían sufrido gran perjuicios, sobre todo económicos, a manos de los ingleses. Por ello, en 1761, los españoles se lanzaron al ataque. Su campaña fue exitosa en Europa, con la toma de las regiones del norte de Portugal – Aliado de Inglaterra -, y en América del Sur, con la conquista de la población portuguesa de Colonia de Sacramento, por parte de los colonos españoles asentados en la desembocadura del Río de la Plata.


Río de La Plata.

Sin embargo, la suerte de la flota franco – española en las islas fue paupérrima. Al igual que el curso de los combates en Asia y en América del Norte durante este mismo año, los aliados terminaron siendo sistemáticamente vencidos en cada una de las peleas que libraron en las islas caribeñas. Para esa altura del conflicto, el triunfo de Inglaterra estaba muy próximo estos tres frentes de batalla. En 1761, el ejército de Prusia estaba al borde del colapso. Pese a que había podido mantener el dominio de Silesia y les había garantizado a los ingleses el control de Hannover durante gran parte de la guerra, su situación era desesperante. Militarmente disminuidos y económicamente agotadas, las reducidas tropas de Federico II sabían que deberían afrontar aún más batallas contra las fuerzas aliadas de Francia, Austria y Rusia. Este último imperio poseía el control sobre Prusia oriental. Igualmente, ese mismo año, el ejército unido de Prusia, Inglaterra y Hannover derrotó a las tropas rusas, en lo que significó un éxito importante para su campaña defensiva. El reino de Federico II pudo soportar el resto del año sin que alguna acción bélica entorpeciese el rearmado de su ejército. A principio de 1762, un hecho cambió radicalmente el frente europeo de la guerra. La zarina Isabel I de Rusia murió, dejando en el trono al zar Pedro III. El nuevo emperador se manifestó como admirador de Federico II, por ello, Pedro III se acercó al Prusia, con quien firmó un tratado de paz. Así, Rusia se retiró de la guerra, abandonando Prusia oriental, que volvió a formar parte del reino de Federico II. Igualmente, seis meses más tarde, Catalina II se erigió como zarina de Rusia, luego de derrocar a su marido, Pedro III. Sin embargo, Catalina optó por declararse neutral en la contienda, sin tener incidencia alguna en el desenlace de las hostilidades.


Pedro III.

Ante la salida de Rusia de la contienda, Suecia siguió el mismo camino, devolviéndoles la Pomerania a los prusianos. Con Francia y España totalmente enfocado en la guerra en América, Austria quedó como el único enemigo de Prusia en Europa. Ese año, el ejército de Federico II venció a las tropas imperiales de María Teresa I, en Burkersdorf, lo que se considera el último combate de importancia en el frente europeo durante el conflicto. Luego de haber derrotado completamente a Francia en América del Norte y Asia, los ingleses dedicaron sus acciones de 1762 a conquistar las posesiones españolas. Por un lado, en el Caribe, Inglaterra venció claramente a la flota franco – española, quedándose con varias islas franceses y con La Habana, punto clave para el comercio naval de España. En tanto, en el Pacífico, los ingleses hostigaron los dominios españoles en Filipinas, apropiándose de su capital, y punto comercial clave, Manila. Cerca de fin año, las definiciones sobre las instancias militares de la guerra, sumada al agotamiento de los recursos humanos y económicos de los reinos, hicieron que los mandatarios de los países beligerantes comiencen a entablar negociaciones de paz. Por un lado, Francia y España acordaron la cesión del territorio norteamericano de Luisiana a los españoles, mediante el Tratado secreto de Fontainebleau. Igualmente, las próximas negociaciones modificarían este pacto.


El tratado secreto de Fontainebleau.

En febrero de 1763, los conflictos en todos los frentes que abarcó la guerra quedarían terminados mediante la lubricación de otros documentos. En primer lugar, Inglaterra, Portugal Francia y España acordaron la pacificación y la repartición territorial correspondiente mediante el Tratado de París. Allí, Inglaterra consolidó su posición de potencia marítima mundial, debido a que consiguió la cesión de amplios territorios, en detrimento de la casi nula presencia de Francia en América y Asia. En América, los ingleses se quedaron con la región española de Florida, gran parte de Nueva Francia – sobre todo los territorios canadienses – y una porción de Luisiana, así como la posibilidad de navegar libremente el río Misisipi. Por parte, luego de hacer grandes concesiones territoriales, Francia pudo conservar varias islas del Caribe, alguna de estas les fueron devueltas por Inglaterra. Así, los galos lograron mantener el control de varios puntos claves de la región, donde se encontraba la producción azucarera más grande del mundo. Además, los franceses consiguieron los derechos de pesca sobre Terranova. En tanto, a pesar de la pérdida de Florida, España logró obtener buena parte del territorio de Luisiana, con el agregado de su capital, Nueva Orleans. Además, Inglaterra desocupó La Habana y Manila, dos sitios de importancia para el comercio español. Igualmente, España debió hacer lo propio con el norte de Portugal y las posesiones de éstos en el Río de la Plata. Días más tarde, Austria, Sajonia y Prusia firmaron la Paz de Hubertusburgo. Allí, las potencias militares acordaron que el control de Silesia fuese confirmado a Prusia. Así, sumado a las conquistas que habían efectuado durante el conflicto, el reino de Federico II se convirtió indiscutidamente en una potencia continental.


Río Misisispi.

1778 – 1779: GUERRA DE SUCESIÓN DE BAVIERA

Desde la finalización de la Guerra de los Siete Años (1756 – 1763), el proceso de decadencia del Sacro Imperio Romano Germánico se había agravado. En los siguientes años, la estructura central del imperio, derivada exclusivamente de los miembros de la Casa de Habsburgo – Ducado de Austria y Reino de Hungría – había comenzado a disminuir su influencia sobre el resto del terreno imperial. Esto se produjo, principalmente, debido a las injerencias externas de las potencias europeas – Reino de Francia, Imperio Ruso, Reino de Inglaterra - así como también, en las cuestiones internas, al crecimiento del reino de Prusia, que aún se mantenía dentro del imperio, aunque poseía un poder mucho mayor que los dominios germánicos en su conjunto. Por su parte, a lo largo del siglo XVIII, el ducado de Prusia se había transformado en un reino, adquiriendo gran importancia en las acciones bélicas y territoriales del continente. Mediante la anexión de varios terrenos, Prusia había consolidado una posición sumamente relevante, la cual, aún siendo parte del Sacro Imperio Romano Germánico, lo catapultó hacia el lugar de potencia europea. Durante el mandato del rey Federico II, Prusia emprendió sus mayores conquistas de tierra, que fueron acompañadas por resonantes éxitos militares. En este marco de conflicto, en 1777, murió el elector de Baviera, Maximiliano José, quien no había dejado ningún descendiente directo en el trono. Maximiliano José pertenecía a la Casa de Wittelsbach y, por ello, se decidió que su heredero fuese Carlos Teodoro, que era elector del Palatinado y también miembro de la dinastía Wittelsbach. Pocos meses más tarde, luego del nombramiento de Carlos Teodoro al frente de Baviera, los intereses territoriales de Austria y Prusia entraron en juego dentro de la cuestión sucesoria. En esta oportunidad, los dominios conjuntos de Baviera y el Palatinado representaban un enorme objeto de anhela para las ambiciones de expansión de ambos estados. Por un parte, los mandatarios de austríacos, el emperador José II y su madre, María Teresa I, quería incorporar los terrenos del Alto Palatinado y de Baja Baviera – cerca de un tercio de la superficie total de los dominios del electorado -. Igualmente, los reclamos efectuados por el emperador fueron disfrazados con un pedido sobre los derechos hereditarios de aquellas regiones. Sin embargo, Carlos Teodoro también sacó ventaja de la situación. En el más profundo de los secretos, el elector de Baviera pactó con José II la entrega de los terrenos que deseaba. A cambio, Carlos Teodoro, quien tampoco poseía descendencia, le pidió al emperador que lo eleve a él, así como también a sucesores, al grado de príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico.


Carlos Teodoro.

Finalmente, a comienzos de 1778, las tropas imperiales tomaron los dominios bávaros que estaban, aparentemente, en disputa. Este hecho provocó un notable crecimiento de las extensiones austríacas, que chocaba decididamente con el proceso de amplia expansión territorial que venía afrontando Prusia. Ante la posibilidad de un resurgimiento de la influencia de Austria, su principal oponente dentro del imperio, el rey Federico II de Prusia tomó cartas en el asunto. Además, por entonces, el monarca prusiano vio amenazada sus intenciones de incorporar los margraviatos de Ansbach y Bayreuth dentro de su reino. En ese marco, Federico II apoyó las protestas de Carlos II, duque de Zweibrücken, quien también poseía derechos en la línea de sucesión del trono de Baviera. Por otra parte, Federico II también respaldó las demandas Federico Augusto III, elector de Sajonia, quien pretendía una porción de los dominios bávaros, cuyo elector había distribuido anteriormente. Pese a los requerimientos de los diversos nobles germanos, el emperador José II se mantuvo firme en su postura y no abandonó ninguno de los dominios en disputa. Por ello, a mediados de año, las fuerzas de Prusia y Sajonia invadieron el reino de Bohemia, propiedad de la Casa de Habsburgo. Ante ello, y para evitar una ocupación del corazón de los terrenos imperiales, los emperadores ordenaron a gran parte de su ejército que se ubicase en la frontera entre Silesia – Dominios de Prusia – y Austria. Sin embargo, esta guerra no presentó grandes batallas, ni siquiera alguna significativa para el resultado de la contienda. Durante lo que duró el conflicto, las tropas enemigas desarrollaron sólo combates poco relevantes, cortos y escasos en número de participantes. Además, en ese lapso, el rey de Prusia y la emperatriz austríaca, FedericoII y María Teresa I, respectivamente, habían estado negociando incesantemente el cese de las hostilidades. Por ello, las fuerzas en conflicto eran limitadas. Las tratativas de paz entre el imperio y Prusia se mantuvieron poco menos de un año, bajo la mediación del rey de Francia, Luís XVI, y de la zarina de Rusia, Catalina II. Esta última fue crucial para el desenlace de la guerra, ya que sus constantes presiones ante los austríacos terminaron por cercar las ambiciones imperiales de expansión. En mayo de 1779, los estados germanos firmaron el Tratado de Teschen, con el que se concretó el fin de la guerra. En cuanto a Baviera, el elector Carlos Teodoro fue ratificado en el trono. Además, casi la totalidad de los terrenos bávaros que los austríacos habían ocupado debieron ser devueltos. En tanto, Austria se quedó con el control de Innviertel, región situada en la Baja Baviera. A su vez, Federico Augusto III debió ser resarcido económicamente ante la imposibilidad de acceder al control de los territorios de Baviera que había demandado. Además, Carlos II de Zweibrücken había sido designado como siguiente en la línea sucesoria del electorado. Por último, y como ocurrió en las anteriores contiendas, Prusia fue la principal ganadora con este reparto. Luego de afirmar su posición como potencia germana, avala por Rusia, el reino de Federico II consiguió el permiso para anexar, a fututo, los margraviatos de Ansbach y Bayreuth. De esta manera, el territorio y la influencia prusiana seguía su expansión en el imperio, donde ya los austríacos se encontraban a su altura.


Teschen.

1805 - 1815: GUERRAS NAPOLEÓNICAS

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la precaria situación económica en Francia, sumada a la indiferencia de la nobleza, generó que el pueblo encabezara numerosas y violentas protestas contra el orden del Antiguo Régimen. Ante la peligrosidad de las mismas, en 1789, el rey Luís XVI decidió llamar a los Estados Generales, una asamblea que reunió a todos los sectores de la población. Pero, a causa de la alianza entre la nobleza y el clero, el Tercer Estado, conformado por la burguesía y el campesinado, optó por realizar una conferencia paralela. Allí, los participantes juraron no culminar su compromiso hasta la sanción de una Constitución. Varios nobles y sacerdotes se unieron al proyecto, quedando el rey sin respaldo para continuar gobernando. Por eso, Luís XVI ocupó París con sus tropas, aunque el pueblo logró doblegar la resistencia de las mismas. El 14 de julio, la Revolución Francesa fue concretada con la toma de La Bastilla, prisión que era considerada el corazón del Antiguo Régimen. Desde entonces, el rey, que poseía el poder ejecutivo, debió presenciar las asambleas donde los representantes franceses realizaron reformas al gobierno. En 1791, se sancionó la Constitución y, en 1792, se abolió el Antiguo Régimen, y luego, proclamó la República. Mientras tanto, en Europa, varios reyes absolutistas se habían puesto en alerta, ya que no querían que la influencia revolucionaria invadiera sus dominios. Por ese motivo, junto a Inglaterra, acérrimo enemigo de los galos, algunos de los reinos más poderosos del continente se unieron, en 1792, dentro la Primer Coalición, a fin de tratar de restablecer la monarquía en Francia. Si bien el inicio del conflicto encontró mejor posicionadas a las fuerzas aliadas, a causa de la desarticulación del ejército francés, los revolucionarios vencieron a sus enemigos. Además, en el transcurso de la guerra, Luís XVI fue acusado de traición a su patria y, en enero de 1793, fue cruelmente ejecutado. Para 1795, Prusia y España habían sido derrotadas, las agitaciones inglesas en Francia había fracasado y, además, la Primera República Francesa había fundado el estado satélite de la República Bátava.


