A finales del siglo XV, el Imperio español creó los virreinatos, instituciones locales y administrativas para el gobierno. Después del descubrimiento de América, los virreyes fueron los representantes personales del rey de España y manejaron grandes territorios, entre esos los del virreinato del Perú y los del virreinato del Río de La Plata.
Virreinato del Perú
Virreinato del Río de La Plata
Territorio
El virreinato abarcó los territorios de las actuales repúblicas de Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Colombia, Ecuador, Panamá, Paraguay y Uruguay; así como el área oeste y sur de Brasil y el sur de Venezuela.
El virreinato abarcó zonas territoriales de las actuales repúblicas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
Período
1542-1824
1776-1814
Capital
Lima (1542 – 1821) y Cuzco (1821 – 1824)
Buenos Aires
Idioma
El español era el idioma oficial, pero también se hablaba quechua, aimara y otras lenguas nativas.
El español era el idioma oficial, pero también se hablaba quechua, aimara y otras lenguas nativas.
Rey
Carlos I (1542 a 1556)
Fernando VII (de derecho) (1808 – 1824)
Carlos III (1776 a 1788)
Fernando VII (de derecho) (1808 – 1814)
Origen
En 1534, los españoles terminaron la conquista del Perú, acto que también dio fin al Imperio inca e inicio a un conflicto entre los conquistadores. Para terminarla, el rey Carlos I firmó la creación del virreinato del Perú en sustitución de las antiguas gobernaciones.
El virreinato del Perú ocupaba una gran región, lo que dificultaba las tareas del gobierno. Razón por la que se dividió el territorio y se creó un nuevo virreinato. También influyó la ambición de Portugal sobre la Banda Oriental y el auge comercial que tenía Buenos Aires.
Historia
Primer virrey
Fue Blasco Núñez Vela, nombrado el 1° de marzo de 1543. Su autoridad fue limitada y al poco tiempo fue asesinado por Pizarro.
Reparto de Guaynamarina
Pedro de la Gasca eliminó unas gobernaciones y redistribuyó las encomiendas en el Perú para restablecer el orden.
Nuevo virrey
Francisco Álvarez de Toledo fue nombrado virrey. Su mandato fue considerado el más eficiente.
Conflicto con los mapuches
Los mapuches no aceptaban el dominio español y lucharon por su territorio. Los españoles enviaron cientos de tropas para la campaña contra los mapuches en la guerra de Arauco.
Reformas borbónicas
España cambió de dinastía a la casa Borbón, la cual limitó el poder de las autoridades del virreinato y reforzó el control del ejército desde la ciudad.
Reducción del territorio
Las reformas borbónicas provocaron la reducción del virreinato y dos nuevos virreinatos aparecieron: el de Nueva Granada y el del Río de La Plata.
Poca importancia comercial
Las decisiones tomadas por la Corona causaron la caída comercial del virreinato. Y Lima perdió su condición como principal ciudad de las colonias españolas en América.
Independencia
Los movimientos de emancipación se expandieron por todos los territorios del virreinato durante el siglo XIX. Aunque había resistencia española, ya en 1820 Guayaquil proclamaba su independencia.
Fin del virreinato
La segunda década del siglo XIX marcó la emancipación de Chile y Perú. Con la batalla de Ayacucho en 1824 ganada por Sucre frente a los realistas el virreinato del Perú llegó a su fin.
Primer virrey
El 27 de julio de 1776, el rey nombró a Pedro Cevallos como virrey, gobernador de Madrid y capitán general del corregimiento del Cuyo.
Expedición de Cevallos
Expedición militar que pretendía acabar con las incursiones portuguesas y disuadir a los ingleses para que atacaran los puertos.
Nuevo virrey
Cevallos terminó su misión y el 29 de junio de 1778 recibió el mando como virrey Juan José Vértiz y Salcedo.
Intendencias
Este virreinato se dividió en 8 intendencias por una Real Ordenanza promulgada en 1782. Al año siguiente se estableció la Real Audiencia de Buenos Aires.
Invasiones inglesas
Inglaterra intentó tomar el territorio de Buenos Aires en dos ocasiones, pero fueron derrotados y obligados a abandonar por completo la región.
