Lo cotidiano está tan cerca de nosotros que, generalmente, no percibimos el encanto que destilan en su simpleza –o no– a lo largo de nuestra vida. El Costumbrismo es un género, considerado menor para algunos, que rescata esos detalles hasta darles su justo valor. Conozcamos un poco más de un arte que rescata lo efímero del momento, nuestra cotidianeidad.
En realidad, el Costumbrismo es una corriente que revaloriza el presente, las costumbres y los detalles de una época o lugar. Sin embargo, se establecería como una corriente con características ya instituidas durante el siglo XIX a medida que las antiguas colonias americanas buscaban asentar su identidad.
En el Costumbrismo confluyen los estertores del Neoclasicismo junto a un Romanticismo emergente.
LOS TRAZOS DEL PRESENTE
La pintura costumbrista también es reconocida como aquella que representa los hechos cotidianos del contexto social del artista, es decir, el artista plasma su percepción de la realidad circundante. En numerosas ocasiones esta pintura fungió de cronista al presentar escenas habituales que pasarían a formar parte de la historia sin que esa hubiera sido, tal vez, la primera intención.
Quizás por este motivo haya sido que la pintura costumbrista se viera relegada con respecto a otros grandes géneros pictóricos como, por ejemplo, el retrato o la pintura de la historia. Después de todo, en un primer momento impresiona más un gran lienzo sobre épicas batallas que el detalle de unos niños que trabajan.
El registro de lo cotidiano puede verse ya desde las pinturas rupestres; este registro es uno de los
aspectos que caracteriza a la pintura costumbrista.
Cuando contemplamos el desarrollo del hombre podemos apreciar que los detalles de registros de costumbres ya aparecen en la prehistoria de la mano de las pinturas de caza rupestres y, si bien quizá la intencionalidad hubiera sido bien diferente, pintan evidentemente una realidad cultural. Avanzando en la historia tenemos escenas de lo cotidiano en diversas culturas como la romana, etrusca, griega o egipcia.
En la historia de la pintura, durante la Edad Media se eclipsa lo cotidiano para dar lugar a lo religioso como motivo principal, pero permanecería en los libros de horas o los calendarios agrícolas.
El norte de Europa sería la región que quedaría cautivada por la pintura costumbrista. Allí el óleo fue el protagonista de la mano de los pintores flamencos. La sociedad flamenca sería retratada en mediano y pequeño formato en escenas cotidianas, por lo que el género se elevaría de manera increíble.
Estos grandes artistas flamencos fueron analizados por algunos historiadores de arte y entre sus filas existen dos posturas: algunos postulan la hipótesis de que esas escenas son simples representaciones de la realidad, pero otros les asignan un doble sentido crítico o ético otorgándole una doble intencionalidad.
Curiosamente, escenas
de lo cotidiano como esta
que muestra el cultivo de
arroz, eran tomadas por los
costumbristas; tanto la palabra
cultura como cultivo derivan
del latín cultus, cultivar.
LA IMPORTANCIA DEL INSTANTE
En el siglo XVII, durante el período barroco, la pintura costumbrista comenzaría a cobrar importancia gracias a grandes artistas como Diego Velázquez en España o Michelangelo Merisi da Caravaggio en Italia. Este último sería uno de los máximos representantes de la pintura costumbrista; lo amalgamaría junto a su talento en la construcción de escenas religiosas que actualmente son verdaderos íconos espirituales.
En los Países Bajos, debido tal vez a la iconoclasia del protestantismo, la pintura costumbrista siguió afianzándose y surgirían grandes artistas como Gerrit Dou, Pieter de Hooch y, el más famoso de todos, Vermeer de Delft.
En Francia, durante el siglo XVIII, los artistas imprimieron cierto idealismo a las escenas de la vida cotidiana y comenzarían a delinear escenas de la alta nobleza. En pleno Romanticismo las escenas se multiplican y no solo idealizan las costumbres populares, a la misma nación y los viajes, sino que se remiten a tiempos anteriores, es decir, su interpretación de escenas cotidianas del pasado.
España dio origen a dos escuelas que marcarían tendencia: la escuela andaluza en Sevilla, que glorifica la tradición del pueblo con escenas agradables y la de Madrid que plasma en la tela descarnadas escenas de los arrabales.
De las dos escuelas, la que más influencia dejaría en el tiempo sería la sevillana y daría artistas de la talla de Cabral Bejarano, fuertemente atravesado por Murillo, o José Domínguez Bécquer. Mariano Fortuny merece una mención aparte, pues se puede clasificar como “Costumbrismo exótico” ya que las escenas que creó eran ambientadas en el norte de África. Sin embargo, durante los siglos XVII y XVIII las obras del genio de Francisco Goya eclipsarían a todos y él se alzaría como el mejor artista costumbrista por sus escenas de celebraciones y costumbres de Madrid: El parasol o La gallinita ciega dan cuenta de ello.
DE “HERMANA MENOR” A PROTAGONISTA
La pintura costumbrista pasaría de ser un género menor a influir en todos los artistas. Así, por ejemplo, aparecerían escenas costumbristas en gran formato de la mano de Coubert. Igualmente, la influencia del Costumbrismo sería tal que varios géneros tomarían características de la corriente: la pintura religiosa era representada con un realismo natural y descarnado así como la pintura histórica comenzaría a producir escenas intimistas de los grandes personajes históricos.