En el transcurso de la guerra, Luís XVI fue acusado de traición a su patria y fue ejecutado.

En 1797, luego de la derrota de Austria, la Primera Coalición fue disuelta. Entonces, en Francia se había consolidado el Directorio, un cuerpo formado por cinco miembros en el poder ejecutivo. Este órgano había sido constituido luego de la ejecución de los líderes jacobinos, quienes habías ejercido el terrorismo de estado contra los políticos opositores a su gestión – período llamado El Terror -. Igualmente, por ese entonces, la figura del general Napoleón Bonaparte comenzó a crecer notablemente. El pueblo lo aclamaba por sus éxitos militares en Francia e Italia. Este hecho despertaba la desconfianza de los miembros del Directorio, quienes creían posible que, en el futuro, Napoleón reuniese tanto poder e influencia como para realizar un golpe de estado. Luego, Napoleón partió en una expedición hacia Egipto. El objetivo consistía en bloquear las rutas comerciales de Inglaterra por medio de la tomade India. En 1798, Napoleón conquistó Egipto, pero algunos reveses frustraron su campaña y, en 1799, volvió a Francia. Durante la campaña, Inglaterra, Rusia, Austria y otros estados europeos conformaron la Segunda Coalición contra Francia.


La segunda coalición contra Francia.

Allí, el Directorio no podía hacer frente a la crisis social y económica. Por ello, Napoleón realizó un golpe de estado, derrocando al poder ejecutivo y, así finalizando con la Revolución Francesa. En su lugar, tres personas, entre ellas Napoleón, se pusieron a la cabeza del Consulado. Los cónsules emprendieron cambios en la Constitución, que le otorgaron un enorme poder a Napoleón. Entonces, los franceses se organizaron para combatir. En el sur de Austria y el norte de Italia, las tropas de Napoleón vencieron a las fuerzas rusas e imperiales. Ante ello, los miembros de la alianza, excepto Inglaterra, firmaron la paz con Francia. En 1802, la Paz de Amiens terminó con la Segunda Coalición. Ese año, se realizó otra reforma constitucional, que le dio carácter de vitalicio al cónsul. Luego, Napoleón se encargó de emprender numerosos cambios en las leyes y la administración francesa. Entre éstos, sobresalen la importancia que ocupó el Senado dentro del poder legislativo, así como la promulgación de libertades, garantías y derechos en diferentes escritos, siendo el Código Napoleónico, de carácter civil, el más destacado. En 1804, con el aval del Senado y la bendición del Papa Pío VII, Napoleón I fue se consagró a sí mismo mandatario del Primer Imperio Francés.


Papa Pío VII.

Francia e Inglaterra nunca habían firmado un cese de hostilidades, por ello, las tensiones continuaron aún en tiempos de paz. En 1803, Napoleón planeó una incursión marítima hacia la isla, a fin de tomarla. Pero, el general sabía que los ingleses dominaban el Canal de la Mancha, por lo que un ataque allí sería infructuoso. En 1804, Napoleón indujo al rey de España, Carlos IV, a que le diese su ayuda militar, declarándole la guerra a Inglaterra. La estrategia francesa consistía en sacar a la flota inglesa de sus posiciones en el norte de Europa y, luego, llevarla hacia el océano Atlántico, donde las posibilidades de victoria aumentarían. Por su parte, las fuerzas continentales franceses se hallaban en Boulogne, a la espera del triunfo naval francés. Desde allí, los soldados podrían embarcarse rápidamente hacia Inglaterra, a fin de realizar una exitosa invasión. Con todas tropas en sus lugares, los barcos franco españoles partieron rumbo hacia América para atacar, en apariencia, las posesiones insulares inglesas. En abril de 1805, Inglaterra, Rusia, Austria, Suecia y Nápoles conformaron la Tercera Coalición. Según sus planes, mientras los ingleses derrotaban a la flota francesa en el mar, los demás ejércitos tratarían de vencer a los galos en Baviera e Italia, a fin de arrebatarle sus posesiones en los Países Bajos y Suiza. En territorio marítimo, las derrotas de la flota franco – española hicieron que las esperanzas en ese frente se diluyeran rápidamente. La armada inglesa aniquiló a la flota enemiga antes de finalizar en año, en la célebre batalla de Trafalgar. Igualmente, allí murió el líder de la marina inglesa, el almirante Horatio Nelson. Por este motivo, Napoleón se convenció de la imposibilidad de invadir Inglaterra, por lo que optó por destinar todas sus fuerzas a la campaña continental. El ejército francés, en su trayecto por las tierras imperiales, se unió con los bávaros, que habían tenido que dejar sus posesiones ante la invasión de las fuerzas enemigas. Allí, franceses y bávaros vencieron a las tropas austríacas y, también, obligaron a los rusos a replegarse hacia el este. En su avance, los galos tomaron Viena, capital de Austria, y continuaron su trayecto hasta el este. En Austerlitz, la fuerza austro – rusa fue definitivamente vencida. En el campo de batalla, por única vez en la historia, tres emperadores estuvieron presentes: Napoleón de Francia -, Alejandro I de Rusia – y Francisco II del Sacro Imperio Romano Germánico.


De izquierda a derecha: Francisco II del Imperio Romano Germánico, Alejandro I de Rusia y el Almirante Horatio Nelson.

En diciembre, Francia y Austria acordaron la paz con la firma del Tratado de Pressburg. Además, los dominios franceses y bávaros anexaron algunos territorios imperiales. Esta desarticulación generó, en 1806, la disolución del Sacro Imperio Romano Germánico. Por ello, Austria pasó a denominarse imperio, regido entonces por Francisco I. En tanto, el resto de los estados germanos, a los que los austríacos habían tenido que renunciar, fueron aglomerados dentro de la Confederación del Rin. Este protectorado francés, ideado por Napoleón, incluyó numerosos reinos, principados y ducados germánicos. Ese año, Napoleón se había asegurado el control sobre varias regiones europeas. En el reino de Nápoles, el emperador nombró regente a su hermano José. Esto se sumaba al protectorado francés sobre la Conferencia del Rin. Además, Napoleón desintegró la República Bátava y, en su lugar, creó el reino de Holanda, donde coronó a su hermano Luís. Igualmente, no pasó mucho tiempo para que los reinos de Europa entablasen una nueva unión contra la amenaza francesa. En 1806, Prusia le declaró la guerra a Francia. Para ello, los prusianos poseían financiamiento inglés, refuerzos militares rusos y, además, el rey Federico Guillermo III había logrado que Sajonia apoyara su campaña. Esta unión fue concebida como la Cuarta Coalición. Pero, la rapidez con que los franceses se movilizaron hacia Prusia y Sajonia llevó a que los aliados debiesen encarar los combates sin soldados rusos, que aún no habían llegado a Sajonia. En sólo un día de batalla, los franceses aniquilaron la resistencia enemiga. En menos de un mes, Prusia y Sajonia habían sido derrotados. Además, Napoleón tomo Berlín, la capital prusiana. Posteriormente, los franceses derrotaron a las tropas rusas, expulsándolas de Polonia. En ese marco, ya en 1807, Francia obligó a Rusia y Prusia a firmar los Tratados de Tilsit, donde ratificaron el fin de la Cuarta Coalición. Los prusianos le cedieron a Napoleón cerca de la mitad de su territorio, donde el emperador creó el reino de Westfalia. Allí, su hermano Jerónimo fue designado monarca. En tanto, los rusos afirmaron su convicción de cooperar con los planes de Napoleón, a cambio que los franceses le brindaran su ayuda en la guerra contra el Imperio Otomano. Por su parte, el reino de Sajonia, que luego se integró a la Conferencia del Rin, consolidó su alianza con Francia. Por ello, Napoleón le dio al rey Federico Augusto I la regencia sobre el gran ducado de Varsovia.


Izquierda: La ciudad de Pressburg, actualmente Bratislava. Derecha: El Rey Federico Guillermo III.

En 1807, habiendo sido derrotado en sus intentos por cortar las rutas comerciales inglesas de oriente y, también, en su plan de invasión a la isla, Napoleón tuvo que afianzar el control sobre Europa continental para ver realizada su idea de asfixiar la economía inglesa. El objetivo era debilitar a su principal enemigos para que no pudiese afrontar los gastos de guerra – mucho menos financiar las campañas de sus aliados - y, en ese momento, vencerlos en los mares y conquistar sus dominios. Con el control sobre los puertos del continente, Francia emprendió el Bloqueo Continental al comercio, o a cualquier intercambio, que hubiese con Inglaterra. El estado que no cumpliese con las órdenes de Napoleón sería invadido por los franceses. Esto generó que, en los siguientes años, la flota inglesa tomase puertos enemigos en diversos sectores del mundo, como África, Asia o América. En Europa, Portugal fue el único reino que se opuso al plan francés, debido a que era aliado y socio comercial de Inglaterra. Además, si los portugueses clausuraban su intercambio con los ingleses, su economía caería abruptamente. En ese orden, Francia y España firmaron el Tratado de Fontainebleau, por el que se comprometieron a invadir Portugal, repartiéndose los territorios obtenidos. Entonces, las tropas francesas se movilizaron hacia Portugal, atravesando España. En tanto, las fuerzas españolas ya habían iniciado la invasión, conquistando varios puntos del reino. Luego, a la llegada de los franceses, el control sobre Portugal terminó por consolidarse. Ante ello, el rey Juan VI, junto a la familia real, optó por exiliarse a Brasil, su principal colonia. A su vez, las tropas francesas se habían asentado en España y, con el correr de los meses, continuaron aumentando su número. Para 1808, los galos ya habían tomado el control de las rutas hacia Portugal y Madrid, así como también varias ciudades. Napoleón veía que la realeza española era dependiente de sus decisiones, por lo que esperó el momento para destronar a Carlos IV.


En mayo el Motín de Aranjuez fue desbaratado por los franceses.

Ante la crisis, Carlos IV abdicó al trono, siendo reemplazado por su heredero, Fernando VII. Días más tarde, los franceses avanzaron sobre la realeza española, en un reino que estaba controlado por el imperio. Esto, sumado a las constantes protestas del pueblo, hicieron que Fernando VII le entregase el trono a Napoleón, quien se le adjudicó a su hermano, José I de España. Desde entonces, España fue escenario de años de conflictos entre las fuerza imperiales y la resistencia de la población. En tanto, el poder ejecutivo español pasó a manos de una Junta de Gobierno que, instalada en Sevilla, obraba en nombre de Fernando VII. Estos episodios fueron una de las razones que desembocaron en los procesos independentistas en las posesiones españolas en América. Ese año, para asegurar la correcta implementación del Bloqueo Continental, los emperadores de Francia y Rusia reafirmaron su alianza. Igualmente, las tensiones volvieron a apoderarse de Europa. Por un lado, Inglaterra apoyaba la resistencia de España y Portugal, por medio del envío de soldados, dinero y armamentos. En tanto, Austria había logrado recomponer su ejército. En 1809, Inglaterra y Austria integraron la Quinta Coalición. Sin embargo, las tropas ingleses fueron fácilmente derrotadas en el reino de Holanda, por lo que optaron por brindarle todo su auxilio a las revueltas en península Ibérica. Allí, Inglaterra corrió suerte dispar ya que, por un lado, los franceses consiguieron sacarlos de España, mientras que, por el otro, con la llegada de las tropas, a cargo del general Arthur Wellesley, duque de Wellington, comenzó el período más exitoso de la resistencia inglesa.


Arthur Wellesley.

En cuanto a Austria, el deseo de Francisco I era recuperar sus dominios germánicos, a fin de lograr la reconformación del Imperio. Luego de algunas victorias, las fuerzas francesas, lideradas por Napoleón, fueron derrotadas en la batalla de Aspern - Essling. Esta fue la primera derrota militar del emperador. Pero, en pocos meses, los galos darían vuelta el curso de la guerra, obteniendo finalmente la victoria. Aunque, en medio de una batalla, Napoleón expulsó del ejército al mariscal Jean Bernadotte, quien sería, años más tarde, rey de Suecia y, por ello, enfrentaría a las fuerzas del emperador. Antes de finalizar el año, Francia y Austria acordaron la paz y, también, acabaron con la Quinta Coalición, por medio del Tratado de Schönbrunn. Allí, los austríacos cedieron terrenos a Baviera y a Polonia, aliados de Francia, además de pagarle al imperio una abultada indemnización. Por su parte, Francia recibió el control sobre algunos ducados germánicos. Iliria y los Estados Pontificios.


Batalla de Aspern Essling.

