Pocos acontecimientos han inspirado tantos mitos y leyendas como las campañas militares emprendidas desde el Occidente cristiano contra los musulmanes entre los siglos XI y XIII. El valor, la lealtad, la nobleza del objetivo declarado, que no era otro que la recuperación para la cristiandad de su Tierra Santa, la ciudad de Jerusalén, dieron a estas luchas un lugar en la épica, aun cuando en el fondo estaban motivadas por intereses económicos, políticos y hasta personales.
Mapa histórico de las Cruzadas
La realidad, tal como la documenta la historia, hace que estas contiendas vean diluido su carácter de gesta, aunque hayan tenido sus episodios heroicos, sus muestras de valor y también la presencia de algunos guerreros motivados solo por su fe. En este aspecto, el de los guerreros conocidos como cruzados, basta saber que la Iglesia los bendecía con indulgencia y privilegios temporales, para comprender que había algo más que idealismo en su decisión de sumarse voluntariamente a las tropas cristianas y marchar a la contienda.
Vale también aclarar que con el tiempo la palabra cruzada se usó para nombrar cualquier guerra emprendida al servicio de la iglesia, pero aquí la tomaremos en su sentido estricto.
Del contexto
En el siglo XI Europa se encontraba sumida en el oscurantismo. El pueblo vivía en condiciones deplorables, padecía enfermedades por la falta de higiene, epidemias devastadoras, hacinamiento y represión brutal a la disidencia religiosa. Los señores feudales disponían de la vida de sus siervos y no solo los usaban para el trabajo agrícola sino que también los hacían partícipes de los enfrentamientos cruentos que tenían unos con otros. En un territorio cada vez más violento, la Iglesia católica incrementaba su poder.
En tanto esto ocurría en Europa, Constantinopla, sede del Imperio romano de Oriente o Bizantino, se consolidaba como la más poderosa ciudad del mundo. Con el gobierno centralizado en un emperador, un ejército eficiente y una posición estratégica para la defensa y el comercio, había neutralizado a sus enemigos. Hasta que aparecieron los musulmanes.
Tribus nómadas llegaban desde Oriente trayendo su religión, el Islam. Entre estas tribus se destacaban los turcos Seljúcidas, quienes se atrevieron a desafiar el poder de Constantinopla. En 1071 derrotaron al ejército imperial, capturaron a un co-emperador y obligaron al Imperio a cederles parte de sus territorios en Asia Menor.
No conformes, los turcos avanzaron también sobre Siria y Palestina, tomando las ciudades del Mediterráneo oriental, entrando en Jerusalén en 1076.
Es entonces cuando toda la cristiandad empieza a temer por su futuro.
De cómo se originaron las Cruzadas
La ciudad de Jerusalén, ubicada en los montes de Judea, entre el mar Mediterráneo y el Mar Muerto, adquirió un alto valor simbólico para los cristianos porque allí fue crucificado Jesús; desde entonces pasó a ser para ellos lugar sagrado de peregrinación. Pero también tiene una importancia religiosa en la fe islámica, pues los musulmanes creen que desde la llamada Cúpula de la Roca, ubicada allí, Mahoma ascendió a los cielos. Por ello la ciudad se hace depositaria de cuestiones de fe que comprenden a dos religiones, cristiana y musulmana.
Como fue expresado en el punto anterior, en el año 1076 los turcos seljúcidas, dinastía de pueblos nómadas asentados por entonces en Asia Menor, tomaron el control de Jerusalén. Ante esta situación el emperador bizantino Alejo I Comneno, pidió ayuda a Occidente. Su intención era que le mandaran grupos de soldados que contribuyeran a la recuperación de los territorios perdidos a manos de los turcos, pero los Papas en Roma vieron la oportunidad no solo de mejorar sus relaciones con Bizancio, sino también de elevar un objetivo superior que fuera capaz de amalgamar a los señores cristianos, enfrentados crónicamente entre sí. Además, era una oportunidad para elevar su prestigio por sobre los emperadores germanos que asentaban su poder en los laicos. Había aparecido una “causa justa” que les venía como anillo al dedo para resolver unos cuantos problemas. O al menos intentarlo.
Cúpula de la roca, mezquita de Jerusalén.
