El 19 de enero de 1817, el Ejército de los Andes a cargo del general José de San Martín, iniciaba el cruce a través de la cordillera de los Andes, en una heroica gesta, con la cual se emprendía el camino hacia la liberación de Chile. Esto permitiría afianzar la Independencia lograda en el Río de La Plata y debilitar definitivamente la resistencia española que impedía la emancipación total de América del Sur. A través de estas páginas reviviremos uno de los grandes hitos de la historia argentina, y a su vez una de las mayores hazañas de la historia militar mundial, profundizando en la motivación y la capacidad del general San Martín para llevarla a cabo y en la importancia de su histórico legado.
LA CORDILLERA
Para la inmensa mayoría de los que estudian y enseñan Historia, el paso de los Andes es un hecho de gran envergadura, una empresa difícil, penosa y claro peligrosa; sin embargo, lejos están de imaginar lo arduo y sobrehumano que fue aquel cruce. Exceptuando a los cuyanos, que contemplan día tras día el imponente muro cordillerano, y escuchan las infinitas peripecias y accidentes que allí ocurren, pocas son las personas que tienen una idea acabada de lo que costó a San Martín cruzar la Cordillera hace doscientos años.
Los generales José de San Martín (izquierda) y Bernardo O'Higgins (derecha) cruzan los Andes. Óleo de Julio Vila y Prades (1873 - 1930).
Un análisis minucioso de la región nos permite distinguir en primer lugar La llanura ubicada al este de la cordillera la cual se caracteriza por la ausencia de recursos a lo largo y ancho de grandes áreas, una pronunciada escasez de agua, falta de caminos y reducida población. A continuación, emerge la imponente mole andina en dos cordones paralelos: la precordillera y la cordillera. La precordillera posee alturas oscilantes entre los 4.000 y los 5.000 metros; la cordillera sobrepasa los 5.000, llegando en el Aconcagua a casi 7.000. En general, ambas son muy escarpadas y carentes de vegetación. Los cursos de agua son escasos y muy correntosos. La temperatura en verano oscila entre los 30º C y los -5º C. Las nevadas resultan frecuentes y abundantes en las alturas, aun en período estival. Los vientos son muy fuertes y pueden alcanzar los 200 km/h. Los valles son áridos, sin ningún cultivo, y a principios de 1817 la ausencia de población era total.
Vista panorámica de la Cordillera de los Andes.
Hoy los medios de transporte modernos permiten sortear estas dificultades sin mayor inconveniente pero en esa época no existían caminos de cemento ni rutas aéreas sino tortuosas sendas que en muchos sectores bordeaban profundos abismos. Bartolomé Mitre, en su obra "Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana", describe la magnitud de la empresa que San Martín iba a iniciar:
"El paso de un ejército numeroso de las tres armas a través de sus desfiladeros, considerábase imposible, y jamás había sido ni proyectado siquiera, antes de que San Martín lo intentara. Hacer rodar por estos precipicios artillería de batalla, tramontar las cumbres sucesivas con cuatro o cinco mil hombres, llevar consigo además de las municiones y del armamento de repuesto, los víveres necesarios durante la travesía, las mulas y los caballos necesarios con el forraje para el transporte del personal y del material, y llegar reconcentrados en son de guerra al territorio enemigo defendido por semidoble fuerza, calculando los movimientos combinados de manera de obtener la doble victoria que se buscaba sobre la naturaleza y el enemigo, éste era el arduo problema que tenía que resolver el general y el Ejército de los Andes para invadir Chile."
Cruce de los Andes. Óleo de Martín Boneo (1865).
EL EJÉRCITO DE LOS ANDES
San Martín tenía la idea de acabar con el dominio español y concretar la independencia americana con una campaña que le permitiera llegar por mar al Perú, centro del poderío hispano en Sudamérica, puesto que los intentos a través de Alto Perú habían fracasado. Como Chile todavía estaba en poder de los patriotas, se proponía ir a ayudarlos en su guerra contra los españoles y, una vez afirmados, emprender juntos la guerra por mar, al tiempo que el Ejército del Norte marcharía contra Lima por el altiplano. Un movimiento de pinzas cuyo objetivo final sería la capital peruana. Por ello comenzó su plan gestionando la gobernación de Cuyo más cercana a las tierras chilenas abandonando el mando del Ejercito de Norte.