En 1810, Napoleón se divorció de su esposa Josefina, ya que no había podido tener descendencia. Ese año, el emperador contrajo matrimonio con María Luisa, hija del emperador Francisco I de Austria. Al año siguiente, nació Napoleón II. Por entonces, Francia alcanzó su máxima extensión territorial. Pero, desde entonces, la influencia de Napoleónempezaría a contraerse. Las expediciones francesas sobre Portugal encontraron la resistencia de las huestes de Wellington. Entre 1810 y 1812, ingleses y portugueses vencieron a los franceses, liberando a Portugal de su dominio. Luego, el ejército anglo – portugués partió hacia España para apoyar la resistencia. En 1812, una feroz ofensiva de las reforzadas tropas de Wellington desterró la ocupación imperial. A fines de 1810, las diferencias entre Francia y Rusia resurgieron. Los rusos comenzaron a debilitar el Bloqueo Continental, permitiendo el arribo de barcos ingleses en los puertos. Rápidamente, Napoleón I le manifestó su repudio a Alejandro I, quien le había quitado su apoyo al francés por presión de su Corte. En los meses siguientes, el zar se convenció que era el momento adecuado para enfrentarse a Francia, por ello, ordenó la recuperación del gran ducado de Polonia. Allí, los rusos se aliaron con los opositores polacos, quienes pactaron con el zar, a fin de refundar el reino. Pero, en 1812, Napoleón confeccionó un ejército de más de 650 mil soldados. Esta fuerza, llamada la Gran Armada, partió hacia el este para conquistar Rusia. Cuando las tropas rusas supieron de la cercanía de los enemigos se replegaron hacia sus dominios. En el trayecto, los rusos aplicaron la táctica de tierra quemada, a fin de desabastecer, y debilitar, al ejército francés.


María Luisa.

En el camino, la Gran Armada había obtenido una serie de victorias menores. Pero, los franceses obtuvieron un gran triunfo en Borodinó, considerada la batalla más sangrienta de las Guerras Napoleónicas y, también, una de las más crudas de la historia. Esa día murieron más de 65 mil soldados. Por ello, los rusos retrocedieron hacia Moscú, aunque esta ciudad fue tomada y saqueada, días más tarde, por Napoleón. Pero, los rusos la sitiaron en invierno, impidiendo que los franceses pudiesen obtener agua y comida. La ciudad fue incendiada por los rusos, hecho que obligó el retiro de la ya disminuida Gran Armada. Los franceses, con su emperador a la cabeza, debieron atravesar Europa en medio del invierno, llevando el fracaso hacia sus tierras. En el camino, las enfermedades, el hambre y el frío, sumados a los ataques por parte de los enemigos, redujeron el número de militares hasta poco más de 40 mil. Con la derrota a cuesta, y el ejército francés en plena reconstrucción, sus enemigos europeos tenían una gran oportunidad para derrotar a Napoleón. Por ello, Inglaterra, Prusia, Rusia – con sus tropas en recuperación -, Austria y Suecia conformaron la Sexta Coalición contra Francia y sus estados satélites. La primera mitad de la contienda estuvo dominada por las fuerzas de Napoleón. Sin embargo, en 1813, el transcurso de la guerra, y de la historia, cambiaría en Leipzig, con la denominada Batalla de las Naciones. Allí, el ejército aliado, con más de 450 mil soldados, obtuvo una victoria significativa frente a los galos, que poseían algo más de 110 hombres. Luego, los franceses se retiraron del terreno germánico, abandonando sus posesiones, que pasaron a integrar la coalición. Desde entonces, los aliados avanzaron hasta Francia, derrotando sistemáticamente la ínfima resistencia que le oponían las fuerzas francesas. En marzo de 1814, la Quinta Coalición alcanzó París. Por entonces, Napoleón había reclutado una gran cantidad de tropas para defender al imperio, aunque el emperador se dio cuenta que ya era tarde. Días más tarde, Napoleón ratificó su renuncia al trono con la firma de Tratado de Fontainebleau. Allí, defendió los títulos nobiliarios y derechos de posesión de su hijo sobre algunos territorios italianos, que quedaron a cargo de su esposa. Mientras tanto, Napoleón sólo se quedó con la propiedad de la isla de Elba. A continuación, los mandatarios de las potencias europeas – Inglaterra, Rusia, Prusia, Austria y Francia – se reunieron en el congreso de Viena. Allí, se decidió que Luís XVIII, hermano de Luís XVI, fuese el monarca francés. Además, se resolvió que el orden absolutista fuese reinsertado en el continente, lejos de las ideas liberales que se habían propuesto en los años anteriores. En cuanto a los cambios territoriales, Francia perdió todos los territorios conquistados y, a su vez, no se contempló nada respecto a la situación de las posesiones coloniales españolas. Rusia, Prusia, Austria e Inglaterra también anexaron varios terrenos, mientras que, por su parte, la Conferencia del Rin fue disuelta, erigiéndose en su lugar la Confederación Germánica.


Los franceses obtuvieron un gran triunfo en Borodinó.

Cuando el orden absolutista parecía restablecido en Europa, Napoleón burló la seguridad de su encierro y regresó a Francia, en marzo de 1815. Una vez allí, el ejército real se puso a su disposición, por lo que derrocó a Luís XVIII rápidamente. Antes de fin de marzo, Napoleón volvió a erigirse como emperador de Francia, dando inicio al período conocido como los Cien Días. Con el apoyo del pueblo, Napoleón ideó una nueva campaña militar para derrotar a sus vencedores. Para ello, reclutó a cerca de 300 soldados y, luego, partió rumbo a los Países Bajos. Igualmente, el emperador pretendía alistar a más de dos millones de hombres en sus tropas, ya que sabía que las fuerzas enemigas superarían fácilmente el millón y medio de militares. Frente suyo, Napoleón tenía al ejército de la Séptima Coalición, integrado por Inglaterra, Rusia, Prusia, Austria, Suecia, el Reino Unidos de los Países Bajos – Unión de las Provincias Unidas, Bélgica y Luxemburgo, creada en 1814 – y varios de los estados germánicos. Todas estas fuerzas se encaminaron al encuentro de las tropas francesas, es decir, hacia los Países Bajos. Una vez en Bélgica, Napoleón comenzó a desplegar su plan. La idea era derrotar, de manera sucesiva, a los ejércitos enemigos. Así, los franceses combatirían con cada estado europeo por separado y, luego de aniquilarlo, reforzarían y reabastecerían sus fuerzas para batallar con el siguiente. Además, mediante el uso de esta estrategia, los franceses evitarían luchar contra el ejército conjunto de sus enemigos. En cuanto a los ingleses, Napoleón sólo quería mantenerlos fuera del continente.


Batalla de Waterloo.

Las contiendas iniciales, las tropas francesas, que se habían dividido para abarcar más territorio, vencieron sistemáticamente a sus enemigos. De esta manera, los galos fueron anulando la posibilidad de reforzarse a sus enemigos. Sin embargo, para junio, los aliados empezaron a engrosar sus filas en la zona. Igualmente, la superioridad militar francesa parecía suficiente como para obtener la victoria ante los aliados. En la tarde del 18 de junio, ambos bandos se enfrentaron en Waterloo. Allí, como había sucedido hasta entonces, ingleses y austríacos poseían serias dificultades en la batalla contra los soldados de Napoleón, que estuvieron a punto de doblegarlos. Pero, un error estratégico de uno de los generales galos permitió que las unidades prusianas le dieran un fuerte golpe a la formación imperial, que terminó por desorganizarla. Luego, los aliados aprovecharon el momento y vencieron definitivamente a Napoleón. A su vuelta a Francia, el emperador deseaba seguir reclutando hombres para continuar la campaña. Pero, el pueblo y los representantes le habían quitado su apoyo. Entonces, Napoleón pensó en clausurar las cámaras legislativas, lo que llevaría la situación política y geográfica de Francia a 1789. Días más tarde, el emperador abdicó. Luego, Napoleón se embarcó rumbo a Américo, pero los ingleses interceptaron su nave en el camino, y los confinaron en la isla de Santa Elena, donde murió en 1821. Desde entonces, pocas cosas continuaron igual. Francia nunca pudo volver a ser una potencia continental. Si bien, Luís XVIII retornó al trono francés, en sus dominios, como en el resto de Europa, el legado de la Revolución Francesa – Promulgación de leyes, garantías y derechos del hombre y del ciudadano; Representación del pueblo en el gobierno; División de poderes; entre otras – provocó que las monarquías pierdan sus poderes supremos, así como también la desaparición del absolutismo. Inglaterra afianzó su liderazgo en los mares, con la obtención de numerosas posesiones de ultramar. En tanto, España y Portugal comenzaron a perder el dominio de sus territorios en América, donde se desataron innumerables guerras por la independencia. Igualmente, a mediados de siglo, los estados europeos encararían nuevos procesos de expansión, con base en África, Asia y Oceanía.


Muerte de Napoleón.

1848 – 1849: REVOLUCIÓN HÚNGARA

Hasta el siglo XVI, el Reino de Hungría era una unidad independiente, que aglomeraba tanto al estado homónimo como al Principado de Transilvania. Sin embargo, en ese entonces, Hungría no tenía la suficiente capacidad para enfrentar por sí sola. Por ese motivo, entre otros, la nobleza húngara optó por la elección de reyes que perteneciesen a la Casa de Habsburgo. Desde entonces, Hungría quedó sometida al dominio de la familia imperial. Esta dependencia continuó aún tiempo después de la derrota de los musulmanes en occidente y su consecuente repliegue hacia oriente. En ese momento, los recursos militares y económicos de Hungría habían quedado agotados, por lo que su separación del imperio sería altamente perjudicial. Igualmente, el reino pudo mantener la vigencia sus instituciones y legislaciones. Por ello, al asumir un nuevo emperador, éste debía, por separado, ser coronado rey de Hungría. Durante el siglo XVIII y los comienzos del siglo XIX, Hungría experimentó una importante recuperación económica, basada fundamentalmente en el desarrollo agrícola. Pero, la administración feudal que mantenía el reino se tornaba un impedimento para profundizar en los cánones modernos. Por eso, a partir de 1820, el sector más liberal de la población húngara comenzó a exigir que las estructuras del reino fuesen modernizadas, por medio de la sanción de una Constitución Nacional, que debería integrar la instauración del sistema económico capitalista y los derechos civiles. Además, los liberales pedían que se terminase con la subordinación al Imperio Habsburgo. Pero la oposición de las autoridades imperiales fue suficiente para limitar esta discusión. Recién en 1848, la discusión tomó una vigencia incontenible. Ese año, se produjeron numerosas revoluciones liberales a lo largo de todo el continente, y Hungría no estuvo exenta a ello. A su vez, el deteriorado Imperio Habsburgo atravesaba una grave crisis institucional. Por ello, el panorama fue adecuado para debatir las reformas liberales en Bratislava, ciudad donde sesionaba la asamblea nacional de los estamentos.


Revoluciones.

En ese marco, en marzo, el más acérrimo opositor al régimen, Lajos Kossuth, tomó la palabra. Allí, expresó la necesidad de llevar a cabo varias medidas altamente significativas, tales como la igualdad de derechos civiles y políticos para la población, la revocación de la servidumbre, o el efectivo reparto de los impuestos entre todos los ciudadanos. En ese marco, Kossuth apuntaba a la proclamación de un gobierno nacional independiente, que estuviese compuesto por representantes elegidos por el pueblo. En tanto, las revueltas, acontecidas en la capital imperial, Viena, se tornaban cada vez más violentas. En ese orden, los conservadores decidieron, cuanto menos, demostrarse predispuestos a la discusión parlamentaria. En tanto, en la ciudad de Pest – Buda – Sitio que había cobrado una significativa importancia en los últimos años -, jóvenes e intelectuales también exigían reformas en Hungría. Estas fueron respaldadas con la publicación de un manifiesto y de un himno. Días más tarde, las propuestas de asamblea de Bratislava llegaron a Viena, en manos de un grupo de representantes. Por su parte, en Pest, comenzaron a desarrollarse las reuniones del Consejo Regente. Luego, se conformó el Comité de Mantenimiento del Orden, cuya misión consistía en mantener el curso de la revolución. Además, con el correr de las semanas, gran cantidad de ciudades del reino, así como también otras poblaciones extranjeras, empezaron a manifestarse a favor de las reformas.


Lajos Kossuth exponiendo su causa.

En abril, el emperador Fernando V de Austria aceptó finalmente la promulgación de las leyes exigidas por los liberales, que habían sido aceptadas por su corte. Por ello, rápidamente, se distribuyó el peso de los impuestos entre toda la población y, también, se abolió el diezmo y el sistema feudal. Por ello, los súbditos, que aglomeraban el 80 % de la población del reino, además de ser liberados, consiguieron el control sobre la tierra que trabajaban. Ante ello, el estado debió resarcir a los propietarios. Además, se concedió la equidad de derechos, libertadores y cultos a todos los ciudadanos húngaros. Asimismo, la prensa obtuvo un gran avance al ser erradicada la censura. Posteriormente, se llevaron a cabo las medidas de reestructuración política. En primera instancia, Hungría y Transilvania volvieron a unirse dentro de un mismo estado. Ante ello, la ciudad de Pest - Buda se convirtió en el centro político nacional, donde se instalaron las asambleas representativas. En adelante, estas cámaras serían renovadas cada año y sus integrantes serían electores en ese período. En tanto, también se instauró un gobierno nacional, que sería electo por los habitantes de Hungría. Además, el desempeño de este órgano estaría separado del Imperio Habsburgo, limitándose así ciertas funciones del emperador. Luego, se dio un intento debate entre los legisladores conservadores y liberales, acerca de la manera en que Hungría debía continuar su relación con el Imperio Habsburgo. Allí, los liberales querían seguir bajo la regencia imperial, aunque también buscaban garantizar la plenitud de las libertades ya establecidas.


Reorganización de Europa.