Del movimiento social que promovieron
Tantos intereses se movilizaron alrededor de estas campañas militares que, más allá de sus resultados, implicaron diversos aspectos de la vida económica y social de Europa durante los siglos XI al XIII. Los sectores populares pasaban por situaciones apremiantes; la sociedad feudal, desbordada por el crecimiento, necesitaba expandirse para dar oportunidad a la pequeña nobleza; las ciudades del norte de Italia querían intensificar sus relaciones comerciales con el mediterráneo oriental para beneficiarse con la intermediación de las especies que llegaban provenientes de China e India, y como base de todo esto, estaban los fieles y su sagrado mandato de peregrinar a Jerusalén.
En este último aspecto, el de la fe, convergen dos corrientes de pensamiento, el de aquellos que quieren recuperar el destino sagrado de sus peregrinaciones como vía de alcanzar la Jerusalén celestial; y el de los que creen que se trata de una guerra santa contra los infieles donde quiera que se encuentren. La primera de las corrientes es la que tenía mayor aceptación popular y es la que moviliza las cruzadas populares como la de Pedro el Ermitaño en 1212 y la de los Pastoreaux en 1250.
LOS CRUZADOS
Urbano II, papa que hizo el llamamiento a la reconquista de Jerusalén durante el Concilio de Clairmont en 1095, distribuyó unas cruces de paño rojo a los cientos de caballeros que respondieron a su convocatoria, para que se las pusieran en la espalda, o sobre la parte de la armadura que resguardaba la cabeza y el rostro. Por este motivo se llamó a estos guerreros “cruzados” y a sus expediciones Cruzadas.
LAS OCHO CRUZADAS
Primera Cruzada (1095-1099)
Comienza con el pedido de ayuda del emperador bizantino Alejo I, quien solicita al Papa Urbano II el envío de mercenarios para luchar junto a los cristianos ortodoxos orientales contra los musulmanes que ocupaban Jerusalén. Al pedido siguió la prédica del Papa y la respuesta fue una migración de conquista hacia el Levante, que excedía en mucho lo solicitado. Este movimiento no fue en realidad uno, sino que se manifestó como una serie de acciones de guerra estructuradas en dos partes: la Cruzada de los Pobres y la de los Nobles, llamada también esta última de los barones o caballeresca.
Los cristianos se movilizaron por mar y por tierra comandados por Godofredo de Bouillon, Raimundo IV de Tolosa y Bohemundo I de Tarento, y tomaron Jerusalén en el año 1099 creando entonces el Reino Latino de Jerusalén.
Esta cruzada marcó un hito en la historia de las relaciones entre cristianos occidentales, orientales y musulmanes. Junto a la reconquista de la Península Ibérica marcaría el comienzo de la expansión de occidente, el inicio de su etapa imperial y de la era de los descubrimientos geográficos.
Segunda Cruzada (1147-1149)
Pintura de J.J. Dassy, 1850, " Cruzadas, orígenes y consecuencias."
Se originó a raíz de la caída del Condado de Edesa, ocurrida en el año 1144, a manos de las tropas de Zengi, quien con 30.000 hombres arrasó la ciudadela cristiana que había sido fundada durante la Primera Cruzada por Balduino de Boulogne o Balduino I de Jerusalén en 1098.
El lanzamiento de esta Cruzada fue hecho por el Papa Eugenio III, pero su prédica la llevó adelante San Bernardo de Claraval, y sus ejércitos fueron conducidos por los reyes Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania, quienes marcharon por separado. Ambos fueron derrotados por los turcos seljúcidas después de cruzar el territorio bizantino de Anatolia.
Según fuentes históricas de occidente y de Siria, Manuel I Comneno, emperador bizantino, habría entorpecido las acciones de los cruzados en forma deliberada, facilitando el ataque de los turcos. Tanto Conrado II de Alemania como Luis VII de Francia alcanzaron a llegar a Jerusalén desde donde organizaron un ataque a Damasco que resultó un nuevo fracaso. Como único éxito de esta cruzada se cuenta la colaboración que prestaron los cruzados flamencos, normandos, escoceses e ingleses para la recuperación de Lisboa por parte de los portugueses, hecho ocurrido en el año 1147 cuando los cruzados se dirigían en barco hacia Tierra Santa.
