Tribu perteneciente a la familia lingüística algonquina, asentada originariamente en la cuenca del río Hudson, en el Estado de Nueva York; hacia el año 1780 fueron desplazados hacia Massachusetts y finalmente, entre 1820 y 1830, emigraron hacia Wisconsin, asentándose en las reservas de los lenapes.
Se llamaban a sí mismos muhhekunneuw, en español “pueblo de las aguas que nunca están quietas”. Pero los británicos le dieron al grupo el nombre de uno de sus clanes, Lobo, en su lengua “manhigan”, derivada al inglés “mahican” y de ahí “mohicano”. Actualmente forman una sola tribu con los lenapes, la Comunidad Stockbridge-Munsee.
Antiguamente se ocupaban de la caza, la pesca y la agricultura, cultivando fundamentalmente maíz. En los bosques en los que vivían abundaban los robles, arces, abedules, olmos y abetos rojos; cazaban osos negros, ciervos, alces, nutrias, castores, visones, linces y pavos, alimentándose también de la abundante pesca. Sus poblados se asentaban en las márgenes de los ríos, útiles para abastecerse de agua y para transportar mercaderías que comercializaban con pueblos vecinos. Cuando los colonos comenzaron a presionarlos en su propio territorio, iniciaron un proceso migratorio que los fue desplazando hacia Connecticut, donde se asentaron en la reserva india de New London County.
LOS ORÍGENES
Se cree que llegaron a América a través del estrecho de Bering.
“Un gran pueblo llegó del Norte y el Oeste y cruzaron las aguas hasta donde la tierra casi se tocaba”. Así comienza la leyenda que cuenta la historia de este pueblo que, según se cree, llegó por el Estrecho de Bering, de ahí lo de la tierra que casi se tocaba. De lo que hay certeza es que llegaron del norte buscando las fértiles tierras de la costa, asentándose en la proximidad de un río al que llamaron Mahicannituck, haciéndose conocer como muh-he-con-neok. Eran el grupo más antiguo de los que se había separado durante la larga marcha que los llevaba hacia el este. Muchos siglos antes de la llegada de los europeos a sus tierras, ya se habían organizado como una confederación y sus dominios se extendían desde Scoharie Creek al oeste, el lago Champlain al norte, y los actuales territorios de Vermont y New Hampshire hasta la isla de Manhattan al sur.
LA CONFEDERACIÓN
La poderosa confederación que integraron los mohicanos era compartida con los Wetenhuck, los Wayachtonoc, los Mechkentowoon y los Wiekagjoc. No llegaron, sin embargo, a integrar la Confederación Iroquesa, la más poderosa unión de clanes que dominaban los Mohawk, y que era conocida como Liga de las Seis Naciones, pues además de los Mohawk la integraban los Oneida, los Onondaga, los Cayuga, Los Seneca y los Tuscarora. Pero a pesar de no integrarla, los Mohicanos llegaron a tener representación en el Gran Consejo en la persona del Jefe Etow Oh Koam, del clan Toompaooh (Tortuga).
En cuanto a la organización del grupo en sí, estaba conformado por tres grandes familias: los Muchquauh (Oso), Toonpaooh (Tortuga) y Mechchaooh (Lobo), que respondían a la jefatura de un Consejo integrado por sus líderes. Cuando entraban en guerra el Consejo delegaba la autoridad en un Jefe de Guerra que era elegido según sus capacidades militares.
VESTIMENTA
La vestimenta tradicional era la chaqueta cazador color verde oscuro, decorada con flecos amarillos. Acostumbraban a llevar gorro de piel y se calzaban mocasines con vistosos adornos. Generalmente llevaban una bolsa de cuero y un cuerno.
ACTIVIDADES ECONÓMICAS
Su principal sostén provenía de la caza y la pesca, a lo que sumaban las pequeñas plantaciones de las que se ocupaban las mujeres, lo mismo que de la recolección de frutos. Cuando los hombres regresaban de la cacería, celebraban los rituales “Sacrificio del oso” y “Sacrificio del ciervo”, grandes fiestas en las que eran agasajados con el jarabe de savia de arce que preparaban las mujeres. Para la pesca, especialmente de arenques y salmones, los hombres navegaban el río en canoas usando arpones y redes. Cuando tenían excedente, tanto de carne como de frutos y pescado, lo desecaban y guardaban en bolsas que metían en agujeros no muy profundos, cavados junto a las casas y cubiertos con hierbas, tierra y madera. En invierno se dedicaban a la confección de mantas, implementos para la caza, armas para la guerra y utensilios para el hogar. Si los alimentos escaseaban se animaban a cazar en la nieve usando raquetas para poder desplazarse.
LAS “WIGWAMS”
Wigwams era el nombre que daban a sus viviendas, generalmente rectangulares, de gran tamaño, con tejados inclinados cubiertos de corteza de olmo. Cada casa era compartida por varias familias del mismo clan; no tenían ventanas y se servían de una abertura en el techo para permitir la salida del humo.
LAS LUCHAS
El holandés Henry Hudson fue pionero en el comercio con los nativos americanos.
Con la llegada de los europeos, franceses, holandeses y británicos, se rompió el equilibrio de la región y las tribus que hasta entonces vivían en paz empezaron a enfrentarse entre sí. Los colonos establecieron alianzas con los distintos grupos aborígenes a quienes utilizaron para dirimir sus propias contiendas. En 1570 mohawks y oneidas armados por los franceses obligaron a los mohicanos a desplazarse de sus tierras hacia el este, a los Estados de Connecticut y Massachusetts, pero en 1610 lograron volver y recuperarlas. Para entonces comenzaba a desarrollar el comercio impulsado por pioneros como el holandés Henry Hudson. En 1614 en Casttle Island, precisamente a orillas del río rebautizado como Hudson, había un asentamiento comercial permanente, con una importante demanda de pieles de nutria y castor para llevar a Europa. Los vínculos se hacían cada vez más complejos e inestables.
En 1628 los mohawks volvieron a correr a los mohicanos hacia el este del río Hudson para ocupar ellos el mejor territorio de caza. Pero no mucho tiempo después se juntaron para combatir a otras tribus, registrándose así la primera alianza que se hubiera visto entre iroqueses y algonquinos.
El fin de la alianza
La incesante demanda de piel de castor para llevar a Europa, fue el origen de guerras entre tribus que se disputaban el negocio.
La alianza se rompió en 1650, cuando los holandeses promovieron una liga de tribus algonquinas que combatiera a los iroqueses. Allí estuvieron los mohicanos, pero solo hasta 1658 cuando volvieron a unirse a los mohawks en una sociedad que duró hasta que en 1662 éstos descubrieron que los mohicanos continuaban el comercio con sus antiguos aliados. Entonces los atacaron y los obligaron a retirarse del valle del Hudson.
A los iroqueses les tocó sufrir la ambición de los franceses que invadieron sus tierras en 1666. Para resistir, acudieron a los ingleses, quienes a cambio de su ayuda les exigieron que se aliaran nuevamente con los mohicanos. Finalmente la paz con los franceses se firmó en 1667. Esto fue una excepción, porque los mohicanos, como el resto de los algonquinos, en las guerras entre ingleses y franceses estuvieron siempre de parte de estos últimos, a quienes creían mejores por los regalos que les hacían. Pero el resultado de estas relaciones fue el exterminio de los castores y otras especies y su población diezmada por las epidemias que portaban los blancos, además de las armas de fuego.
La marca europea
Los europeos dejaron una marca entre los mohicanos que afectó de manera determinante el desarrollo de su cultura, y que terminó con muchos de sus hábitos. La artesanía y la fabricación de enseres decayó, lo que los llevó a depender del abastecimiento de los comerciantes blancos. La propiedad de la tierra, que inicialmente era comunal, fue parcelada y con el tiempo terminó en manos europeas, en muchos casos de manera violenta. A estas situaciones, de por sí dramáticas, se agregaron las enfermedades transmitidas por los europeos como la viruela y el sarampión, que diezmaron la población aborigen. Y finalmente la pérdida forzada de mitos y creencias por la acción de los evangelizadores que comenzaron a operar con sus misiones a partir de 1734. Los misioneros crearon las primeras escuelas y desde ellas inculcaron a los jóvenes mohicanos sus costumbres y creencias, en tanto los monarcas europeos reclamaban como propias sus tierras, por las que pagaban precio vil para luego desalojarlos o permitirles quedarse a cambio de servidumbre.
EL ÚLTIMO MOHICANO
La fama de los mohicanos se multiplicó cuando en 1826 el escritor estadounidense James F. Cooper publicó su novela “El Último Mohicano”, resultando entonces un éxito de público que se sostuvo en el tiempo. Cooper ubica la acción durante el periodo en que se llevó a cabo la llamada “Guerra de los siete años”, conflicto que enfrentó a Francia y Gran Bretaña en disputa por el dominio sobre las colonias en Norteamérica. Para enfrentar a los británicos los franceses establecieron alianzas con varias tribus, entre ellas los mohicanos. En este contexto retrata en tono de aventura la vida y costumbre de lo mohicanos, y a pesar de los errores narrativos e históricos señalados por los críticos, no se puede negar que ha contribuido de manera notable en la difusión de la cultura mohicana. La novela ha sido llevada varias veces al cine.