A lo largo de la historia, los avances científicos y tecnológicos han impulsado la creación de satélites artificiales; naves que son enviadas al espacio para recabar información o cumplir determinada misión. Cuando miramos al cielo podemos percibirlos como una pequeña luz similar a la de una lejana estrella, o no percibirlos, pero allí están.
La intención del hombre en llegar al espacio estuvo impulsada por la búsqueda de lo desconocido, la necesidad de investigación, y también por cuestiones políticas y económicas. El siglo XX se caracterizó por sus avances tecnológicos y científicos entre otras cosas, y esto se vio reflejado no solo en el logro de poner en órbita un satélite artificial, sino en el de llevar al espacio a un ser vivo por primera vez.
En la actualidad, un enorme número de satélites artificiales rodean nuestro mundo. Muchos de ellos se encuentran en desuso y son chatarra espacial.
PRIMEROS SATÉLITES
En 1946, durante la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética comenzaron a profundizar sus investigaciones e invenciones para alcanzar la conquista del espacio exterior. No fue sino hasta comienzos de 1955 que la Fuerza Aérea y la Armada estadounidense trabajaron en un proyecto que buscaba utilizar un cohete para lanzar al satélite Explorer 1 hacia el espacio, en 1958.
Pero con el programa Sputnik, los soviéticos se adelantaron a Estados Unidos y lanzaron el primer satélite artificial de la historia de la humanidad el 4 de octubre de 1957. Se colocó correctamente en órbita y emitió desde allí señales radiales.
Posteriormente, la Unión Soviética logró poner en órbita a un ser vivo, hecho que causó conmoción en la sociedad y puso en perspectiva el gran poder tecnológico del que disponía el país. Fue así que el programa Sputnik 2 lanzó al espacio el 3 de noviembre de 1957 a una perra llamada Laika, que murió en la misión.
Imagen de la NASA del primer satélite artificial que fue colocado en órbita con éxito, el Sputnik 1.
Perra espacial
Kudryavka, más conocida como Laika, tenía 3 años y era una perra callejera de Moscú acostumbrada al frío y al hambre. Por sus condiciones de supervivencia, fue elegida junto con otros 2 perros para llevar a cabo un entrenamiento a través del cual seleccionarían uno para cumplir una misión sin precedentes.
La perra se convirtió en el primer ser vivo en llegar al espacio, donde perdió la vida. Hoy en día es conocida en todo el mundo y se le han rendido distintos homenajes (estampillas, monumentos, placas), incluso un área de Marte lleva su nombre de manera no oficial.
¿CUÁLES PUEDEN SER SUS MISIONES?
Observación terrestre: son satélites que no fueron creados con fines militares, sino que se utilizan para monitorear el medio ambiente o el clima en el planeta.
Astronomía: su misión es la de observar el espacio exterior, los planetas, las galaxias, las estrellas, etc.
Comunicaciones: su función es ser un enlace entre diferentes zonas en la Tierra. Utilizan señales de radio y televisión para enviar los datos. Son antenas en el espacio.
Destrucción de otros satélites: están equipados con armas capaces de destruir satélites enemigos.
Reconocimiento: su función es la de registrar los movimientos en la Tierra de determinada persona o grupo social. Ciertos gobiernos los utilizan en misiones secretas.
Resguardo de seres humanos: un ejemplo de estos satélites son las Estaciones Espaciales, equipadas y estructuradas de determinada manera para que personas puedan vivir dentro. Tanto para llegar a ellas como para abandonarlas es necesario utilizar otros vehículos, ya que no disponen de propulsión para despegue ni de medios para el aterrizaje.
¿Qué es una órbita?
Es la trayectoria de un objeto físico o un cuerpo celeste en torno a un centro de atracción. Si tomamos el ejemplo de la Tierra y el Sol, veremos que la primera orbita alrededor del Astro ya que hay una fuerza de atracción: la gravedad. Hay una fuerza centrífuga presente que se genera debido a que el objeto se mueve a cierta velocidad requerida.
Para que un objeto gire alrededor de la Tierra es necesario que alcance una velocidad de 8 kilómetros por segundo, lo que haría que dé una vuelta completa en aproximadamente 90 minutos. En este sentido, a medida que más se aleja el objeto del cuerpo central, más velocidad necesita para entrar en órbita.