Circular hoy por cualquier ciudad del mundo resulta un gran problema. Aunque no es nuevo, va en aumento, en la misma medida que va en aumento el parque automotor en los centros urbanos. ¿Cuál es la consecuencia? Daños ambientales, de movilidad y psicológicos. Además de los accidentes.
A veces los trastornos que ocasiona el tránsito vehicular se hacen visibles en situaciones que pueden resultar cómicas, como cuando durante un atascamiento el conductor tiene tiempo de bajar de su auto, tomar un café y volver antes de que se reanude la marcha. Pero también pueden ser trágicas, como ocurre con tantos accidentes que vemos y que suelen ocurrir más por imprudencia que por impericia. ¿Qué se puede hacer para mejorar esta situación?
EL TRANSPORTE PÚBLICO
Es indudablemente parte de la solución por su capacidad de trasladar gran cantidad de personas. Colectivos, trenes y subterráneos ofrecen el servicio. En la medida en que se establezca un plan estratégico para el transporte que combine los tres sistemas, el tránsito podrá obtener notables beneficios con la disminución de vehículos circulando, sobre todo cuanto más se desarrollen las redes de subterráneos y los trenes urbanos con sus viaductos y puentes para pasar las vías.
LA RESTRICCIÓN A LA LIBRE CIRCULACIÓN VEHICULAR
A pesar de lo incómodo que resulta muchas veces movilizarse con el automóvil, por diferentes razones, los habitantes de las ciudades lo siguen haciendo; justamente esa es la razón principal de las dificultades del tránsito. Por lo tanto, esto no puede ser ignorado ante cualquier intento de solución que se pretenda plantear. Las restricciones pueden implementarse de distintas maneras: desde las prohibiciones directas para circular en determinadas zonas, hasta aquellas parciales, regidas por horarios e incluyendo los recargos en las tarifas de los peajes de las autopistas para aquellos vehículos donde viaje solamente el conductor.
EDUCACIÓN VIAL
Debemos aprender a respetar las normas que rigen el tránsito.
Es imprescindible para que cualquier solución sea duradera. Implica la divulgación de las normas que rigen la conducta de todos aquellos que circulan en un sistema vial, ya sean peatones o conductores de vehículos. Estas enseñanzas deben ser impartidas desde la infancia en las escuelas, para que los niños crezcan con conciencia de la importancia de las mismas.
NORMAS BÁSICAS
A continuación vamos a repasar algunas normas básicas que rigen el tránsito, más allá de las particularidades que pueden tener en cada país. Y vamos a empezar por el lugar común, el que en algún momento ocupamos todos:
El peatón
Peatón, el lugar que todos ocupamos en algún momento.
Es un actor clave en el desenvolvimiento en la vía pública. Por ser el más desprotegido tiene siempre prioridad de paso, tanto en la vía pública como en las rutas. Sin embargo, esto no le da derecho a circular sin considerar otras normas. Veamos lo que debe observar un buen peatón.
Los ciclistas
Es sumamente práctica como medio de transporte y es divertido moverse en ella. Pero para evitar dificultades hay una serie de premisas que debemos observar.
Una manera cómoda y hasta divertida de trasladarse por la ciudad, pero… ¡A no olvidarse el casco!
Los motociclistas
Práctica para ciertos trabajos que exigen rapidez, ese medio de transporte ágil y veloz que es la moto requiere de una concentración mayor para evitar accidentes, ya que el conductor está tan expuesto como un ciclista pero corre mayor riesgo porque la velocidad a la que se mueve es mucho mayor. Por eso a la hora de conducir una moto, hay que atender las siguientes recomendaciones:
Los pequeños pasajeros
Claro que los niños pueden viajar en automóvil, pero para que el viaje sea seguro para ellos debemos cumplir con ciertas normas, algunas de las cuales se relacionan con la edad de los pequeños pasajeros.
Hasta el año deben utilizarse butacas especiales, que vienen con un arnés que sujeta en cuatro puntos al niño, de modo que su cuerpo esté contenido. Esta butaca se ubica en el asiento trasero y se amarra con el cinturón de seguridad del vehículo.
Desde el primer año y hasta los cuatro se debe utilizar otra butaca con mayor capacidad, que se adecúa más al cuerpo del niño.
Desde los cuatro y hasta los ocho es recomendable el uso de un asiento suplementario o almohadón, que se coloca en el asiento trasero para que el niño se acomode a una altura en la que pueda colocarse el cinturón de seguridad.
Cuando su tamaño permita el uso del cinturón de seguridad sin que el mismo lastime el cuello, el asiento suplementario puede retirarse.
A partir de los doce años puede ocupar el asiento delantero, utilizando siempre cinturón de seguridad.
Cinturón de seguridad
La seguridad comienza con un simple “clic”.
Nada mejor que comenzar diciendo una verdad elemental: usarlo salva vidas. Es importante repetirlo porque, aunque las leyes obligan a su uso, resulta difícil conseguir que los automovilistas lo tomen como hábito. Acerca de su uso podemos decir:
Las señales
Son para todos: peatones, ciclistas, motociclistas, automovilistas y choferes de otros medios de transporte como autobuses y camiones; las señales gráficas ubicadas en las calles, avenidas, autopistas y rutas están allí para prevenirnos, informarnos y advertirnos.
Son más de 160 y se clasifican en tres categorías:
Con muchas de ellas estamos muy familiarizados, pero a pesar de eso, no siempre se respetan.
En muchos cruces peligrosos se ve un cartel en que se lee “PARE”, esto implica detener por completo la marcha del vehículo, sin embargo, pocos lo hacen. Como son pocos los que disminuyen la velocidad ante la llamada Cruz de San Antonio, que es la que anuncia la proximidad del cruce con una vía de tren.
También se puede distinguir entre las señales de los centros urbanos y las que se ven en las rutas. Estas últimas por lo general son indicaciones visuales con numerosos carteles, mientras en las calles y avenidas hay, además, señales lumínicas y sonoras para llamar la atención de los transeúntes. Pero para captarlas hay que estar atentos e interpretar sus signos.
Del mismo modo hay que conocer la significación de las líneas pintadas sobre el asfalto porque ellas indican lo que depara el camino. Las líneas orientan al conductor que debe saber “leerlas” para conducir prudentemente, colaborando así a evitar accidentes.
Respetar las señales no es solo cumplir con las reglas; es, fundamentalmente, cuidar la vida.