Bonaparte y José I
Estos personajes enviaron a Sassenay para que jurara lealtad al monarca impuesto por la ocupación francesa, pero sus exigencias fueron negadas.
Revolución de Chuquisaca
El gobernador fue destituido y se formó una Junta de Gobierno. La rebelión se extendió a La Paz, acto conocido como el Primer Grito Libertario de América.
Revolución de Mayo
Los rebeldes, aún en el virreinato, desacataron Semana de Mayo, lo que resultó en la destitución del virrey Baltasar Hidalgo y la sustitución por la Primera Junta de Gobierno. Allí inició la desintegración del virreinato.
Fin del virreinato
La lucha entre los independentistas y los realistas fue continua. En junio de 1860 España reconoció la independencia de Argentina, y luego las de Bolivia, Paraguay y Uruguay.
Organización política
Rey español, la máxima autoridad.
Consejo de Indias, administradora de las colonias.
Virrey, representante del rey.
Audiencias, tribunal de justicia superior del virreinato.
Corregimiento e intendencia, zonas administrativas del virreinato.
Cabildos, administradores de las instancias más pequeñas.
Curacazgo, jefe político de los ayllu.
Rey español, la máxima autoridad.
Intendencias, también llamadas provincias.
Virrey, representante del rey.
Gobernadores intendentes, nombrados por el rey.
Corregidores y cabildos, administradores de las instancias más pequeñas.
Organización social
Españoles peninsulares, quienes ocupaban los cargos principales del virreinato.
Criollos, hijos de españoles nacidos en el virreinato.
Clase media, formada por españoles y criollos son fortuna.
Curacas, representaban la clase alta de la República de los indios.
Mestizos, producto de la unión entre españoles, nativos y negros.
Esclavos, clase social más desfavorecida.
Clase alta, compuesta por españoles. Estaban allí los altos funcionarios, dignatarios, comerciantes y terratenientes.
Clase baja, formada por la población de castas de mezcla.
Esclavos, principalmente africanos trasladados a América como manos de obra.
Gauchos, especialista en el trabajo con el ganado.
Nativos, aunque legalmente no podían ser esclavizados, eran usados como mano de obra barata.
Economía
Basada principalmente en la minería, la agricultura, la ganadería y el comercio.
Basada principalmente en la actividad extractiva-exportadora. Destacaba la ganadería, la minería y el comercio.
El virreinato constituyó la máxima expresión territorial y político-administrativa que existió en la América española. Debido a las grandes extensiones de sus posesiones en América, la Corona Española recurrió entonces a la división por virreinatos y así garantizar el dominio y la autoridad real en el nuevo continente.
CAUSAS DE SU CREACIÓN
Conforme los conquistadores fueron ganando tierras para la corona española también fueron en aumento sus peticiones de cargos ya que la corona los recompensaba otorgándoles títulos de gobernadores y capitanes generales, aunque pronto se haría evidente que podían llegar a surgir fuertes señoríos en sus posesiones indianas.
La inexistencia de fronteras entre las primeras gobernaciones y su continua expansión gracias a la suma de conquistas daría lugar a que surgieran conflictos entre los gobernadores. Para controlar esta situación y para unificar regiones se planteó la necesidad de crear una instancia superior que garantizara la unidad y cohesión de los nuevos territorios. Así, dentro de la institución virreinal quedaron comprendidas las demás instancias de gobierno y administración: las audiencias, las gobernaciones, las alcaldías mayores o corregimientos y los municipios o cabildos.
EL VIRREY
El virrey era el título con el que se conocía al responsable de administrar y gobernar, como representante y en nombre de la corona española, un país o una provincia. De este modo, y ejerciendo plenamente las prerrogativas regias, su figura tuvo especial importancia por la enorme acumulación de territorios que, debido a su dispersión y la imposibilidad de comunicaciones rápidas, no podía gestionarse de forma centralizada.
Así las cosas, el virrey poseía atribuciones administrativas, militares, judiciales y financieras. En su persona, pues, reunía tres atribuciones: gobernador, capitán general y presidente de la audiencia, cargos que debía desempeñar en el marco de una compleja relación con las demás autoridades.
EL VIRREINATO COLOMBINO
En primera instancia, el primer virreinato otorgado en América recayó en la figura de Cristóbal Colón, según consta en las Capitulaciones de Santa Fe concedidas por los Reyes Católicos antes de que el famoso almirante iniciara su primer viaje rumbo a las Indias. Así como en su condición de almirante le correspondía el mando y la jurisdicción sobre las aguas de la Mar Oceánica (hoy Océano Atlántico), en su calidad de virrey ejercería el poder sobre las tierras descubiertas y por descubrir.
Sin embargo, el llamado Virreinato colombino tuvo una corta duración, ya que desde un primer momento los Reyes Católicos restringieron las facultades del almirante, y pese a que su hijo Diego obtuvo el cargo de manera honoraria, terminó extinguiéndose definitivamente en 1536.
EL VIRREINATO DE NUEVA ESPAÑA
Tras la destrucción del Imperio Azteca y el sometimiento de los nativos, los conquistadores españoles se dispusieron a derribar la antigua capital azteca, Tenochtitlán, y fundar una nueva ciudad de aspecto europeo, la actual Ciudad de México, que se convertiría en la capital del Virreinato de Nueva España. De este modo, y con la construcción de la nueva capital, España puso especial énfasis en la europeización de los territorios recién conquistados, introduciendo instituciones políticas occidentales, con el objetivo de afianzar su dominio en la región. Una vez derribados los últimos vestigios de dominación indígena a manos de Hernán Cortés, designado como Capitán General de la región, la metrópoli decidió constituir estos nuevos territorios como un virreinato, delegando la función de virrey sobre Antonio de Mendoza, en 1536.
En su máxima extensión, el Virreinato de Nueva España ocupó toda América Central y las Antillas, y llegó a abarcar territorios propios del centro y sur de los actuales Estados Unidos y Filipinas. Ahora bien, el impacto demográfico producido tras la conquista sería enorme. De hecho, un alto porcentaje de la población nativa moriría a causa de las enfermedades traídas desde Europa, tales como la viruela o la tuberculosis. Por otra parte, los sistemas de trabajo forzado a los que fueron sometidos los indígenas aceleraron el retroceso demográfico iniciado durante los primeros años de la conquista.
En el plano económico, en el Virreinato de Nueva España obtuvo especial relevancia la minería y el comercio. Asimismo, otras actividades importantes fueron la agricultura (maíz, cacao y otros productos originarios de la antigua Mesoamérica), y la ganadería (introducida por los europeos, quienes trajeron la mayor parte de los animales criados).
El descubrimiento de numerosos yacimientos mineros captó entonces la atención de la Corona, que inmediatamente dispuso su explotación. De estos yacimientos, pues, se extraían materiales tales como el oro, la plata, el cobre y el hierro. Con todo, la creación de ciudades mineras, en torno a las minas, produjo el surgimiento de nuevas explotaciones agrícolas y ganaderas dedicadas a su abastecimiento. Las principales minas de Nueva España fueron la de Zacatecas (1546), Pachuca (1552), Fresnillo y Guanajuato (1554), y finalmente San Luis Potosí (1592).
Por su parte, la regulación comercial quedaría en manos de la Casa de Contratación con sede en Sevilla. De hecho, el monopolio y las políticas proteccionistas impuestas por la metrópoli impidieron el óptimo desarrollo por todo el virreinato. El comercio directo con otras zonas del imperio estaba prohibido, con lo cual muchas medidas proteccionistas conducirían al apogeo de actividades ilícitas tales como la piratería o el contrabando.
EL VIRREINATO DE NUEVA GRANADA
El Virreinato de Nueva Granada abarcó los actuales territorios de Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela. Fue creado mediante Real Cédula el 27 de mayo de 1717 uniendo la Real Audiencia de Quito, la Capitanía General de Venezuela y la Real Audiencia de Santa Fe. De hecho, la Corona se vio obligada a constituir este nuevo virreinato por dos razones principales: era la zona más importante de producción aurífera y su estratégica posición le permitía enfrentar con efectividad el contrabando y la piratería. La ciudad de Bogotá, pues, pasó a ser la capital del nuevo virreinato, convirtiéndose de esta manera en uno de los principales centros de actividad de las posesiones del imperio en América.
