La principal fuente de energía del planeta proviene del Sol, este emite un 100 % de la radiación solar del cual solo el 47 % llega a la superficie terrestre, ya que el 23 % se pierde al momento en que estas radiaciones chocan con la atmósfera y se reflejan al espacio por efecto de las nubes y el polvo atmosférico. Otro 7 % es reflejado en la superficie de los suelos y mares, y finalmente un 23 % es absorbido por las distintas capas de la atmósfera; es decir, que el 53 % de las radiaciones son desaprovechadas y no entran en contacto con la superficie terrestre.
La atmósfera es responsable de filtrar las longitudes de onda más cortas emitidas por los rayos solares, conocidas como rayos ultravioletas. A menor longitud de onda mayor es la energía; estos rayos traen como consecuencia efectos nocivos para la vida terrestre. El ozono es el que impide el paso de los rayos ultravioletas.
Por otra parte, existen longitudes de ondas cortas que son capaces de penetrar completamente a la atmósfera, las cuales al chocar con la superficie terrestre amplían su longitud de onda, logrando que algunas puedan salir de la atmósfera (18 %); otras quedan atrapadas en la atmósfera por los gases de invernadero y esto es responsable de la temperatura ideal para alojar la vida en la Tierra. Finalmente el 29 % que queda en la Tierra es aprovechado por todos los seres vivos.
Referencias bibliográficas:
Araya, A. (2003). Ecología Química. (1a. ed.). Editorial Mcgraw-Hill. Pág. 50