Considerado uno de los cuentos más emblemáticos de Oscar Wilde, El fantasma de Canterville contiene una historia de fantasmas atípica, donde el horror convive con el humor y la sátira.
Este cuento de Oscar Wilde constituye uno de sus relatos más representativos y conocidos, donde aparecen varios de los tópicos que hicieron de su obra una de las más intensas de finales del siglo XIX y comienzos del XX. El fantasma de Canterville ha dado lugar a numerosas adaptaciones teatrales, cinematográficas y televisivas, además de haber sido fuente de inspiración para distintas composiciones musicales –por aquí es conocido el tema de Porsuigieco del mismo nombre- o representaciones artísticas.
El relato fue publicado originalmente en la revista The Court and Society Review en el mes de febrero del año 1887 y luego fue incluido en la compilación El crimen de lord Arthur Saville y otras historias, de 1891, que también contenía cuentos como La esfinge sin secreto o El retrato del Sr. W.H. Se trata de un cuento extenso o Nouvelle que en su estructura contiene un texto que subvierte los relatos tradicionales de fantasmas.
Encuentro de dos mundos
En la historia Wilde juega con los contrastes para dar lugar a un punto de vista atípico. La familia Otis representa al estereotipo de la familia norteamericana, donde el consumo y el materialismo se traducen en personajes escépticos a los que se les presenta la ocasión de formar parte de un entorno clásico de la literatura gótica: un castillo embrujado. En contraste, la familia Canterville aparece a través de sus representantes como un estandarte del tradicionalismo inglés y la credulidad en sus historias, a costa del peso de un largo árbol genealógico de vivencias que aseveran la necesidad de esta credulidad como una forma de identificarse. Por supuesto y acorde a los tópicos habituales del género, en este castillo hay un fantasma del cual han sido víctimas generaciones de habitantes que han tenido el infortunio de encontrárselo, siempre espantados de forma tal que su fama ha trascendido al tiempo y el espacio.
Este choque cultural se traslada al impacto que produce el fantasma en sus nuevos ocupantes: lejos de sentirse asustados, los norteamericanos se adecúan a su presencia y hacen imposible su existencia como espectro, frustrando una y otra vez los sustos llevados a cabo por Sir Simon. Al presentarse como un ser acomplejado por un pasado del cual no puede redimirse, encuentra en la joven hija de los Otis, Virginia, una llave a su salvación que solo consigue a través del amor. Así, Wilde llega a un cierre aleccionador donde cristaliza su singular sensibilidad, en un choque entre lo viejo y lo nuevo, la vida y la muerte.