Durante los últimos años se ha asistido a un importante cambio en la relación entre el ser humano y el medio sobre el que habita; la ciudad ha pasado a ser el medio organizador de la vida social, económica, cultural y política de cada territorio en particular. Se ha consolidado una jerarquía urbana que está presidida por ciudades grandes, muy grandes, que son parte de la imagen representativa del nuevo mundo globalizado: las mega-ciudades. Las grandes ciudades son las piezas básicas del mundo interconectado, los espacios que estructuran las modernas relaciones económicas, sociales y culturales. Pero también, son los puntos que originan hacinamiento y pobreza.
Imagen nocturna de la ciudad de Tokio, en Japón. Su área metropolitana posee 36 millones de habitantes, lo que la convierte en la mayor aglomeración urbana del mundo.
UN MUNDO DE CIUDADES
En 2008 se produjo un hecho histórico para el planeta Tierra: la población urbana superaba, por primera vez, a la que vivía en el campo. Según datos actuales, algo más de 3.300 millones de personas habitan en espacios urbanos. Transcurridos 6.000 años desde la aparición de los primeros núcleos urbanos en Mesopotamia, la ciudad ha adquirido protagonismo frente a las áreas rurales como espacio esencial de la acción civilizadora del ser humano. En este contexto, las Naciones Unidas ha estimado que en las próximas tres décadas la población urbana mundial va a crecer a un ritmo superior al propio incremento de la población total.
En relación con ello, hay un dato vinculado con la propia evolución regional reciente de la población mundial y que manifiesta la pujanza de lo urbano en unas áreas u otras del mundo. Europa, Oceanía y América del Norte ya habían rebasado ese umbral del 50% de población urbana a mediados del siglo pasado; América Latina ha pasado del 40% al 75% en la segunda mitad del siglo XX; África y Asia, ha pasado del 10% al 45% en ese mismo período. Si nos referimos a los datos reales de población urbana en la superficie terrestre, los porcentajes señalados hablan de la consolidación del fenómeno urbano en el primer grupo de regiones mundiales, del rápido crecimiento en América Central y Sudamérica, y de la «explosión» de lo urbano en África y Asia.
La ciudad de Nueva York, una de las cinco aglomeraciones urbanas más grandes del mundo.
Aunque el fenómeno urbano no es reciente, el dinamismo y empuje que ha adquirido en los últimos dos siglos ha sido impresionante. Y los últimos cincuenta años han asistido al crecimiento de las grandes aglomeraciones urbanas, de las enormes ciudades, donde se concentra lo esencial de la población y las actividades, no solo de una región o de un país sino, incluso, de un espacio continental. Si el siglo XIX fue el siglo de la industrialización de la ciudad y el siglo XX ha sido el de la tercerización de sus actividades, el nuevo siglo nos está proporcionando un nuevo proceso urbano: la consolidación de las grandes capitales del mundo globalizado. Son las denominadas mega-ciudades, megalópolis o ciudades globales.
¿QUÉ ES UNA MEGA-CIUDAD?
Una mega-ciudad es, sin duda, una gran ciudad. No es un concepto nuevo, pero ha adquirido relevancia y significación científica en los últimos años, al amparo de la magnitud que ha cobrado el proceso de consolidación de estas estructuras urbanas. Aunque estamos acostumbrados a hablar de la ciudad, sin embargo, no hay una definición única para caracterizarla. Existen, en efecto, diferentes definiciones de lo «urbano»; las Naciones Unidas definen como «urbanos» aquellos asentamientos humanos con más de 20.000 hab. La ciudad sería el asentamiento que supera los 100.000 hab. Y conforme aumenta el tamaño de la ciudad y se extiende por el territorio circundante, surgen nuevos conceptos que es preciso conocer. Así, cuando hacemos alusión a «conurbano» estamos hablando del resultado espacial del proceso de crecimiento de varias ciudades por su propia dinámica, aunque una de ellas pueda encabezar el grupo, y que se integran para formar un sistema que suele estar jerarquizado, si bien las distintas unidades que lo componen mantienen su independencia funcional y dinámica.
En conjunto con su área conurbana, la población de la Ciudad de México suma más de 21 millones de habitantes, lo que la convierte en la tercera aglomeración urbana más grande del mundo, en la más grande del continente americano y en la ciudad hispanohablante más poblada del planeta.
Un grado superior, por tamaño del sistema urbano, sería el área metropolitana, que se define como el territorio formado por áreas urbanas y rurales que se encuentran social y económicamente integradas a una ciudad principal que actúa de núcleo funcional; vendría a equivaler a la expresión «aglomeración urbana». Por último, una región metropolitana sería el territorio amplio que engloba varios núcleos urbanos y núcleos rurales y espacio geográfico sin urbanizar, que se organiza en torno a una gran área metropolitana que estructura un espacio regional.
En este contexto, la «mega-ciudad» es la manifestación territorial de una gran concentración de población en un área urbana. Se ha hablado, tradicionalmente, de mega-ciudad para definir estructuras urbanas con más de 5 millones de habitantes. Conforme ha ido incrementándose la población en estas áreas, el umbral de población se ha elevado a 10 millones de habitantes.
Vista panorámica de la ciudad de Río de Janeiro, uno de los principales centros económicos y financieros de Brasil, conocida internacionalmente por sus iconos culturales y paisajes.
