La conmemoración del Día Internacional de la Mujer, cada 8 de marzo, para recordar la lucha de mujeres trabajadoras en defensa de sus derechos sociales, fue evolucionando gradualmente hacia la superación de la discriminación histórica en su contra. En la actualidad, y a nivel mundial, la mujer no solo es madre y esposa, sino que también ocupa un importante papel en el mundo laboral. Estas transformaciones fueron reivindicando el papel esencial de la mujer y, paulatinamente, contribuyeron a jerarquizarla tanto en el ámbito político como laboral.
El hombre y la mujer han tenido que adaptarse a estos cambios, modificando conductas y hábitos arraigados; compartir los roles es parte del proceso. No obstante, también existen situaciones de desigualdad, discriminación, violencia física y emocional que enfrentan las mujeres en todas las esferas y que, muchas veces, se agravan por su condición de vulnerabilidad, lo cual limita el pleno ejercicio de sus derechos.
LAS MUJERES Y LA SOCIEDAD
Si nos preguntáramos por qué la igualdad de oportunidades entre los sexos ha tardado tanto tiempo en ofrecer un horizonte distinto, la respuesta tal vez se encuentre en un sistema y una cultura patriarcal que muestra una sociedad con una marcada discriminación, a menudo misógina; hecho que animó a aceptar paradigmas generados al amparo de construcciones filosóficas que, no habiendo sido analizadas lo suficiente, permearon en el pensamiento occidental y forjaron así una idea percibida como lógica, asumida durante mucho tiempo por las propias mujeres.
Las mujeres de hoy se desenvuelven en un medio que las incita a la persecución de nuevas metas. Los espacios ganados en los terrenos que en un tiempo les fueron vedados, y las facilidades que se han generado a través de las nuevas dinámicas en la sociedad, han permitido a las mujeres acceder a nuevos esquemas de realización de sus potencialidades, demostrando en todos los ámbitos la capacidad de acción que no solo iguala la capacidad del hombre sino que, en algunas actividades, las supera.
Con todo, la situación de la mujer, respecto al trabajo, en nuestro entorno cultural, sigue un camino ascendente que se manifiesta en algunos puntos:
Conscientes de los espacios ganados, y a pesar de los obstáculos y las barreras impuestas por una sociedad particularmente dominada por varones, las mujeres han demostrado (no podría ser de otra forma) la igualdad de condiciones. Pilar fundamental de la familia, su integración plena en un mundo laboral cada vez más exigente y demandante hizo que lograra ascender en el campo laboral y desarrollara plenamente sus facultades dentro de un ámbito altamente competitivo. No obstante, no se puede afirmar que se haya alcanzado un estatus óptimo: aunque exista igualdad formal y jurídica entre el hombre y la mujer, la realidad social es bien diferente. Situaciones donde impera la desigualdad con respecto al género colocan en desventaja a las mujeres respecto a los hombres, generando relaciones donde el abuso del poder y la violencia contra las mujeres aumentan considerablemente.
LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
Es uno de los problemas que más preocupan en la sociedad. Esta grave situación se manifiesta tanto en la esfera pública como privada.
Cuando la agresividad se manifiesta contra la mujer y es ejercida por un hombre, hablamos de violencia de género que expresa una situación de abuso desde una posición de superioridad física, por parte del autor, y de dependencia o sometimiento en la víctima. Es la expresión extrema de la desigualdad entre hombres y mujeres.
La violencia contra la mujer puede darse de diversas formas, siendo la violencia doméstica una de las más comunes.
La primera forma de discriminación hacia la mujer y la más conocida se presenta en el interior del hogar, donde ella es víctima de diferentes tipos de violencia, ejercida en la mayor parte de los casos por su pareja. Entre los actos más frecuentes de violencia contra las mujeres se encuentran el maltrato psicológico caracterizado por amenazas o la intimidación y, lo que resulta de mayor bajeza, el maltrato físico y sexual llegando al feminicidio. De este modo, la violencia de género es un problema que puede incluir asaltos o violaciones sexuales, prostitución forzada, explotación laboral, el aborto selectivo en función del sexo, violencia física y sexual contra prostitutas, infanticidio femenino, tráfico de personas, violaciones sexuales durante período de guerra, y ataques homofóbicos hacia personas o grupos de homosexuales, lesbianas, bisexuales y transgéneros.