En ese orden, un miembro de la oposición, Lajos Batihyány, fue nombrado Primer Ministro del gobierno húngaro. Esta entidad, también mostró gran cantidad de figuras pertenecientes al liberalismo, como el conde István Széchenyi – redactor del plan reformista - y el mismo Kossuth. Este último fue quien se encargó de recomponer la malograda economía húngara. Para ello, incluso, el estado aceptó donaciones y préstamos de los ciudadanos, quienes respaldaban masivamente a la nueva administración. Por ello, Hungría poseía fuerzas militares desmembradas. En tanto, el territorio estaba ocupado continuamente por cerca de 20 mil soldados, que se desempeñaban en divisiones de varios países. Por temor a la realización de algún desmán en el país, el gobierno de Hungría se las ingenió para armar una deficiente Guardia Nacional y, luego, se confección un Ejército Nacional. Igualmente, meses más tarde, Hungría pudo desarrollar una industria armamentística, con la que abasteció a sus fuerzas nacionales. En tanto, los diferentes estados germanos, que estaban experimentando el camino a la unificación, intentaron entablar una alianza comercial y militar con Hungría. Pero, este proyecto se vio frustrado poco después. En ese orden, la emergente nación se había quedado sin potenciales aliados, en vista a un posible conflicto bélico futuro. Por su parte, empezaron a producirse los primeros movimientos contra el curso de la revolución. La corte imperial, con respaldo de Fernando V, se unió a los conservadores para restaurar el antiguo orden en Hungría. Primero, la corte quiso imponer límites al accionar del parlamento húngaro. Pero, irremediablemente, el avance de las tropas imperiales sobre el terreno hizo que el conflicto armado se desencadenase. Hubo algunos encuentros entre Batihyány y la corte, pero las negociaciones fueron en vano. En septiembre, las fuerzas de Croacia, provincia que formaba parte del reino de Hungría, aunque poseía un cierto grado de autonomía, emprendieron la primera ofensiva sobre el terreno revolucionario. En el frente de batalla, los húngaros pudieron resistir ante el embate de los croatas, que debieron replegarse. En tanto, la corte envió al conde Franz Lamberg hacia Pest – Buda en una misión parlamentaria. Su objetivo restablecer la autoridad imperial en Hungría. Pero, Lamberg fue rechazado por el parlamento y, luego, fue asesinado por el embravecido pueblo. Días más tarde, el Imperio declaró la nulidad del gobierno húngaro, por medio del cierre del parlamento. Aunque, en octubre, el pueblo realizó una segunda revolución, que anuló los alcances de las reformas que había promulgado la corte.


Izquierda: Alfred Windischgrätz. Derecha: Ejército austríaco.

Por entonces, Josip Jellashitsh fue designado comandante de las fuerzas imperiales en Hungría. A su vez, el gobierno de Hungría, pese a los acontecimientos recientes, siguió actuando bajo la tutela de Fernando V. Igualmente, el Comité Nacional de Defensa Patriótica, encabezado por Kossuth, se puso al frente de la nación. Sus resultados más importantes fueron la consolidación de la unidad de ejército y, en ese orden, el amplio respaldo al crecimiento de la industria armamentista. En diciembre, la salida de Fernando V del trono imperial provocó un profundo cambio en el panorama de la guerra. En su lugar, asumió su sobrino, Francisco José I de Austria. Entonces, Hungría no admitió al nuevo mandatario. Ese mismo mes, el ejército austríaco, dirigido por el príncipe Alfred Windischgrätz, reanudó la embestida de la contrarrevolución. Este impacto fue tan fuerte que, menos de un mes después, a comienzos de enero de 1849, las instituciones húngaras debieron trasladarse hacia la ciudad de Debrecen. La conquista austríaca de Pest – Buda era un hecho. Entonces, en el receso invernal, el emperador le exigió a Hungría su rendición definitiva, pero los revolucionarios se negaron. Las hostilidades se relanzaron en primavera. En ese momento, los imperiales tomaron la región de Transtisza. El avance imperial parecía incontenible, tanto que Francisco José I creía que la revolución pronto sería acabada. Pero, a fines de marzo, las fuerzas húngaras, notoriamente reacondicionadas, comenzaron la parte más victoriosa de su campaña militar. En sólo algunas semanas, los revolucionarios reconquistaron los sectores que habían perdido. A mediados de abril, el parlamento ratificó la Declaración de Independencia de Hungría. Entonces, los representantes empezaron a buscar el reconocimiento de otras naciones. Detrás de estas misiones, los húngaros buscaban que los países europeos se declarasen neutrales, a fin de no ser atacados en su territorio. Así, los húngaros consiguieron refuerzos, que eran voluntarios de diversas partes del continente. Igualmente, varias potencias de Europa, en desacuerdo con la campaña húngara, creían que esta guerra era un mero enfrentamiento interno y, principalmente, pretendían que se mantuviese el equilibrio de poderes. Además, el Imperio Habsburgo no recibió con agrado esta novedad. Para julio, los austríacos engrosaron sus alicaídas fuerzas con un contingente de 200 soldados rusos, enviados por Nicolás I. Este hecho marcaría el rumbo del resto de la contienda, puesto que desniveló la paridad de fuerzas existentes hasta el momento. Luego de una serie de importantes derrotas, a mediados de agosto, Hungría declaró su rendición.


Represión austríaca contra el pueblo húngaro.

En los meses siguientes, los militares austríacos se encargaron de llevar adelante la represión contra el pueblo húngaro. Los principales castigados fueron aquellos que formaron parte del gobierno o los que simpatizaron con la administración revolucionaria, a quienes se los ejecutaba. Además, las tropas imperiales saquearon y destruyeron las ciudades más importantes de Hungría. Igualmente, al enterarse de las aberraciones sucedidas en suelo húngaro, los mandatarios de los diversos estados europeos le exigieron a Francisco José I que la situación se calmase. Pese a ello, las muertes continuaron y, más adelante, se comenzó a encarcelar a los revolucionarios. Nuevamente, Hungría y Transilvania pasaron a formar parte del Imperio Habsburgo. Aunque, su situación económica e institucional estaba al borde de la ruina. Además, gran parte de su población había muerto en la guerra de independencia. Pese a ello, pudieron persistir varias de las reformas que se habían llevado a cabo durante la revolución, tales la abolición de la servidumbre, la igualdad de libertades y derechos y la distribución de la carga impositiva.


Las muertes continuaron en el suelo húngaro.

1864 – 1871: GUERRAS DE LA UNIFICACIÓN ALEMANA

Al darse el problema de cómo se unirían los diferentes estados alemanes - 38 en total -, Prusia y Austria se disputaron la hegemonía. Prusia estaba gobernada por la dinastía Hohenzollern, y era un país industrial y desarrollado, con población más homogénea que la austríaca. Con la Revolución Industrial, había cobrado mucha importancia una nueva clase social: la burguesía. Por su parte, Austria, bajo el reinado de los Habsburgo, era un país con características particulares: escaso desarrollo industrial, conservador, proteccionista y empobrecido por los gastos militares. Se encontraba conformada por pueblos de distintas culturas, con lenguas y religiones diversas (aquí podemos encontrar a los croatas, serbios, húngaros y eslavos). Cabe mencionar que ya había fracasado un proyecto unificador cuando se realizo la Confederación Germana, donde se habían juntado otros pueblos. En 1815, para luchar contra el liberalismo que enfrentaba a sus monarquías, firmaron junto a Rusia la Santa Alianza, por la cual se juntaban bajo el denominador común de la religión: el Cristianismo. Al ingresar Inglaterra se conformó la Cuádruple Alianza, que se transformaría en Quíntuple al unirse Francia. En el año 1834, se creó el Zollverein, sin la participación austríaca, que era un mercado económico único donde se eliminaban las barreras aduaneras. Ya para el año 1861 el poder real de Prusia se situó en Guillermo I, que marcó el servicio militar obligatorio por el tiempo de tres años, con el objetivo de armar un ejército de gran tamaño. Su canciller, el príncipe Otto von Bismarck, se destacó por su política agresiva que primero se dirigió hacia Dinamarca en 1863. En 1864, el canciller Bismarck convenció a Guillermo I para que no asistiese a una conferencia de príncipes alemanes. Este encuentro había sido organizado por el representante austriaco, el emperador Francisco José l, a fin de reformar la Confederación Germánica. Además, los austríacos proponían que su ejército podía actuar en cualquier estado sin la aprobación de los distintos mandatarios germanos. De esta manera, implícitamente, la Casa de Austria poseería el control total de las fuerzas militares de la Confederación. Por ello, se produjo la ausencia de los prusianos a dicha reunión, generando el inicio del enfrentamiento entre ambos territorios.


Conferencia de Príncipes alemanes.

Guerra de los Ducados: por esos meses, se produjo otra ruptura diplomática en la región, dando comienzo a la Guerra de los Ducados. En esa oportunidad, el rey de Dinamarca, Cristian IX, incorporó a sus dominios los ducados de Schleswigh y Holstein, que anteriormente eran sólo administrados por los daneses. Además, Cristian IX confeccionó una nueva constitución, en la que incluyó a los dos estados recientemente adheridos a su reino. Este movimiento de Dinamarca halló la resistencia de Austria y Prusia, que no estaban dispuestos a aceptar la anexión de los ducados, ya que los consideraban estados alemanes. Por ello, Guillermo I y Francisco José I acordaron la conformación de una alianza militar y, pese a que no habían determinado la futura organización de los terrenos en disputa, le declararon la guerra a Cristian IX rey Danés. En el transcurso de 1864, estalló la guerra. Igualmente, sólo unos pocos meses más tarde, austriacos y prusianos alcanzaron fácilmente la victoria. Por ese motivo, Dinamarca debió devolver los ducados a la confederación germana. Al año siguiente, Prusia y Austria firmaron el acuerdo de Gastein, por medio del que se repartieron los ducados. Por un lado, Austria quedó con el dominio de Holstein, mientras que, por el otro, Prusia tomó el control de Schleswigh. Sin embargo, la tregua que se había suscitado entre los estados alemanes más importantes era de carácter sumamente transitorio, debido a que la idea del canciller prusiano era la de entrar en batalla contra los austríacos. Al mismo tiempo, Bismarck comenzó a buscar aliados dentro de la Confederación Germánica, prometiéndole a cada uno que, de vencer a sus enemigos, se encargaría de garantizar elecciones por sufragio universal. Contando con el apoyo internacional y la simpatía de gran parte del pueblo alemán, sólo una parte de la opinión pública se encontraba en contra de los prusianos. Este sector no veía con buenos ojos la guerra, ya que los austriacos también eran parte de su territorio. Finalmente, en 1866, Prusia rompió el acuerdo de Gastein, lo que supuso que Austria le declarase la guerra. Este conflicto, por su parte, tenía un fuerte antecedente, suscitado durante las Guerras Napoleónicas. Entonces, las tropas francesas ingresaron al reino de Baviera, a fin liberarlo de control de Austria y, luego, anexarlo a su territorio. En tanto, Prusia decidió avalar el debilitamiento de los austríacos, mediante su neutralidad. Sin embargo, para perjuicio de los prusianos, el avance de Napoleón llegó hasta la cuenca del Rin. Por ello, ambos territorios sufrieron grandes pérdidas de extensión y, para recuperar algo de superficie, la situación estaba completamente encaminada para Austria y Prusia decidieran esta cuestión por medio de una guerra. Pero, la mediación de Rusia y Gran Bretaña fue crucial para que ambos dominios desistiesen de emprender la incursión bélica. En 1814, al finalizar la guerra, la situación empeoró, ya que los estados que antes se ubicaban en la esfera de Prusia pasaron al ámbito austriaco, y viceversa. En 1821, el territorio actual de Alemania era un mosaico de influencias austriacas y prusianas, donde la frontera entre Hesse - Darmstadt y Bavaria representaba el límite de poderes. Esta crítica situación se mantuvo vigente entre 1825 y 1865.


Austriacos y prusianos alcanzaron fácilmente la victoria.

1864 – 1871: Guerra austro - prusiana

Las tropas bávaras, bajo el mando de Casmir Ultrich, invadieron el territorio de Sajonia - Coburgo - Gotha y, así, desencadenaron el inicio del conflicto militar. Por su parte, la embajada de Prusia en esos territorios le envió un ultimátum al gobierno austríaco para que retiraran las tropas, aunque esta correspondencia nunca fue contestada. El mariscal prusiano, Feodor Malteck, pasó la frontera y tomó la ciudad de Kaiserlautern, ubicada en el oeste de Baviera. Austria respondió de forma rápida, por medio del ataque a la ciudad prusiana de Koslin, que se hallaba en la frontera entre ambos territorios, cerca de la localidad austriaca de Troppau. Esta ciudad fue tomada por un ejército de diez mil austríacos, a cargo del conde de Sulstenschen, Adalbertch von Klapaus. En marzo se dio el primer choque entre ambas fuerzas. En Rasauss, localizado en el este de Silesia, 12 mil prusianos, valiéndose principalmente de los beneficios que les otorgó su artillería, vencieron a las tropas de Austria, que eran superiores en número. Poco después, en los bosques de Neuen-Lauten, tendría lugar la batalla que decidió la guerra. Allí, 22 mil prusianos, encabezadas por Malteck, derrotaron al ejército austriaco, sensiblemente inferior en cantidad respecto que sus enemigos. Tras la derrota en Neuen-Lauten, que incluyó la rendición masiva de sus tropas, Austria pidió rápidamente un acuerdo de paz y, al concretarse, los estados se convocaron a una reunión en Beiserlh. Allí, Prusia exigió la anexión del territorio de Tronski, aunque los austríacos se negaron rotundamente. Días después, en la ciudad sajona de Meiningen, los dos estados llegaron a un acuerdo, donde Austrian debió cederles algunos de sus dominios a los prusianos. Desde 1868, el reino de España estaba sin autoridades, debido a la abdicación de la reina Isabel II, en ocasión de la Revolución de 1868 - Revolución Gloriosa "La septembrina" -. Entonces, el parlamento español le ofreció la corona al príncipe Leopoldo de Hohenzollern - Sigmaringen, primo de Guillermo I. Esto provocó la desaprobación del Imperio Francés, donde se temió acerca de la conformación de un cerco de la Dinastía Hohenzollern en España y Prusia. Por ello, el emperador Napoleón III al rey de Prusia para que impidiese la asunción de Leopoldo en la corona española. Mientras tanto, Bismarck y sus generales se interesaron en una guerra contra Francia, ya que el imperio representaba el último obstáculo para la integración de los estados alemanes del sur de Alemania dentro de la formación de un nuevo país, dominado por Prusia. Por eso, Bismarck se encargó de armar un poderoso ejército.


