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Los agroquímicos ¿un peligro?



Los productos agroquímicos cumplen diversas funciones: proporcionan nutrientes de modo químico (fertilizantes), combaten insectos y microorganismos (insecticidas), eliminan todo tipo de malezas (herbicidas), o incluso también evitan la propagación de hongos y algas en los cultivos (fungicidas). Sin embargo, pueden resultar perjudiciales para el medioambiente.

El desarrollo de la agroquímica comenzó a mediados del siglo XIX en Europa, por aquella época se registraron diversas hambrunas que produjeron la migración de muchas personas. Ante esta situación se buscó la forma de optimizar el proceso de producción agraria.

En este marco, se destacó el químico Justus Liebig quien analizó las cenizas de las plantas y elaboró el primer abono artificial. Sin embargo, su fórmula no era del todo correcta y no obtuvo mucho éxito.

Más tarde se descubrió que era necesario incluir el nitrógeno porque éste es uno de los elementos básicos para el desarrollo de las plantas. El inconveniente era que se debía desarrollar un método para “fijar” el nitrógeno de modo que las plantas lo pudieran utilizar.

Esta necesidad de incorporar más abono a la tierra se debió a su uso intensivo; pues en una explotación normal el contenido natural de nitrógeno que contiene el suelo, aumentado con el abono de excremento animal, es suficiente para que una plantación dé fruto con éxito.

Quienes consiguieron elaborar el primer abono artificial fueron dos químicos alemanes. Hay que tener en cuenta que a finales del siglo XIX y principios del XX, en Alemania se venían utilizando sales de nitrógeno para la fabricación de explosivos. Entre 1907 y 1909, el químico Fritz Haber investigó la posibilidad de utilizar la reacción entre el nitrógeno y el hidrógeno atmosféricos para formar amoniaco, que a su vez se puede oxidar para obtener ácido nítrico. Por su parte, el químico Carl Bosch desarrolló un catalizador capaz de llevar a cabo el procedimiento de Fritz.

Al finalizar la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918), el proceso desarrollado por Haber-Bosch cambió el aspecto de la agricultura en el mundo. El acceso del nitrógeno a bajo costo permitió aumentar entre un 15 % y hasta un 75 % la producción de diferentes alimentos.

A partir de entonces, se han desarrollado diversos agroquímicos; algunos de ellos han generado controversias al considerarlos dañinos para el medio ambiente.

Día Mundial Contra el Uso Indiscriminado de Agroquímicos



El 26 de noviembre de cada año se conmemora el Día Mundial Contra el Uso Indiscriminado de Agroquímicos. Esta fecha fue dispuesta por 400 organizaciones en 60 países, recordando a las miles de personas fallecidas y otras miles que quedaron con secuelas, a consecuencia del accidente de Bhopal – India- en 1984, donde fue liberado un componente químico utilizado en la elaboración de un plaguicida de la Corporación Unión Carbide.

La finalidad es hacer un llamado a la reflexión y toma de conciencia de la población mundial, sobre la grave crisis ambiental generada por el uso de los agroquímicos a nivel global.

Fertilizantes

Son sustancias que proveen de nutrientes a una plantación para obtener un buen rendimiento del cultivo. Entre todas las sustancias químicas que contienen los fertilizantes, tres son indispensables para el crecimiento de las plantas: el nitrógeno, el fósforo y el potasio. De esos tres, el nitrógeno es el que más daño ha causado al medio ambiente.

El peligro de producir contaminación con fertilizantes se da cuando éstos se utilizan en mayor cantidad de la que pueden absorber los cultivos, o cuando se eliminan por acción del agua o del viento de la superficie del suelo antes de que puedan ser absorbidos. Así, los excesos de nitrógeno y fosfatos pueden infiltrarse en las aguas subterráneas o ser arrastrados a cursos de agua.

Como consecuencia se puede provocar la eutrofización en ríos, lagos y embalses. Se trata de un enriquecimiento de nutrientes que genera proliferación de especies como algas y otras plantas verdes que cubren la superficie. Cuando el ambiente llega a estas condiciones se genera un elevado consumo de oxígeno y se dificulta la incidencia de la radiación solar por debajo de la superficie. Muchos peces se ven afectados por la falta de oxígeno y mueren; el ecosistema se altera. Incluso, en un cuerpo de agua cerrado, por ejemplo una laguna, el proceso de eutrofización puede terminar por convertir al cuerpo de agua en tierra firme.

