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Fragmento del frontispicio de la primera edición de 1843 con ilustraciones de John Leech.
Retrato de Charles Dickens.
Ignorancia y codicia, los pecados capitales que le muestra el espectro de las Navidades Futuras.
Una de las escenas principales del relato que muestra el cambio en la actitud de Scrooge.

Cuento de navidad



El extenso cuento o novela corta Canción de Navidad (en inglés: A Christmas Carol) fue escrito por Charles Dickens en 1843. En esta narración, su autor reflexiona sobre la Navidad y presenta una fábula en la que un hombre huraño y egoísta cambia su actitud a partir de una fantástica visita: la del fantasma de su antiguo socio, usurero despiadado como él mismo. Si bien el libro fue concebido por su autor como una fábula moral, un divertimento sin demasiadas pretensiones, continúa siendo uno de los textos más populares de Dickens.


Scrooge y la fantasma de Jacob Marley. Ilustración de John Leech de 1843.

ARGUMENTO

La fábula tiene como protagonista a Ebenezer Scrooge, un tacaño hombre de negocios que, por motivos personales y por su adicción al trabajo, detesta la Navidad y todo lo que tenga que ver con la amabilidad o la hospitalidad hacia sus semejantes; un hombre amargado que en su soledad piensa que posee todo lo que necesita y que desprecia cualquier valor humano.

Una noche, en vísperas de Navidad, Scrooge recibe la visita del fantasma de su difunto socio Jacob Marley. El fantasma de Marley decía estar encadenado por las pesadas ataduras que se había forjado durante su existencia, por lo cual intentaba prevenir de sus errores a su amigo, a fin de que pudiera corregir su vida, escapando así al destino nefasto que seguramente le aguardaría cuando le llegara la muerte. Para ello, también le advierte que aún tenía una oportunidad de enmendarse, pues prontamente recibiría la visita de tres fantasmas: el espectro de las Navidades pasadas, el de la Navidad presente y, finalmente, el espíritu de las Navidades futuras. Ellos le mostrarían pasajes de su propia vida a fin de que se redimiera y encauzase sus actos en un sentido más humano y altruista.


Scrooge y el Espíritu del Presente. Ilustración de John Leech de 1843.

Así transcurre este clásico cuento navideño, enseñándonos un Londres decadente, lleno de pobreza pero, a la vez, saturado de ilusión y calidez en la noche de Navidad. A su vez, relata la vida de las personas que rodean cotidianamente a nuestro protagonista como, por ejemplo, su harapiento escribiente Bob Cratchit, quien vivía con su numerosa familia en un hogar humilde y feliz. Scrooge conoce allí a Tim, el hijo pequeño y lisiado de Bob, y ve lo importante que es en la vida de esta familia y que, por su culpa, aunque de forma indirecta, la vida del pequeño Tim corría grave peligro. Viaja en el tiempo, viéndose joven e inocente, y acompaña una vez más su carrera hacia la avaricia y la crueldad, fijándose en todos los pasos equivocados que lo habían llevado a aquella infernal situación. Pero la visión del futuro será lo que más cale en su alma ya que puede ver con sus propios ojos lo que les ocurre a los hombres que mueren cuando se ganan el odio de sus semejantes.

De este modo, el Fantasma de la Navidad Futura, mudo y de carácter sombrío, le muestra el destino de los avaros y su casa saqueada por los pobres, el recuerdo sombrío de sus amigos de la Bolsa de Valores, la muerte de Tim Cratchit y, lo más espantoso, su propia tumba, ante la cual Scrooge se horroriza finalmente e intenta convencer al espíritu de que está dispuesto a cambiar si se le invierte el destino. Al final, el avaro despierta de su pesadilla y se convierte en un hombre generoso y amable.

Traducido a numerosas lenguas, editado continuamente, versionado por el teatro, el cine y la televisión, la historia ha dejado su huella incluso en la forma de celebrar la Nochebuena hoy en día. La moraleja puede comprenderse fácilmente, y su lección –que pudiera parecer demasiado simple por innegable–, se mantiene vigente.

EL AUTOR

Uno de los escritores más prolíficos –pertenecientes al realismo temprano, al igual que Stendhal- y cuya obra sigue adaptándose a diferentes formatos es, sin duda, Charles Dickens. Nacido en Portsmouth (Inglaterra) el 7 de febrero de 1812, es considerado el más famoso de los escritores de la época victoriana, así como uno de los grandes clásicos universales de la literatura.

De familia humilde, su padre acabó siendo encarcelado por problemas de deudas, lo que lo llevaría, todavía niño, a buscar trabajo en una fábrica. Esta experiencia sería descrita más adelante en una de sus obras más conocidas: David Copperfield.

Charles Dickens conoció la miseria de los niños obligados a trabajar y explotados desde muy pequeños; estos temas aparecerían frecuentemente en sus novelas. Los jóvenes personajes Oliver Twist y David Copperfield chocan contra la maldad de los adultos, sufren la crueldad de odiosos maestros de escuela; conocen la miseria y el hambre. La novela Oliver Twist cuenta cómo un niño abandonado, criado en un orfanato, cae en la delincuencia. Una prostituta de gran corazón y un anciano generoso lo rescatan de esa situación de degradación. El libro ofrece un cuadro terrible de los bajos fondos de Londres en la época de la Revolución Industrial.

Los primeros trabajos que le dieron cierto renombre a Dickens fueron los pequeños relatos firmados bajo el seudónimo de Boz y en los que describía la cotidianeidad de Londres, todo bajo una óptica irónica y humorística que pronto los convertirían en una lectura popular. El estilo de Dickens se adaptaba al ritmo del serial de la época, los folletines; eran capítulos publicados cada semana en los que se intentaba capturar al lector hasta el siguiente número.


Charles Dickens según William Powell Frith, pintor inglés de la época victoriana.

En 1843 publica la que sería su producción más conocida, Canción de Navidad. Otras novelas sobresalientes en la producción de Dickens serían Grandes esperanzas, Tiempos difíciles e Historia de dos ciudades.

Además de novelas, Dickens trabajó como articulista en varios periódicos y como editor de semanarios, escribió libros de viajes conocidos como Notas americanas, y mantuvo una compañía de teatro en la que adaptaba sus propias obras. Murió el 9 de Junio de 1870.

ANÁLISIS DE LA OBRA

A primera vista, Canción de Navidad es una obra que pertenece al género del relato, escrito en un estilo natural, didáctico, fácil de leer, no excesivamente complicado. Es un relato coherente, que muestra una buena continuidad en las escenas que van componiendo la narración. De la coherencia de cada párrafo y de la perfecta relación de las ideas que se van encadenando en la secuencias de cada uno de ellos, resulta un texto de gran claridad, unidad y belleza. Es un argumento efectivo y adecuado, pues se considera que logra el propósito que pretende.

Dickens utiliza un lenguaje esmerado, en donde las palabras se emplean en el momento apropiado, de un modo certero y expresivo. Los verbos introducidos son precisos, y los adjetivos califican de un modo decisivo. El texto presenta una lectura elegante, plagada de ritmo. Elaborado de un modo artesanal, el relato recrea tan bellas imágenes que permiten al lector “ver” las escenas con los ojos de la imaginación. Así dirá, por ejemplo:

“Construido sobre un lúgubre arrecife de rocas hundidas, a eso de una legua de la playa, contra el cual las aguas arremetían y se estrellaban todo el año, había un faro solitario. Grandes masas de algas marinas estaban pegadas a su base, y aves de tormenta —que podían suponerse nacidas del viento, lo mismo que las algas lo parecían de las aguas— emergían y se deslizaban a su alrededor, como las olas que ellas rozaban ligeramente”.