Choque entre ambas fuerzas en Rasauss.

Economía

PBI (Nominal): 399,60 miles de millones US$
PBI Per cápita: 47.226,00 US$
 
Resumen

La economía austríaca registra una notable presencia del sector primario, en el que se combina la cría de ganado bovino en las zonas de montaña, con cultivos (cereales, patatas, vid), en el seno de los valles. Son notables los recursos del subsuelo, entre los que destacan los yacimientos de hierro, lignito, cobre, cinc, magnesita y petróleo. Asimismo, Austria aprovecha los rápidos cursos de sus ríos de montaña para la producción de energía hidroeléctrica. Entre la industria cabe destacar la producción siderúrgica, química, textil, alimentaria, mecánica, electrónica, y las famosas del cristal, el vidrio y la porcelana. Por último, hay que hacer mención al sector terciario, en el que destaca el turismo (deportes de invierno).

Cultura

HIMNO: Land der Berge, Land am Strome.

Hallstatt, pueblo austríaco declarado en 1997 Patrimonio de la Humanidad.

Land der Berge, Land am Strome (tierra de montañas, tierra sobre el río), o, simplemente, Bundeshymne (Himno federal), es el himno nacional de Austria. Fue escrito por Paula von Preradovic, adaptando la melodía de la "Laßt uns mit geschlung'nen Händen" (Pequeña cantata masónica) compuesta probablemente por el músico Johann Holzer, contemporáneo y amigo de Wolfgang Amadeus Mozart al cual algunos atribuyen la autoría de la música. Fue declarado oficial en 1947.

GASTRONOMÍA

Pubs en Viena.

El origen de la cocina austríaca está basado en una larga tradición y una mezcla de especialidades europeas. Los platos típicos son: “Escalope a la vienesa“ (Wiener Schnitzel), el “Tafelspitz“ (carne de buey hervida), y la “Trucha a la molinera“ (Forelle nach Müllerin Art), el “Kaiserschmarrn“ (un plato dulce), los “Palatschinken“ (Creps), el “Apfelstrudel“ (Pastel de manzana) y la tarta de chocolate “Sacher“ son la mejor propaganda de la cocina vienesa. Existen, además, una serie de especialidades regionales, como por ejemplo los

Biografías

María Antonieta

La joven maría Antonieta en 1767

1755 Viena (Austria) - 16 de octubre 1793 (Francia). Decimoquinta hija de los emperadores de Austria, Maria Teresa y Francisco I. En 1770 contrajo matrimonio con el delfín de Francia, Luis, que subió al trono en 1774 con el nombre de Luis XVI. No obstante, la nueva soberana de Francia nunca tuvo a su marido en gran estima, y mucho menos estuvo enamorada de él. Mujer frívola y voluble, de gustos caros y rodeada de una camarilla intrigante, pronto se ganó fama de reaccionaria y despilfarradora. Ejerció una fuerte influencia política sobre su marido y, en consecuencia, sobre todo el país. En 1781 tuvo a su primer hijo varón, y a partir de entonces residió en el palacio independiente de Trianon. Dejó de recibir en audiencia a la nobleza, acentuando la animadversión de las clases altas hacia su persona. Ignoró la crisis financiera por que atravesaba el país y desautorizó las reformas liberales de Turgot y Necker.

María Antonieta frente al tribunal revolucionario.

No tuvo contemplaciones con las masas hambrientas que se concentraban ante el palacio de Versalles y envió contra ellas a sus tropas. El pueblo siempre pensó que su reina servía a los intereses austriacos. Puso al rey contra la Revolución, y fue apoyada en sus ideas monárquicas por Mirabeau y Barnave. Rechazó las posibilidades de acuerdo con los moderados y procuró que el rey favoreciese a los extremistas para enconar aún más la lucha. Al parecer, deseaba que estallase el conflicto bélico entre Francia y Austria, esperando la derrota francesa. En 1792 fue detenida y encarcelada junto con Luis XVI en la prisión del Temple. La Convención ordenó la ejecución del soberano el 21 de enero de 1793, mientras ella era trasladada a la Conserjería y separada de sus cuatro hijos. Condenada a la pena capital, murió en la guillotina el 16 de octubre de 1793.

Felix Baumgartner

Nació el 20 de abril de 1969 en Salzburgo, Austria. Realizó su primer salto a los 16 años y mejoró sus habilidades con paracaídas como miembro del equipo de fuerzas especiales del Ejército austríaco. En 1999 obtuvo el récord por el salto más alto desde un edificio cuando saltó desde las Torres Petronas en Kuala Lumpur, Malasia. El 31 de julio del 2003, Baumgartner se convirtió en la primera persona en cruzar el Canal de la Mancha en caída libre usando una ala de fibra hecha por diseño. Baumgartner estableció el récord mundial por el salto BASE más bajo en toda la historia desde la mano del Cristo Redentor en Río de Janeiro. Fue la primera persona en realizar un salto BASE desde el Viaducto de Millau en Francia el 27 de junio de 2004 y la primera persona que hizo paracaidismo en él y también saltó el edificio Turning Torso en Malmö, Suecia. El 12 de diciembre del 2007, se convirtió en la primera persona en saltar desde la plataforma de observación del piso 91, el récord estaba en el piso 90 (aproximadamente 390 m del edificio construido más alto del mundo en esa fecha; el Taipéi 101 en Taipéi (Taiwán). El día 14 de octubre de 2012, Baumgartner despegó desde Roswell (Nuevo México), para ascender hasta los 39.068 metros, altura desde la cual efectuó una caída libre. Este hecho le atribuyó tres récords históricos: Primer ser humano en romper la barrera del sonido, sin apoyo mecánico y en caída libre. Los cálculos concluyeron que el paracaidista austriaco rompió la barrera del sonido durante los primeros 40 segundos de caída, al llegar a unos 1.342,8 km/h. La caída libre desde el punto más alto, 39.045 metros, cuando el récord anterior, establecido hacía 52 años, era de 31.333 metros. El vuelo tripulado en globo al punto más alejado de La Tierra a 39.068 metros de altura —siendo el anterior récord de 34.668 metros—. El globo, inflado con helio, tenía paredes de apenas 0,02 mm de espesor.

Franz Joseph Haydn

Retrato de Haydn en 1770.

1732 Rohrau - 1809 Viena (Austria). Con Mozart y Beethoven, es el tercer gran representante del clasicismo vienés. Aunque no fue apreciado por la generación romántica, que lo consideraba excesivamente ligado a la tradición anterior, lo cierto es que sin su aportación la obra de los dos primeros, y tras ellos la de Schubert o Mendelssohn, nunca habría sido lo que fue. Y es que a Haydn, más que a ningún otro, se debe el definitivo establecimiento de formas como la sonata y de géneros como la sinfonía y el cuarteto de cuerda, que se mantuvieron vigentes sin apenas modificaciones hasta bien entrado el siglo XX. Nacido en el seno de una humilde familia, el pequeño Joseph recibió sus primeras lecciones de su padre, quien, después de la jornada laboral, cantaba acompañándose al arpa. Dotado de una hermosa voz, en 1738 Haydn fue enviado a Hainburg, y dos años más tarde a Viena, donde ingresó en el coro de la catedral de San Esteban y tuvo oportunidad de perfeccionar sus conocimientos musicales. Allí permaneció hasta el cambio de voz, momento en que, tras un breve período como asistente del compositor Nicola Porpora, pasó a servir como maestro de capilla en la residencia del conde Morzin, para quien compuso sus primeras sinfonías y divertimentos. El año 1761 se produciría un giro decisivo en la carrera del joven músico: fue entonces cuando los príncipes de Esterházy Paul Anton y poco después, a la muerte de éste, su hermano Nikolaus- lo tomaron a su servicio. Haydn tenía a su disposición una de las mejores orquestas de Europa, para la que el compositor escribió la mayor parte de sus obras orquestales, operísticas y religiosas.

Joseph Haydn.

El fallecimiento en 1790 del príncipe Nikolaus y la decisión de su sucesor, Paul Anton, de disolver la orquesta de la corte motivó que Haydn, aun sin abandonar su cargo de maestro de capilla, instalara su residencia en Viena. Ese año, y por mediación del empresario Johann Peter Salomon, el músico realizó su primer viaje a Londres, al que siguió en 1794 un segundo. En la capital británica, además de dar a conocer sus doce últimas sinfonías, tuvo ocasión de escuchar los oratorios de Haendel, cuya impronta es perceptible en su propia aproximación al género con La Creación y Las estaciones. Fallecido Paul Anton ese mismo año de 1794, el nuevo príncipe de Esterházy, Nikolaus, lo reclamó de nuevo a su servicio, y para él escribió sus seis últimas misas, entre las cuales destacan las conocidas como Misa Nelson y Misa María Teresa. Los últimos años de su existencia vivió en Viena, entre el reconocimiento y el respeto de todo el mundo musical. La aportación de Haydn fue trascendental en un momento en que se asistía a la aparición y consolidación de las grandes formas instrumentales. Precisamente gracias a él, dos de esas formas más importantes, la sinfonía y el cuarteto de cuerda, adoptaron el esquema en cuatro movimientos que hasta el siglo XX las ha caracterizado y definido, con uno primero estructurado según una forma sonata basada en la exposición y el desarrollo de dos temas melódicos, al que seguían otro lento en forma de aria, un minueto y un rondó conclusivo. No es, pues, de extrañar que Haydn haya sido considerado el padre de la sinfonía y del cuarteto de cuerda: aunque ambas formas existían como tales con anterioridad, por ejemplo entre los músicos de la llamada Escuela de Mannheim, fue él quien les dio una coherencia y un sentido que superaban el puro divertimento galante del período anterior. Si trascendental fue su papel en este sentido, no menor fue el que tuvo en el campo de la instrumentación, donde sus numerosos hallazgos contribuyeron decisivamente a ampliar las posibilidades técnicas de la orquesta sinfónica moderna.

Friedrich August von Hayek

1899 Viena (Austria) - 1992 Friburgo (Alemania). Estudió derecho y psicología en la Universidad de Viena, por la que se doctoró en economía en 1923. Tras desempeñar durante siete años el cargo de director del Instituto Austriaco de Investigación Económica, en 1931 se trasladó a Londres y entró a formar parte del profesorado de la prestigiosa London School of Economics. Fue considerado el más destacado representante de la segunda generación de la Escuela Austriaca del pensamiento económico, de la que recogió su énfasis en la liberalización de los mercados como premisa básica de la eficiencia distributiva. Al margen de sus importantísimas aportaciones a la ciencia económica, fue un ardiente opositor del comunismo, y en su obra más célebre de teoría política, Camino de servidumbre (1944), argumentó que las premisas básicas del edificio teórico marxista contenían la semilla del totalitarismo. En 1974 le fue concedido el Premio Nobel de Economía.

Adolf Hitler

Adolf Hitler.

1889 Brannau-am-Inn (Austria) - 1945 Berlín (Alemania). De niño demostró una gran inteligencia, así como un carácter obstinado. En 1905 abandonó la escuela secundaria para ir a Viena, con la intención de ingresar en la Academia de Artes y convertirse en pintor; rechazado en el examen de ingreso, decidió no regresar a Linz, donde vivía su madre, y quedarse en Viena viviendo una existencia bohemia. La estancia en la capital del Imperio Austrohúngaro marcó profundamente su vida y su pensamiento, al ponerlo en contacto con los círculos pangermanistas y anti semitas de esa ciudad. En 1913 marchó a Munich, donde se hallaba al inicio de la Primera Guerra Mundial. Se alistó en el ejército alemán y se distinguió en acción en el frente occidental, lo que le valió la Cruz de Hierro de Primera Clase. En la fase final de la guerra resultó afectado por un ataque con gas, y se encontraba aún convaleciente cuando se firmó el armisticio.

Hitler en Viena.

