Existen teorías sobre la evolución que afirman que las especies se transforman a lo largo de sucesivas generaciones y que, en consecuencia, están emparentadas entre sí al descender de antepasados comunes. Estas teorías constituyen la piedra angular de la biología, ya que sin ella esta disciplina sería una colección de datos inconexos.
De igual forma se tiene que las distintas civilizaciones desde la Edad Antigua, han intentado explicar el origen del mundo a partir de sus creencias religiosas. En los libros de las distintas religiones, Dios o los dioses creaban desde la nada, la materia inerte, apareciendo en ese instante el mundo; surgiría más tarde el hombre, como resultado de una acción divina. Así el ser humano y los animales concebían la existencia por una creación directa o indirecta de los poderes divinos.
Ideas de la Antigüedad sobre la evolución
Las primeras concepciones cosmogónicas fueron, en buena parte, función del medio ambiente en que se desarrollaron. No es extraño, pues, que los dos núcleos culturales que antes entraron en la fase histórica (el egipcio y el sumerio-babilonio) dieran origen a ideas cosmogónicas divergentes. En la cultura egipcia predominó la idea de "continuidad" en su visión del mundo: los fenómenos naturales se suceden sin interrupciones bruscas, en una serie continua. Por el contrario, en las culturas del valle del Tigris y del Éufrates, sometidos con cierta frecuencia a grandes cataclismos, se generalizó la idea de discontinuidad, la creencia en una creación con interrupciones bruscas, en lugar de un lento y continuo fluir de los acontecimientos naturales.
Los filósofos griegos fueron los primeros en buscar una explicación natural al origen del mundo frente a las antiguas narraciones míticas. Las concepciones cosmogónicas de los filósofos de la escuela jónica -s.VI a. C.- son las que más se acercan, dentro de la filosofía griega, al evolucionismo. Todas ellas reflejan una imagen de evolución natural y continua del mundo, aunque el "elemento primordial" varíe en cada autor: el agua, para Tales de Mileto, el aire para Anaxímenes, o el fuego para Anaximandro. Heráclito de Éfeso, por su parte, afirmaba que toda existencia está en continuo cambio. En Anaximandro se encuentran los primeros atisbos de ideas de evolución referida a los seres vivos: según él, los primeros animales habrían aparecido en el agua para pasar luego a tierra firme y se mostraba partidario de que el hombre había nacido de una criatura diferente.
También se tiene la idea de inmutabilidad de las especies defendida por Platón y Aristóteles coincidía con la visión del Antiguo Testamento y fue aceptada por el cristianismo durante siglos. Durante ese tiempo se consideró a los fósiles como restos de organismos desaparecidos y enterrados por el Diluvio Universal. Aristóteles dedujo que la naturaleza progresa desde los seres más sencillos hasta los más complejos; aunque no hay que entender estas afirmaciones en estricto sentido filogenético, sino más bien formal. Al mismo tiempo, consideraba que algunos animales podían surgir de la materia no viva por generación espontánea.
La absorción de la cultura helénica por Roma produjo un cambio radical en la manera de enfocar el conocimiento científico. La desinteresada afición a la ciencia de los griegos fue sustituida por el utilitarismo romano, y la ciencia vino a convertirse en mera técnica, el verdadero conocimiento científico permaneció estacionario. De esta manera, la ciencia fue languideciendo a lo largo de muchos siglos.
En la Edad Media, con el advenimiento del cristianismo, las ideas cosmogónicas contenidas en la Biblia, pasan del pueblo hebreo a tener una amplitud universal. La interpretación literal del relato bíblico de la creación, unido a las ideas platónicas y aristotélicas adaptadas al dogma cristiano, llevó a la creencia en la fijeza o inmutabilidad de las especies animales y vegetales, la cual perdurará mucho tiempo en el orbe cristiano. No obstante, algunos padres de la Iglesia, entre los que destaca San Agustín (353-430), sostuvieron opiniones que pueden interpretarse en favor de que hubo una cierta evolución cósmica antes de la creación del hombre -hipótesis de la creación "en potencia".
Teorías evolucionistas en los siglos XVII, XVIII y XIX.
Espoleados por la inquietud científica y los grandes fenómenos culturales que se gestan en el Renacimiento, en el curso de estos siglos se incrementaron los avances iniciados en el s.XVI en los distintos campos de las ciencias naturales.
