El Romanticismo es un movimiento cultural y político que se originó en Alemania y en el Reino Unido a fines del siglo XVIII y que constituye una reacción revolucionaria hacia el racionalismo de la Ilustración y el Clasicismo. Los sentimientos, la imaginación y la percepción individual son el núcleo de esta época. En este artículo vamos a conocer un poco más sobre esa revolución artística, política, social e ideológica tan importante, que aún hoy perduran muchos de sus principios.
El caminante sobre el mar de nubes, conocido cuadro del pintor alemán Caspar David Friedrich. Esta obra de arte está creada teniendo en cuenta las convenciones de género del Romanticismo.
LA ESENCIA DEL ROMANTICISMO
Tal como ocurriera con el nacimiento del Neoclasicismo –que a su vez surgió como reacción al exceso del Barroco–, podemos decir que esta corriente se originó por el exceso de apego a las normas que caracterizó al Neoclasicismo: el mundo pasó del Absolutismo y Neoclasicismo a la Democracia y el Romanticismo; de la estética a la emoción. Para ello se hizo necesaria la influencia de lo que se dio en llamar el “ciclo revolucionario” de fines del siglo XVIII: gracias a la Revolución Industrial inglesa (1760-1840), se desarrolló una clase burguesa y se sentaron las bases del liberalismo; gracias a la Revolución Francesa (1789) se proclamaron los principios de libertad, igualdad y fraternidad; gracias a la Revolución Americana (1776), se estableció la república como forma de gobierno y al pueblo como fuente exclusiva del poder.
Imagen alusiva a la Toma de la Bastilla en 1789. La Revolución Francesa fue uno de los factores que propiciaron la llegada del Romanticismo.
Con todo, el carácter revolucionario del Romanticismo es incuestionable; supone una ruptura con una tradición, con un orden anterior y con una jerarquía de valores culturales y sociales, en nombre de una auténtica libertad. Se proyecta en todas las artes y constituye la esencia de la modernidad. Ahora bien, aunque la unanimidad del movimiento romántico reside en una manera de sentir y de concebir al hombre, la naturaleza y la vida, cada país produce un movimiento romántico particular, distinto; incluso cada romanticismo nacional desarrolla distintas tendencias. En Francia o en España se suele distinguir un romanticismo de apariencia católica y nacional, de otro más liberal y materialista. En Alemania o Inglaterra, se diferencia un primer romanticismo de un segundo movimiento, más maduro y menos teórico.
Así las cosas, Alemania es considerada la cuna del Romanticismo. Esto es así porque allí surgió lo que se conoció como Sturm und Drang (según Friedrich Klinger, “tormenta e impulso”) que, si bien no perteneció del todo al movimiento, sentó las bases para su establecimiento. Este espíritu tiene sus raíces en los escritos de Jean-Jacques Rousseau (principalmente en Nueva Eloísa y Meditaciones de un paseante solitario). A partir de allí, se originaría la primera generación del Romanticismo de la mano de Johann Wolfgang von Goethe (Los sufrimientos del joven Werther). En sus escritos podía leerse el elogio a la sabiduría de la juventud, una vuelta a la naturaleza y ciertas pinceladas de la épica. Así nacería Fausto.
La obra de Johann Wolfgang von Goethe ayudó a fundar el Romanticismo, movimiento al que influenció profundamente.
Algunos estudiosos consideran que Sturm und Drang se sitúa entre dos épocas: es la bisagra que une al Neoclasicismo con el Romanticismo. Desde el mismo Neoclasicismo, se partía de lo bello y lo sublime; el Romanticismo toma esas dos variables y su énfasis es puesto en la emoción que suscitan las artes. A partir del sentimiento la mirada se vuelca a la Naturaleza.
Víctor Hugo, considerado como uno de los escritores más importantes en lengua francesa.
UNA NUEVA VISIÓN DE LA REALIDAD
El Romanticismo supuso una nueva forma de entender el mundo. Es una nueva visión de la realidad que se caracteriza por dar supremacía al individuo sobre la sociedad: el culto al Yo como entidad autónoma y dotada de capacidades variables e individuales como la fantasía y el sentimiento.
Saturno devorando a su hijo, una de las pinturas más emblemáticas de Francisco de Goya, realizada durante el Trienio Liberal (1820–1823), y que, a bajo una capa mitológica, alude a la famosa frase de Pierre Vergniaud poco antes de ser guillotinado: «La Revolución devora a sus propios hijos».
Por otro lado, entre otros puntos destacables, el romántico está convencido de que su bien más preciado es la libertad. El reino de la libertad absoluta es el ideal romántico, el principio de toda ética romántica: libertad formal en el arte, entendida como necesidad del individuo para explorarse y explorar el mundo exterior, y para lograr comunicarse con el Todo, en una marcha progresiva hacia el infinito. El romántico se concibe como un ser libre, el cual se manifiesta como un querer ser en busca de la verdad. No puede aceptar leyes de ninguna autoridad. Muchos románticos heredaron la crisis de la conciencia europea que la Ilustración provocaría al cuestionar en nombre de la razón y los dogmas religiosos.
Asimismo, mantiene una actitud idealista que no se corresponde con la realidad y que lleva al romántico a la rebeldía. La sociedad pone trabas a su libertad, por ello adopta una actitud rebelde contra las normas y lo establecido. En su idealismo, el romántico aspira a realidades más allá del mundo sensible.
Imagen de Ludwig van Beethoven. Su legado musical abarca, cronológicamente, desde el período clásico hasta inicios del romanticismo. Su legado influyó en diversidad de obras musicales del siglo XIX.
Sin embargo, la sociedad vence al individuo. Cuando el romántico observa que su lucha se encuentra perdida, se siente abatido e impotente. Asoman entonces sentimientos de vacío, soledad, desengaño e insatisfacción: el llamado “mal del siglo”. En esas circunstancias, al romántico solo le queda el aislamiento o la evasión. El enfrentamiento entre su espíritu idealista y la realidad lo lleva muchas veces a desear la muerte o a evadirse hacia lugares lejanos, apartados, exóticos o hacia épocas pasadas, con lo cual surge un interés hacia todo lo vinculado con la Edad Media. El romántico es un ser atormentado y triste, siempre a la búsqueda de lo inalcanzable. El pesimismo lo envuelve todo; el desengaño destruye al amor; el tiempo, a la juventud; el más allá se presenta con misterio y duda; el dolor y la injusticia dominan la sociedad. La consecuencia de este cansancio de vivir es la búsqueda de la muerte, que se alza como liberadora.
LA ESTÉTICA ROMÁNTICA
Los románticos crearon temas, personajes y formas estéticas muy concretas, en buena parte derivadas del individualismo y el ansia de libertad:
Lord Byron, uno de los escritores más versátiles e importantes del Romanticismo.
El Romanticismo entonces se interesó más por la Edad Media que por otra época histórica. De ella recogió motivos y personajes. Además, el artista romántico se interesó por las tradiciones y costumbres, por lo que se destacó el folklore regional con sus cantos, bailes y trajes. La expresión literaria de estas costumbres se realiza desde una perspectiva idealizada, lo que la distingue de una novela realista. El romántico todo lo observa con la imaginación y la fantasía, que son las únicas potencias capaces de transmitir lo misterioso y sobrenatural.
La libertad justifica también el rechazo por las convenciones estéticas tradicionales. El estilo romántico se caracterizó por el empleo de recursos efectistas (con abundancia de adjetivos sensoriales), por la incorporación de un vocabulario de las emociones y el misterio. Desaparece la armonía y el equilibrio del Neoclasicismo para dar paso a un estilo violento y dinámico.
Imagen de Franz Liszt, reconocido compositor húngaro romántico, un virtuoso pianista y profesor. Se hizo famoso en toda Europa durante el siglo XIX por su gran habilidad como intérprete. Sus contemporáneos afirmaban que era el pianista técnicamente más avanzado de su época.
LA HERENCIA ROMÁNTICA
Las actitudes románticas se siguen manifestando en literatura, música, pintura, etc. El término se sigue utilizando y sus connotaciones han evolucionado. De este modo, la llegada del Romanticismo se debió a la necesaria reconstrucción frente a la decadencia estética del Neoclasicismo. Esto deriva en cierto modo de la revolución que supuso el Romanticismo.
Esta libertad ha presidido el proceso del mundo hasta hoy mismo: liberación del individuo frente a la sociedad, de la mujer frente al hombre, de la región frente a la nación, de la colonia frente a la metrópoli y del obrero frente al burgués. Liberación en la palabra, admitiendo lo vulgar. Liberación en la religión, admitiendo la convivencia de cultos. Liberación en la educación, permitiendo el desarrollo de la personalidad.
Pero toda esta liberación tiene un precio, que suele ser un hondo sentimiento de soledad y vacío. Romper con un orden, con una seguridad, con una obediencia, lleva consigo ese doloroso desgarramiento en que el individuo se encuentra de pronto consigo mismo, sin nadie más. Aquí radica sin duda el pesimismo, la angustia y la melancolía con su insatisfacción imposible de colmar, que tan admirablemente expresaron los románticos y, tras ellos, sigue expresando la cultura occidental moderna.