Con todo, la Organización de Naciones Unidas (ONU) reconoció ya que la violencia contra las mujeres es un obstáculo para lograr los objetivos de igualdad entre géneros. Además, argumentó que esta situación viola y menoscaba el disfrute de los derechos humanos y las libertades fundamentales. Por otra parte, según Amnistía Internacional, “la violencia contra las mujeres no es exclusiva de ningún sistema político o económico; se da en todas las sociedades del mundo y sin distinción de posición económica, raza o cultura. Las estructuras de poder de la sociedad que la perpetúan se caracterizan por su profundo arraigo y su intransigencia. En todo el mundo, la violencia o las amenazas de violencia impiden a las mujeres ejercitar sus derechos humanos y disfrutar de ellos.”
Fueron las organizaciones feministas en la segunda mitad del siglo XX las que dieron visibilidad al problema de la violencia contra la mujer. En aquel tiempo supuso un enorme esfuerzo demostrar que las agresiones hacia las mujeres no eran producto de momentos de frustración, tensión o arrebatos, contingencias de la vida en común; sino que eran consecuencia de los intentos de mantener la subordinación de la mujer, de la consideración ancestral de la mujer como un objeto propiedad del hombre; y, por lo tanto, deberían dársele una consideración especial.
Desde hace varios años se viene realizando un intento de concientizar a la población sobre trascendencia de este problema. Por ello, se han puesto en marcha diversas medidas legales que aluden que “la violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión.”
Estas leyes se sostienen en tres pilares:
- Los derechos de las mujeres víctimas de violencia de género en el hogar: derechos laborales y funcionariales, de asistencia jurídica gratuita, de atención social y acceso preferencial a la vivienda, de protección oficial y residencias de la tercera edad.
- Medidas encaminadas a cambiar la estructura patriarcal de la sociedad; la educación debe llevar a la sensibilización, la prevención y rechazar la publicidad discriminatoria
- Medidas penales y judiciales orientadas a concretar la sanción de la violencia contra la mujer y a minimizar el efecto de la victimización secundaria que se deriva de la actuación de la Administración de Justicia.
Sin embargo, tristemente hay que señalar que, a pesar de todo, el problema sigue presente, y no son pocas las mujeres que sufren este tipo de violencia. Por lo que se refiere a la violencia en el mundo del trabajo, se presenta en el abuso de poder que se dirige a doblegar la voluntad, y que puede venir caracterizado por acciones tan diversas como los atentados a la dignidad, a la integridad física, psicológica, sexual o social, la intimidación, la persecución, el menosprecio, los insultos, la discriminación negativa, la desvalorización de la tarea realizada, los traslados injustificados o el acoso sexual. Lo más habitual es que estas conductas sean puestas en marcha por los superiores, pero muchas veces provienen de los propios compañeros como efecto derivado de la mala organización del trabajo.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Las mujeres históricamente se encuentran en situación de vulnerabilidad y/o desigualdad frente a los hombres producto de la estructura patriarcal que les ha impedido visualizar la discriminación de género.
Si bien es cierto que se han logrado avances normativos, y a pesar de contarse con programas de atención a mujeres víctimas de violencia, el trabajo se ha desarrollado de manera aislada, resultando insuficiente para garantizar una vida en igualdad de condiciones con el hombre. En este contexto, se hace necesario articular las acciones de la comunidad civil con el Estado para el diseño de políticas públicas que hagan efectivas la promoción y defensa de los derechos integrales de las mujeres, contribuyendo a la construcción de democracias que respeten, a través de sus políticas públicas, el principio universal de no discriminación.
A los efectos de cumplir con ese cometido, cada Estado y gobierno local deberá tener voluntad política para generar los cambios mediante campañas de concientización a nivel nacional sobre los derechos que tiene la mujer, creando espacios de asesoramiento jurídico gratuito para los casos de violencia sexual y doméstica, con proyectos legislativos que, además de la protección integral de las mujeres, permitan sensibilizar a la población sobre esta temática comprendiendo que, además de la propia mujer, se ven involucrados niños y ancianos. Asimismo, resulta imperioso que se garantice a nivel nacional el acceso a la justicia, tornando real y efectiva la actuación del Estado en la articulación con la comunidad, para dar así cumplimiento a las normas internacionales y, en definitiva, tener como único objetivo lograr la erradicación de todo tipo de violencia hacia las mujeres.