Con los desarrollos tecnológicos del último siglo el hombre ha buscado atravesar fronteras cada vez más distantes. Sin embargo, al observar con instrumentos cada vez más sofisticados el interior y la composición de las cosas, descubrió un mundo de posibilidades esperando a ser explotado.
Antes de detenernos en este complejo mundo debemos entender a qué nos referimos por nanotecnología. Podríamos definirla como el estudio, control, manipulación, diseño, creación y síntesis de materia que se encuentre a un nivel de nano-escala. La manipulación de materia a esta escala tan pequeña (estamos hablando de una mil millonésima parte de metro, 10-9) da lugar a fenómenos y propiedades completamente nuevas, que las recientes tecnologías explotan en distintos campos para lograr nuevos materiales al reordenar átomos y moléculas. En la actualidad se investigan las posibilidades de la nanotecnología en los laboratorios de todo el mundo, involucrándose en una larga lista de disciplinas que incluye a la química, la bioquímica, la biología molecular, física, electrónica, matemáticas, medicina y nano-ingeniería.
Para evitar confusiones hay que aclarar que la nanotecnología no es una disciplina (como bien lo puede ser la química) sino que es una herramienta al servicio de varias disciplinas. Si bien los avances en este campo han resultado auspiciosos y parecen presentarnos posibilidades aún desconocidas, lo cierto es que el avance también estuvo sujeto a temores que llevaron a plantear regulaciones en las nuevas industrias o miedos infundados que parecen sacados de un libro de ciencia ficción.
Origen de la nanotecnología
El concepto surge inicialmente a partir de las contribuciones realizadas por John von Neumann (1903 – 1957), matemático húngaro-estadounidense que con sus observaciones logró desarrollar avances en numerosas disciplinas. Entre esos avances estudió la posibilidad de que a nivel microscópico se pudieran crear sistemas que se auto reproduzcan, reduciendo costos en, por ejemplo, la producción industrial. Sin embargo, la primera experiencia relevante cercana a la nanotecnología llegó tras las observaciones de dos investigadores rusos: L.V. Radushkevich y V.M. Lukyanovich. En su estudio describieron de forma detallada la estructura de 50 tubos de carbono de diámetro nano-métrico. Sin embargo, la difusión del trabajo fue limitada porque en ese entonces (1952) se disputaba la Guerra Fría, razón por la cual estos resultados fueron conocidos varias décadas después. Por ello, se atribuye al físico estadounidense Richard Feynman, con su célebre conferencia There´s Plenty of Room at the Bottom (que traducido sería “En el fondo hay espacio de sobra”) de 1959, el primer aproximamiento a las posibilidades que podía ofrecer la nanotecnología. Allí describe un método por el cual la habilidad de manipular átomos y moléculas individualmente podría ser una posibilidad. Por supuesto, aún no se conocía esta tecnología con la denominación que la conocemos actualmente, su nombre se le atribuye al científico y profesor Norio Taniguchi, cuando se refirió a fenómenos semiconductivos a una escala nano-métrica.
Influenciado por los conceptos expuestos por Feynman, el ingeniero estadounidense Kim Eric Drexler utilizó el término “nanotecnología” en su libro publicado en 1986, Engines of Creation: The Coming Era of Nanotechnology (Maquinas de creación: la llegada de la era de la nanotecnología). En el texto Drexler planteaba la posibilidad de un “ensamblador” a nano-escala que podría construir una copia de sí mismo y otros elementos. Ese mismo año fundó una institución dedicada al estudio de los conceptos e implicaciones de la nanotecnología, dando a conocer al mundo a través de publicaciones el impacto que esto podía llegar a tener.
El fullereno, descubierto en 1985, fue un hallazgo revolucionario en el campo de la nanotecnología.
Uno de los avances más revolucionarios de esta tecnología posibilita que los nano-robots sean inyectados en el cuerpo de una persona para, a través del flujo sanguíneo, alcanzar las partes afectadas del enfermo.
La nanotecnología en la ficción
Como toda nueva tecnología, su descubrimiento fue acompañado de los consiguientes temores que se trasladaron a tramas de ciencia ficción. En primera instancia fue la literatura la que se aproximó a la nanotecnología, con relatos donde ya se especulaba con su existencia en la pluma de maestros como Arthur C.Clarke (Los próximos inquilinos, cuento de 1956), Stanislaw Lem (la novela El invencible, de 1964, y Paz en la Tierra, de 1984) o Robert Silverberg (con su cuento How it was when the past went away, de 1969). Hacia los noventas, cuando se adquirieron nociones más específicas de la nanotecnología, comenzaron a plantearse obras donde se temía por su impacto desde una dimensión social (como la novela La era del diamante: manual ilustrado para jovencitas, de Neal Stephenson, publicada en 1995). También se planteaban escenarios apocalípticos, como la popular novela Presa (2002) de Michael Crichton, en la cual el autor plantea un futuro donde las nano-máquinas escapan al control humano y se tornan autónomas, rebelándose y tornándose peligrosas. Pero el concepto no se restringió a la literatura: el cine y la televisión tomaron elementos que fueron a menudo el núcleo de las historias, como el caso de la adaptación cinematográfica del relato de Isaac Asimov Yo, robot o la película de animación japonesa Ghost in the Shell. Finalmente, también es un elemento ficticio de uno de los medios para construir relato más novedoso: los videojuegos.
Sombras de la nanotecnología
Pero no todas las cuestiones en torno a la nanotecnología han sido bien vistas. En los últimos años, los enormes avances en este campo llevaron a que se plantee la necesidad de especular sobre regulaciones y llegar a un acuerdo general, para evitar algunos de los riesgos identificados. Entre ellos, el Centro de la Nanotecnología Responsable, uno de los organismos que ha problematizado sobre los avances y beneficios de esta tecnología, pero también de sus riesgos, ha identificado los siguientes problemas: