La vida en la naturaleza ha sido desde siempre uno de los temas de investigación que más ha cautivado a estudiosos de todo el mundo. En los misterios de su interacción parece encontrarse un orden oculto que el ser humano intenta develar para su provecho, creando para sí clasificaciones arbitrarias que le permitan comprenderla. Sin embargo, estos intereses no suelen encontrarse en armonía con los sistemas naturales, y por esta razón la ambición del hombre ha perjudicado con su imprudencia y egoísmo el entorno que lo rodea, provocando en muchos casos daños irreversibles.
Uno de los principales términos que se utiliza en Ciencias Naturales para comprender estas relaciones a las que hicimos referencia es el de ecosistema. Puede decirse que el planeta Tierra es un gran ecosistema en el que convivimos con distintas especies y ambientes, en una interacción constante que promueve distintos cambios en la naturaleza. Para contribuir a que se conserven los distintos espacios y los seres que habitan en ella es necesario primero conocer cómo se dan estas relaciones en el mundo.
Un ecosistema es un conjunto formado por seres vivos, el ambiente en que habitan y todas las relaciones que existen entre ellos. A modo de analogía, puede decirse que así como las células son las unidades estructurales y funcionales de los organismos, los ecosistemas constituyen las unidades del mundo natural.
De la misma forma que cualquier otro conjunto, se encuentran ubicados en un lugar y en un momento determinado que permite distinguirlos de otros, estableciendo sus límites y principales características. Es una constante en estos sistemas la relación entre elementos vivos y no vivos, así como la circulación de la energía y materia que generan.
Ecosistema acuático | Ecosistema terrestre |
Sin embargo, no siempre es tan sencillo como parece establecer una diferencia propicia entre uno y otro ecosistema. Los límites de cada uno son propuestos en base a la detección de cambios importantes que pueden darse en torno al terreno o al tipo vegetación que se desarrolla en la región; en otras palabras, las demarcaciones se realizan con la información obtenida por su apariencia o aspecto exterior, por más que los mismos no puedan diferenciarse fácilmente en muchas ocasiones.
Otra característica importante de todo ecosistema es que son sistemas abiertos. Por ejemplo, en la interacción que se produce cuando un organismo se alimenta de otro, una porción de la energía es liberada en forma de calor y se pierde. Pero así como hay energía que se pierde, también hay energía que se renueva y que proviene de agentes físicos situados por fuera de él. Si un ecosistema fuera cerrado, no debería necesitar de la energía exterior y podría autoabastecerse por sí mismo, lo que, en general, no ocurre naturalmente, sino que es producto de la intervención del hombre.
Algunos ejemplos concretos de ecosistemas pueden ser una playa, un bosque, un lago, una planta o un acuario. Como puede observarse, el tamaño, la forma, el ambiente y lo seres que existen en cada uno de ellos, son sumamente variables.
¿Cómo se compone un ecosistema?
Como ya se mencionó anteriormente, los ecosistemas están formados básicamente por seres vivos y el medio físico en que se relacionan. Ambas partes se encuentran en constante interacción y definen las características esenciales de un sistema natural.
Los primeros se conocen como componentes bióticos, comunidad biótica o biocenosis y proviene del griego bios que significa "vida", e incluyen no solo a los organismos vivos, sino también a los elementos que en su momento tuvieron vida, como pueden ser los frutos.
El medio físico, en cambio, es el componente abiótico de un ecosistema, es decir, todos aquellos elementos que no poseen vida, como las características fisicoquímicas del ambiente (aire y temperatura) y los recursos disponibles en la naturaleza (el agua o la tierra). También suele utilizarse el término biotopo para definir este conjunto.
Las relaciones que se producen entre ambas partes representan uno de los factores más interesantes de estudiar al momento de abordar cualquier ecosistema. Los organismos vivos interactúan entre sí o con el entorno de diferentes maneras, pero las relaciones más importantes son aquellas que tienen que ver con la disponibilidad de los alimentos y las tareas que realizan para conseguirlos. Bajo este tipo de interacciones se origina una compleja red en la cual la energía y la materia circulan a través de todo el ecosistema.
En resumen, un ecosistema está constituido por el biotopo y la biocenosis. Si tomamos como ejemplo un bosque, el primero incluiría entre otros componentes el suelo, el aire, los nutrientes y el agua; mientras que el segundo grupo estaría formado por los organismos que allí viven, como pueden ser los árboles, las aves, los insectos, los hongos y las bacterias. La interacción entre los elementos es tan estrecha que si parte del ecosistema sufriera alguna modificación, afectaría al conjunto total. Por ejemplo, si se talan los árboles, las aves perderían su hábitat, y el agua de lluvia comenzaría a acumularse haciendo que los suelos pierdan sus nutrientes.
¿Cómo clasificar los ecosistemas?
Como se ha sugerido anteriormente, no puede encontrarse un ecosistema igual a otro. Cada uno tiene una suma de particularidades que lo hace especial y distinto. Sin embargo, con la finalidad de poder estudiarlos y compararlos, los científicos han propuesto diferentes formas de clasificarlos que permiten encontrar algunas semejanzas entre ellos. Algunos de los criterios establecidos, son los siguientes:
1) Según su tamaño:
Las dimensiones de un ecosistema permiten clasificarlo en macroecosistema o microecosistema. El primero agrupa a todos aquellos que ocupan grandes extensiones, como por ejemplo un bosque, la selva o el mar. En cambio, se utiliza el segundo término para los ecosistemas que ocupan espacios reducidos, como puede ser un hormiguero, el agua que se acumula entre las hojas de una planta o el tronco de un árbol.