Tercera Cruzada (1189-1192)
Ricardo I Corazón de León, sucedió a Enrique II en la conducción de las tropas.
Después de derrotar por completo a la Segunda Cruzada, la dinastía turca Zengida consolidó su dominio sobre la unificada Siria, participando luego en el conflicto con los Fatimís, gobernantes de Egipto. Este enfrentamiento concluyó con la unificación de Siria y Egipto bajo el mando de Saladino, quien se valió de los turcos seljúcidas para reducir a los Estados cristianos y tomar nuevamente Jerusalén en el año 1187. Este hecho hizo que Felipe II de Francia y Enrique II de Inglaterra terminaran con su enfrentamiento y se unieran para marchar en una nueva Cruzada. Ante la muerte de Enrique en el año 1189 lo sucedió en la conducción de las tropas Ricardo I “Corazón de León”. A ellos se sumó el emperador del Sacro Imperio Romano, Federico I Barbarroja. Éste se ahogó luego de cruzar Anatolia, lo que significó un golpe para su numeroso ejército que sufrió entonces una gran cantidad de deserciones.
Los cristianos salieron triunfadores de varios enfrentamientos, pero no pudieron sacar ventaja de ello porque disiparon sus fuerzas en enfrentamientos internos por el botín de guerra. Leopoldo V de Austria y Felipe II de Francia abandonaron Tierra Santa en el año 1191, y un año después Ricardo y Saladino firmaron un acuerdo por el que Jerusalén permanecería bajo el control musulmán pero a los cristianos les sería permitido culminar allí sus peregrinaciones, siempre y cuando lo hicieran desarmados. A todas luces un fracaso que llevó a una nueva Cruzada en el año 1198.
Cuarta Cruzada (1202-1204)
Es a partir de la IV cruzada que las campañas empiezan a tener un marcado interés comercial.
Fue la que generó la ruptura definitiva entre la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa, debido a la actitud del duque de Venecia, Enrique Dandolo, quien instigó el saqueo de las ciudades de Zara (actual Zadar, Croacia) y Constantinopla. Se la conoce también como la Cruzada mercantil o comercial por el desvío de su objetivo principal para satisfacción de los intereses comerciales venecianos.
La Cruzada se armó respondiendo al llamado del Papa Inocencio III en el año 1198, que con su prédica consiguió importantes muestras de apoyo entre la población. Esta Cruzada fue conducida por Balduino IX, conde de Flandes, y Bonifacio II, marqués de Montferrant. El traslado de las tropas fue financiado por Venecia, Estado en conflicto con Constantinopla que confiscó sus bienes y masacró sus ciudadanos residentes allí para terminar con sus privilegios comerciales en el año 1182. Con estos antecedentes, Venecia hizo valer su acreencia sobre los cruzados para postergar el cobro de su deuda a cambio de la reconquista y saqueó Zara, ocupada por las fuerzas del Rey de Hungría. Después de esto, los cruzados intervinieron en las luchas internas de Constantinopla, ciudad que tomaron en el año 1203, para coronar allí a Alejo IV como emperador de Bizancio, junto a su padre Isaac II Angelo. Pero los emperadores instauraron nuevos impuestos para pagar el favor que debían a los cruzados, lo que generó una revuelta en la que murió Alejo. Impulsados nuevamente por Venecia, los cruzados volvieron entonces sobre Constantinopla tomándola en 1204, tras lo cual se dieron al saqueo y la masacre de sus habitantes. Luego crearon el Imperio Latino de Constantinopla, bajo el mando de Balduino IX de Flandes, mientras el tratado firmado en 1191 por Ricardo Corazón de León y Saladino mantenía su vigencia como muestra del fracaso de la Cuarta Cruzada.
Quinta Cruzada (1217-1221)
Los cruzados intentaron tomar El Cairo, pero el fracaso los llevó a firmar una tregua de 8 años.
Si bien fue propuesta por el Papa Inocencio III en 1215, durante el Concilio de Letrán, se concretó bajo el papado de su sucesor, Honorio III.
Al frente de la nueva Cruzada marcharon Andrés II, rey de Hungría; Leopoldo VI, duque de Austria; Juan de Brienne, rey de Jerusalén y Federico II, emperador del Sacro Imperio.
Primero fueron por Egipto, reino que controlaba Jerusalén. En 1218 atacaron Damieta, próxima al El Cairo, y aunque lograron tomar una fortaleza, perdieron luego varias batallas. Sin embargo, una crisis interna en los mandos egipcios terminó en una negociación en la que les ofrecían, entre otras cosas, el control de Jerusalén a cambio de que se retiraran de Egipto. Pero rechazaron increíblemente el acuerdo. Convencidos de que los musulmanes no resistirían una ofensiva, después de consolidarse en Damieta, atacaron El Cairo; no obstante, cayeron en una trampa y tuvieron que rendirse firmando una tregua de ocho años. Esta fue la última cruzada donde el papado aportaría con sus propias tropas.
Sexta Cruzada (1228-1229)
Esta Cruzada, encabezada por Federico II, tuvo la particularidad de ser pacífica, resolviéndose por la vía diplomática.
Federico fue excomulgado en 1227 por no haber iniciado la Cruzada para recuperar Jerusalén tal como se había comprometido por el Tratado San Germano de 1225. Para liberarse de la excomunión lanzó la Cruzada en 1228, llegando a un acuerdo diplomático con el sultán Malil al Kamil, nieto de Saladino. Los cristianos recuperaban Belén, Nazaret, Sidón y Torón (Ahora Tibnin), a cambio de permitir la libertad de culto para los musulmanes que vivieran en ciudades cristianas. Este acuerdo no fue del agrado del Papa que volvió a excomulgar a Federico.
Séptima Cruzada (1248-1254)
Finalizada la tregua de diez años tras la Sexta Cruzada, se lanzó una pequeña expedición cristiana al mando de Ricardo de Cornualles y Teobaldo IV de Champagne con el propósito de sentar presencia en los lugares santos. Pero no pudieron impedir que en 1244 los musulmanes ocuparan y saquearan Jerusalén exterminando a cerca de 30.000 cristianos. Eso provocó la reacción del Papa Inocencio IV, y la decisión consecuente del rey de Francia, Luis IX, quien luego de tres años de preparativos marchó al frente de un ejército de 35.000 hombres. En 1249 recuperaron Damieta y al año siguiente tomaron El Cairo. Sin embargo perdieron el suministro de alimentos y debieron padecer hambre y enfermedades. Viéndose en desventaja decidieron la retirada, pero el rey fue capturado y mantenido como prisionero hasta que se pagó por su rescate la cifra de 800.000 piezas de oro y la restitución de Damieta. En 1254 Luis IX dejó Palestina y regresó a Francia.
Octava Cruzada (1270)
El último gran fracaso apenas si dejó a los cristianos la libertad de comercio con Túnez.
El mismo Luis IX la emprendió en 1270 tras saberse que el sultán mameluco Baibars estaba atacando los pequeños estados cristianos en oriente. Desde 1265 el sultán controlaba Nazaret, Haifa, Torón, y Arsuf.
Luis desembarcó en África donde las enfermedades los acecharon, especialmente por la falta de agua, y en su caso terminaron ocasionándole la muerte. Fue sucedido por su hijo, Felipe III, pero dada su juventud fue el hermano de Luis, Carlos de Anjou, quien tomó el mando de la Cruzada. Debido a la situación sanitaria decidió firmar un acuerdo con el sultán que permitía el libre comercio con Túnez y el establecimiento de monjes y sacerdotes en la ciudad.
Después de este nuevo fracaso cristiano, hubo algunos movimientos que la historiografía no reconoce como Cruzadas porque se caracterizaron como arrestos personales y no de la cristiandad en su conjunto.
CONSECUENCIAS
Si bien las Cruzadas no alcanzaron su objetivo, es indudable que tuvieron una gran influencia sobre diferentes aspectos de la vida en el Medioevo. Considerando los resultados militares, las derrotas fueron cuantiosas. Jerusalén se perdió en 1187 y al finalizar la Tercera Cruzada las posiciones cristianas quedaron limitadas a una reducida franja litoral perdida definitivamente en el siglo XII. Esto se sumó a los conflictos entre los señores cristianos que terminaron trasladándose al seno de las expediciones, como ocurrió con Luis VII de Francia y Conrado III en la Segunda Cruzada, o entre Ricardo Corazón de León y Felipe II Augusto en la Tercera; e incluso, se dio el enfrentamiento entre los Estados cristianos fundados en Tierra Santa, a causa de intereses de grupo.
