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Los Fenicios



¿Quiénes fueron los fenicios? ¿Dónde vivieron? ¿Qué hicieron? Expertos navegantes y comerciantes que levantaron un auténtico imperio, los fenicios lograrían establecerse como una civilización propiciando importantes avances en el aspecto social, cultural y tecnológico de la humanidad. Fue un pueblo letrado, de alfabetos, de inventos y descubrimientos; de un gran pensamiento científico, filosófico y religioso. De hecho, sus aportes a la organización de la vida social, económica y política fueron tan amplios que hoy en día aún podemos identificar la continuidad y evolución del pensamiento fenicio en muchos pueblos y culturas.

Originalmente, los fenicios provenían del actual Líbano. Al referirnos a los fenicios estamos hablando de los habitantes del Levante asiático, de lengua semítica noroccidental, sobre la costa de Canaán, que a partir del 1200 a. C. se había extendido por toda la cuenca del Mediterráneo, llegando a regiones lejanas. No obstante, aunque el comienzo de la historia fenicia y de su individualidad étnica y cultural se sitúa en torno al siglo XII a. C., ello no quiere decir que llegaron en ese entonces a la región, ni que fueron responsables de una organización nueva. Aquellos fenicios de la Edad de Hierro eran los descendientes directos de los que habitaban en la misma zona durante la Edad de Bronce, y en el plano cultural la continuidad es evidente. Pero mientras que en la Edad de Bronce formaban un continuo conjunto con las ciudades del interior sirio-palestino, hacia el 1200 a. C. culminaría un proceso de distinción que separaría a los fenicios de los otros pueblos del área. En este proceso fueron los demás pueblos los que crearían un nuevo clima cultural y nuevas formas de organización política, mientras que los fenicios permanecerían como continuadores directos de la cultura cananea del Bronce Tardío.

NOMBRE

Según la tradición, “fenicio” derivaba de la voz griega phoinós, que significa “púrpura”. Con ella los helenos identificaron a estos hábiles marinos con uno de sus mayores éxitos mercantiles: la exportación de telas teñidas de rojo. Al margen, localmente se les conocía como cananeos, término que no los distinguía de los habitantes que se instalaron en Siria en el III milenio a. C., procedentes de los márgenes del desierto de Arabia. Por lo demás, también se los conocía como sidonios, nombre derivado de una de sus principales ciudades: Sidón.


Ilustración de un barco fenicio.

POLÍTICA, SOCIEDAD Y ECONOMÍA

Fenicia nunca constituyó una nación unificada con un gobierno centralizado, sino que conformó un conjunto de ciudades-estados prósperas, confederadas y sujetas a la conducción alternativa de una de ellas, pero con el ejercicio de una gran autonomía. Debido a ello, los fenicios estuvieron divididos en múltiples ciudades-estados, y cada una de ellas era independiente del resto, con sus propias instituciones e intereses. En distintas épocas, tres ciudades lograrían la supremacía sobre las demás: Biblos (hacia el 2000 a. C.), Sidón (cerca del 1600 a. C.) y Tiro (alrededor del 1200 a. C.)


Vista actual de Sidón, hoy la tercera mayor ciudad del Líbano.

Cada ciudad fenicia estaba gobernada por un rey. Sin embargo, su poder no era absoluto ya que existían otras instituciones –como el Consejo de Ancianos– con el que debía consultar sus decisiones. Este consejo estaba integrado por cien miembros, la mayoría ricos mercaderes. Su función era asesorar al monarca en cuestiones de política y economía. De este modo, en la cúspide de la sociedad fenicia estaban los comerciantes adinerados, que ocupaban los cargos de gobierno y manejaban los resortes del poder. El resto de la población lo componían los artesanos, los cargadores y los tripulantes de las naves. Por último, y sobre la base de la pirámide social, se encontraban los esclavos.


Imagen de la ciudad de Biblos. Fue una activa ciudad mercantil, mercado de papiros, madera de cedro, y cobre del Cáucaso, convertida en el centro comercial del Mediterráneo oriental.

Por lo demás, siendo hábiles navegantes, los fenicios desarrollarían una importante actividad mercantil y se convertirían en los dueños del Mediterráneo entre los siglos XI a. C. y VIII a. C; fueron los intermediarios entre Oriente y Occidente. Además del comercio marítimo, recibían artículos por tierra (generalmente especias o perfumes), traídos de Arabia. Comerciaban metales de la península ibérica, cereales y lana de Sicilia, marfil, oro y papiros de África, y maderas, tintes, tejidos y cerámica que ellos mismos producían. En cuanto a la agricultura, se practicaba en terrazas escalonadas, en las laderas de las montañas, y de ellas se obtenían principalmente el trigo, el olivo y la vid. Se realizaba también la explotación forestal, aprovechando la abundancia natural de especies como el roble, el pino, el abeto y, sobre todo, el cedro, que se convertiría en el símbolo de la región.


Ruinas fenicias.

Por su parte, los fenicios comúnmente utilizaban el trueque, y ello debido a que los pueblos con los que intercambiaban productos no conocían la moneda. De hecho, sus relaciones comerciales fueron de tal magnitud que podría afirmarse que todo el mundo antiguo comerció con ellos.

COLONIAS Y FACTORÍAS

Para los fenicios la forma más sencilla de prosperar residía en el contacto con otros pueblos, y la ruta más rápida hacia nuevas tierras y culturas era el Mediterráneo. Pronto se convertirían en consumados marinos y astutos mercaderes. Así aprenderían a descubrir qué bienes ofertaban y demandaban aquellos pueblos, por lo que comenzarían a surcar los mares y a comerciar ya en el II milenio a. C. Con el fin de dotar de infraestructura a su comercio construyeron puertos, fundaron colonias, edificaron almacenes y establecieron una red de rutas marítimas que enlazaban naciones vecinas. Tan amplia red de comunicaciones compuesta por centenares de colonias y millares de naves requería de una buena coordinación.


