El espacio rural es un paisaje de composición mixta que se conforma de elementos físicos abióticos, como el suelo, el agua y la atmósfera, y bióticos, como los animales salvajes y la vegetación natural, combinados con un alto grado de transformación producido por la acción humana.
Las actividades que el hombre realiza y que modifican el paisaje natural son actividades económicas. La cría de animales domésticos, el cultivo de plantas y la construcción de infraestructura para el desarrollo de su vida, humanizan su hábitat sin llegar a convertirlo en urbano. Allí el hombre se dedica principalmente a la agricultura, la ganadería, la explotación forestal, la caza, la pesca y otras actividades económicas comprendidas en el sector primario.
Pero entre los términos rural, agrario y agrícola existen diferencias conceptuales. Mientras “agrícola” refiere únicamente a actividades vinculadas a la agricultura, “agrario” incluye a todas las actividades del sector primario y, finalmente, rural comprende a cualquier actividad desarrollada en espacios no urbanos.
LOS ELEMENTOS DEL PAISAJE RURAL
El paisaje o espacio rural se compone de una serie de elementos visibles, pero influenciado por factores invisibles, físicos y humanos, que en conjunto definen sus características.
Estos elementos son el espacio cultivado, el espacio no cultivado, el hábitat o espacio habitado y el espacio organizado.
Los factores que influyen el paisaje rural son de naturaleza física, como el relieve, el clima, los suelos o la hidrología; y humanas, como la demografía, la economía y la política.
La conjunción de elementos y factores dan como resultado diferentes tipos de paisajes rurales en todo el mundo.
Espacio cultivado
Se divide en parcelas, unidad mínima de producción agraria, y éstas se agrupan en explotaciones cultivadas por un mismo agricultor. Está definido por su morfología agraria, es decir el tamaño y los tipos de límite de la parcela; los diferentes cultivos o la producción ganadera que allí se explotan; y el sistema de propiedad y tenencia de la tierra.
Por su forma puede ser regular o irregular según el dibujo que forman sea geométrico o no. Por lo general las parcelas irregulares se ven en los lugares de relieves abruptos.
Por el tamaño se clasifican en grandes y pequeños, formas de explotación definidas como minifundios o latifundios, respectivamente.
Según sus límites pueden ser parcelas abiertas, que son aquellas que no cuentan con una separación física respecto a las circundantes; o cerradas, que son las que están separadas de las vecinas por setos, muros, vallas, alambradas y otros elementos delimitadores. Esto permite diferenciar el llamado “campo abierto” del “campo cerrado”.
En los campos abiertos las parcelas por lo general se distribuyen de una manera ordenada y regular, formando una especie de hojas alargadas en medio de los caminos, siguiendo un plano que se cierra sobre el núcleo de población que oficia de centro. Las zonas de cultivo no son arboladas y el sistema es de rotación. Es el paisaje típico de las zonas centrales de Europa.
Los campos cerrados presentan parcelas separadas por setos, muros o vallas y suelen ser irregulares, dándose por lo general en las zonas montañosas. Se ingresa a las parcelas por medio de caminos que ocasionan el desaprovechamiento de mucho suelo, aunque agilizan el movimiento. Es un tipo de paisaje desarrollado para compatibilizar la ganadería con la agricultura, porque permite tener el ganado suelto favoreciendo a su vez el abono de las tierras. Por lo general son explotadas con policultivos dedicados al autoabastecimiento.
Por el tipo de producción las parcelas pueden ser agrícolas, pastoriles o forestales, aunque en algunos casos se presenta un aprovechamiento mixto de las tres actividades o de dos de ellas. Los cultivos agrícolas pueden ser herbáceos (cereales, leguminosas), arbustivos (vid) o arbóreos (frutales, olivos).
La cría de animales se clasifica según el tipo: bovina o vacuna, porcina, caprina, equina y avícola; o por el destino final de la producción que puede ser para carne, leche, huevo, piel, lana, etc.
Por el sistema de cultivo se clasifica en policultivo y monocultivo. En el primero el agricultor produce para su consumo y comercializa el excedente; en el segundo caso la producción va directamente al mercado, buscándose las técnicas más adecuadas para una mayor producción.
La agricultura puede ser de secano (solo agua de lluvias) o de regadío (el agricultor se ocupa de aportar con sistemas de riego artificial). Además puede ser intensiva o extensiva. La intensiva es la que se realiza en poca extensión, pero utilizan abundante mano de obra dadas las técnicas que se utilizan; la extensiva necesita mucho espacio, al estilo de las estancias argentinas, pero poca mano de obra.
La propiedad de la tierra puede ser pública, privada o colectiva. Pero puede ocurrir que la explotación no esté a cargo del propietario sino que exista explotación indirecta: el dueño la da a explotar en calidad de arrendamiento (recibe un pago anual) o aparcería (recibe un porcentaje del rendimiento).