Su fundación obedece a la nueva política borbónica de reorganización administrativa y de reforma y modernización de los sistemas de extracción y comercialización de materias primas obtenidas de las colonias. De existencia intermitente, el Virreinato de Nueva Granada fue disuelto y vuelto a formar en numerosas ocasiones: tras su primera fundación en 1717, fue disuelto por dificultades económicas en 1724; refundado en 1740, fue nuevamente disuelto por los independentistas que se hicieron con el poder en 1810 y recuperado por Fernando VII en 1816. Finalmente, sería reemplazado por una nueva entidad, la Gran Colombia, tras ser definitivamente disuelto por los independentistas en torno a 1822.
EL VIRREINATO DEL PERÚ
El Virreinato del Perú sería la entidad político-administrativa fundada en 1542 tras el sometimiento del Imperio Inca. Así, en su máxima extensión, abarcaría territorios que actualmente se corresponden con Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, y parte de Argentina y Chile. De este modo, los primeros asentamientos comenzaron a desarrollarse tras la captura de Cuzco, principal ciudad inca, por parte de Francisco Pizarro, en 1534.
Fruto del choque de intereses entre los distintos conquistadores, el virreinato vivió cuarenta años de caos administrativo, principalmente como consecuencia del desigual reparto de la tierra. No obstante, a mediados del siglo XVI, Francisco de Toledo, virrey del Perú, lograría encauzar la situación y establecer un marco administrativo estable, que se prolongaría durante todo el período colonial.
Quizás una de las particularidades más significativas del Perú estuvo en la temprana explotación de los metales preciosos, cuyo centro más importante fue el cerro rico de Potosí, descubierto por los españoles en 1545.
Durante el siglo XIX, época en la que se suceden los distintos alzamientos independentistas a lo largo del continente, el Virreinato del Perú se mantendría como principal bastión de los realistas, hasta su disolución, en 1824, tras la Batalla de Ayacucho. Asimismo, el Perú sería también testigo de los alzamientos de Túpac Amaru II y Túpac Katari, precedentes de la futura emancipación latinoamericana.
EL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA
El Virreinato del Río de la Plata fue creado en 1776 por orden de Carlos III. Nacido de una escisión del Virreinato del Perú, integró los territorios de las gobernaciones de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán y Santa Cruz de la Sierra, el corregimiento de Cuyo de la Capitanía General de Chile y los corregimientos de la provincia de Charcas. De este modo, abarcó los actuales territorios de Argentina, Bolivia, Uruguay y Paraguay, y partes del sur de Brasil y el norte de Chile. Su capital se situó en Buenos Aires, fundada en 1580 por Juan de Garay.
Las causas de la creación de este virreinato surgieron de la necesidad de la metrópolis de defender sus posesiones al sur del continente de las ambiciones de otras potencias coloniales, como Inglaterra y Portugal. Al encontrarse toda esta zona bajo administración del Virreinato del Perú, el tráfico entre Lima y Buenos Aires era muy lento y hacía difícil organizar la defensa de Buenos Aires en caso de un eventual ataque.
La economía en este virreinato seguía el modelo extractivo-exportador, y al igual que el resto de los virreinatos y la propia metrópolis, se mostró ajeno a la proto-industrialización surgida en el siglo XVIII. La ganadería, asentada principalmente en Buenos Aires, constituyó una importante actividad económica. Por su parte, la minería no ocupaba el lugar preferencial que poseía en el resto de los virreinatos, aunque la actividad minera se limitaba a una serie de yacimientos explotados en la actual Bolivia, y desde el puerto de Buenos Aires se exportaban enormes cantidades de oro y plata llegadas, principalmente, del Alto Perú. El comercio, centrado en la exportación de ganado y derivados, cereales, oro y plata, estaba fuertemente regulado por la metrópolis, lo cual favoreció la proliferación de actividades contrabandistas. La actividad comercial estaba en manos de unos pocos españoles, los cuales a su vez, detentaban gran parte del poder político.
En el territorio del actual Ecuador, la Colonia propiamente dicha se inició con una partida de nacimiento de doble sentido: el institucional, con el establecimiento de la Real Audiencia de Quito en 1563, como parte del Estado español; y el social, con la llamada Rebelión de las Alcabalas en 1592, en tanto manifestación de los intereses de los sectores locales “americanos” en contra de la legitimidad y alcance de la autoridad real sobre este espacio.