La derrota de Alemania representó un duro golpe para Hitler, quien, como muchos alemanes, pensaba que aquello sólo podía deberse a una "puñalada por la espalda" de los políticos. Por ello dedicó sus energías a destruir a la naciente República de Weimar, a la que culpaba de todos los males de Alemania. Se afilió al pequeño Partido de los Trabajadores Alemanes, del que asumió el poder rápidamente, para convertirlo en el Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (NSDAP), el partido nazi. Los nazis empezaron a ganar fuerza en la turbulenta política alemana de principios de los años veinte y pronto se vieron involucrados en diferentes complots para derribar el gobierno, hasta el fallido intento de golpe de Estado conocido como el putsch de 1923. Los dos cabecillas de la intentona, Hitler y Ludendorff, fueron detenidos y juzgados; las penas, empero, fueron muy leves, y él aprovechó la reclusión para escribir Mein Kampf, libro en el que condensaba todo su pensamiento político. La situación de marginalidad del partido nazi cambió súbitamente con la crisis económica de 1929, que le hizo ganar tantos votos provenientes de las clases medias, que se convirtió en el segundo partido de Alemania. En 1933, Hitler fue nombrado canciller con el apoyo de los partidos de derechas. Ya en el poder, se apresuró a poner en práctica su programa político basado en el control de todos los aspectos de la vida pública por los nazis, al tiempo que vaciaba de contenido las instituciones democráticas, rearmaba al ejército e iniciaba una campaña contra los judíos.

Hitler y Braun.

Su agresiva política exterior, que buscaba recuperar los territorios arrebatados a Alemania a raíz de la firma del tratado de Versalles, incrementó la tensión internacional hasta el punto de conducir a la guerra, cuando Alemania invadió Polonia en septiembre de 1939. Al principio Hitler se benefició de la neutralidad soviética, que le permitió concentrar sus fuerzas contra Francia y el Reino Unido. En 1940, el ejército alemán aplastó a Francia después de haber ocupado Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega y Polonia, pero la incapacidad de la aviación germana de doblegar a los ingleses lo indujo a atacar a la Unión Soviética para hacer realidad su sueño de erigir un Imperio Alemán en el este. El ataque contra los soviéticos comenzó en 1941 y, a pesar de un avance inicial rápido y victorioso, la gran ofensiva fue detenida finalmente a las mismas puertas de Moscú. La guerra contra la URSS se convirtió en un descalabro, y Hitler decidió asumir personalmente el mando del ejército. En 1944, poco después del desembarco aliado en Normandía, sufrió un atentado, organizado por sectores descontentos del ejército, del cual salió con algunas heridas leves. La represión que luego siguió contra los conspiradores fue implacable. La desesperada situación de Alemania a finales de 1944 no disuadió a Hitler ni a los demás jerarcas nazis de continuar el genocidio sistemático contra los judíos, que se cobraría millones de víctimas. Cuando las tropas soviéticas entraban ya en Berlín, se suicidó junto con su amante y secretaria Eva Braun, con quien había contraído matrimonio horas antes, el 30 de abril de 1945.

Elfriede Jelinek

Portada de La Pianista.

Jelinek nació el 20 de octubre de 1946 en Mürzzuschlag, ciudad del estado federal de Estiria. Su padre era químico y de origen checo-judío (murió en un psiquiátrico), y la madre, vienesa y católica, y de carácter autoritario, provenía de una familia de clase alta. Jelinek estudió música en el Conservatorio de Viena y luego realizó estudios de Historia del Arte y Teatro. Su primer trabajo literario, el poemario Lisas Schatten, se publicó en Alemania en 1967. En 1979 estrenó su primera obra de teatro, lo que ocurrió después de que Nora abandonara a su marido o los pilares de las sociedades, basada en la conocida obra de Henrik Ibsen: Jelinek continúa la trama del noruego, aunque en este caso se trata de la vida de una Nora obrera y prostituta en la década de 1930, con el fascismo como fondo. Jelinek define su teatro como "político", lo cual es evidente en uno de sus actuales proyectos sobre la Segunda Guerra del Golfo. Más que diálogos o parlamentos, prefiere incorporar textos "ensayísticos" que rebajan el "psicologismo" teatral. Fue su novela La pianista la que incrementó enormemente su popularidad, sobre todo su plasmación en imágenes: en ella se postula la articulación perversa del arte con la vida y la traumática relación con los padres, en este caso con la propia madre de Jelinek. En el año 2004 Elfriede Jelinek recibió el premio Nobel de Literatura, lo cual ha desatado una controversia política y literaria. El sector más conservador de Austria lo define como un galardón vergonzoso para su país, pues para ellos Jelinek es una antipatriota acérrima y una feroz crítica del actual fascismo austríaco. Respecto a la literatura, algunos críticos declaran que resulta demasiado provinciana o intraducible. Otros, sin embargo, como el gran crítico alemán Reich Ranicki, admiran la decisión del jurado, pues consagra un género de literatura difícil de premiar en un mundo mediático. El dictamen del jurado, entre otras razones, justifica el premio por "el fluir musical de voces y contravoces en sus novelas y obras, que con extraordinario celo lingüístico revelan lo absurdo de los clichés de la sociedad y su subyugante poder".

Gustav Klimt

Gustav Klimt en 1914.

1862 - 1918 Viena (Austria). Fue la figura más representativa del modernismo pictórico (Jugendstil) en el mundo de habla alemana. Se formó en la escuela de artes aplicadas de su ciudad natal y triunfó como autor de grandes pinturas decorativas en un estilo de corte academicista, del que constituyen un buen exponente las pinturas de la escalera del Museo de Historia del Arte de Viena. En 1897, su interés por el arte de vanguardia lo llevó a abandonar la Asociación de Artistas Vieneses y a fundar, con algunos amigos, la famosa Secesión Vienesa, de la que fue el primer presidente y máximo exponente.

El beso 1907 – 1908.

Las pinturas murales alegóricas para la Universidad de Viena, en las que se advierte ya un evidente cambio de estilo, suscitaron duras críticas, por lo que el artista abandonó el encargo antes de finalizarlo (las que había concluido las destruyó un incendio en 1945). Como consecuencia de este episodio, ya no volvió a recibir encargos oficiales, pese a lo cual realizó gran cantidad de telas, en primer lugar paisajes plasmados con una concepción muy peculiar de la perspectiva y en los que predominan las tonalidades verdes, y después, sobre todo, figuras femeninas, que constituyen lo más conocido y valorado de su producción. En estas obras supo combinar el realismo del retrato con un decorativismo extremo en los fondos y los vestidos, en los que predominan los tonos amarillos y dorados y los motivos inspirados en las alas de mariposa o las colas de pavo real. Destacan, entre otras muchas obras, El beso, Salomé y Judit I, imbuidas todas ellas de una sensualidad palpable. El Österreichisches Museum de Viena conserva una excelente colección de su pintura.

Fritz Lang

Sello postal alemán de 1995 con la imágen del robot de Metrópolis.

1890 Viena (Austria) - 1976 Los Ángeles (Estados Unidos). Considerado como autor expresionista, aunque él mismo abominara de tal calificativo, se inició en el mundo del cine como guionista antes de dar el salto a la realización en 1919. Hijo de un arquitecto, Lang parecía destinado a seguir la misma carrera de su padre. A tal propósito empezó a estudiar arquitectura y, aunque no acabó la carrera, su influencia sería determinante en la gestación y fisonomía de sus primeras grandes películas. Es el caso de la serie en dos partes Los nibelungos (1924) y de la futurista Metrópolis (1927), en las que la importancia de los volúmenes arquitectónicos le diferencia de otros maestros del cine expresionista germano, como Robert Wiene. Aunque fueron estas dos películas las que cimentaron su fama, es obligado mencionar así mismo su primer éxito, Las arañas (1919), la hermosa La muerte cansada (1921) y, sobre todo, El doctor Mabuse (1922), primera aparición de un personaje recurrente en la filmografía languiana.

Fritz Lang y Thea von Harbou trabajando en el guión de Metrópolis, 1923.

Sus dos primeras películas sonoras -M, el vampiro de Düsseldorf (1931) y El testamento del doctor Mabuse (1933)- suscitaron una gran controversia por su acerada crítica al nacionalsocialismo. Paradójicamente, Goebbels le ofreció la dirección de la industria cinematográfica alemana. La respuesta de Lang consistió en abandonar precipitadamente Alemania. En 1936 se trasladó a Estados Unidos, donde realizó veintidós filmes, entre los que destacan su aportación al género negro -La mujer del cuadro (1944), Perversidad (1945), Los sobornados (1953)-, el western Encubridora (1952) y el social Furia (1936). El tema, tan caro a Lang, de la lucha del hombre contra su propio destino encuentra en ellos su más clarividente plasmación. En 1959, el cineasta regresó a Alemania para rodar el díptico de aventuras El tigre de Esnapur y La tumba india, sobre un guión propio escrito en los inicios de su carrera, y Los crímenes del doctor Mabuse (1960), la película que cierra su filmografía.

Niki Lauda

Fórmula 1.

Andreas Nikolaus Lauda, 1949 Viena (Austria). Campeón del mundo en los años 1975, 1977 y 1984. Corrió para March, BRM, Ferrari y Brabham. Tras sufrir gravísimas quemaduras en un accidente durante el Grand Prix de Alemania en 1976 y una crisis nerviosa tras su segundo título mundial, permaneció apartado de la competición desde 1978 para reincorporarse al circuito internacional con la escudería McLaren y vencer por tercera y última vez en en ese mismo año. Se retiró en 1985 para dedicarse al negocio de la aviación comercial, aunque siguió vinculado a la Fórmula 1 como consejero técnico de la escudería Ferrari.

Konrad Lorenz

Konrad Lorenz en 1944.

1903 Viena - 1989 Altenberg (Austria). Cuando terminó sus estudios en la escuela secundaria, y siguiendo los deseos de su padre, se trasladó a Estados Unidos para seguir dos cursos semestrales de medicina en la Universidad de Columbia (Nueva York), tras lo cual regresó a Viena para completar sus estudios. En 1928 se graduó en medicina y en 1933, en zoología. En 1939 fundó con N. Tinbergen la escuela etológica del comportamiento animal, que mantuvo fuertes discrepancias con la escuela estadounidense de psicólogos experimentales. Los estadounidenses estudiaban los animales en el laboratorio y los europeos preferían observarlos en su hábitat natural. En 1935, al estudiar las pautas de aprendizaje de los polluelos de ganso y de pato, descubrió una etapa crítica en la que aprenden a reconocer y a seguir a los padres, incluso si éstos son adoptivos, siempre que en ellos estuviesen presentes los estímulos auditivos o visuales, la impronta, que provoca la reacción de los jóvenes. De 1940 a 1942 ejerció como profesor y jefe de departamento en la Universidad de Königsberg. Prisionero de guerra del ejército soviético, fue devuelto a Austria en 1948. Pasó entonces a dirigir el Instituto de Etología Comparada de Altenberg. De 1961 a 1973 dirigió el Instituto Max Planck de Fisiología en Seewiesen. En 1973 compartió el Premio Nobel de Medicina con K. von Frisch y N. Tinbergen. Las ideas de Lorenz significaron un adelanto en el conocimiento del comportamiento animal y de su papel en el proceso de adaptación y supervivencia de la especie. Al final de su carrera intentó aplicar sus ideas a la conducta de los humanos como miembros de especies sociales, una aplicación cargada de controvertidas implicaciones filosóficas y sociológicas.

Gustav Mahler

Gustav Mahler en 1909.

1860 Kaliste - 1911 Viena (Austria). En una ocasión, Mahler manifestó que su música no sería apreciada hasta cincuenta años después de su muerte. No le faltaba razón: valorado en su tiempo más como director de orquesta que como compositor, hoy es considerado uno de los más grandes y originales sinfonistas que ha dado la historia del género; más aún, como uno de los músicos que anuncian y presagian en su obra de manera más lúcida y consecuente todas las contradicciones que definirán el desarrollo del arte musical a lo largo del siglo XX. Aunque como intérprete fue un director que sobresalió en el terreno operístico, como creador centró todos sus esfuerzos en la forma sinfónica y en el lied, e incluso en ocasiones conjugó en una partitura ambos géneros. Él mismo advertía que componer una sinfonía era "construir un mundo con todos los medios posibles", por lo que sus trabajos en este campo se caracterizaban por una manifiesta heterogeneidad, por introducir elementos de distinta procedencia (apuntes de melodías populares, marchas y fanfarrias militares...) en un marco formal heredado de la tradición clásica vienesa. Esta mezcla, con las dilatadas proporciones y la gran duración de sus sinfonías y el empleo de una armonía disonante que iba más allá del cromatismo utilizado por Wagner en su Tristán e Isolda, contribuyeron a generar una corriente de hostilidad general hacia su música, a pesar del decidido apoyo de una minoría entusiasta, entre ella los miembros de la Segunda Escuela de Viena, de los que Mahler puede considerarse el más directo precursor. Su revalorización, al igual que la de su admirado Anton Bruckner, fue lenta y se vio retrasada por el advenimiento del nazismo al poder en Alemania y Austria: por su doble condición de compositor judío y moderno, la ejecución de la música de Mahler fue terminantemente prohibida. Sólo al final de la Segunda Guerra Mundial, y gracias a la labor de directores como Bruno Walter y Otto Klemperer, sus sinfonías empezaron a hacerse un hueco en el repertorio de las grandes orquestas. Formado en el Conservatorio de Viena, la carrera de Mahler como director de orquesta se inició al frente de pequeños teatros de provincias como Liubliana, Olomouc y Kassel. En 1886 fue asistente del prestigioso Arthur Nikisch en Leipzig, en 1888, director de la Ópera de Budapest y en 1891, de la de Hamburgo, puestos en los que tuvo la oportunidad de ir perfilando su personal técnica directorial. Una oportunidad única le llegó en 1897, cuando le fue ofrecida la dirección de la Ópera de Viena, con la única condición de que apostatara de su judaísmo y abrazara la fe católica. Así lo hizo, y durante diez años estuvo al frente del teatro; diez años ricos en experiencias artísticas en los que mejoró el nivel artístico de la compañía y dio a conocer nuevas obras. Sin embargo, el diagnóstico de una afección cardíaca y la muerte de una de sus hijas lo impulsaron en 1907 a dimitir de su cargo y aceptar la titularidad del Metropolitan Opera House y de la Sociedad Filarmónica de Nueva York, ciudad en la que se estableció hasta 1911, cuando, ya enfermo, regresó a Viena. Paralelamente a su labor como director, Mahler llevó a cabo la composición de sus sinfonías y lieder con orquesta. Él mismo se autodefinía como un compositor de verano, única estación del año en la que podía dedicarse íntegramente a la concepción de sus monumentales obras. Son diez las sinfonías de su catálogo, si bien la última quedó inacabada a su muerte. De ellas, las números 2, 3, 4 y 8 -la única que le permitió saborear las mieles del triunfo en su estreno- incluyen la voz humana, según el modelo establecido por Beethoven en su Novena. A partir de la Quinta, su música empezó a teñirse de un halo trágico que alcanza en la Sexta, en la Novena y en esa sinfonía vocal que es La canción de la tierra, su más terrible expresión.