Se hicieron notables progresos en el conocimiento sistemático de los seres vivos, estableciéndose el concepto de especie como unidad constante y se elaboraron nuevos sistemas de clasificación y nomenclatura con Ray (1627-1705) y, sobre todo, con Linneo (1707-1778).
En el siglo XIX, concretamente el mismo año en que nacía Charles Darwin (1809), surgió la primera teoría organizada de la evolución con la publicación de la "Filosofía Ecológica", obra del Caballero de Lamarck, Jean Baptiste Monet.
Lamarck formuló dos leyes en su teoría, la cual aceptaba la generación espontánea como un acontecimiento frecuente. Su teoría se puede resumir en los siguientes puntos:
Los organismos poseen un instinto interno que les lleva a su propio perfeccionamiento.
Los organismos generan nuevas necesidades cuando se producen cambios en el ambiente. Esta característica determina que se vean obligados a utilizar ciertos órganos en mayor o menor medida, o incluso a no utilizarlos, lo que provoca que estos órganos sufran formación, desarrollo, atrofias o desaparición; finalmente, por efecto de estas variables, se producen cambios o alteraciones en sus constituciones. Estos hechos se pueden resumir en una frase: la función hace/crea el órgano. "Los seres vivos se modifican bajo la influencia del medio externo, de forma que los órganos se desarrollan con el uso y se atrofian con el desuso".
Las alteraciones o cambios, adquisiciones o pérdidas, producidas bajo el influjo del medio ambiente se convierten en patrimonio hereditario. Lamarck pensaba que las jirafas tuvieron que forzar el cuello deliberadamente para comer las ramas altas de los árboles. Este esfuerzo provocaba que las generaciones posteriores tuvieran el cuello más largo. Lamarck se forjó, en principio, una imagen lineal, continua y siempre renovada de la evolución, referida al mundo animal, por un lado, y al reino vegetal, por otro. Imagen que no corresponde, desde luego, a la visión ramificada e histórica del proceso evolutivo.
La teoría de Lamarck fue vivamente atacada en su tiempo, hasta el extremo de ser silenciada. Sin embargo, se mantuvo esta corriente de pensamiento evolucionista, sirviendo de base para lo que terminaría siendo una verdadera revolución en las ideas biológicas del momento, y que desembocaría en la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin. De hecho, su teoría llegó a estar muy extendida hasta que las teorías mutacionistas la negaran de forma categórica.
Las ideas evolucionistas, aunque no aceptadas, flotaban en los ambientes científicos. Esto demuestra que Darwin y Wallace llegaron de forma independiente a establecer la misma teoría de la evolución por medio de la selección natural.
Charles Darwin (1809-1882) realizó una serie de observaciones de tipo biogeográfico que lo llevaron a la idea de que las especies variaban y se diversificaban a lo largo del tiempo. En su viaje alrededor del mundo (1831-1836) pudo comparar las especies de las islas entre sí y con las del continente más cercano a ellas, apreció la sustitución geográfica de especies en residencias ecológicas análogas, que, combinadas con otros hechos le llevaron a la idea de que las especies variaban y se diversificaban a lo largo del tiempo, dando lugar a nuevas especies. Durante mucho tiempo recopiló datos en torno a este problema, a la vez que, apoyándose en las ideas de Malthus sobre el crecimiento de la población humana formuló la teoría de la selección natural para explicar el proceso evolutivo.
Alfred Russel Wallace (1823-1913) también era un naturalista viajero. Siendo muy joven abordó una campaña en el Amazonas de cuatro años de duración y, más tarde, una visita a diversas islas del archipiélago malayo de ocho años de duración. Muy interesado por el problema del origen de las especies, publicó en 1855 un artículo cuya principal conclusión era que "las especies actuales coinciden, tanto en el espacio como en el tiempo, con especies preexistentes muy afines a ellas". Este trabajo le puso en contacto epistolar con Darwin; así es que en 1858, cuando se le ocurrió combinar la doctrina de Malthus con sus observaciones sobre la diversificación de especies en variedades o razas, estableciendo también la teoría de la selección natural, envió un manuscrito sobre la cuestión al propio Darwin, el cual sufrió un gran disgusto al ver resumida en pocas páginas una teoría en la que llevaba veinte años trabajando. Todo se arregló al mediar Lyell y el botánico Hooker y publicarse conjuntamente el artículo de Wallace y un breve avance de los escritos de Darwin. No obstante, como ha ocurrido tantas veces en la historia el nombre de Wallace ha permanecido en la sombra durante demasiados años.