Espacio no cultivado
Puede ser permanente o temporal. El permanente es el caso de aquel espacio que por el estado del suelo no permite la explotación agrícola; el temporal es el que no está cultivado circunstancialmente, pero lo estuvo y puede volver a estarlo.
Hábitat
Se designa de esta manera a la parte habitada del paisaje, la distribución de la población en el territorio. Existen dos tipos principales de poblamientos, el urbano y el rural. El poblamiento rural es todo aquel que no reside en las ciudades, para diferenciar uno de otro se fijan números de habitantes que varían según el país. La unidad mínima del hábitat la constituye la vivienda, el conjunto de viviendas forma aldeas o pueblos. A su vez el hábitat puede ser concentrado en un solo núcleo desde donde sus habitantes se desplazan hacia la zona de tareas; o puede ser disperso, cuando la población está dispersa por el territorio; o bien una forma mixta donde existen uno a varios núcleos de población, además de la que se encuentra dispersa en el territorio.
LA VIVIENDA
La vivienda rural se caracteriza por ser, además de residencia, lugar donde se desarrollan actividades productivas. Allí se almacenan cosechas, se guardan las herramientas para el trabajo agrario y se crían animales, entre otras actividades. Según estas necesidades, los factores climáticos y los materiales disponibles, será el tipo de vivienda rural que se construya. En las zonas arboladas, de clima frío, las casas se construyen de madera, con techos a dos aguas y ángulos elevados para que no se junte la nieve; en tanto en zonas áridas las casas por lo general se construyen de adobe o piedra, con pocas aberturas y muros anchos para que no entre el calor.
Espacio organizado
Es el aporte de los elementos humanos que organizan el espacio, como la red vial, la energía eléctrica, las comunicaciones y el resto de la infraestructura imprescindible para la habitabilidad del espacio.
LA REVOLUCIÓN VERDE
En la actualidad el paisaje rural se ve condicionado por los avances generados por la llamada revolución verde. Este movimiento comenzó a gestarse en 1950 y gracias a él el ritmo de crecimiento de la producción agrícola ha aumentado de tal manera que supera con creces al aumento de la población. Se ha llegado a un punto en el que la producción agrícola medida en calorías, es suficiente como para alimentar a toda la humanidad. Y esto se ha conseguido sin afectar mayor cantidad de hectáreas al cultivo, sino aumentando el rinde por superficie.
Los beneficios
Este aumento de productividad se ha logrado gracias a las nuevas variedades de cultivo de alto rendimiento que, junto a las nuevas prácticas de cultivo que se sirven de fertilizantes, pesticidas y maquinaria pesada, han logrado el ansiado objetivo.
Para tener una noción de los resultados producidos por la revolución verde, basta con citar el caso de India, un país sometido a periódicos azotes de hambruna que logró en los últimos años cereal suficiente para su población; o el caso de Indonesia, que pasó de importar grandes cantidades de arroz a ser país exportador. El mismo tipo de mejoras que en Asia puede observarse en Latinoamérica.
Los problemas
Si bien los beneficios aportados por la revolución verde son palpables y no admiten discusión, son innegables los trastornos que ha provocado, entre otros, los daños ambientales y el gran consumo de energía que demanda.
El movimiento de tractores y otras maquinarias agrícolas implica el uso de combustible; la construcción de canales, presas y sistemas de irrigación demanda energía; la fabricación de fertilizantes y pesticidas lleva petróleo; el transporte y la comercialización mundial de los productos agrícolas consume combustibles fósiles. Esto lleva a decir que la agricultura moderna es un sistema gigantesco de conversión de la energía, sobre todo petróleo, en alimentos.
De lo dicho se desprende que la agricultura en la actualidad implica una importante inversión de capital y una operatoria de tipo empresarial, diferente del modelo tradicional. Esto hace también que el aumento de la producción no se traduzca en solución al problema del hambre, porque éste está ligado a la pobreza y, si bien hay capacidad para producir alimentos suficientes, un enorme número de pobladores del planeta carece de recursos para adquirirlos. Este segmento de la población se ve perjudicado además por la retracción de la agricultura tradicional, que habitualmente cubría a bajo costo las necesidades de subsistencia. Sin embargo hoy, dada la globalización del mercado, se exporta la mayoría de lo producido, política comercial que se refleja en el precio del remanente que queda en el mercado local.
En el futuro, según se estima, la producción agrícola aumentará aun más que la población mundial, aunque de manera más lenta que en la actualidad. Esta disminución del ritmo se debe a que ya no hace falta continuar con los aumentos de la producción pues el mercado está satisfecho, pero lamentablemente, fuera de él, quedan aquellos que no pueden pagarlos al precio que animaría a los agricultores a producir más.