En Estados Unidos, el artista Howard Hooper influiría
por completo al séptimo arte con su registro de la
cotidianeidad norteamericana. Escenas como estas
quedaron registradas en sus pinturas y remiten casi
instantáneamente a él.
Iniciando el siglo XX, la corriente costumbrista no desaparece y resurge con artistas como Renoir quien tomaría escenas de la sociedad parisina en fiestas u óperas y las plasmaría en sus obras como en El Moulin de la Galette, El palco o Los remeros. El post-impresionismo tendría también a su representante costumbrista en Toulouse Lautrec, quien se dedicaría a bocetar las escenas nocturnas de los cabarets de París. En Estados Unidos Edward Hopper continúa con esta corriente creando bellas escenas saturadas de realismo.
El género se eclipsaría con el advenimiento de las vanguardias ya que los artistas abandonan lo figurativo y se vuelcan a ellas. En esta ocasión, la pintura costumbrista pasaría a integrar los géneros tradicionales y ya quedaría inmortalizada en la historia del arte.
LA PINTURA COSTUMBRISTA EN ARGENTINA
Durante el siglo XIX, pintores viajeros plasmaron las costumbres de los habitantes de la región del Río de la Plata en grabados y bosquejos. Entre estos artistas viajeros se encuentran Emeric Essex Vidal, Peter Schmidtmeyer y Alcide D´Orbigny. Lo que más se destaca de la corriente del Costumbrismo es el empleo de la écfrasis, es decir, la pintura narrativa.
¿QUÉ ES LA ÉCFRASIS?
Una definición clásica la toma como un ejercicio literario que describe un objeto de arte pues el término proviene de la literatura. Aunque la écfrasis no solo plantea una descripción, sino que pueden adoptarse formas narrativas, dialogadas, expositivas… En ocasiones el artista se limita a describir un cuadro, una escultura, una fotografía, pero en otras no describe sino que narra lo que sucede en la obra visual; convierte las figuras del cuadro en personajes y los paisajes en espacios narrativos, y los introduce en un tiempo para relatar una sucesión de hechos. Una definición más acabada de écfrasis estaría dada como la representación verbal de una representación visual, o en pintura, viceversa. Un cuadro puede narrar una historia, pero mediante la écfrasis se torna evidente.Si bien las obras costumbristas comenzaron con estos apuntes o bocetos de pintores y escritores viajeros, se afianzarían por artículos periodísticos, novelas, cuentos, sainetes y poesía, como es el caso de La cautiva de Esteban Echeverría; varias pinturas serían inspiradas en esta obra, como “El rapto. Rescate de una cautiva”, del año 1848. Aunque existen diversos soportes, el hilo conductor del Costumbrismo radica en su énfasis en las buenas costumbres y la definición de la cultura nacional. Puede decirse que el Costumbrismo comenzó con una etapa romántica para derivar en el nacionalismo que lo caracterizaría. La nacionalidad emergente americana termina mostrándose en escultura, pintura, música, literatura y arquitectura.
En 1799 Manuel Belgrano fundó una Escuela de Dibujo para el estudio de la “geometría, arquitectura, perspectiva y todas las demás especies del dibujo”, pero no prosperaría. Sin embargo, en 1815 el padre Castañeda logró reunir a más de doscientos alumnos y en 1821 la Escuela de Dibujo de la Universidad inició sus actividades; en 1830 recibieron sus diplomas el primer pintor argentino nativo, Carlos Morel y Fernando García del Molino, nacido en Chile pero argentino por adopción.
Velázquez sería uno de los artistas más
reconocidos por el registro de la nobleza y el
detalle intimista de su trabajo.
Una de las características más destacadas de este tiempo es el predominio del retrato que representaba a diversos personajes de la época; aunque su ejecución declinaría en las últimas décadas del siglo debido a la aparición del daguerrotipo; la pintura de retrato continuaría así pero con menor intensidad. El pintor costumbrista dejaría un registro de las clases humildes reproduciendo a los característicos personajes de la ciudad y el campo; el paisaje urbano y rural.
EL ESTADO ARGENTINO Y LOS ARTISTAS
Si bien el gobierno de Buenos Aires no concretó sus proyectos institucionales, logró dar solución a la enseñanza artística con el otorgamiento de pensiones oficiales para estudiar en Europa, que permitirían la formación de nuestros futuros artistas; bajo la influencia del Neoclasicismo, el Romanticismo y el Realismo.Durante las dos últimas décadas del siglo XIX Argentina se había transformado por la “Campaña del Desierto” que puso fin a los indígenas y por la inmigración masiva, convirtiendo a Buenos Aires en la ciudad más europea de América. El país, viendo amenazada su identidad, afianzaba su nacionalidad rescatando costumbres y tradiciones de los gauchos que se convertirían en peones de estancias dedicadas a la ganadería. Esto influiría en la corriente costumbrista y todos esos elementos se añadirían a su pintura. El artista Ángel Della Valle se dedicó a realizar retratos, pero se volcó más tarde a las que serían sus obras más representativas: temas campestres e históricos, testimonios de una nueva Argentina. Pero tanto él como Ernesto de la Cárcova, quienes habían comenzado con los temas sociales propios del Costumbrismo, los abandonarían por los aspectos formales de la pintura. Sin embargo, el interior del país, ajeno a la penetración europea que sí se dio en el puerto de Buenos Aires, mantendría aún durante muchos años el rasgo estilístico de la plástica colonial como arte popular, última huella de la influencia hispánica profana.