Charles Darwin, presionado por el trabajo de Wallace, preparó rápidamente la publicación donde formulaba su teoría completa: "The origin of species" fue publicado en 1859.
La teoría de Darwin-Wallace se resume en los siguientes puntos:
Nuestro mundo no se mantiene estático, sino que está en continua evolución. Las especies cambian continuamente, con el tiempo unas se extinguen y aparecen otras nuevas. Las formas de las especies actuales son más diferentes cuantas más antiguas sean.
Los cambios no se producen súbitamente o a saltos discontinuos, sino que es un proceso continuo y gradual.
Las especies descienden de un antepasado común, por tanto, los organismos semejantes están emparentados. Remontándose en el tiempo se llegaría a un origen único de la vida.
La evolución o cambio evolutivo es resultado de un proceso de selección natural. En una primera fase se produce variabilidad en cada generación, mientras que en una segunda fase se produce la selección a través de la supervivencia (lucha por la propia existencia). La segunda fase de selección constatada por Darwin, está basada en las observaciones que mantuvo sobre la reproducción de distintas especies, las cuales siendo abundantes se mantenían, no obstante, en equilibrio a través de las generaciones; este hecho implica que muchos individuos mueren tempranamente. La razón de la muerte a edad temprana tiene su respuesta en que, las diferencias existentes entre los descendientes de una misma especie, los cuales se han adaptado diversamente al hábitat donde han nacido, luchan entre sí por la propia existencia; los más aptos sobrevivirán, y por tanto transmitirán posteriormente a sus hijos esas características de fortaleza; el proceso se repetirá en cada generación. Así, por ejemplo, los pinzones, que son aves que tienen pico corto, presentan variedades con pico largo que les dota de mayor capacidad para alcanzar la comida, de ahí que hayan sobrevivido con mayor facilidad que los primeros y, por tanto, se hayan reproducido más extensamente.
Con respecto al hombre, éste condiciona la evolución de determinadas especies para su propio aprovechamiento mediante la selección artificial, sin embargo Darwin afirma en "El origen de las especies" que el hombre de hecho no produce variabilidad; lo único que hace es exponer intencionadamente seres orgánicos a nuevas condiciones de vida, y luego la Naturaleza actúa sobre la organización, y causa la variabilidad. Pero el hombre puede seleccionar y selecciona las variaciones que la Naturaleza le da, y de este modo las acumula de cualquier modo que desee. Adapta así animales y plantas a su propio beneficio o placer. Puede hacerlo metódicamente o puede hacerlo inconscientemente, preservando los individuos que le son más útiles de momento, sin pensar en alterar la raza. No hay motivo aparente para que los principios que han actuado con tanta eficacia en la domesticación no hayan actuado en la Naturaleza. Nacen más individuos de los que pueden sobrevivir. La ventaja más ligera en un ser, de cualquier edad o en cualquier estación, sobre los demás seres con los cuales entra en competición, o una adaptación mejor, por mínima que sea, a las condiciones físicas que le rodean, cambiará el equilibrio en su favor.
Se puede indicar que, la evolución es un proceso de selección natural en la cual, en una primera etapa se produce la mutación, recombinación y acontecimientos al azar (producción de la variabilidad genética), para en una segunda etapa quedar regulada esa variabilidad mediante la selección natural, y en la cual la selección artificial generada por el hombre no produce variabilidad. Implícita en su teoría está también la idea de que la evolución tiende a la perfección de la especie. El único punto débil que hoy se achaca a esta teoría es la suposición de que prácticamente todas las adquisiciones sean hereditarias.
Teorías modernas de la evolución.
Los trabajos de genética del monje austriaco Gregorio Mendel, que no serían redescubiertos y valorados hasta 34 años después de su muerte, por De Vries, Correns y Tschermak, serían los promotores de la teoría mutacionista.
El mutacionismo defiende que la evolución se ha producido a través de mutaciones, es decir, cambios bruscos que pueden producirse al azar o por modificaciones obligadas por factores ambientales.
La teoría de la selección paralela compagina la heredabilidad de los caracteres adquiridos con la teoría de la mutación. Las tendencias finalísticas, se distinguen por no tener solo en cuenta los factores mecánicos de la evolución sino que consideran que solo la existencia de una tendencia progresiva interna puede explicar la aparición de organismos cada vez más complejos con el paso del tiempo, aduciendo, además, que hay evoluciones inexplicables científicamente y que varían, no necesariamente por los factores externos.