En cuanto a los límites jurisdiccionales, mientras que por el norte el Obispado sólo iba hasta Pasto, pues Popayán era la capital de otra diócesis, la Audiencia incluía, además de Pasto, a Popayán, Cali, Buenaventura y Buga. Por el sur, ocurría lo contrario: el Obispado se extendía hasta San Miguel de Piura, que en lo civil pertenecía a la Audiencia de Lima. En lo que hace a los territorios del oriente amazónico, antes de 1563 ya se habían iniciado las exploraciones e incursiones a esta zona; en los límites de la Audiencia también se incluyeron “todos los territorios que se descubrieren y poblaren”.
El primer presidente de la Audiencia fue el sevillano Hernando de Santillán, quien llegó a Quito en 1564 e instaló inmediatamente esta institución. El doble imperativo a que obedeció el establecimiento de la Audiencia (facilitar el control administrativo de estos territorios y, sobre todo, regular las relaciones entre la sociedad blanca y la sociedad indígena) se encarnó perfectamente en este personaje. Además del presidente, la Audiencia contó con cuatro o cinco oidores o jueces, un fiscal, un escribano, un relator y un portero.
Entre Lima y Santa Fe
La Audiencia de Quito permaneció como provincia dependiente del Virreinato del Perú desde su creación en el siglo XVI hasta el siglo XVIII, época en la que, frente al adelanto que tuvieron en general las provincias dependientes de los virreinatos americanos y la dificultad que representó para el virrey del Perú ejercer un control más vigoroso en tan dilatado territorio, la Corona decidió crear un nuevo virreinato, el de Santa Fe (Nueva Granada), en mayo de 1717, nombrando como primer virrey a Jorge de Villalonga.
Mediante la cédula de erección de este virreinato se suprimió la Audiencia de Quito, la cual pasó a órdenes de la Audiencia de Santa Fe. Desde ese momento sería esta Audiencia la encargada de conocer y determinar lo relativo a la justicia, el gobierno, la política, el Patronato Regio, la guerra y la real hacienda del distrito de Quito.
En 1723 se suprimió el Virreinato de Santa Fe, con lo cual el territorio de la Audiencia de Quito retornó a los mismos términos en que se hallaba antes de su incorporación al mismo, es decir, pasó a depender del Virreinato del Perú. Posteriormente, fueron varios y extensos los informes que se elaboraron con relación al restablecimiento del Virreinato de Santa Fe; el 20 de agosto de 1739 el rey Felipe V resolvió su restablecimiento y determinó que la Audiencia de Quito perteneciera a él, con el carácter de “subordinada” y dependiente, de manera similar a las demás audiencias con respecto a los virreinatos del Perú y Nueva España. Con los mismos propósitos de política defensiva que se consideraron para la creación primera del Virreinato de Santa Fe en 1717, se determinó entonces por cédula real el control y la defensa militar frente a pretensiones extranjeras.
Por otra parte, ante los innumerables conflictos bélicos que atravesó España en el ámbito europeo durante el siglo XVIII (causantes de crisis que afectaron su economía y su poder), las Reformas Borbónicas de la segunda mitad del siglo supusieron un intento de centralización política y mayor control militar de las colonias americanas. De esta forma, la creación de los virreinatos de Santa Fe y del Río de la Plata (1776) se justificaba por “razones de Estado”.
La Audiencia de Quito, como unidad menor y dependiente, se vio igualmente enmarcada dentro de estos objetivos y, de esta manera, las regiones de su distrito se articularon política y económicamente de una forma más directa a determinada jurisdicción virreinal. Así, por ejemplo, en el ámbito de las economías regionales, la Sierra Norte se articuló en torno al centro minero de Barbacoas, y, por lo mismo, se vinculó al Virreinato de Santa Fe; la Sierra Sur se relacionaba con el Virreinato del Perú; y la Costa, mediante el auge de su producción cacaotera (1774), permitió ampliar el mercado interno interregional vinculado a las provincias santafereñas o a las pertenecientes al virreinato peruano.