Wolfgang Amadeus Mozart

Mozart en su niñez.

1756 Salzburgo - 1791 Viena (Austria). El compositor más genial, versátil y fecundo de todos los tiempos nació a las ocho de la tarde de un domingo, 27 de enero de 1756, en la casa número 9 de la Getreidegasse de Salzburgo, Austria. Era el séptimo hijo del matrimonio entre Leopold Mozart y Anna Maria Pertl, pero de sus seis hermanos sólo había sobrevivido una niña, Maria Anna, cinco años mayor que él. Wolferl y Nannerl, como se llamó a los dos hermanos familiarmente, crecieron en un ambiente en el que la música reinaba desde el alba hasta el ocaso, ya que el padre era un excelente violinista que ocupaba en la corte del príncipe-arzobispo Segismundo de Salzburgo el puesto de compositor y vicemaestro de capilla.

Familia de Mozart.

En 1762 emprendieron su primer viaje a Munich, a la corte de Maximiliano III, y luego a Viena, ciudad imperial de los Habsburgo. Al año siguiente, Leopold continuó sembrando la fama de los jóvenes en una gira vertiginosa por varios países europeos. Los auditorios de Londres, París, Francfort, Bruselas y Amsterdam se mostraron encantados con las facultades de los niños y les aplaudieron entusiastas, aunque era el gracioso Wolferl quien de verdad maravillaba a la gente con su precioso traje de gala y su peluca dorada. En consecuencia, Nannerl hubo de quedarse más de una vez en Salzburgo mientras padre y hermano seguían recorriendo ciudades. Sin embargo, no todos los viajes estaban alfombrados de éxito y beneficios. Los conciertos, en ocasiones similares a números de circo, no daban todo lo esperado. El monedero del padre Mozart se encontraba vacío con demasiada frecuencia. Como la memoria de los grandes es escasa y caprichosa, algunas puertas se cerraron para ellos; además, la delicada salud del pequeño les jugó diversas veces una mala pasada. El mal estado de los caminos, el precio de las posadas y los viajes interminables provocaban mal humor y añoranza, lágrimas y frustraciones. Leopold reconoció que pedía demasiado a su hijo y en varias ocasiones volvieron a Salzburgo para poner fin a la vida nómada. Pero la ciudad poco podía ofrecer a Wolfgang, aunque recibió a los trece años el título honorífico de Konzertmeister de la corte salzburguesa; Leopold no se conformó y quiso que Wolferl continuase perfeccionando su educación musical allí donde fuese preciso, y de nuevo comenzó su peregrinar de país en país y de corte en corte. Wolfgang conoció durante sus giras a muchos célebres músicos y maestros que le enseñaron diferentes aspectos de su arte así como las nuevas técnicas extranjeras. El muchacho se familiarizó con el violín y el órgano, con el contrapunto y la fuga, la sinfonía y la ópera. La permeabilidad de su carácter le facilitaba la asimilación de todos los estilos musicales. También comenzó a componer en serio, primero minués y sonatas, luego sinfonías y más tarde óperas, encargos medianamente bien pagados pero poco interesantes para sus aspiraciones, aceptados debido a la necesidad de ganar el dinero suficiente para sobrevivir y seguir viajando.

Mozart en su juventud.

Leopold se trasladará en 1770 con Wolfgang, que tiene catorce años, a Italia, donde el muchacho gozará al fin de un éxito absoluto: el Papa le otorga la Orden de la Espuela de Oro con el título de caballero, la Academia de Bolonia le distingue con el título de compositore y los milaneses acompañan su primera ópera seria, Mitrídates, rey del Ponto, con frenéticos aplausos y con gritos de "¡Viva il maestrino!" El 16 de diciembre de 1771 los Mozart regresaban a Salzburgo, aureolados por el triunfo conseguido en Italia pero siempre a merced de las circunstancias. Una mala noticia les esperaba: el benévolo príncipe-arzobispo Segismundo había muerto y Jerónimo Colloredo, hombre de duro corazón y no menos duro oído, ocupaba su lugar. Wolfgang recuperó el cargo de Konzertmeister y permaneció seis años en ese puesto. Era el fin del niño prodigio y el comienzo de la madurez musical. En sus conciertos rompía con las concepciones tradicionales alcanzando un verdadero diálogo entre la orquesta y los solistas. Sus sinfonías, de brillantes efectos instrumentales y dramáticos, eran excesivamente innovadoras para los perezosos oídos de sus contemporáneos. Mozart resultaba para todos a la vez nuevo y extraño. Pero tampoco su siguiente ópera, La finta giardiniera, en la que fundía por primera vez audazmente drama y bufonada, constituyó un éxito, aunque había tratado de adaptarse al pie de la letra a todas las reglas de la moda y a los convencionalismos. El joven se sentía frustrado, deseaba componer con libertad y huir del marco estrecho y provinciano de su ciudad natal. Nuevas y breves visitas a Italia y Viena aumentaron sus ansias de amplios horizontes. En consecuencia, en 1777 se despidió de su patrón y viajó de nuevo, ahora en compañía de su madre, a la capital francesa, que con tanto entusiasmo lo había acogido quince años antes. Sin embargo, esta vez París se mostró fría e indiferente, y las esperanzas de Wolfgang quedaron en nada. Pasaron varios meses antes de que el compositor comprendiese que la vanidosa, frívola y musicalmente ignorante capital del Sena no era propicia para su genio. Tocó ante los nobles y siguió componiendo, sí, pero sin alcanzar el eco que merecía. Cuando decidió marcharse, su madre enfermó; el fallecimiento se produjo el 3 de julio de 1778. Desesperado, Mozart no disponía de dinero suficiente para quedarse en la ciudad ni deseaba volver a la prisión de Salzburgo. Pero no le quedaba otra alternativa. Salzburgo, 1779. De nuevo el puesto de Konzertmeister y de nuevo Colloredo, más autoritario que nunca. En junio de 1781 hizo sus maletas y se marchó a Viena, desoyendo las protestas paternales y los consejos de sus amigos.

Constance Mozart.

Recién llegado a la ciudad, comenzó a dar lecciones de piano y a componer sin descanso. Muy pronto la suerte se puso de su lado: recibió el encargo de escribir una ópera para conmemorar la visita del gran duque de Rusia a Viena. Como por aquel entonces estaban de moda los temas turcos, exponentes del exotismo oriental con ciertos toques levemente eróticos, Mozart abordó la composición de El rapto del serrallo, que, estrenada un año más tarde, se convirtió en su primer éxito verdadero, no solamente en Austria sino también en Alemania y otras ciudades europeas como Praga. Satisfecho y feliz, Mozart corrió a Estrasburgo para anunciar su triunfo. Allí le esperaba Aloysia Weber, muchacha de la que se había enamorado fugazmente en uno de sus viajes. La familia Weber, compuesta por la madre viuda y sus cuatro hijas, le recibió como antaño con los brazos abiertos. No obstante, Aloysia se mostró un tanto fría. A pesar del rechazo, Wolfgang se sintió como en casa junto a la amable dama y las cuatro doncellas. La señora Weber, que había soñado alguna vez con convertir al prometedor joven en su yerno, intentó despertar el interés de Mozart por su hija menor, Constance, de catorce años. No fue difícil: Wolfgang no pudo ni quiso resistir a la dulce presión y se prometió a la muchacha, que era bonita, infantil, alegre y cariñosa, aunque quizás no iba a ser la esposa ideal para el caótico compositor. Aún así, Mozart se consideró el hombre más afortunado del mundo el día de su boda, celebrada el 4 de agosto de 1782, y continuó creyendo que lo era durante los nueve años siguientes, hasta su muerte. El matrimonio se instaló en Viena en un lujoso piso céntrico que se llenó pronto de alegría desbordante, fiestas hasta el amanecer, bailes, música y niños. Era un ambiente enloquecido, anárquico y despreocupado, muy al gusto de Mozart, que en medio de aquel caos pudo desarrollar su enorme impulso creador. La única sombra en estos años fue la poca salud de su mujer, debilitada con cada embarazo; en los nueve años de su matrimonio dio a luz siete hijos, de los que sólo sobrevivieron dos.

Libreto de “Las Bodas del Figaro”.

De 1783 es la Misa en do menor, a la vez solemne y exultante; de 1784 datan sus más célebres Conciertos para piano; en 1785 dedicará a Haydn los Seis cuartetos: todas ellas son obras magistrales, pero el público sigue mostrándose consternado ante una música que no acaba de entender y que por lo tanto le ofende. Mozart espera con impaciencia el día del estreno de su nueva ópera Las bodas de Fígaro, que tiene lugar en 1786. Los mejores artistas habían sido contratados y todo parecía anunciar un triunfo absoluto, pero después de algunas representaciones los vieneses no volvieron al teatro y la crítica descalificó la obra tachándola de excesivamente audaz y difícil. Viena se distanciaba de su músico y la fortuna le daba de nuevo la espalda. Se iniciaba el trágico declive de un genio incomprendido. Constance estaba a las puertas de la muerte y Mozart tuvo que enviarla, pese a sus deudas, a un sanatorio. A pesar de la penuria y la tristeza, las composiciones de esta época nos hablan de un Mozart tierno, ligero y casi risueño, aunque con algunos toques de melancolía. La Pequeña música nocturna y su célebre Sinfonía Júpiter son buena muestra de ello. Mientras Constanza está internada, Mozart recibirá desde Praga el encargo de una ópera. El resultado será Don Giovanni, estrenada apoteósicamente el 29 de octubre de 1787. Praga, enamorada del maestro, le suplicó que permaneciese allí, pero Wolfgang rechazó la atractiva oferta, que seguramente hubiera mejorado su posición, para estar más cerca de su esposa.

Mozart en su lecho de muerte.

En 1790 se estrenó en la capital austríaca su ópera Cosï fan tutte y al año siguiente La flauta mágica. Inesperadamente, ambas fueron recibidas con entusiasmo por el público y la crítica. Parecía que los vieneses apreciaban al fin su genio sin reservas y deseaban mostrarle su gratitud teñida de arrepentimiento, aunque fuese tarde. El maestro comenzó a padecer fuertes dolores de cabeza, fiebres y extraños temblores. Cuando un misterioso desconocido llame a su puerta para encargarle un réquiem, Mozart le recibirá tiritando y le confundirá con el ángel de la muerte. Con muchas interrupciones y con el emisario apremiando a su puerta, Mozart escribió lentamente la angustiosa partitura, convertida en su postrera obsesión. Nunca terminará el réquiem, aunque hasta exhalar su último suspiro dictó con labios trémulos las notas de la trompeta del Juicio Final a su fiel amigo Emmanuele Schikaneder. Según el certificado médico, murió de fiebre reumática. Se le enterró en una fosa común, en un día tan tormentoso que los escasos acompañantes se dispersaron antes de llegar al cementerio.

Erwin Schrödinger

Erwin Schrödinger.

