Veinte mil leguas de viaje submarino (Vingt mille lieues sous les mers) es un clásico de la literatura de aventuras y uno de los títulos más conocidos de Julio Verne. La obra apareció en las páginas de la Magasind’Education et de Récréation entre el 20 de marzo de 1869 y el 20 de junio de 1870. Posteriormente, Pierre-Jules Hetzel, el editor de Verne, la publicó en un volumen doble el 16 de noviembre de 1871.
Julio Verne
SINOPSIS
Tras su epopeya lunar, Verne continúa ampliando sus Viajes Extraordinarios. El primero de ellos, Cinco Semanas en Globo, había sido un viaje por aire a través de África oriental; el siguiente, Viajes y Aventuras del Capitán Hatteras, una dramática aventura en tierras polares bajo condiciones extremas; Viaje al Centro de la Tierra nos arrastraba a las profundidades del planeta, mientras que De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna nos expulsaban de él. En tanto, Los Hijos del Capitán Grant era una misión de rescate que recorre todo el hemisferio sur por mar y tierra, enfrentándose a todo tipo de peligros. Parecía lógico que el siguiente relato se trasladara a los abismos oceánicos.
La aventura que nos narra Veinte mil leguas de viaje submarino se inicia en 1866. La fecha no es casual: ese fue el año en que Julio Verne comenzaría a escribir esta novela, probablemente la más ambiciosa de su carrera. La idea original del libro provino de George Sand, seudónimo de Amandine Aurore Lucile Dupin, escritora francesa, quien había escrito a Verne, tras haber disfrutado Viaje al centro de la Tierra y De la Tierra a la Luna: “Espero que pronto nos conduzca usted a las profundidades del mar y que haga viajar a sus personajes en esos aparatos de buzos que su ciencia e imaginación pueden permitirse perfeccionar”.
Como es típico en Verne, la obra comienza con un misterio: la desaparición de una serie de barcos, de la que se culpa a un monstruo marino. El oceanógrafo Pierre Aronnax, su criado Conseil, y el arponero canadiense Ned Land son contratados por el gobierno norteamericano para unirse a una expedición a bordo de un buque de la marina de guerra estadounidense: el Abraham Lincoln, al mando del almirante Farragut, cuya misión era resolver el misterio. Tras meses de búsqueda infructuosa, el navío encuentra al "monstruo", que resulta ser un enorme submarino, el Nautilus, impulsado por energía eléctrica. Aronnax, Conseil y Land son llevados a su interior y hechos prisioneros por el excéntrico Capitán Nemo, personaje desgraciado y brillante, con un oscuro pasado y de grandes aptitudes científicas y artísticas. Éste les permite vivir a bordo y moverse a placer como invitados, pero les advierte que, para preservar su secreto, nunca los liberaría. Desde ese momento y a lo largo de los tres libros en los que se divide la novela, el Nautilus recorre 80.000 km (una legua francesa equivale a 4 km) por todo el globo dando la oportunidad a los tres invitados/prisioneros de presenciar una larga lista de maravillas submarinas, desde animales fantásticos hasta paisajes extraordinarios, como las ruinas de la perdida Atlantis.
LA OBRA
La estructura de casi todas las novelas de Verne sigue un patrón muy similar: un hombre de pensamiento racional (a menudo científico) viaja a algún lugar exótico (normalmente en la Tierra) y experimenta una serie de aventuras más o menos inconexas relacionadas con la búsqueda de algo o alguien, sea una persona, una misión o un objeto. El viaje, tanto literal como metafóricamente, es el núcleo de los trabajos de Verne. No es una coincidencia que la gran Edad de la Exploración estuviera, de hecho, llegando a su fin en los últimos años del siglo XIX. El mundo había sido explorado casi en su totalidad y así la ficción de Verne conectaba con el íntimo y muy humano deseo de que aún existieran lugares secretos y misteriosos esperando a ser descubiertos; uno de ellos eran las profundidades marinas.
Los protagonistas de la novela son, una vez más, arquetipos muy queridos por Verne. Aronnax es el sabio curioso y moderado, cuyo corazón se encuentra allá donde pueda descubrir nuevas maravillas para la ciencia. Encarna el elemento intelectual, el personaje que con sus observaciones y comentarios aporta peso científico a la obra. Acompañándole y resolviendo todas aquellas cuestiones de índole practica de las que el científico no se preocupa, está Conseil, el fiel sirviente, bueno para todo, tan simple y austero en sus necesidades personales como honrado y leal. Y, por último, el hombre de acción, Ned Land, valiente e impulsivo, quien compensa su falta de templanza con habilidad y fortaleza física. En resumen, un reparto casi idéntico al que ya había utilizado Verne en su primera novela, Cinco Semanas en Globo.
Ahora bien, Aronnax, Conseil y Land han quedado superados por el tiempo. Los héroes de las novelas actuales son más humanos, se ajustan menos a un modelo ideal y el lector encuentra más sencilla la identificación con ellos. Por eso, el protagonista oficioso de Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino y el que ha logrado la inmortalidad ha sido el carismático Capitán Nemo, quien se ve obligado a vagar por los mares, exiliado y atormentado por las muertes que pesan en su alma. Angustiado por un trágico pasado que Verne solo nos deja entrever, oscila entre el idealismo y la personalidad tiránica e intolerante.
Sin embargo, el oscuro y misterioso comandante del Nautilus no puede ser calificado claramente como villano —tal y como aparece retratado en algunas adaptaciones cinematográficas—. Su profundo resentimiento contra el mundo y los actos que lleva a cabo son comprensibles en el marco de su sentido del honor y estricta lealtad a los principios que rigen su vida. Es esa complejidad la que lo ha convertido en su creación más famosa y sobre la que volvería en más de una ocasión.
Y es que, como ocurrió con De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna, la concepción que Verne tenía de la historia cambiaría desde el momento de publicación de la primera a la segunda parte. En Veinte mil leguas de viaje submarino el misterioso comandante del Nautilus era un aristócrata polaco revolucionario cuya familia había sido asesinada por los rusos al participar en el alzamiento de enero de 1863. El editor de Verne, Hetzel insistió en que se retirara la mayor parte de las alusiones directas a su identidad por considerarlo demasiado ofensivo para la Rusia zarista, entonces aliada de los franceses. En la secuela del libro, La Isla Misteriosa (1874), se revela que Nemo es un noble indio, el príncipe Dakkar, cuya animosidad es contra los imperialistas británicos (enemigos tradicionales de Francia) por matar a su familia durante el Motín de 1857. Tal cambio, sin embargo, haría que muchos detalles referentes a su edad y biografía no concordaran con el primer libro. Nemo, como muchos personajes de ficción, es una especie de concepto en movimiento continuo, modelado por las exigencias particulares de cada historia.
VISIÓN CIENTÍFICA EN VEINTE MIL LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO
En cuanto a los elementos de ciencia ficción anticipadas en la obra y que asombrarían al mundo posteriormente, destaca el maravilloso Nautilus. El desarrollo de submarinos era un campo en el que ya existían considerables avances y en el que se venía trabajando desde el siglo XVII. La creencia popular de que Verne "inventó" o "profetizó" el submarino no puede estar más alejada de la realidad. Sin embargo, sí se le pueden atribuir otros méritos, como el uso de la electricidad como fuerza motriz e incluso medio de defensa y la generación de esa electricidad a partir de una misteriosa fuente de energía que Nemo muestra a Aronnax y que bien podría ser algo parecido a la energía nuclear. La necesidad de emerger periódicamente para renovar el aire, la velocidad desarrollada y el aire furtivo de sus movimientos son destellos proféticos de Verne. El submarino cuenta, además, con laboratorios de procesamiento, biblioteca y todo lo necesario para vivir durante meses de forma autónoma, como un gran submarino nuclear moderno. Otras características del Nautilus, sin embargo, revelan que Verne desconocía los efectos que sobre el casco de un submarino podía tener la presión del agua.
De nuevo nos encontramos aquí con la aproximación ambivalente de Verne a la ciencia, la tecnología y los nuevos descubrimientos. El Nautilus, un prodigio de la ingeniería, permite acceder a los misterios de la ciencia oceanográfica y domar el desconocido mundo submarino. Al mismo tiempo, es un arma en manos de alguien que pretende el lucro personal o bien atacar a aquellos que no comulguen con su propia ideología. En tiempos de Verne, la invención de la navegación a vapor, más segura y rápida que los navíos a vela, había convertido a ese medio de transporte en un pilar fundamental del comercio, la economía y el entramado colonial de los países. De hecho, al comienzo del libro, la gran preocupación es el efecto que ese "monstruo" está teniendo en el comercio y la economía. Por tanto, el planteamiento del submarino como arma fue algo más novedoso que el diseño del mismo. Al fin y al cabo, veinte años después de la publicación de la novela de Verne, en 1888, Isaac Peral puso en marcha su submarino, el primero verdaderamente moderno y cuyo diseño aún se mantiene vigente. En cambio, el escenario político/económico imaginado por Verne, el hundimiento por submarinos de navíos de carga y transatlánticos, no haría su aparición hasta la Primera Guerra Mundial.
Ciertamente, Verne no escapa aquí a sus defectos, el más molesto de los cuales quizá sea la larga lista de criaturas marinas y las detalladas indicaciones sobre las localizaciones geográficas que va glosando a medida que el Nautilus pasa de un océano a otro. Los textos combinan el didactismo enciclopédico con aventuras de alto vuelo para formar narraciones poderosas, a menudo estructuradas, alrededor de un viaje iniciado e impulsado por fuerzas externas (Muy raramente el motivo es la exploración pura y dura).
Carente de un argumento estructurado, la novela no es más que un largo diario de viaje a bordo, hilando aventuras bajo las cuales no discurre ningún desarrollo temático. Desde el punto de vista estilístico, su tiempo pasó y, aunque la prosa no es particularmente brillante y su estilo pueda resultar algo tedioso, la fuerza de las imágenes no ha sufrido el desgaste del tiempo.