Este constante vaivén por el que atravesó la Audiencia de Quito entre los virreinatos del Perú y Santa Fe permite advertir el verdadero carácter de los cambios político-jurisdiccionales y territoriales que atravesó esta institución durante la Colonia. Esto, a su vez, supone comprender que el proceso de organización de este espacio da cuenta de una “historia jurisdiccional” más que de una “historia de límites”.
La necesidad de conocer cabalmente la cantidad de personas que habitan un Estado, y sus rasgos sobresalientes en cuanto a sexo, edad y origen étnico, ha constituido una preocupación constante de los gobernantes desde la Antigüedad. Tal interés está sustentado en la certeza de que uno de los factores determinantes de las posibilidades de desarrollo de un país es la relación entre sus recursos productivos naturales y las características de la población. Está admitido que tanto su distribución en el territorio como sus necesidades biológicas y de consumo constituyen el principal factor desencadenante de la actividad económica, por lo cual siempre fue imperioso conocer los recursos humanos reales y potenciales con que se contaba.
Antecedentes del Primer Censo Nacional
Las fuentes de información anteriores al Primer Censo Nacional son numerosas pero sumamente imprecisas y contradictorias: tentativas de recuentos de orden provincial y municipal, registros de las parroquias y estimaciones de geógrafos de la época. En el actual territorio argentino le cupo a Juan de Garay el primer esfuerzo en este sentido; en 1573, después de la fundación de la ciudad de Santa Fe, realizó un recuento de soldados y familiares. Dos siglos más tarde, en 1744, la Corona española efectuó el primer empadronamiento de la población que habitaba la región aledaña al río de la Plata. Después de la Revolución de Mayo fueron varios los intentos de saber cuántos habitantes se distribuían en el extenso territorio argentino. El primero de los inventarios poblacionales lo dispuso el Primer Triunvirato en 1811 con muy poco éxito; en 1821 se publicó el Registro Estadístico del Estado de Buenos Aires.
La Constitución de 1853 determinó la necesaria realización de censos poblacionales cada diez años; a través de éstos se podría establecer la base electoral de representación para conformar la Cámara de Diputados.
Para cumplir con lo establecido, en 1856 se llevó a cabo un relevamiento general dispuesto por el presidente de la nación, general Justo José de Urquiza, a cuyo efecto se creó la Mesa Central de Estadística. Si bien el mismo obtuvo resultados parciales, fue el antecedente inmediato del Primer Censo Nacional de Población, efectuado en 1869 -durante la presidencia de Sarmiento-. Éste abarcó la totalidad del país y sus resultados se publicaron tres años más tarde.
La población hasta 1869
Recientes estudios arqueológicos indican que los primeros pobladores del actual territorio argentino tuvieron sus asentamientos en la zona patagónica, probablemente procedentes del continente asiático. Existen diferentes estimaciones sobre la cantidad de aborígenes que habitaba el país con anterioridad a la conquista; si bien el número varía entre cien mil y trescientos mil individuos, se considera la última cifra como la más aproximada. A pesar de las discrepancias respecto a la cantidad, se coincide en señalar que en el momento de la llegada de los españoles a América el mayor asentamiento indígena se encontraba en la región del noroeste argentino, mientras que la región pampeana y el litoral se encontraban prácticamente despoblados.
La conquista y subsecuente colonización española, si bien provocaron una disminución de la población nativa -a consecuencia de diversos factores, como guerras, enfermedades desconocidas, trabajos forzados, traslados masivos de pueblos, etcétera-, también produjeron un rápido proceso de mestizaje debido a la reducida cantidad de españolas que viajaba a los nuevos territorios en la primera etapa del dominio hispano. Se calcula que durante el primer siglo de establecimiento español en el Río de la Plata, la población aborigen mermó en un 25 por ciento.
Por otra parte, la llegada de los colonizadores blancos a esta región tampoco fue masiva, ya que el actual territorio argentino no brindaba las riquezas metalíferas que ofrecían otros lugares del continente. Algunas fuentes consideran que en los primeros años del siglo XVII no había en territorio argentino más de dos mil quinientos europeos puros, cantidad que asciende a seis mil en 1810. De esta forma, de acuerdo a datos que han dejado diversas fuentes estadísticas e historiográficas de la época colonial, se ha llegado a inferir que la población total del territorio argentino en la segunda mitad del siglo XVIII -blancos, mestizos, indígenas, negros y mulatos, sin contar los indios no integrados que vivían en forma salvaje más allá de las fronteras marcadas por el colonizador- alcanzaba los cuatrocientos mil habitantes.