Las descripciones de los lugares, ya sean campos, aldeas, calles, tiendas y casas, a menudo recrean cuadros plagados de colores, aromas y sonidos:

“La antigua torre de una iglesia, cuya vieja y ronca campana estaba constantemente atisbando a Scrooge a través de una ventana gótica, se hizo invisible, pero continuaban sonando las horas y los cuartos entre la neblina, con trémulas vibraciones prolongadas, como si sus dientes rechinasen en su helada cabeza, allí, en las alturas”.


Ilustración de Ebenezer Scrooge, protagonista del relato.

A la belleza de las descripciones se suma también la fuerza de sus metáforas, las cuales dan mayor fuerza expresiva al texto, dibujando recorridos imposibles para la imaginación. Se dirá entonces de alguien que era “un hombre con nariz corta, mordida y roída por el frío como los perros roen los huesos…”, o bien comparará el rostro gastado de un farero con una vieja nave:

“Pero allí también dos hombres que vigilaban el faro habían encendido un fuego, que a través de la arpillera del muro de piedra gruesa, derramaba un rayo de resplandor sobre el tétrico mar. Juntando sus callosas manos sobre la tosca mesa ante la que estaban sentados, se desearon uno al otro felices Pascuas alzando su lata de grog, y uno de ellos —el más viejo, también, con toda la cara marcada y dañada por el tiempo duro y cruel, como el figurón de proa de una vieja nave podía estarlo—, púsose a cantar una ruda canción que sonaba como un verdadero temporal.”

En este bello cuento, un narrador omnisciente –que no se corresponde directamente con ningún personaje que aparece en escena–, parece capaz de conocer todo aquello que sucede, tanto en el pasado como en el futuro, e incluso las motivaciones personales, las inquietudes o sensaciones experimentadas por los personajes, llegando a entenderlos mejor que ellos mismos. Tal como si se tratase de una divinidad capaz de superar la condición humana y de estar en todo momento en cualquier lugar, el narrador omnisciente permite al escritor definir sólidos personajes, cargados de fuerza y realismo. Como ejemplo, se dirá en el caso del Señor Scrooge:

“Estrujaba, retorcía, avasallaba, agarrotaba fuertemente a las personas con quienes trataba. Duro y áspero como un pedernal del que ningún acero había sacado nunca una llama generosa; reservado, introvertido y solitario como una ostra”.

Pero la descripción de los personajes —tal como ocurre en la vida real—, no se ciñe solamente a la primera impresión causada cuando éstos aparecen en escena por primera vez, sino que Dickens va completando la descripción en pequeñas dosis sucesivas, aportando leves anotaciones que delinean fielmente su figura. De este modo, Dickens le permite decir al Señor Scrooge:

“No me siento alegre en Navidad y no puedo permitirme alegrar a los holgazanes…”, añadiendo más adelante el texto… “si muriesen, sería mejor para ellos, y disminuiría así el exceso de población…”.

Tampoco se circunscriben las descripciones al aspecto físico, sino que dibujan con maestría la psicología del personaje y su mundo interior. Ello se contempla en el retrato profundo que hace Dickens del Señor Scrooge:

“…Aparentaba más edad, era ya un hombre en la flor de la vida. Su rostro no mostraba aún los rasgos rígidos y crueles de los últimos años, pero ya empezaban a aparecer las señales de avaricia y preocupación. Tenía una mirada ardiente, codiciosa, intranquila, que delataba la pasión que había enraizado en sus ojos y hacia qué lado caería la sombra del árbol que estaba ya creciendo rozagante”.

Y finalmente hay que señalar que, tal como corresponde a una obra literaria de calidad, el autor intercala sabiamente profundas reflexiones que encarnan su aporte personal al lector, dando muestras de su valía como ser humano.

“Los caminos de los hombres permiten augurar ciertos finales a los que, si perseveráis, os conducirán… Pero si abandonáis los caminos, el final será otro…”

Bien puede servirnos esta perla que nos deja Dickens como mensaje a retener de su obra: que el destino del hombre no es inamovible, sino que se construye día a día, de modo que el hombre puede cambiar el rumbo del camino por el cual transita, pudiendo alterar también así su propio final.