Mapa de las principales rutas comerciales usadas por los fenicios.

Las colonias se fundaron en los lugares más alejados y menos poblados, generalmente del Mediterráneo occidental, como Kart-Hadatsch o Cartago y Utica, en la costa africana; o Massalia (Marsella) en la costa sur de Francia; o Gades (Cádiz), Málaca (Málaga) e Hispalis (Sevilla), en la región meridional de España. Alcanzaron Cerdeña y, por el sur, el litoral senegalés. Incluso llegarían hasta las costas de las actuales Irlanda e Inglaterra. Todas estas colonias desarrollaron una vida independiente y, salvo las relaciones comerciales, no mantuvieron una vinculación estrecha con las ciudades fenicias. Con el tiempo, algunas desarrollarían una vida propia y competirían, incluso, con su ciudad fundadora. Entre las colonias más importantes se destacaron Gades (Cádiz) en el Sur de España, y Cartago, ubicada en el norte de África, que siglos después disputarían el dominio del Mediterráneo con los romanos. Las factorías, en cambio, eran puertos de escala o lugares de depósito de mercaderías, sin una población permanente; constituían sitios de refugio para recuperarse en las largas travesías o para recoger provisiones.


Ruinas fenicias.

EL ALFABETO

El componente más novedoso de la civilización fenicia fue la creación del alfabeto. Durante años, los estudiosos especularon acerca de los medios de comunicación empleados por los fenicios en aquellos remotos tiempos para organizar el almacenamiento y la compra y venta de tal variedad de artículos. El descubrimiento del sarcófago de Ahiram, rey de Biblos en torno al siglo X a. C., permitió a los arqueólogos comprender las razones de su notable capacidad organizadora. Grabado en el féretro se encuentra el más antiguo ejemplo de escritura alfabética; contrariamente a la escritura cuneiforme de los antiguos mesopotámicos y de los jeroglíficos que caracterizaron a los egipcios, ésta se componía de letras. Así, los fenicios fueron los inventores del alfabeto, una herramienta que resultaría ser imprescindible para el establecimiento de su grandiosa red comercial.


Antigua inscripción donde aparecen indicios del alfabeto fenicio.

De gran simplificación respecto de los complicados sistemas existentes hasta su surgimiento, el alfabeto fenicio contaba con puntos para las vocales y 20 ó 30 signos que representaban los sonidos simples de las consonantes. Por lo tanto, la escritura fenicia resultaba más fácil que la jeroglífica o la cuneiforme, ambas con cientos de signos y figuras. Esto tendría, por una parte, una consecuencia de carácter social: leer y escribir ya no sería patrimonio de un grupo selecto y especializado, como era el caso de los escribas de Egipto, sino que se haría asequible a una mayor cantidad de personas. Por otra parte, estos mercaderes lo llevarían por todo el mundo conocido y sería adoptado por los diferentes pueblos con los que tomaban contacto.

MITOLOGÍA

La mitología fenicia es una de las mitologías más antiguas del Mar Mediterráneo. Tal como escribió Eusebio, obispo de Cesárea, hacia el 280, “la mayoría de las teogonías del mundo proceden de los fenicios y de los egipcios." De esta manera, la mitología fenicia no es una mitología cerrada, sino que existen conexiones e influencias muy importantes con las mitologías babilónicas y egipcias.


Ilustración del dios Baal. Originariamente era un dios agrícola, del campo y la vegetación, por lo que su ritual comprendía una serie de ritos de muerte y resurrección cíclicos anuales, coincidentes con las estaciones del año. No obstante, también era una deidad marina.

Ahora bien, los dioses adorados por los fenicios variaban de una ciudad a otra. Así, el panteón de Sidón difería del de Tiro, Biblos o Chipre. Algunas divinidades estaban presentes de una forma u otra en la mayoría de las ciudades significativas logrando que, por lo general, y en todos los pueblos de Canaán, estuvieran relacionadas con las fuerzas naturales, los astros y la fertilidad. El dios principal a quien se denominaba genéricamente El se consideraba el padre de todos los dioses del panteón fenicio. Se le asociaba con el sol y era el que distribuía el tiempo, teniendo bajo su control los años, meses, días y noches. Por otro lado, también era importante el culto a Baal, el dios de la vegetación, que como tal moría en la estación seca y resucitaba en la primavera, y el de Astarté, diosa del amor y la fecundidad.


Busto de Astarté. En la mitología griega, se corresponde en parte con la diosa Afrodita y en parte con Deméter.

Las divinidades fenicias no solo presidían, sino que estaban presentes en todas las actividades de la vida cotidiana. Los oráculos y los sacrificios a los dioses solían ser algo común. No existía un lugar concreto, único o definido donde se ejercieran los ritos. Se podía adorar a los dioses en lugares elevados, como los montes o montañas, pero también en los ríos, bosques o incluso fuentes. En estas prácticas jugaba un papel importante el agua, empleada en las abluciones. Por otra parte, los templos no eran colosales, y poco tenían que ver con los templos griegos o romanos, en muchos casos grandiosos y monumentales. De hecho, estos eran recintos reducidos, generalmente fabricados en piedra caliza.

Los fenicios sentían un profundo respeto por los dioses a los que adoraban pues se trataba de dioses crueles y vengativos a los que había que agradar continuamente; la forma de hacerlo era por medio de sacrificios, para así evitar su cólera.