Se estima que, al producirse la Revolución de Mayo, la población era de casi medio millón de habitantes y que, en los cuarenta años que transcurrieron hasta la Constitución Nacional de 1853, la misma se duplicó. Desde entonces hasta el primer censo de 1869 creció en una proporción cercana al 70 por ciento. Este considerable aumento en menos de dos décadas se debe a que ya había comenzado a manifestarse el singular y sorprendente proceso inmigratorio que transformó íntegramente el país en las décadas posteriores.
La nación argentina aspiró desde su nacimiento a una organización constitucional inspirada en los modelos estadounidense y francés. Desde finales del siglo XVIII se difundían en el Río de la Plata las ideas de Charles Montesquieu, John Locke y Jean-Jacques Rousseau sobre el gobierno y la libertad que daban contenido a la idea de un Estado republicano y democrático.
Este pensamiento, en el que se apoyaron las doctrinas revolucionarias en Estados Unidos y Francia, aparecía con particular contundencia en la Declaración de la Independencia norteamericana de 1776 y en la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789, redactada en Francia. Posteriormente, durante el siglo XIX, se universalizó el sistema constitucional, caracterizado por la separación de funciones de los poderes del Estado y la forma representativa de gobierno mediante la vigencia del sistema electoral.
Primer y Segundo Triunvirato
Las primeras instituciones políticas argentinas fueron cuerpos colegiados que poco a poco redujeron el número de sus miembros, con la consiguiente concentración del poder. Así, los órganos de gobierno de la década de 1810 a 1820 se iniciaron con la Primera Junta, que fue sucedida por el Triunvirato, al que se le encomendó funciones ejecutivas.
En octubre de 1811, la Junta dictó un reglamento de división de poderes. Fue el primer intento constitucional en tal sentido, que dejaba el Legislativo en manos de la Junta, que pasó a llamarse Junta Conservadora; el poder ejecutivo le fue asignado al Triunvirato y el judicial, a los tribunales. Pero el Triunvirato rechazó este reglamento, concentró el poder y disolvió la Junta. También dictó un estatuto al que denominó “provisional”, que no logró la aceptación de las provincias debido a su marcado corte centralista.
Sin embargo, el Triunvirato tuvo el mérito de dictar dos decretos importantes de sesgo liberal: el de libertad de imprenta, el 26 de octubre de 1811; y el de seguridad individual, el 23 de noviembre de 1811.
Formalizado el Segundo Triunvirato, se encargó de convocar una asamblea, conocida como la Asamblea del Año XIII que, con el fin de declarar la Independencia y dictar una Constitución, fue convocada por decreto del 24 de octubre de 1812. Éste fue el primer documento de la historia constitucional argentina que declaró caduca la autoridad de Fernando VII en el Río de la Plata, y también el primer intento formal de sancionar una Constitución.
Asamblea del año XIII
Aunque la Asamblea del año XIII no llegó a materializar sus objetivos principales, adoptó un conjunto de medidas de significativa importancia, que serían la base de la futura Constitución. Asimismo, la asamblea instaló el primer poder ejecutivo unipersonal, al que se llamó Directorio, traducción literal de su homónimo francés.
Algunas de las resoluciones importantes dictadas por la Asamblea fueron:
Medidas de carácter político:
Declaró que residía en ella la representación y el ejercicio de la soberanía de las Provincias Unidas del Plata.
Ordenó acuñar la primera moneda nacional, con el sello de la Asamblea.
Medidas de carácter social:
Declaró la libertad de vientres a partir del 31 de agosto de 1813.
Abolió los sistemas de prestación obligatoria de trabajo para los indígenas (mita, encomienda y yanaconazgo).
Medidas de carácter judicial:
Prohibió el uso del tormento para el esclarecimiento de la verdad y la investigación de los crímenes.
Dictó el Reglamento de la Cámara de Apelaciones para la organización de la justicia en todas sus instancias