Pero la derrota del ejército patriota chileno durante la Batalla de Rancagua, el 2 de octubre de 1814, lo obligaría a emprender primero la reconquista de Chile para lo cual preparó un ejército con el cual ejecutaría finalmente su plan de liberar América.
Luego de idear su plan de campaña, San Martin se puso a trabajar para formar el ejército con el que lo ejecutaría. El Cuerpo de Auxiliares de los Andes, elevado a la categoría de regimiento Nro. 11 de Infantería, al mando de Juan Gregorio de Las Heras (quien fuera llevado a Mendoza luego de la caída de Rancagua), y las milicias cívicas de la provincia sirvieron de base para la creación del Ejército de Los Andes.
Si bien el reclutamiento para el Ejército de los Andes era una tarea urgente, se tardarían dos años para concretar su formación. La incomprensión del gobierno de Buenos Aires, la falta de recursos y la escasez de soldados demoraron los planes.
San Martín necesitaba el refuerzo de soldados veteranos, pues el veloz crecimiento del ejército se debía principalmente al ingreso de reclutas y voluntarios jóvenes. Había cuatro batallones de infantería, tres regimientos de caballería y un batallón de artillería. Ahora bien, los cálculos de las dimensiones del ejército varían: hay algún acuerdo entre la cifra de 4.611 hombres (sin incluir los batallones de soldados chilenos) y el cálculo informal de que contaba con un total de 5.000 efectivos. Se esperaba que este ejército hiciera frente en Chile a una fuerza realista compuesta por 7.613 soldados regulares y 800 milicianos.
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San Martín también quería reclutar esclavos. Un buen número de ellos ya habían sido alistados en Buenos Aires y otras provincias de acuerdo con la ley dirigida a los esclavos de los españoles europeos. Sin embargo, se buscaba obtener una cantidad mucho mayor apelando a la totalidad de los propietarios de esclavos. Como era previsible, la campaña para obtener acceso a todos los esclavos mayores de veinte años se topó con la resistencia de propietarios reacios que dependían de la mano de obra esclava para mantener sus cultivos y sus haciendas. Por ello, a mediados de 1816, San Martín llegó a la conclusión de que el reclutamiento de esclavos era esencial y presionó a los propietarios para que los liberaran para el servicio militar. La resistencia terminó siendo superada y el ejército pudo entonces reclutar una cantidad considerable de esclavos en Cuyo.
Para finales de 1816, cuando los preparativos militares estuvieron completos, se había logrado construir un ejército de cerca de 5.000 hombres alrededor de las tropas regulares y auxiliares del Río de la Plata, una enorme cantidad de equipamientos y provisiones y miles de mulas. Los ex esclavos sumaban 1.554, con lo que constituían aproximadamente el 30% del total. Con todo, había un precio que pagar por esta clase de libertad. La infantería negra de los ejércitos patriotas sufrió un alto número de bajas, y el alistamiento con frecuencia no conducía a la libertad sino a la muerte.
Finalmente y tras arduas negociaciones San Martín fue nombrado general en jefe del Ejército de los Andes el 1 de agosto de 1816. A su vez, para permitirle concentrarse en los asuntos militares, se lo relevó de sus deberes administrativos con la asignación en el cargo de gobernador intendente, del coronel Toribio Luzuriaga. Más tarde, el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón y el Congreso de Buenos Aires confirmarían el nombramiento de San Martín como capitán general con el título de excelencia, pero esto no sería suficiente para el cabildo de Mendoza, quien ejerció presión para que se le otorgara el rango de general de brigada
Bandera del Ejército de los Andes.
Las Damas Patricias
Se trató de un grupo de damas mendocinas que, mientras los hombres se preparaban para la lucha, se dedicaron a cocer abrigos para que se protejan de las bajas temperaturas, y también confeccionaron la bandera del Ejército de los Andes.
La noche del 25 de diciembre de 1816, en Libertador desafió a su esposa y cuatro amigas a que produjeran antes el 5 de enero, una bandera que guardara los lineamientos y colores de la creada por Belgrano. Para cumplir con aquel reto, las mujeres trabajaron sin descanso y concluyeron con su misión.
LA PARTICIPACIÓN DE LOS INDIOS
Nada se escapaba al ojo estratégico de San Martín. El territorio indio era un frente vital y los indígenas meridionales unos aliados de un valor incalculable para el cruce de los Andes. En septiembre de 1816, San Martín visitó personalmente las tierras del sur con el fin de llegar a un acuerdo con los pehuenches para obtener su ayuda en el paso de sus tropas por el Planchón, frente a Curicó y Talca. Por adelantado envió abundantes bridas, espuelas y otros presentes, sin olvidar el vino y el aguardiente. Después de varios días, firmaría con ellos un pacto para que le proporcionaran reses al ejército, e incluso para que se enfrentaran al enemigo. A través de un intérprete, San Martín explicó a los jefes que el ejército español estaba preparándose para invadir sus tierras desde Chile y matar y robar a sus mujeres e hijos. Su intención, les informó, era cruzar los Andes con sus soldados y cañones para acabar con los españoles que habían despojado a sus pueblos de sus tierras, pero necesitaba su permiso para atravesar su territorio.
La carrera Columbia
Mientras para San Martin y sus hombres, cruzar la cordillera fue un medio obligado y necesario para alcanzar la Independencia de América, hoy en día muchos se proponen el desafío de cumplir este objetivo. Los corredores de aventura buscan experimentar la sensación extrema que les ofrece la montaña.
La carrera Columbia se realiza en enero, pero las comodidades con las que cuentan los deportistas son bien distantes a las que tenían los soldados de la gesta sanmartiniana. En esta novedosa experiencia, los inscriptos emprenden la misión con campamentos totalmente equipados, ciudades cercanas a las cuales acudir en el caso de una urgencia, estructuras de descanso, ropa de abrigo de última generación, alimentos abundantes y asistencia permanente.
Es así como recorren 100 km uniendo Argentina y Chile. A pesar de todos los recursos que poseen para llevar adelante el cruce, es normal observar cuerpos extenuados y lastimados. Hoy en día, esta misión sigue siendo extremadamente peligrosa.
EL TEATRO DE OPERACIONES
A finales de septiembre de 1816 San Martín instaló su ejército al campo de El Plumerillo, cuatro kilómetros al noroeste de Mendoza. Este sería el campamento base para la próxima campaña, el terreno de entrenamiento final para la prueba de resistencia que le esperaba a sus hombres. Asimismo, San Martín hizo acopio de sus recursos definitivos. De hecho, recibió un convoy con materiales y suministros de guerra vitales procedentes de Buenos Aires. No obstante, el ejército seguía necesitando más materiales para hacer frente al frío que encontraría en el paso de los Andes, ropa más abrigada, uniformes, sillas y arreos. La falta de ropa y equipo básicos minaba la moral de la tropa y San Martín tenía que esforzarse por mantener a los soldados abrigados y en forma para el combate. Necesitaba 7.500 mulas. 3.000 caballos, monturas para la infantería y víveres para veinte días.
San Martín no temía al desafío militar que lo aguardaba y no albergaba dudas sobre el resultado. Sin embargo, había cierto nerviosismo en su pensamiento político y lo preocupaba el recibimiento que lo esperaba en Chile. Por lo tanto, se sentía vulnerable desde un punto de vista político. Tenía que pelear una campaña y, al mismo tiempo, establecer relaciones políticas con personas que no conocía, crear otro ejército, iniciar las reformas de posguerra y, finalmente, lanzar el ataque definitivo contra los españoles con una expedición al Perú. Era un desafío formidable en un territorio que le era desconocido. Y no podía retrasarse: según pensaba, las decisiones cruciales tendría que tomarlas para finales de febrero de 1817. Ahora dependía de sí mismo. Su momento de la verdad había llegado.
Retrato de San Martín hecho por el artista belga François Joseph Navez. Esta obra era una de las preferidas del Libertador, y en ella se transmite la actitud impasible y resuelta del Padre de la Patria.
LA ORGANIZACIÓN MILITAR
Finalizada la preparación del Ejército de los Andes y con vista a la inminente partida, el general en jefe estableció su cadena de mandos y configuró el papel de cada jefe de unidad en la campaña que se iniciaba. De este modo, comunicó su decisión al Directorio, el que remitió los respectivos despachos hacia fines de enero, cuando el cruce por los Andes estaba a punto de iniciarse.
El Comandante del cuartel general sería Bernardo O'Higgins, la figura más importante entre los chilenos que marchaban a libertar a su patria, con quien San Martín había enlazado una estrecha relación de amistad; secretario de Guerra, el santiaguino coronel José Ignacio Zenteno, y secretario particular, el capitán Salvador Iglesias. En la auditoría de Guerra fue confirmado Bernardo de Vera y Pintado, doctor en Derecho Civil y canónigo, nacido en Santa Fe y que tiempo atrás se había afincado en Chile, a quien le tocaría presidir la Comisión Militar que pondría en ejecución las normas penales del ejército. En tanto, capellán general castrense sería el mendocino Lorenzo Güiraldes, presbítero doctor a cuyo cargo estaban otros sacerdotes que se ocupaban de la atención espiritual de las distintas unidades.
Retrato de Bernardo O'Higgins por José Gil de Castro. Entre todos los libertadores, O’Higgins fue el aliado político y amigo más cercano de San Martín. Su carácter afable y su pensamiento político coincidían con el conservadurismo moderado por los valores liberales del que era partidario San Martín.
Se desempeñarían como edecanes tres hombres muy disímiles: el coronel Hilarión de la Quintana, el doctor inglés James Paroissien y el sargento mayor José Antonio Álvarez Condarco. De la Quintana, tío político de San Martín, había combatido durante las Invasiones inglesas de 1806-1807, ejercido otros puestos castrenses desde los días de la Revolución de Mayo y encabezado el gobierno de Salta. Había partido hacia Cuyo por mandato de Pueyrredón. Paroissien conjugaba su condición de jefe de Sanidad con la de colaborador directo del general en jefe, y había sido médico en los ejércitos del Norte. El tucumano Álvarez Condarco, que se destacaba por sus conocimientos en el arma de artillería y con dotes de ingeniero, había prestado servicios esenciales en la preparación de la campaña.
Los ayudantes eran distinguidos oficiales: el teniente irlandés John Thomond O'Brien, el mayor de caballería Manuel Acosta, el capitán José M. de la Cruz y el capitán Domingo Urrutia.
Retrato de Miguel Estanislao de Soler: como jefe de vanguardia, participó del cruce de los Andes. (Museo Histórico Nacional).
San Martín había nombrado jefe del Estado Mayor al porteño brigadier Miguel Estanislao de Soler, en mérito a los antecedentes militares que acreditaba desde los días de la agresión británica, y más recientemente, como vencedor en el Cerrito de Montevideo. Lo secundaría el coronel Antonio Luis Beruti, nacido en Buenos Aires, uno de los chisperos de Mayo de 1810, que había tenido amplia participación política y ocupado el Ministerio de Guerra.
El mendocino Juan Gregorio Lemos fue ratificado como comisario general de Guerra, en premio a sus servicios en la formación del Ejército de los Andes y en reconocimiento a su capacidad en cuestiones de hacienda.
Rudecindo Alvarado, comandante del Regimiento de Granaderos a Caballo.
En cuanto a la organización de las distintas armas, y teniendo en cuenta que las fuerzas libertadoras eran escasas en número, se seguían los parámetros vigentes en los ejércitos europeos: cuatro batallones de infantería (uno de ellos, de cazadores), un regimiento de caballería de cuatro escuadrones, un batallón de artillería, una compañía de “barreteros de minas” (para facilitar el tránsito por los pasos), un escuadrón reducido que era la obligada escolta del general, y los auxiliares o milicias.
Salvo dos de los jefes de unidades que habían combatido en las guerras de Europa, casi todos exhibían en sus fojas de servicio su participación en la lucha contra la invasión inglesa y en los ejércitos de la Banda Oriental y el Alto Perú.
Retrato de Juan Gregorio de Las Heras, estrecho colaborador de San Martín.
El Batallón de Artillería tenía por comandante al sargento mayor teniente coronel Pedro Regalado de la Plaza, y el Nº 1 de Cazadores, al teniente coronel Rudecindo Alvarado, quien había intentado resistir la orden de trasladarse a Mendoza. San Martín insistió, tal vez por apreciar sus cualidades de carácter, y no se equivocó, ya que años más tarde Alvarado fue el encargado de reemplazarlo al mando de las fuerzas argentinas en el Perú. Con todo, el Batallón Nº 7 de Infantería, compuesto en su gran mayoría por soldados negros libertos, sería comandado por el teniente coronel Pedro Conde; el Nº 8 de Infantería, también formado por negros, estaría a las órdenes del recién llegado teniente coronel Ambrosio Crámer, quien había peleado como oficial de Napoleón en España y asistido a su declinación en la Batalla de Waterloo.
Ahora bien, el núcleo de la infantería sería el Batallón Nº 11, al mando del coronel Juan Gregorio de las Heras, a quien San Martín llegaría a distinguir especialmente. En tanto, al frente del Regimiento de Granaderos a Caballo se hallaba otro veterano fogueado en las guerras de Europa, oficial de arma en la resistencia al Imperio francés y finalmente uno de los fundadores de aquella unidad, el coronel José Matías Zapiola; no solo era un militar experimentado sino una persona de la intimidad del Libertador.
Retrato de José Matías Zapiola, comandante del Regimiento de Granaderos a Caballo.
EL CRUCE DE LOS ANDES
Según todos los testimonios, el Ejército de los Andes se encontraba en buena forma, pero incluso así había un acuerdo general en que el paso a través de la cordillera supondría un enorme desafío. No obstante, San Martín tenía un plan para ello. La orden de avanzar se dio de forma escalonada a partir del 9 de enero de 1817. Para empezar, se enviaron a cada flanco destacamentos pequeños y ligeros de forma cuidadosamente programada, a lo largo de un frente de 805 km, con el fin de incitar al enemigo a dividir sus fuerzas para contener lo que sería un ataque a gran escala. Un destacamento fue enviado al flanco septentrional para abrirse camino hasta Coquimbo a través del paso de Guana, mientras que otro grupo cruzó más al norte, a través de Come Caballos, hacia Copiapó. Otro destacamento atajó por el paso del Planchón hacia Talca para enlazar con la causa patriota en el sur. Después, entre el 18 y 19 de enero, a intervalos programados, las dos divisiones principales del ejército partieron para penetrar los Andes por los dos pasos centrales, Uspallata y Los Patos, una dirigida por Juan Gregorio de Las Heras, la otra comandada por Miguel Estanislao de Soler. Detrás de él marchaba la división centro al mando de O’Higgins y la reserva a órdenes de San Martín.
Entre Mendoza y Santiago existen cuatro cadenas montañosas y dos de las cumbres más altas de los Andes, el Aconcagua y el Tupungato. La ruta entre ambas ciudades asciende desde la meseta de Uspallata a lo largo de un puente de roca natural, el llamado Puente del Inca, a través del cañón del río Mendoza hasta el inclemente Paso de la Cumbre, a 3.850 metros de altura, para luego descender de manera pronunciada a las laderas de las montañas de Chile, hacia el gran cañón del río Aconcagua. Al norte del Aconcagua, una segunda ruta, el Paso de Los Patos, más larga pero igualmente difícil, también conduce al valle del Aconcagua. Los soldados, que marchaban en una sola fila formando una larga línea, tenían que cruzar por senderos estrechos a lo largo de las faldas de las montañas, agarrándose a las angostas laderas, entre la roca y el precipicio, y manteniéndose lo más cerca posible del interior, mientras que las mulas y sus jinetes tenían que golpear el costado del acantilado, pues la carga de las bestias podía golpear el costado de la montaña y hacerles perder el equilibrio.
Extremo derecho del Ejército de los Andes en el Cerro de la Gloria. Monumento de Juan Manuel Ferrari (1874-1916).
La primera división, dirigida por Las Heras, que partió de Mendoza el 18 de enero realizó el cruce por la ruta más corta desde Uspallata hasta el valle del Aconcagua recorriendo 340 km en diez días. En tanto, la división principal del ejército, formada por: la vanguardia, dirigida por Soler; el centro, dirigido por O’Higgins; y la reserva, dirigida por San Martín, partió un día después tomando el camino de Los Patos.
Los hombres de San Martín tuvieron que superar un cerro tras otro en una serie interminable de ascensos y descensos, luchando contra las temperaturas extremas y los efectos agotadores de la altura, ya agarrotados por el frío. Las piezas de artillería pesada iban colgadas en pales extendidos entre mulas o eran arrastradas con cuerdas arriba y debajo de las laderas.
San Martín iba vestido con su uniforme azul de granadero; un bicornio forrado con hule y provisto de una correa de seguridad alrededor para hacer frente al viento; botas negras con espuelas de bronce, y su sable curvo en el cinturón. Llevaba una capa para el frío de la montaña y cabalgaba una mula con estribo de madera.
El paso de Los Patos se encontraba a 67 km al norte de Uspallata y la marcha del ejército estaba planeada para tomar el puente del Aconcagua, abrir las comunicaciones con Las Heras y luego avanzar directamente hacia Chacabuco, situada a 50 km al norte de Santiago. Los españoles habían sido alertados del peligro que suponía el enlace de las dos divisiones, algo que podían prevenir dominando uno de los pasos e impidiendo que el Ejército de los Andes ocupara la llanura. San Martín era consciente de la amenaza y envió una unidad de 25 Granaderos a Caballo, cuya épica carga del 4 de febrero, la primera de varias, puso en retirada al destacamento español, de cuyos pertrechos y equipos se apoderó. Con la ocupación de la salida de este paso la campaña estaba salvada y los patriotas pudieron superar los núcleos de resistencia que encontraron en su camino a las planicies.
UN PLAN EXITOSO
El 10 de febrero, tras 22 días de travesía, los hombres de San Martín lograron reunirse en el lado chileno, tal como estaba planeado, en lo que resultó ser un auténtico milagro de sincronización. De esta manera, las tropas tomaron posicion sobre las montañas que dominaban la colina de Chacabuco, la cual bloqueaba el extremo norte del valle central de Chile y era la clave para el avance sobre Santiago.
Sin embargo, mucho había quedado en el camino. De las 9.251 mulas que salieron de Mendoza no más de 4.300 consiguieron llegar a Chile, y de 1.600 caballos no sobrevivieron más de 500. El frío, el soroche y el agotamiento explican la mayoría de las pérdidas humanas durante el cruce, que, se calcula, fueron unas 300 personas.
Pero a pesar del sacrificio el cruce de la cordillera era una realidad, que cambiaría el destino de América para siempre. Su papel determinante como punta pie inicial para la gesta libertadora, que años más tarde, de la mano de San Martin y Bolívar, conseguiría expulsar para siempre a los españoles de las tierras americanas así lo demuestran. Como así también lo observa Mitre, a través de su análisis: “la poca atención que, en general se ha prestado al estudio de la guerra en América del Sur, hace más interesante la MARCHA ADMIRABLE que el general San Martín a través de la Cordillera de los Andes, tanto por la clase de terreno en que la verificó, como por las circunstancias particulares que la motivaron. En esta marcha (…) se confirma más la idea que un Ejército puede arrastrar toda clase de penalidades, si está arraigada en sus filas, como debe, la sólida y verdadera disciplina militar. No es posible llevar a cabo grandes empresas sin orden, gran amor al servicio y una ciega confianza en quien los guía. Estos atrevidos movimientos de los caudillos que los intentan, tienen por causa la gran fuerza de voluntad, el inmenso ascendiente sobre sus subordinados y el estudio concienzudo practicado sobre el terreno en que van a ejecutar sus operaciones, para llevar un exacto conocimiento de las dificultades que presente y poderlas aprovechar en su favor, siendo su principal y más útil resultado enseñarnos que las montañas, por más elevadas que sean, no deben considerarse como baluartes inexpugnables, sino como obstáculos estratégicos”.
Monumento al Ejército de Los Andes, en el Cerro de la Gloria, en la ciudad de Mendoza.
40 maneras de cruzar la cordillera
A diferencia de aquella época en que San Martín realizó esta épica travesía, actualmente existen más de 40 pasos fronterizos que comunican a la República Argentina con Chile a lo largo de la cordillera de Los Andes. Uno de los más importantes es el Paso Internacional Cristo Redentor en la provincia de Mendoza. Se caracteriza por ser un túnel que atraviesa el corazón de las montañas trasandinas y se encuentra cerca al camino donde se efectuó el histórico cruce de 1817.
En invierno es frecuente observar cómo las nevadas que se desatan en esas latitudes, dejan los caminos abnegados y el túnel completamente cerrado para el tránsito. Siendo este camino uno de los más transitados por los camiones que transportan mercadería hacia los puertos chilenos, los rodados deben permanecer al costado de la ruta por varios días.