Asimismo el agua subterránea puede verse afectada por la presencia de nitratos. La reserva de agua subterránea es muy importante para los países, sin embargo, en varias zonas este recurso hídrico está contaminado hasta el punto de que ya no reúne las condiciones establecidas en las normas actuales para el consumo humano.

Plaguicidas o pesticidas

Son aquellas sustancias u organismos capaces de exterminar toda vida animal o vegetal que pueda afectar a la salud, la alimentación o a la economía del hombre. Los plaguicidas más relevantes son insecticidas, herbicidas y funguicidas.

- Insecticidas: se emplean para exterminar plagas de insectos. El más popular se llama DDT que se caracteriza por tener una acción rápida. Es insoluble en agua, pero, arrastrado por el viento o las aguas corrientes, provoca la muerte de los peces. Además el benceno que contiene permanece en el suelo y la atmósfera. Por estas y otras razones, a partir de 1969 se empezó a prohibir su uso en los países desarrollados.

- Herbicidas: se utilizan para eliminar plantas indeseadas. Existen dos clases de herbicidas, los totales que eliminan todo tipo de planta, y selectivos que solo atacan a las “malas hierbas”. En la agricultura se utilizan los herbicidas selectivos para matar objetos específicos, dejando el cultivo deseado relativamente ileso. En cambio, los herbicidas totales se utilizan para limpiar terrenos baldíos, zonas industriales, vías férreas, etc.

En general, el empleo de herbicidas afecta las poblaciones de aves las cuales encuentran disminuido su alimento.

- Fungicidas: se utilizan para impedir el crecimiento o para matar los hongos y mohos perjudiciales para las plantas, los animales o el hombre. La mayoría de los fungicidas de uso agrícola se fumigan o espolvorean sobre las semillas, hojas o frutas para impedir la propagación de la roya, el tizón, los mohos, o el mildiu (enfermedades de las plantas).


Frutillas maduras afectadas por mildiu.

El sector que más empleó y emplea los plaguicidas es el agrícola, con el objetivo de mejorar la calidad y cantidad de alimentos. La salud pública también se ha servido de estas sustancias para controlar vectores de enfermedades epidémicas como la malaria.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), los clasifica de acuerdo a la peligrosidad teniendo en cuenta la dosis letal (DL) promedio oral o cutánea. El parámetro de medición que se emplea es el LD50, se calcula midiendo el número de miligramos de componente activo por kilogramo del peso del cuerpo, necesario para matar el 50 % de un muestreo de animales - con frecuencia ratas. Cada plaguicida es luego clasificado en cuatro categorías:

* Ia, extremadamente peligroso

* Ib, altamente peligroso;

* II, moderadamente peligroso; y

* III, ligeramente peligroso.

Para prevenir posibles accidentes en la manipulación de estas sustancias los trabajadores reciben una capacitación, sin embargo, no en todos los países sucede lo mismo. Es por ello que la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) recomienda que los plaguicidas de las categorías Ia, Ib y, preferentemente II, no sean utilizados en esos países. Además, propone que aquellos productos que no han sido identificados bajo alguna categoría, siempre sean considerados como de la mayor peligrosidad siguiendo las normas de la OMS.

Clasificación

Los plaguicidas se clasifican en:

• Hidrocarburos clorados: son compuestos químicos sintéticos, derivados de hidrocarburos (petróleo, gas). Tienen alta persistencia en el ambiente. Ejemplos: DDT, aldrín, dieldrín, endrín, heptacloro, hexaclorobenceno, mirex y clordano.

• Organofosforados: tienen alta toxicidad y son de vida muy corta, por lo que no tienen efecto residual. Ejemplos: malatión, metamidofos, paratión. Actualmente muchos plaguicidas de este grupo se encuentran prohibidos.

• Organoclorados: desarrollados principalmente para controlar las poblaciones de insectos plaga. Contienen cloro en su estructura y tienen efecto residual. Ejemplos: DDT, clordano, dieldrín, endrín, heptacloro, aldrín.