1887 – 1961 Viena (Austria). Compartió el Premio Nobel de Física del año 1933 con Paul Dirac por su contribución al desarrollo de la mecánica cuántica. Ingresó en 1906 en la Universidad de Viena, en cuyo claustro permaneció, con breves interrupciones, hasta 1920. Sirvió a su patria durante la Primera Guerra Mundial, y luego, en 1921, se trasladó a Zurich, donde residió los seis años siguientes. En 1926 publicó una serie de artículos que sentaron las bases de la moderna mecánica cuántica ondulatoria, y en los cuales transcribió en derivadas parciales su célebre ecuación diferencial, que relaciona la energía asociada a una partícula microscópica con la función de onda descrita por dicha partícula. Dedujo este resultado tras adoptar la hipótesis de De Broglie, enunciada en 1924, según la cual la materia y las partículas microscópicas, éstas en especial, son de naturaleza dual y se comportan a la vez como onda y como cuerpo. Atendiendo a estas circunstancias, la ecuación de Schrödinger arroja como resultado funciones de onda, relacionadas con la probabilidad de que se dé un determinado suceso físico, tal como puede ser una posición específica de un electrón en su órbita alrededor del núcleo. En 1927 aceptó la invitación de la Universidad de Berlín para ocupar la cátedra de Max Planck, y allí entró en contacto con algunos de los científicos más distinguidos del momento, entre los que se encontraba Albert Einstein. Permaneció en dicha universidad hasta 1933, momento en que decidió abandonar Alemania ante el auge del nazismo y de la política de persecución sistemática de los judíos. Durante los siete años siguientes residió en diversos países europeos hasta recalar en 1940 en el Dublin Institute for Advanced Studies de Irlanda, donde permaneció hasta 1956, año en el que regresó a Austria como profesor emérito de la Universidad de Viena.

Franz Schubert

Franz Schubert a los 28 años en 1825.

1797 Himmelpfortgrund - 1828 Viena (Austria). Nacido en las proximidades de la misma Viena que acogió a Haydn, Mozart y Beethoven, a menudo se le considera el último gran representante del estilo clásico que llevaron a su máximo esplendor esos tres compositores y uno de los primeros en manifestar una subjetividad y un lirismo inconfundiblemente románticos en su música. El lied para canto y piano, uno de los géneros paradigmáticos del romanticismo, encontró en él a su primer gran representante, cuyas aportaciones serían tomadas como modelo por todos los músicos posteriores, desde Robert Schumann hasta Hugo Wolf y Gustav Mahler. Hijo de un modesto maestro de escuela, Schubert aprendió de su padre la práctica del violín y de su hermano mayor, Ignaz, la del piano, con tan buenos resultados que en 1808, a los once años de edad, fue admitido en la capilla imperial de Viena como miembro del coro y alumno del Stadtkonvikt, institución en la que tuvo como maestro al compositor Antonio Salieri. La necesidad de componer se reveló en el joven Schubert durante estos años con inusitada fuerza, y sus primeras piezas fueron interpretadas por la orquesta de discípulos del Stadtkonvikt, de la que él mismo era violinista. Tras su salida de este centro en 1813, Schubert, a instancias de su padre, empezó a trabajar como asistente en la escuela de éste, a pesar del poco interés demostrado por el músico hacia la labor pedagógica. En estos años es cuando ven la luz sus primeras obras maestras, como el lied El rey de los elfos, inspirado en un poema de Goethe, uno de sus escritores más frecuentados. Después de abandonar sus funciones en la escuela paterna, Schubert intentó ganarse la vida únicamente con su música, con escaso éxito en su empresa. El único campo que podía reportar grandes beneficios a un compositor de la época era el teatro, la ópera, y aunque éste fue un género que Schubert abordó con insistencia a lo largo de toda su vida, bien fuera por la debilidad de los libretos escogidos o por su propia falta de aliento dramático, nunca consiguió destacar en él. Sus óperas, entre las que merecen citarse Los amigos de Salamanca, Alfonso y Estrella, La guerra doméstica y Fierabrás, continúan siendo la faceta menos conocida de su producción. Si Schubert no consiguió sobresalir en el género dramático, sí lo hizo en el lied. Un solo dato da constancia de su absoluto dominio en esta forma: sólo durante los años 1815 y 1816 llegó a componer más de ciento cincuenta lieder, sin que pueda decirse de ellos que la cantidad vaya en detrimento de la calidad. Escritos muchos de ellos sobre textos de sus amigos, como Johann Mayrhofer y Franz von Schober, eran interpretados en reuniones privadas, conocidas con el elocuente nombre de "schubertiadas", a las que asistía, entre otros, el barítono Johann Michael Vogl, destinatario de muchas de estas breves composiciones. Los ciclos La bella molinera y Viaje de invierno constituyen quizá la cima de su genio en este campo, a los que hay que sumar títulos como El caminante, La trucha, A la música, La muerte y la doncella, o el celebérrimo Ave Maria. A pesar de la belleza de estas composiciones y de la buena acogida que encontraron entre el público, la vida de Schubert discurrió siempre en un estado de gran precariedad económica, agravada considerablemente a partir de 1824 por los primeros síntomas de la enfermedad que acabaría prematuramente con su existencia. Admirado en un círculo muy restringido, la revalorización del compositor se llevó a cabo a partir de su muerte: obras inéditas o que sólo se habían interpretado en el marco familiar, empezaron a ser conocidas y publicadas, y defendidas por músicos como Robert Schumann o Felix Mendelssohn. Es, sobre todo, el caso de su producción instrumental madura, de sus últimas sonatas para piano, sus cuartetos de cuerda y sus dos postreras sinfonías, a cuyo nivel sólo son equiparables las de Beethoven.

Arnold Schwarzenegger

Schwarzenegger con el presidente Ronald Reagan en 1984.

1947 Graz (Austria). Es un ex fisicoculturista, actor y político austriaco nacionalizado estadounidense que ejerció como trigésimo octavo gobernador del estado de California desde 2003 hasta 2011. A los 15 años se rebeló contra la voluntad de su padre y se decantó por el culturismo en perjuicio del fútbol. Después de ganar el título de Mr. Europa Júnior, en 1968 llegó a Estados Unidos, país en el cual fue presentado como "el roble austríaco"; ganó los títulos de Mr. Mundo, Mr. Universo (cinco veces) y Mr. Olympia (siete veces) y en 1980 se retiró. Invirtió el dinero de los premios y los beneficios de su compañía de correo privado en bienes raíces y a los 25 años ya era millonario. Aunque en 1970 empezó a trabajar en el cine (como Arnold Strong), debió esperar al documental Pumping Iron, donde se interpretó a sí mismo, para conseguir atraer la atención del público. Su carrera en el cine despegó después de la azarosa participación en la epopeya mítica Conan, el bárbaro (1982). Su papel más recordado tal vez sea el de impasible androide asesino en Terminator (1984), aventura de ciencia-ficción que le catapultó al estrellato y de la que rodaría una secuela aún de mayor éxito. Curiosamente, el limitado matiz interpretativo de Arnold, su expresión marmórea y el marcado acento alemán de las frases que pronuncia en inglés, favorecieron su ascenso a la popularidad, puesto que aportaban a sus más duras caracterizaciones un cierto toque de humor. En 1983 le fue concedida la nacionalidad estadounidense. Aunque inició la década de 1990 como la mayor estrella del cine mundial, su trayectoria en los últimos años ha estado marcada por un claro descenso de su atractivo en taquilla, ejemplificado en el monumental fracaso de la ambiciosa El último gran héroe (1993). Otras películas: Cactus Jack (1979); Depredador (1987); Los gemelos golpean dos veces (1988); Desafío total (1990); Poli de guardería (1990); Terminator 2. El juicio final (1991); Mentiras arriesgadas (1994); Junior (1994); Eraser (1995); Batman y Robin (1997); El sexto día (2000); Daño colateral (2001).

Johann Strauss II

Johann Strauss Hijo.

1825 – 1899 Viena (Austria). Conocido como "el rey del vals", Johann II Strauss (así llamado para diferenciarlo de su padre, el también compositor Johann I Strauss) formó parte de la dinastía de músicos que convirtió esta modalidad de baile en un símbolo de la ciudad de Viena. Niño prodigio, compuso su primer vals cuando sólo contaba seis años. No obstante, su dedicación a la música encontró la firme oposición de su progenitor, por lo que hubo de tomar lecciones de violín y composición en secreto. A los diecinueve años fundó su propia orquesta, que compitió en éxito con la de su padre. A la muerte de éste en 1849, ambas orquestas se unieron en una sola bajo la dirección del joven Strauss. Aclamado en todo el mundo, en 1863 fue nombrado director de la música de baile de la corte de Viena. Ese mismo año, se consagró a la composición de operetas, con títulos como El murciélago (1874) y El barón gitano (1885). El bello Danubio azul (1867), Rosas del sur (1880), El vals del emperador (1889) y Voces de primavera (1883) son algunos de sus valses más populares.

Fechas Patrias

1 de enero: Año Nuevo

Fiesta civil que celebra el inicio de un nuevo año.



Fuegos artificiales.
 
6 de enero: Epifanía

La costumbre consiste en que, el seis de enero, los niños, ayudados por sus padres, escriben con tiza en las puertas de sus casas y de las de sus familiares la siguiente inscripción: Las dos primeras cifras del año, luego “+C+M+B+” y, finalmente, las dos últimas cifras del año. Es decir, este año la inscripción sería: 20 + C + M + B + 11. Por supuesto, todo ello cantando villancicos y con buenas dosis de sano jolgorio. La inscripción se deja hasta Pentecostés o hasta que la borre la lluvia. Las letras de la inscripción son las iniciales, en latín, de “Christus Mansionem Benedicat”, es decir, Dios bendiga esta casa. Además, como la inscripción se realiza el día de la Epifanía, las letras también recuerdan, en latín, el nombre de los Reyes Magos “Caspar, Melchior et Baltassar”, en español: Gaspar, Melchor y Baltasar.



Puerta pintada en Epifanía.
 
Abril (variable): Semana Santa

La Semana Santa con el Viernes Santo, el Domingo y el Lunes de Pascua es la fiesta religiosa cristiana más importante del año eclesiástico. Es la fiesta más antigua de la Iglesia dedicada a la memoria de la crucifixión (Viernes Santo) y la resurrección de Jesucristo (Domingo de Pascua). La crucifixión y la resurrección son fundamentos de la fe cristiana, donde la muerte no es vista como el fin, sino como salvación. La fecha de la Semana Santa es siempre el primer domingo después de la luna llena de primavera. El Viernes Santo y el Lunes de Pascua son días feriados.



Descenso de Cristo de la cruz.
 
1 de mayo: Día del trabajo

El Día Internacional de los Trabajadores o Primero de Mayo, es una jornada que se ha utilizado habitualmente para realizar diferentes reivindicaciones sociales y laborales. Desde su establecimiento en la mayoría de países, por acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en París en 1889, es una jornada de lucha reivindicativa y de homenaje a los Mártires de Chicago. Estos sindicalistas anarquistas fueron ejecutados en Estados Unidos por su participación en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de ocho horas, que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1886 y su punto álgido tres días más tarde, el 4 de mayo, en la Revuelta de Haymarket. En la actualidad es una fiesta reivindicativa de los derechos de los trabajadores en sentido general, y se celebra en muchos países.



Marcha de trabajadores el 1 de Mayo.
 
Mayo (Variable): Ascención de Jesucristo

La Ascensión de Jesucristo: (“Christi Himmelfahrt”) se celebra 40 días después del Domingo de Pascua. En el centro de esta fiesta está la ascensión de Jesucristo a los cielos junto a su Padre. La Ascensión cae siempre en jueves, nueve días antes de Pentecostés.



Ascensión por Giotto di Bondone.
 
Junio (Variable): Pentecostés

El Pentecostés (“Pfingstsonntag”), el Domingo y el Lunes de Pentecostés, se celebra 50 días después del Domingo de Pascua. El envío del Espíritu Santo en Pentecostés fue el punto de partida de la obra misionaria de los Apóstoles. Por esto, la fiesta de Pentecostés se puede considerar el aniversario de la Iglesia. El Lunes de Pentecostés es un día feriado.



Pentecostés por El Greco.
 
15 de agosto: Asunción de María

Asunción de María o Asunción de la Virgen es la creencia, de acuerdo a la tradición y teología de la Iglesia católica y de la Iglesia ortodoxa, de que el cuerpo y alma de la Virgen María, la madre de Jesucristo, fueron llevados al Cielo después de terminar sus días en la Tierra. No debe confundirse con la Ascensión, que hace referencia al propio Jesucristo. Este traslado es llamado Assumptio Beatæ Mariæ Virginis (Asunción de la Bienaventurada Virgen María) por los católicos romanos, cuya doctrina fue definida como dogma de fe (verdad de la que no puede dudarse) por el papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950. La Iglesia católica celebra esta fiesta en honor de María en Oriente desde el siglo VI y en Roma desde el siglo VII. La festividad se celebra el 15 de agosto.



Asunción de la Virgen.
 
1 de noviembre: Día de Todos Los Santos

El Día de Todos Los Santos es una solemnidad cristiana instituida en honor de Todos los Santos, conocidos y desconocidos, según el Papa Urbano IV, para compensar cualquier falta a las fiestas de los santos durante el año por parte de los fieles. En los países de tradición católica, se celebra el 1 de noviembre; mientras que en la Iglesia Ortodoxa se celebra el primer domingo después de Pentecostés; aunque también la celebran las Iglesias Anglicana y Luterana. En ella se venera a todos los santos que no tienen una fiesta propia en el calendario litúrgico. Por tradición es un día feriado no laborable.



Todos los Santos por Fra Angelico.
 
25 de diciembre: Navidad

La Navidad (latín: nativitas, ‘nacimiento’) es una de las festividades más importantes del cristianismo, junto con la Pascua de resurrección y Pentecostés. Esta solemnidad, que conmemora el nacimiento de Jesucristo en Belén, se celebra el 25 de diciembre.



Natividad, El Greco.