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el conocido teorema de Pitágoras es un ejemplo de ello.
Consideró que la Tierra, al igual que los planetas, era esférica. Estaba conven-
cido de la perfección del círculo, por ello en su cosmogonía se destacó el movi-
miento circular de los planetas. Ese movimiento era armónico, por lo cual creaba
una sinfonía celestial, imperceptible al oído del ser humano.
Filolao de Taras (400 a.C.) fue quien in-
tegró el fuego central a la cosmogonía de
Pitágoras, con el fin de completar el número
diez en la cantidad de elementos del Univer-
so. Es decir, como existían cinco planetas, la
Tierra, el Sol y la Luna; el número perfecto se
obtuvo al crear la “anti tierra” y el fuego cen-
tral.
A Filolao se le atribuye haber colocado a la
Tierra en movimiento, girando alrededor del
fuego central y la anti tierra. Para explicar
por qué no se podían observar estos elemen-
tos desde nuestro planeta, dijo que el hemisferio no poblado de la Tierra siempre
se encontraba enfrentado a ellos.
Eudoxo de Cnido (408 a.C.-355
a.C.) se destacó en matemáticas y
astronomía. Fue el primero en postu-
lar un modelo matemático del Uni-
verso, el cual estaba organizado me-
diante esferas concéntricas, siendo la
Tierra su centro.