• Carbamatos: son derivados del ácido carbámico y presentan rápida degradación ambiental. Ejemplos: metiocarb, carbaril, carbofurán, aldicarb, metomil, propoxur.

• Naturales: obtenidos en base a plantas, como los piretroides del piretro, la nicotina del tabaco, la rotenona del barbasco, etc.

Consecuencias para la salud y el medio ambiente

La población se encuentra expuesta a estos productos por medio de los alimentos de origen vegetal (frutas, verduras, cereales, leguminosas) o animal (carne bovina, porcina y sus derivados, pescado, productos lácteos, huevo, etc.). Otras fuentes contaminadas que afectan a la población en menor grado son el agua, el aire, la tierra, la fauna y la flora.

La OMS estima que 3 millones de personas por año resultan envenenadas con plaguicidas, la mayoría de éstas en países en desarrollo. Cada año mueren alrededor de 20.000 de estas víctimas de envenenamiento.

En cada país existen organismos encargados de certificar y garantizar la calidad de la producción, es así que los alimentos al ser expuestos a diversos plaguicidas deben respetar “un límite máximo” de residuo una vez puestos a la venta. De este modo se garantiza que los consumidores queden menos expuestos a la ingesta de estas sustancias.

Especial cuidado deben mantener aquellas personas que trabajan con plaguicidas, tanto al momento de manipular estos productos como de almacenarlos. Es necesario proceder con máximo cuidado para evitar intoxicaciones por descuido.

En lo que respecta al ambiente, el problema se constata en el residuo que resulta luego de la utilización del plaguicida. Si bien se aplica en una zona determinada, su dispersión puede ser mucho más grande. Se han encontrado restos de plaguicidas, incluso en locaciones tan remotas como la Antártida.

Los plaguicidas pueden tener diversos niveles de persistencia, esto significa que pueden permanecer más o menos tiempo en el ambiente sin sufrir una transformación o degradación según su naturaleza química. Así, un plaguicida con alto nivel de persistencia mantiene sus propiedades físico-químicas por un tiempo prolongado. Por ello, tiene una alta probabilidad de interaccionar con los seres vivos, de acumularse en los distintos compartimentos del ambiente y de producir efectos tóxicos en los organismos.


Áfidos, existen cerca de 4000 especies; muchas de ellas son plagas para los cultivos agrícolas y forestales.

Existe una clase de plaguicidas, los organoclorados, que debido a su estructura química tienen una persistencia alta. Cuando se los utiliza, permanecen inalterados en el ambiente por largo tiempo. Debido a que no se disuelven en el agua, se evaporan pasando al aire o uniéndose a las partículas del suelo, como vapor o polvo. Es por esto que pueden encontrarse a grandes distancias del lugar en que se los usó.

Cuando llegan a las aguas, estas sustancias pueden ser absorbidas por pequeños organismos llamados plancton, así se introducen en la cadena alimentaria de los ecosistemas acuáticos. Los peces que comen a estos pequeños organismos se ven contaminados. El último eslabón de la cadena puede ser el ser humano si ingiere estos peces. Debido a que estas sustancias se acumulan en las grasas de un organismo, su concentración va aumentando en cada etapa de la cadena. El aumento de la concentración del contaminante en los tejidos animales se lo conoce como biomagnificación.



Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (CIPF) es un acuerdo internacional de sanidad vegetal, establecido en 1952, que tiene como objetivo proteger las plantas cultivadas y silvestres previniendo la introducción y la propagación de plagas.

La CIPF permite a los países analizar los riesgos que corren sus recursos nacionales de plantas, y utilizar medidas científicas para proteger sus plantas cultivadas y silvestres.

Mediante la protección de los recursos fitogenéticos (diversidad de semillas y materiales para la siembra) contra las plagas y las enfermedades, la CIPF contribuye a proteger:

* A los agricultores de brotes de plagas y enfermedades económicamente devastadores.
* Al medio ambiente de la pérdida de diversidad de las especies.
* A los ecosistemas de la pérdida de viabilidad y funciones a consecuencia de las invasiones de plagas.
* A las industrias y a los consumidores de los costos de la lucha contra las plagas y su erradicación.