EVOLUCIÓN DEL HOMBRE.
Pertenecemos al grupo de los primates, sin embargo, no procedemos de ninguna especie actual de mono sino de especies ya desaparecidas. Nuestra separación se realizó en dos procesos: la hominización y la humanización.
El Proceso de Hominización.
En el larguísimo periodo que ocupa la Prehistoria tiene lugar la hominización, la lenta evolución que condujo desde los primeros homínidos al ser humano actual.
En el proceso de hominización hay una serie de logros fundamentales que han permitido llegar hasta el ser humano actual. Estos logros son:
La marcha bípeda provocó una serie de modificaciones imprescindibles: los pies se especializan en caminar, la pelvis se empequeñeció para soportar el peso vertical del cuerpo, la columna vertebral se enderezó adquiriendo cuatro curvaturas, que permite que el centro de gravedad del cuerpo describa al andar casi una recta, una rodilla que puede doblarse en un solo sentido y un pulgar del pie largo y alineado con el resto de los dedos de los pies. El cráneo, a su vez, reposó sobre la columna, lo cual permitió un aumento de la capacidad craneana. Los cambios aludidos no fueron siempre ventajosos. Así, por ejemplo, el empequeñecimiento de la pelvis hace más difícil el parto de las mujeres que el de las hembras de los monos antropoides.
La marcha bípeda permitió liberar las extremidades superiores y las manos, que se convirtieron en instrumentos muy sensibles, capaces de manipular los objetos de forma muy precisa. En la mano humana, destaca el pulgar, que es alargado, puede rotar con bastante libertad y puede oponerse al resto de los dedos de la mano.
La marcha bípeda se adquirió mucho antes de que comenzara el aumento del volumen del cerebro. La mayoría de los seres humanos actuales tiene una capacidad craneal entre 1.300 y 1.500 cm3. En el transcurso del proceso de hominización, el volumen de la masa cerebral se ha multiplicado más de tres veces. El aumento del tamaño del cerebro y de su complejidad ha permitido la evolución cultural y técnica del ser humano. La telencefalización, la frontalización, la disimetría entre hemisferios, etc. son notas que van ligadas a la espectacular cerebración del género homo, sin la cual el lenguaje y la razón no hubieran hecho su aparición en el mundo.
Paralelamente se produce una disminución gradual del tamaño de la cara y de los dientes. Todos los grandes simios están dotados de enormes caninos (colmillos) que destacan del resto de los dientes. A medida que avanzamos en el proceso de hominización, observamos que los caninos van reduciéndose de tamaño. Además, los dientes que sirven para masticar -premolares y molares- han ido disminuyendo su tamaño progresivamente. La elaboración de los alimentos, especialmente desde la utilización del fuego, hizo menos necesarias estas piezas dentales para las tareas de desgarrar los alimentos.
Los cambios anteriores provocaron una disminución del tamaño de la cara y de las mandíbulas. La cara de los primeros antepasados del ser humano era grande y estaba situada al frente del cráneo. A medida que los dientes se redujeron y el cerebro aumentó, la cara disminuyó y varió su posición; así, la cara de los seres humanos actuales está situada debajo, no delante, del cerebro.
Paralelamente al desarrollo del cerebro, el lenguaje articulado permitió transmitir información concreta de modo instantáneo. Fue un instrumento perfecto para la evolución cultural del ser humano, que le ha llevado a controlar el planeta, adaptando el entorno a sus necesidades. Sin este instrumento, no hubiese sido posible la capacidad de razonar; no hubiese sido posible la aparición del pensamiento.
El ser humano es el animal que viene a la vida más indefenso y más necesitado de un largo período de cuidados. Gracias a eso la mente es una hoja, casi en blanco, capaz de una amplia gama de aprendizajes. De hecho, la zona del cerebro donde radican los instintos se liberan en beneficio de las zonas que posibilitan los aprendizajes.
La familia de los homínidos ha culminado su evolución en la constitución de una sola especie y en la ampliación de su hábitat hasta ocupar toda la tierra y con el tiempo, posiblemente otros planetas.
Se puede resumir la hominización en un proceso de evolución humana no lineal, sino presentando variadas ramificaciones, de manera que nos vamos a encontrar con especies distintas de homínidos que van a vivir al mismo tiempo. Algunos se extinguirán y otros continuarán evolucionando.
Pero aún queda mucho por investigar y conocer. El proceso de hominización todavía no se conoce en su totalidad, hay muchas lagunas que impiden tener un conocimiento completo del mismo. Debemos tener presente que los restos fósiles humanos que se suelen encontrar, son escasos e incompletos, debido a que nuestros antepasados no fueron muy abundantes.
El Proceso de Humanización
Una vez concluido el proceso de hominización, es decir, constituido el género homo como entidad biológica madura, se inició inmediatamente una actividad que carecía de precedentes en la historia de la vida; a saber: la actividad cultural, la invención de una nueva manera de existir que iba a separar definitivamente al hombre de todas las demás especies y a convertirle, en efecto, en rey de la creación". Esta actividad específicamente humana, en cuya virtud nos hemos convertido en lo que somos hoy, comenzó siendo muy rudimentaria, apenas distinguible de la actividad adaptativa de los animales superiores. Las diferencias, aparentemente pequeñas en un principio, resultaron, sin embargo, lo suficientemente importantes para producir con el tiempo dos modos de vida tan distintos como el del hombre y del resto de los animales.
En un principio, la actividad instrumental del hombre fue elemental y funcionó al servicio de fines biológicos básicos -alimentación, defensa, alojamiento-, pero se diferenció de la de los simios más cercanos en que éstos, capaces, por supuesto, de arrojar piedras, de utilizar un palo como bastón o de convertir una rama en instrumento para robar miel de una colmena, jamás llegaron a trascender los límites de esta actividad instrumental de primer orden.
El paso siguiente, probablemente unido al desarrollo del lenguaje, consistió en ampliar los fines biológicos, de pura supervivencia, con valores religiosos y artísticos totalmente desconocidos en el mundo animal. El ser humano comenzó a enterrar a sus muertos de acuerdo con normas inventadas por él mismo, empezó a construir adornos para su cuerpo y a decorar sus cuevas con pinturas y símbolos. La humanización había comenzado."
A modo de conclusión.
Se tiene la creencia de que la gran diversidad de vida, la increíble perfección con la que están dotados los organismos vivos para sobrevivir y multiplicarse, y la desconcertante complejidad de las estructuras vitales, solo pueden ser obra de la creación divina.
No obstante, una y otra vez han existido pensadores aislados que creían que debía haber una alternativa a la creación sobrenatural. Esta creencia estuvo apartada hasta que en el siglo XVIII fue retomada por pensadores progresistas como Pierre de Maupertuis, Erasmus Darwin y Jean Baptiste de Lamarck.
En la primera mitad del siglo XIX, esta idea se hizo habitual en los círculos intelectuales, en especial en los de temas geológicos, aunque siempre de forma vaga y sin que existiera una visión clara del mecanismo que podía originar estas modificaciones. Podemos ver entonces el ejemplo de cómo Lamarck, formuló una de las teorías, que daría un cambio en la historia, dando un paso que, posteriormente, y de esta manera, se formulasen otras posibles teorías. Fue Charles Darwin (nieto de Erasmus) quien, incitado por la publicación del descubrimiento de Alfred Russel Wallace de su principio de la selección natural, estableció finalmente la teoría de la evolución a través de la publicación: El origen de las especies por medio de la selección natural en 1859, conocido por lo general como El origen de las especies.
A partir de 1859 fue difícil dudar que todas las especies vivas, incluyendo la nuestra, hubieran evolucionado de otras. La biología molecular moderna hace que resulte difícil dudar que el origen de todas las especies pueda remontarse a un antecesor común único, que todas las formas de vida conocidas compartan el mismo código genético y que sea muy improbable que hubieran podido dar con ello de forma independiente.
Actividades sugeridas
1.- ¿Qué es el evolucionismo?
2.- Describe la evolución según Lamarck.
3.- Describe la evolución según Darwin y Wallace.
4.- Describe el Proceso de Hominización.
5.- Describe el Proceso de Humanización.
Referencias Bibliográficas.
MALTHUS, Thomas Robert (1798). Primer ensayo sobre la población. Madrid: Alianza.
MOYA Palacios, J. L. (1997). Psicología. Bachillerato. Madrid: Anaya.
PINILLOS, J.L. (1969). La mente humana. Madrid: Salvat.
TEMPLADO, Joaquín (1974). El desarrollo histórico de las Ideas evolucionistas. En Miguel Crusafont Pairó (edt.). La evolución (pp. 85-105). Madrid: BAC.