Otro de los grandes objetivos de las Cruzadas era el acercamiento entre la cristiandad latina y la griega, pero lejos de lograrlo, fracasaron rotundamente ya que solo consiguieron la ruptura definitiva entre Roma y Bizancio. Esto ocurrió por la ambición de los señores feudales que lejos de responder al llamado de Bizancio, que solo necesitaba reforzar sus ejércitos con mercenarios que los ayudasen a recuperar las provincias perdidas a manos de los musulmanes, armaron grandes contingentes que pasaron por el imperio Bizantino demostrando su brutalidad.
Finalmente, si dejaron algún rédito para el papado en su carácter de orientador de la política exterior de Europa, también encontraron duras críticas de parte de aquellos que acusaban a Roma de haberse valido de las Cruzadas como instrumento al servicio de sus intereses, enfrentándolas con los disidentes religiosos y políticos.
LA CRUZADA DE LOS NIÑOS
Los fracasos reiterados llevaron a pensar a los cruzados que sus derrotas se debían a la falta de inocencia, en una pueril interpretación motivada en la fe. Pero llevados a esa idea por un predicador, se organizó la llamada cruzada de los niños, que convocó a miles de niños y jóvenes que atravesaron Francia y se embarcaron en distintos puertos de este país con destino a Tierra Santa. El resultado fue desastroso, los capitanes de las embarcaciones los tomaron prisioneros y los vendieron como esclavos. Fueron muy pocos los que lograron regresar. Esta historia, sin embargo, no ha sido verificada por los historiadores, por lo que muchos creen que, o bien la realidad ha sido exagerada, o directamente nunca sucedió y es solo una leyenda.
ÓRDENES MILITARES
Fueron instituciones religioso-militares que surgieron en los tiempos de las Cruzadas, formadas por los caballeros cristianos, en principio para defender los Santos Lugares, como fue el caso de los Templarios, los Hospitalarios y los del Santo Sepulcro, pero que luego extendieron sus acciones a toda obra en defensa de la fe cristiana, fuera donde fuera, y contra musulmanes, paganos o cristianos heréticos. Los caballeros que conformaban las órdenes, eran considerados una mezcla de monje y soldado porque estaban sometidos a los votos canónicos. Con el tiempo muchas órdenes se secularizaron.
EL TESORO DE ARSUR
Un tesoro de la época medieval, el mayor que se haya encontrado en Israel, fue descubierto en el yacimiento de Apolonia-Arsuf, allí donde alguna vez estuvo la ciudad de Arsur, controlada por los cruzados. El tesoro consta de 100 monedas de oro cuyo valor se calcula en 100.000 dólares y fue hallado en una vasija enterrada, seguramente con el propósito de mantenerla a salvo y luego recuperarla. Las monedas en cuestión fueron acuñadas en Egipto 250 años antes de haber sido enterradas.
El hallazgo, concretado hacia mediados del año pasado por un equipo perteneciente a la Universidad de Tel Aviv y del Parque Nacional de Apolonia-Arsuf, se produjo en la fortaleza cruzada de Arsuf, rebautizada por los cristianos como Arsur, como resultado de excavaciones que se vienen haciendo en el lugar desde hace 30 años. El haber encontrado en la misma zona cabezas de flecha y piedras usadas en catapultas, además de otros elementos para la guerra, permite suponer a los investigadores que el hecho ocurrió cuando en el año 1265 los mamelucos asediaron la ciudad ocupada por los cristianos. Finalmente los mamelucos recuperaron el control expulsando a la Orden de los Caballeros Hospitalarios que la gobernaban desde 1261. De ahí que su dueño enterrara el tesoro.
Esto explicaría también la razón por la que se habría usado una vasija rota y rellena con arena en su parte superior. Al fin, si alguien la encontraba, no era más que un objeto desechado por rotura.
Sin embargo hay historiadores que suponen que la batalla de la que dan cuenta los elementos encontrados podría ser la de Arsuf, librada en 1191 entre las tropas de Saladino y las del rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de León, durante la Tercera Cruzada. De haber sido así, el dueño de las monedas debió ser un musulmán, pues eran quienes la ocupaban desde 1187.