GEOGRAFÍA DE LAS MEGA-CIUDADES
En la actualidad hay 26 grandes ciudades que superan los diez millones de habitantes en el mundo; 26 mega-ciudades distribuidas repartidas por la superficie terrestre. De ellas, Tokio, Guangzhou (Cantón), Seúl, Ciudad de México, Shanghai, Delhi, Mumbai, Nueva York, São Paulo y Manila rebasan los 20 millones de habitantes en 2011. En la evolución de la importancia de las mega-ciudades a lo largo del siglo XX y las proyecciones esperadas para el siglo actual, hay un aspecto, de enorme interés geográfico. En efecto, si se analiza la evolución de las grandes ciudades del mundo en el último siglo se aprecia un dato significativo: la pérdida de protagonismo de las mega-ciudades europeas en beneficio de las grandes aglomeraciones de América y Asia. París o Londres, que junto a Nueva York, eran las capitales más pobladas del mundo a comienzos del siglo pasado, ya no ocupan un lugar destacado en la relación de mega-ciudades mundiales para el 2012. Y en la actualidad, el fenómeno de la gran ciudad comienza a extenderse también en África, donde algunas capitales han experimentado un crecimiento tan acelerado en los últimos veinte años que rozan ya o han superado incluso la barrera de los 10 millones de habitantes.
Hasta el siglo XX el fenómeno urbano fue, básicamente, un fenómeno europeo, pero a partir de entonces, el crecimiento de grandes ciudades en América (inmigración) y Asia (crecimiento demográfico), altera profundamente el peso de las grandes ciudades sobre la superficie terrestre.
Panorama urbano de Buenos Aires, clasificada como la ciudad global más importante y competitiva de Latinoamérica.
En 1950, la única ciudad del mundo con una población superior a los diez millones de habitantes era Nueva York; veinticinco años después se habían incorporado a esta lista Tokio, Ciudad de México, São Paulo y Shangai. En la actualidad, hay un protagonismo destacado de las mega-ciudades en Asia meridional. En su conjunto, las mega-ciudades albergan a cerca de 700 millones de habitantes, lo que representa tanta población como Europa y Rusia juntas, y casi tanta (80%) como la población existente en América o África.
LOS PROBLEMAS DE LAS MEGA-CIUDADES
Ahora bien, no todo es abundancia y riqueza en las mega-ciudades. La planificación y gestión de una ciudad es, siempre, un proceso complejo; mucho más si se trata de una ciudad grande. El funcionamiento correcto de una mega-ciudad requiere de dos procesos estrechamente relacionados: la gestión de un gran territorio de funcionalidad urbana y la gestión de una gran cantidad de población.
La gestión de un gran territorio precisa un planeamiento urbanístico adecuado. El reto de una gran ciudad es la ordenación racional de su territorio, la planificación racional, sensata y sostenible de sus actividades e infraestructuras; aspecto siempre complejo por las propias dimensiones de estas aglomeraciones. La misma redacción de un documento de planificación territorial obliga a sectorizar el espacio urbanizado y requiere figuras de mayor escala (planes metropolitanos, planes sub-regionales). En las mega-ciudades del mundo avanzado suele llevarse a cabo esta planificación sectorizada por distritos, dentro del marco común del plan urbano de la mega-ciudad; en la gran ciudad de los países pobres faltan, incluso, normas de regulación del suelo y del territorio que permitan una mínima planificación.
La ciudad de París, hoy en día es la quinta ciudad más grande del continente europeo y la segunda por área metropolitana, con una población superior a los 10.500.000 habitantes.
La mega-ciudad debe tener planificada sus necesidades de vivienda, así como la serie de infraestructuras básicas para atender las demandas de servicios en ellas (agua, energía, residuos), su conectividad (transporte público eficaz) y el esparcimiento de la población (zonas verdes, parques).
Por su parte, la gestión de una gran cantidad de población debe atender las necesidades de servicios sanitarios, educativos, culturales, sociales, además de contar con un buen aparato comercial. Igualmente, las mega-ciudades deben disponer de sistemas de seguridad eficaces, así como de planes de emergencia ante riesgos naturales y tecnológicos que aseguren la vida de los ciudadanos que allí residen.
Por lo común, la consolidación de una mega-ciudad no respeta el medio natural a la hora de planificar su crecimiento; y a ello se unen los efectos derivados de la actividad humana (contaminación, degradación). La gestión del transporte, los servicios sanitarios y educativos, la seguridad ciudadana, la distribución y tratamiento del agua potable, la distribución energética, la contaminación atmosférica y acústica, la gestión de residuos, la planificación de los riesgos naturales y la gestión de las emergencias, son algunos de los problemas más acuciantes de las mega-ciudades. En las mega-ciudades de países emergentes, –las de estructura más caótica–, suelen coincidir todos estos problemas que dan lugar a espacios insalubres, cursos fluviales y acuíferos contaminados, barrios en áreas de deslizamiento o inundación, grandes basurales donde encuentra sustento la población más marginal, atmósferas irrespirables, etc... Es la cara más cruda del mal desarrollo urbano.
Las mega-ciudades son un claro muestrario del alto índice de contaminación alcanzado en la actualidad y de los elevados niveles de hacinamiento y pobreza extrema.
A modo de conclusión, la gran ciudad va a ser protagonista de la organización económica, social y espacial sobre la superficie terrestre a lo largo del siglo XXI. La integración de parámetros ambientales en la planificación de estas grandes aglomeraciones –y, en general, en todos los espacios urbanos– es el gran reto que cada gobierno debe resolver. La ordenación sostenible de lo urbano se erige en el mayor reto de la Humanidad en las próximas décadas.