En términos generales, se designa con el término de pueblo al conjunto de personas que componen una Nación, aunque también con la misma palabra se suele designar a las personas que conforman tan solo una parte de un país, como ser una localidad o una región que se encuentra situada fuera de lo que es la gran ciudad, en lo que llamaríamos zona rural. Asimismo, en muchas oportunidades el término pueblo es utilizado para designar alguna identificación de tipo étnico, especialmente en aquellos contextos en los que se utilizan expresiones como pueblos primitivos, antiguos o indígenas.
UN CONCEPTO DIFÍCIL
Ahora bien, la definición de pueblo (del latín populus) es muy compleja, polémica y demasiado ambigua; y lo es desde los orígenes de los sistemas jurídicos y del pensamiento político occidental. De hecho, actualmente viendo la mayoría de las constituciones nacionales de los distintos países del mundo se puede comprobar esto, ya que el término pueblo muestra una especial participación y significación, comprendiendo además una parte importante y propia del derecho constitucional. Por ejemplo, si nos ponemos a revisar muchas de las constituciones nacionales de países como Estados Unidos, Argentina, España y Colombia nos encontramos con que el término pueblo ocupa un especial y destacado lugar como consecuencia de que la palabra expresa al sujeto de la soberanía. Porque pueblo –para la teoría política y el derecho constitucional– es el sujeto de la soberanía nacional, entendida como soberanía popular.
Si bien en términos del absolutismo monárquico se consideraba que la soberanía procedía de Dios, las concepciones que le sucedieron tras los profundos cambios y transformaciones políticas y sociales que se dieron luego de la Revolución Francesa empezaron a considerar al pueblo como el principal depositario de la soberanía. Es más, a partir del siglo XX, casi todas las constituciones nacionales de las naciones del mundo se expresaron acerca de este punto, dejando en claro y asentado legalmente quién sería el verdadero sujeto y dueño de la soberanía: el pueblo.
Por otra parte, hay mucha gente que usa el término con una connotación negativa desde una perspectiva de jerarquización social, es decir, utilizan la palabra pueblo cuando quieren dar cuenta de aquella gente común, humilde, simple y que no presenta una cierta educación formal que se acerque a la media.
De todas maneras, según se especificó anteriormente, el concepto de pueblo es ambiguo, y es posible por ello utilizarlo con un sentido equívoco en cualquier argumentación o discurso. Tiene connotaciones antropológicas, etnológicas, políticas, psicológicas e históricas que no han sido sistematizadas interdisciplinariamente. Si tenemos en cuenta las distintas perspectivas disciplinarias desde las cuales se puede analizar el tema, no resulta extraño que se presenten dificultades.
Las identidades colectivas que cristalizan en la idea de pueblo pueden tener como aspectos esenciales la comunidad de un territorio (el pueblo del Nilo, el pueblo de París), la identidad histórico-religiosa (el pueblo judío), la identidad cultural (el pueblo quechua), la identidad política (el pueblo argelino) o la identidad social (el pueblo trabajador). En los hechos, los diversos componentes se combinan, aunque no siempre. De hecho, la identidad territorial y política impuesta a partir de la formación del Estado-nación moderno ha dado lugar a sociedades donde coexisten grupos humanos que comparten la misma identidad como pueblo con grupos humanos de otras naciones, lo cual ha dado lugar a múltiples conflictos que se prolongan hasta nuestros días.
EL CONCEPTO EN AMÉRICA LATINA
En América Latina también encontramos una situación compleja en cuanto a la definición de pueblo, ya que junto a la cultura individualista heredada de la colonización occidental se encuentra el resurgimiento de las identidades indígenas, la aparición de movimientos sociales de orientación clasista, la emergencia de movimientos políticos que reivindican la identidad latinoamericana, etc. Ahora bien, el elemento colectivo más estable sería el determinado por la conformación de los Estados nacionales. De hecho, muchos pensadores pretenden explicar esto por la presencia de un sujeto fundamental, el mismo pueblo, que ha ido cristalizando y orientando las sociedades latinoamericanas actuales. No obstante, esta teoría es frágil en la medida en que se observa la arbitrariedad de ciertos recortes sociopolíticos del continente, y en la medida en que se considera la influencia decisiva que en algunos países tuvo la inmigración.
Parece claro que en el Tercer Mundo el concepto de pueblo sintetiza diversos elementos: la lucha por la independencia nacional contra la dominación extranjera, la lucha contra la dominación de las minorías, la lucha por la conservación o construcción de una identidad colectiva que sirva para integrar la sociedad atomizada por el capitalismo dependiente, así como las idealizaciones de la igualdad social.
Ahora bien, el sistema jurídico internacional ha consagrado a los Estados como sujetos, con lo cual el Estado-nación se convirtió en la fuente de legitimidad. Así pues, ello fue criticado por la corriente jurídico-política que defiende los “derechos de los pueblos” como fuente de toda legitimidad. En esta doctrina, que inspiró la Declaración de Argelia de 1976, uno de los postulados básicos es la autodeterminación de los pueblos como norma del Derecho internacional y el Derecho interno. Con ello se apunta a terminar no solo con las dominaciones imperialistas y coloniales, sino también con la dominación de las minorías que no representan a los pueblos.
EL DERECHO A LA LIBRE DETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS
En virtud del principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos, todos los pueblos tienen el derecho a decidir sus propias formas de gobierno, perseguir su desarrollo económico, social, cultural, y estructurarse libremente, sin injerencias externas y de acuerdo con el principio de igualdad. Por ello, la libre determinación se halla recogida en algunos de los documentos internacionales más importantes, como la Carta de las Naciones Unidas o los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, aunque no figure en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
De este modo, todo Estado tiene el deber de promover, mediante acción conjunta o individual, la aplicación del principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos, y de prestar asistencia a las Naciones Unidas en el cumplimiento de las obligaciones que se le encomiendan respecto de la aplicación de dicho principio, a fin de:
No obstante, el concepto de libre determinación tiene una gran fuerza y un carácter especialmente polémico. El Comité de Derechos Humanos ha puesto de manifiesto su naturaleza fundamental al señalar que es requisito necesario para la plena efectividad de los derechos humanos individuales. Su mención en el discurso político contemporáneo puede levantar temores de desestabilización, incluso violenta; se ha asociado, inclusive, con posiciones políticas extremistas.
Esta multiplicidad de sentidos se deriva de que la libre determinación está estrechamente ligada al término pueblo, concepto que –como venimos desarrollando– no deja de ser problemático y que, a su vez, no ofrece un único significado. Por el contrario, tanto la doctrina como los Estados u otros agentes internacionales han tratado de hacer valer sus respectivas concepciones. De hecho, a partir de 1960, la definición de los pueblos coloniales como sujetos de la libre determinación supuso un impulso esencial para la descolonización y colaboró en una auténtica universalización de la sociedad internacional. Una concepción mayoritariamente occidental considera también pueblo al conjunto de habitantes de un Estado unitariamente considerado, mientras que diversas minorías nacionales o pueblos indígenas dentro de Estados se han autodefinido como pueblos. Sus reivindicaciones ponen de manifiesto la tensión y los conflictos que existen entre el derecho de libre determinación de los pueblos y la integridad territorial de los Estados.
CONTENIDO
El contenido de derecho a la libre determinación de los pueblos se concreta en varios artículos, de los cuales pueden destacarse los siguientes: