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Típico paisaje de las pampas argentinas que habría servido de inspiración a la literatura gauchesca.
Ricardo Güiraldes.
Parque Criollo y Museo Gauchesco Ricardo Güiraldes, en San Antonio de Areco.
Casco de estancia argentina.

Don Segundo Sombra



Don Segundo Sombra es una novela gauchesca argentina escrita por Ricardo Güiraldes que, a diferencia del Martín Fierro de José Hernández, no reivindica socialmente al gaucho, sino que lo evoca como personaje legendario, en un tono elegíaco. Publicada en 1926, representa la más destacada tentativa de su autor en el propósito de renovación de la literatura gauchesca, y constituye, al mismo tiempo, una de las más destacadas muestras de la novela argentina del siglo XX.

ANÁLISIS DE LA OBRA

Don Segundo Sombra es una narración en primera persona, contada por un joven –cuyo verdadero nombre recién se descubre al final de la narración–, y en la que se relata el proceso de formación de éste luego de decidir buscar la libertad en la pampa y en el mundo vivencial del gaucho. El relato no aspira a tener un carácter realista o expositor de costumbres, sino que, desde la perspectiva del narrador, se propone desplegar el desarrollo espiritual y físico de un adolescente que madura y va creciendo a la sombra de un auténtico gaucho.

Fabio Cáceres –tal es el nombre del joven– se formará al lado de un maestro cualificado: Don Segundo Sombra, un gaucho idealizado, suma de todas las virtudes del hombre rural en su esencia. Desde el primer encuentro, Fabio lo describe como un fantasma o "sombra" huidiza: "Me pareció haber visto un fantasma, una sombra, algo que pasa y es más una idea que un ser..." Esa admiración incondicional del primer encuentro se acentuará cuando la vida de Fabio comience a transitar junto a la del gaucho, que lo guía en el conocimiento de las tareas rurales como resero, baquiano y domador. El aprendizaje amplifica moral y espiritualmente la formación, el carácter y la conducta hacia la vida del joven, adquiriendo así "resistencia y entereza en la lucha", "fatalismo en aceptar sin rezongos lo sucedido", "fuerza moral ante las aventuras sentimentales", "desconfianza para con las mujeres y la bebida", "prudencia entre los forasteros" y "fe en los amigos".

Es Fabio, pues, el que tiene a su cargo el relato en primera persona y quien va narrando a través del tiempo los momentos de su infancia de huérfano en casa de sus tías, hasta la inesperada conversión final en un hombre que es sorprendido por la herencia de una considerable fortuna. El punto de partida es el inicio de esa lenta evocación, lo que lleva a la obra a confundirse con una suave nostalgia, a veces elegíaca y dolorosa, ante la pérdida de una vida libre y feliz, al lado del taciturno Don Segundo. Los dos personajes principales, el gaucho viejo, curtido y silencioso, y el joven peoncito que ve en Don Segundo a "su padrino", constituyen una pareja que se explica ante nuestra mirada en un tiempo ya transcurrido.

De este modo, en Don Segundo Sombra se superpone la formación de un hombre útil y de provecho y la conformación de una personalidad moralmente íntegra. Esta conjunción prodigiosa no ha de titubear cuando Fabio, ineluctablemente atado a los bienes que ha heredado, y ya habiendo resuelto ser un hombre cultivado, presiente con desgarro que no logrará retener a su maestro, que –como bien sabe el alumno–, es "un espíritu anárquico y solitario".

EL AUTOR

Hijo de una rica familia de la aristocracia vernácula, Ricardo Güiraldes nació en 1886 y murió en 1927, poco después de publicada su obra cumbre. Repartió su existencia entre viajes a Francia, la India y China y la ciudad bonaerense de San Antonio de Areco. En 1887 se trasladaría con sus padres a París y allí viviría sus primeros años, en permanente contacto con autores franceses y alemanes. Sin embargo, la mayor parte de la adolescencia la pasaría en la estancia paterna "La Porteña", en cuyo ámbito y en buena medida, habría de mover a sus personajes literarios.

Su labor literaria se inició con las colaboraciones en la revista Caras y Caretas entre los años 1913 y 1914; esta labor se cerraría en 1926 con Don Segundo Sombra, su obra más importante y la que todos los críticos y estudiosos de la literatura hispanoamericana consideran como el logro mayor de la novelística gauchesca.

Ahora bien, entre las colaboraciones en Caras y Caretas y su obra cumbre salieron de su pluma otros escritos: El cencerro de cristal y Cuentos de muerte y de sangre, ambos de 1915; Raucho, publicado en 1917; y Rosaura y Xaimaca, ambos de 1923.

Sin embargo, es Don Segundo Sombra el canon que ha colocado a Ricardo Güiraldes en un lugar preeminente dentro de lo que es el campo de la creación literaria hispanoamericana.

ESTRUCTURA DE LA OBRA

El mensaje se apoya en una estructura externa compuesta de tres partes, con 27 capítulos desigualmente extensos. Estas tres partes, en cuanto al contenido, vienen marcadas por tres momentos que delatan el empeño de Ricardo Güiraldes en alinearse al lado de los simbolistas. Esos tres momentos están determinados por la presencia del agua, que será reflejo del pasado de Fabio Cáceres: “Está visto que en mi vida el agua es como un espejo en que desfilan las imágenes del pasado. A orillas de un arroyo resumí antaño mi niñez. Dando de beber a mi caballo en la picada de un río revisé mis cinco años de andanzas gauchas. Por último, sentado sobre la pequeña barranca de una laguna, en mis posesiones, consultaba mentalmente mi diario de patrón”.

La primera parte comprendería los dos primeros capítulos, puesto que, si bien en el segundo el protagonista expresa la voluntad de irse, de romper con la vida de “encierro” que vive en el pueblo junto a sus dos tías, es en el tercer capítulo donde el lector asiste a la huida del huérfano y sabe de su satisfacción por ser libre. El tercer capítulo inicia entonces la segunda parte, que a su vez se cierra con la crisis de Fabio Cáceres, en la que se plantea su futuro (la vida de patrón) frente al pasado y presente (seguir viviendo como un gaucho); crisis que ha motivado descubrir la verdadera identidad del protagonista.

La primera parte goza de tintes picarescos en torno al joven: la vida de Fabio (controlada por dos tías que le hacen rezar el rosario) se llena de vagabundeo y de aprendizaje en contacto con la calle. En tanto, la segunda parte (que supone la superación de la vida picaresca), nos ofrece el aprendizaje de la vida gauchesca en libertad pampeana; y la tercera (en la que nos encontramos con la superación del necesario vagabundeo picaresco y gauchesco), muestra el cambio de vida con el más alto aprendizaje: el de la educación.

La novela se cierra con la descripción de la huida de Don Segundo Sombra y la confesión de un Fabio Cáceres expresando el desgarro de su alma: “Me fui (para las casas) como quien se desangra”. Trascendental confesión, porque en ella está el reconocimiento de lo que supone para el protagonista la posible pérdida de sus raíces, representadas por el maestro gaucho, siempre en la sombra para aconsejar y enseñar cómo vivir en hermandad con la naturaleza.

Güiraldes se apoya en una técnica un tanto personal, ya que recurre a la exposición de una serie de relatos independientes, ligados, no por la tensión o la unidad de acción, sino por el carácter de los protagonistas principales. De este modo tienen sentido los cuadros costumbristas en que se apoya la obra del escritor argentino, como son la vida del resero, el arreo y marca de reses, la doma y la carrera de caballos, la riña de gallos, la charla en las haciendas y la visita a las pulperías. Todos estos cuadros sirven para configurar el carácter del personaje al que se pretende preparar para la vida que Güiraldes concibe como base de la esencia nacional.


Un alto en la pulpería, óleo sobre madera de Prilidiano Pueyrredón. Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires. Hasta inicios del siglo XX la pulpería era el establecimiento comercial típico de las distintas regiones de la Argentina rural. Allí se reunían los personajes típicos de cada región a conversar, y también donde se podían tomar bebidas alcohólicas, se realizaban riñas de gallos, se jugaba a los dados, a los naipes, etc.

EL LENGUAJE DE LA OBRA

La conexión con la literatura gauchesca es clara. De hecho, la novela está escrita en un lenguaje llano plagado de regionalismos gauchescos, especialmente en los diálogos. De este modo, el brillo chispeante y pintoresco de los hombres de campo es uno de los atractivos que atrapan y dan verosimilitud al texto. La intencionalidad realista del retrato gauchesco –evidente en el Martín Fierro–, lo es también en la obra de Güiraldes. Y las mismas imágenes que revisten a Martín Fierro se hacen presentes también en Don Segundo Sombra, pues, si en Martín Fierro leemos “Yo soy toro en mi rodeo” (I, 61), “Vos sos pollo…” (V, 2427), “Ya veo que somos los dos astillas del mesmo palo” (I, 2143), en Don Segundo Sombra podemos leer representaciones con parecido fundamento: “Yo soy un carnero viejo de la majada'e san Blas”, “Era un gato en relación”, “Se ha creído que soy escoba'e barrer sobras”.

Otros recursos estilísticos presentes en la literatura gauchesca e incorporada altamente en el Martín Fierro se hallan también en la novela de Güiraldes. Entre ellos podemos afirmar las comparaciones, hipérboles, metáforas y exclamaciones. Además, son frecuentes los argentinismos o los diminutivos de uso habitual en el medio urbano o rural.

Ahora bien, si la presencia de todos estos recursos estilísticos en Don Segundo Sombra muestran la evidente aproximación entre la novela de Güiraldes y el poema de José Hernández, el lenguaje los une de modo singular: uso del voseo, arcaísmos, seseo, yeísmo, supresión de la H inicial, contracción de preposiciones o de vocales, cambios vocálicos que motivan o causan la desaparición de hiatos, modificación y conversión de diptongos, cambios consonánticos, etc. De este modo, confluyen en el autor su formación estrictamente literaria que incursiona primeramente en la poesía, y el tono gauchesco del hombre de estancia que ama las cosas de su tierra.

CONCLUSIÓN

Don Segundo Sombra, siendo una novela vinculada a los movimientos estéticos de vanguardia, es portadora de un mensaje en el que juega un papel relevante el destino de la patria argentina y del hombre argentino. Y en ella, además, brilla un valor trascendental que rompe las barreras nacionales, puesto que se plantean temas comunes en toda sociedad: el destino, el mal, la valoración de la riqueza, de la mujer y de la sociedad.

Tal como argumentó el poeta y crítico Ángel Mazzei en un estudio preliminar a una edición de Don Segundo Sombra: "...es, ante todo, una obra donde el acierto de la concepción se une, plenamente, al de la ejecución. Hay creaciones donde la realización de la forma parece superior a su materia; otras demuestran un desajuste irreparable entre el propósito y el logro; Güiraldes logró la máxima aproximación entre su proyecto de novela y la novela misma".