Parte de nuestro universo a través de las matemáticas.
El cielo nocturno siempre ha deslumbrado a los seres humanos desde tiempos muy remotos, ya que en las noches se observaba un cielo repleto de estrellas azules y rojas, veían el paso de cometas, asteroides y meteoritos, fenómenos que les llevarían a preguntarse ¿Por qué suceden?; la influencia astronómica no solo se limitaba a la observación del cielo estrellado, sino que también al aparente recorrido del sol a lo largo del día, notando que, dependiendo de la época del año, crecían los ríos y ciertos alimentos se desarrollaban más rápido. Por razones de supervivencia se vieron en la obligación de realizar construcciones lógicas de operaciones matemáticas que les permitieron determinar las estaciones de invierno, verano, otoño y primavera, y, al mismo tiempo, realizaban cálculos para la elaboración de calendarios para marcar el inicio de un nuevo año.
Los movimientos de planetas y satélites se pueden medir y predecir con enorme exactitud gracias a la matemática.
En la matemática encontramos cómo explicar movimientos y patrones de conducta de los astros.
El matemático y astrónomo griego Eratóstenes (275-194 a. C.), usó los elementos básicos de geometría para la medición de la circunferencia terrestre obteniendo valores tan exactos, que al ser comparadas con las mediciones modernas, solo se diferencian por un margen de error muy pequeño. Aristarco de Samos (230 a. C.), otro astrónomo de la Antigüedad, utilizó las reglas básicas del teorema de Pitágoras y logró realizar una estimación de la distancia de la Tierra a la Luna y desde la Tierra al Sol. En este caso observamos dos ejemplos claros en donde la matemática como ciencia se pone en marcha, pero la historia se repite desde entonces, y la matemática ya posee un largo historial de aplicaciones a la vida diaria.
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