Macroecosistemas. Se observa a la izquierda un bosque y a la derecha una selva |
Microecosistema. Un hormiguero |
2) Según su origen:
De acuerdo con esta clasificación, un ecosistema puede ser natural o artificial. El primero de ellos se forma sin la intervención del hombre (por ejemplo: un bosque, selva, lago o pradera) y el segundo es creado por el hombre (por ejemplo: un cultivo de algodón o una maceta con plantas).
Ecosistemas naturales. Una pradera y un lago. |
Ecosistemas artificiales |
3) Según su ubicación:
El lugar donde se encuentran también es de utilidad para diferenciarlos de otros. En este sentido, la clasificación empleada permite dividirlos en ecosistemas terrestres, acuáticos y de transición. Los primeros son aquellos que ocupan las superficies sólidas de la Tierra, como un bosque o una selva; los segundos ocupan ambientes marinos o de agua dulce, como un mar, una laguna o un río; y los terceros son ecosistemas que se establecen en el límite entre dos, como la zona del intermareal rocoso que separa la playa del mar.
El intermareal rocoso, un ecosistema de transición. |
Es necesario remarcar que los límites entre los ecosistemas suelen ser muy difusos, un macroecosistema incluye varios microecosistemas que se superponen entre sí y los espacios de transición entre ellos pueden dar lugar a interacciones muy complejas. Estas zonas de paso entre un ecosistema y otro se denominan ecotono, como por ejemplo, el que existe en la transición entre la estepa y el bosque, y que permiten la relación de seres propios de diferentes sistemas.
El ser humano ha influido sobre su entorno como ninguna otra especie lo había hecho antes. Su expansión por todo el mundo y la explotación indiscriminada que realizó durante años de los recursos naturales, provocó severas alteraciones, directa o indirectamente, en el proceso de extinción de diversos organismos. De esta manera se fueron perdiendo especies de todo tipo y se han modificado diversos paisajes que resulta imposible recuperar.
La actividad petrolera ha generado, de forma directa e indirecta, desequilibrios en diferentes ecosistemas. |
El impacto de sus acciones es aún impredecible. Sabemos que las extinciones masivas son procesos naturales, pero la intervención del hombre ha provocado que en los últimos años la reducción de biodiversidad haya aumentado al punto de ser considerada la más importante de todos los tiempos.
Existen ecologistas que, a modo de analogía, comparan la desaparición de especies con la remoción de los remaches de un avión en pleno vuelo. Sin embargo, lo cierto es que aún no se han observado consecuencias drásticas por la disminución de biodiversidad, aunque es probable que no se haya detectado todavía la magnitud del daño provocado.
Definitivamente es imposible negar que el mundo se volverá menos hermoso y más monótono a medida que se continúen destruyendo y limitando hábitats silvestres. Pero además nos encontramos frente a una pérdida costosa, ya que los ecosistemas naturales brindan servicios vitales a las sociedades humanas. En este sentido, muchas actividades recreativas, estéticas y comerciales desaparecerán inevitablemente. Sin embargo, es todavía pronto para reducir las consecuencias solamente a estos pocos aspectos.
Cuando se dice que una especie está en peligro de extinción, se está haciendo referencia a la amenaza bajo la que se encuentra para continuar su existencia en el mundo. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha establecido diferentes criterios de evaluación que permiten distinguir el grado de vulnerabilidad de cada una y así poder diferenciarlas y tomar las medidas adecuadas para prevenir su desaparición. Para ello, han creado la reconocida Lista Roja, y la información que han logrado obtener al respecto es alarmante:
De acuerdo a su última versión (2007), existen 41.415 especies en la Lista Roja de la UICN, de las cuales 16.306 son consideradas como amenazadas de extinción, comparado con las 16.118 que lo estaban el año anterior. El número total de especies extintas ha llegado a 785 y otras 65 solo se las encuentra bajo cautiverio o cultivo. Esto indica que a nivel mundial, uno de cada cuatro mamíferos, una de cada ocho aves, un tercio de todos los anfibios y el 70 % de las plantas que han sido evaluadas en la Lista Roja 2007 de la UICN están en situación de riesgo.
Las razones que llevan a que una especie se extinga son muy diversas y pueden ser de orden natural o provocadas por el hombre. La explotación indiscriminada de recursos naturales, la caza ilegal, la tala de bosques enteros y la contaminación, son acciones directas que causaron la desaparición de numerosas especies. Pero indirectamente, la influencia del hombre también ha sido responsable de muchas de las modificaciones que se evidencian en los ecosistemas y que ponen en peligro miles de organismos, como por ejemplo el cambio climático, al que en muchas ocasiones no pueden adaptarse.
Sin embargo, es interesante observar que diversas especies han logrado sobrevivir a estas modificaciones, desarrollando estrategias que les permiten preservarse frente a las influencias externas. Pero en la mayoría de los casos ocurre que las acciones humanas terminan rompiendo el equilibrio de los ecosistemas y de la vida en el planeta.
En la actualidad, prácticamente no existen regiones del mundo que no hayan sido afectadas en mayor o menor medida por el hombre. De hecho, algunos de los espacios que más recientemente se empezaron a estudiar, como los fondos oceánicos, ya presentan una alteración provocada por la cantidad de desechos tóxicos que allí se depositan. Reconocer el carácter irreversible de estas acciones, así como las consecuencias que se sufrirán por ellas, es el primer paso para detener la pérdida de más especies y paisajes naturales.
Animales en peligro de extinción
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