Relato misterioso que nos lleva a las profundidades de la sabiduría maya, esta transcripción considerada como una biblia de esa civilización contiene algunos de los pasajes más memorables de la literatura precolombina.
Pirámide maya de Kukulkán, también conocida como “El castillo”.
La definición de literatura precolombina no está exenta de polémica, pero no deja de entregarnos un rico mosaico de las culturas que habitaban nuestro continente antes de la llegada de los conquistadores. Uno de los textos precolombinos más emblemáticos es el Popol Vuh de los mayas, escrito en uno de los idiomas mayenses, el quiché. Traducido, el nombre parece darnos a entender el valor de esta obra para conocer la civilización maya de la boca de sus protagonistas: Popol significa reunión o comunidad mientras que Vuh significa libro, es decir, “Libro de la comunidad”. A pesar de ser conocido a nivel global hasta mediados del siglo XX, el manuscrito fue investigado por varias fuentes hasta su traducción y publicación, llevando a que sea influyente entre la cultura mexicana y guatemalteca a lo largo de los siglos. Un ejemplo es la monumental obra de Miguel Ángel Asturias, Hombres de Maíz, que desde su nombre hace referencia a los mitos mayas de la creación. Aquí conocemos un poco más de esta interesante obra.
Miguel Ángel Asturias, escritor guatemalteco que, además de realizar una de las primeras traducciones de la obra, se inspiró en ella para su carrera literaria.
Un camino accidentado
El trayecto del Popol Vuh hasta ser la obra que conocemos en nuestros días, editada bajo cualquiera de los formatos vigentes, tiene un camino accidentado, pasando por varias manos y personas distintas. De hecho, no se encontró la versión original del texto y hay muchas leyendas al respecto.
En primera instancia se reconoce una versión escrita en lengua quiché que corresponde al siglo XVI y habría sido redactada con caracteres del alfabeto latino. Al tener conocimiento de su existencia Fray Francisco Ximénez (1666 – 1723), un fraile dominico español, decidió realizar una traducción al español de las escrituras en quiché tras entrar en contacto con la comunidad maya en la actual Chichicastenango, Guatemala. Para demostrar la fidelidad de la traducción Ximénez tradujo la obra estructurándola a dos columnas: en una se podía leer el original y en la otra el texto en español. Sin embargo, la traducción de esta versión resultó tosca y confusa, llevándolo a realizar una segunda versión en su documento Historia de la Provincia de Santo Vicente de Chiapa y Guatemala, publicada un año antes de su muerte. Tras su fallecimiento sus trabajos van a ser archivados en el Convento de Santo Domingo en México y luego serán trasladados a la Universidad de San Carlos de Guatemala en el año 1829, por la expulsión de la orden dominica del territorio centroamericano durante el gobierno de Francisco Morazán (1792 – 1842).
Manuscrito original de la versión del Popol Vuh escrita por Fray Francisco Ximénez.
Pero a pesar del silencio y que los conocimientos del manuscrito de Ximénez solo estaban circunscriptos al círculo de frailes dominicos que conocía, el “redescubrimiento” del científico y diplomático austriaco Karl Scherzer (1821 – 1903) va a cambiar esta condición. Bajo sus órdenes se va a realizar una copia y edición del manuscrito en 1857 con el nombre “Las Historias del origen de los indios de esta provincia de Guatemala”. Sin embargo, la poca tirada le restará mérito y, en su lugar, lo ganará la figura del abate francés Charles Etienne Brasseur (1814 – 1874) que también tuvo contacto con la obra de Ximénez. Brasseur se encontraba familiarizado con la obra de los mayas, habiendo también contribuido a que se conozcan otras obras literarias de esta civilización, como el Memorial de Sololá o el Rabinal Achí. Su obra será la primera que alcanzará una difusión masiva bajo el nombre de “Historia de las naciones civilizadas de México y Centroamérica”, que contaba con una traducción del manuscrito de Ximénez junto a un manual de gramática quiché y un ensayo sobre la mitología centroamericana. Pero esta edición no solo será valiosa por su popularidad sino también porque es la que le da el nombre al texto, Popol Vuh, publicándola en 1861.
Dibujo que representa a Charles Etienne Brasseur, figura que dio a conocer el nombre de Popol Vuh.
En esta imagen se puede ver el trabajo de Ximénez: sobre la izquierda se observa el texto en quiché y sobre la derecha el texto en español.
El enigma del autor original
Como se mencionó, se desconoce el paradero del manuscrito original escrito en lengua quiché. Otro enigma es quién fue el autor de la obra. Algunas fuentes e investigaciones apuntan a un único autor, Diego Reinoso, mientras que otros indican a un colectivo de sacerdotes como sus autores. De lo que no parece haber duda alguna es que el contenido tiene su origen en la peregrinación del pueblo quiché-maya hacia la costa oriental de la península de Yucatán, un acto fundacional de este pueblo originario. Estos relatos habrían sido en primera instancia códices pictóricos pero ante la destrucción ejercida por los evangelizadores por considerarlos “peligrosos”, sus autores decidieron utilizar un alfabeto latino para transcribir su conocimiento en una laboriosa tarea de compilación para evitar el olvido. Otra seguridad es el lugar donde habría sido escrito: todo parece apuntar a Santa Cruz del Quiché en Guatemala aunque existen indicios de que también podría ser Chuilá, la actual Chichicastenango; la primera posibilidad tiene más consenso por las últimas palabras del Popol Vuh: “Así, pues, es el fin de todo el Quiché llamado Santa Cruz.”
Pero el manuscrito de Ximénez en manos de Brasseur no permanecerá en Francia. Tras su muerte pasará a manos del explorador, filólogo y etnógrafo francés Alphonse Pinart (1852 – 1911) que se deshizo de él rápidamente al venderlo al lingüista y etnólogo suizo Otto Stoll (1849 – 1922) por diez mil francos. En 1887 el manuscrito fue puesto en una subasta pública, siendo adquirido por el empresario norteamericano Edward E. Ayer (1841 – 1927), un exótico magnate que contaba con una amplia colección de manuscritos de pueblos originarios americanos. Tiempo después se decidiría por donar esta adquisición a la Biblioteca Newberry en Chicago, Estados Unidos, donde aún se encuentra.
Adrián Recinos, figura que dio a conocer una nueva versión traducida del Popol Vuh en el siglo XX.
Las investigaciones para reconocer el valor de la obra fueron encaminadas por el historiador y ensayista guatemalteco Adrián Recinos (1886 – 1962), que se dirigió a la ciudad de Chicago al escuchar que allí se encontraba un importante manuscrito. La sorpresa de hallarse con el manuscrito original de Ximénez lo llevó a hacer la traducción al español desde la fuente original, a diferencia del trabajo realizado por el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1899 – 1974) y el escritor y traductor español José María González de Mendoza (1893 – 1967), que trabajaron sobre la edición de Brasseur.
Cuestionamientos sobre la originalidad
No solo el autor y el manuscrito original son un enigma, también lo es la fidelidad u originalidad del manuscrito que conocemos en la actualidad. Una de las voces que plantea este cuestionamiento es el estudioso René Acuña, que da a entender que es sospechosa la concepción occidental del relato, que tiene poco de espontaneidad. La sospecha reside principalmente en que el texto haya sido utilizado para evangelizar al poblado quiché, llevándolos a aceptar algunas nociones del cristianismo a través del sincretismo. Además de la forma en que está estructurada; otro indicio alude a la ignorancia del quiché que muestra Ximénez en su traducción, cometiendo numerosos errores entre lo que transcribió en quiché y lo que transcribió en español.
La obra
Los estudios más exhaustivos coinciden en dividir a la obra en tres partes: