La Revolución Francesa fue uno de los acontecimientos más importantes que tuvo lugar durante el siglo XVIII y uno de los más importantes de la Historia de la Humanidad. Sus repercusiones fueron tan trascendentes que dieron paso a una nueva época donde la política, la justicia y la moral pasarían a regirse por principios inéditos hasta ese momento: “Libertad, Igualdad y Fraternidad”.
CAUSAS
Fueron varios los factores que tuvieron incidencia en la Revolución Francesa:
1. Desde el punto de vista político:
2. Desde el punto de vista económico:
Además, la mayoría de la población mostraba un resentimiento generalizado hacia los privilegios de los nobles y del alto clero, que mantenían su dominio sobre la vida pública impidiendo que accediera una pujante clase profesional y comerciante.
Calendario republicano francés. Propuesto durante la Revolución francesa y adoptado por la Convención Nacional Francesa, que lo empleó entre 1792 y 1806, su diseño intentaba adaptar el calendario al sistema decimal y eliminar del mismo las referencias religiosas. El año comenzaba el 22 de septiembre, coincidiendo con el equinoccio de otoño.
LA REUNIÓN DE LOS ESTADOS GENERALES
Esta situación, precipitada por la crisis financiera y el ejemplo de democracia establecido por la independencia de Estados Unidos, obligó a que el rey Luis XVI convocara a los Estados Generales del Reino, una asamblea tradicional en la que se hallaban representados los tres estamentos de la sociedad francesa: la nobleza, el clero y el pueblo llano. La cuestión que se planteaba era importante: estaba en juego la idea de soberanía nacional.
A pesar de que los tres estados acordaban en que la estabilidad de la nación requería una transformación fundamental, los antagonismos estamentales imposibilitaron la unidad de acción. Las delegaciones que representaban a los estamentos privilegiados de la sociedad francesa se enfrentaron a la cámara, mientras que las clases sociales que carecían de propiedades deseaban acceder al voto y liberarse de la miseria económica y social, por lo que no tardaron en adoptar posiciones radicales. Por su parte, la oposición se hallaba preocupada, puesto que creían que esta convocatoria no era otra cosa que un intento, por parte de la monarquía, de manipular la asamblea a su antojo.
Luis XVI retratado por Antoine-François Callet, Museo del Prado, Madrid.
En esa atmósfera de agitación social se realizó la reunión de los Estados Generales el 5 de mayo de 1789 en Versalles. Los representantes del Tercer Estado, en su mayoría burgueses, exigieron que todos los diputados sesionaran en una misma asamblea y que las decisiones se votaran en forma individual. No obstante, ante el temor de perder el control de la asamblea, la nobleza y el clero rechazaron esta exigencia, por lo que los miembros del Tercer Estado decidieron separarse de los Estados Generales y constituir una Asamblea Nacional integrada por todos los habitantes de la nación y comprometida a escribir una Constitución.
LA ASAMBLEA NACIONAL
La ineptitud de Luis XVI impidió afrontar los primeros acontecimientos de la Revolución Francesa debido a medidas tomadas a destiempo. El 11 de julio despidió al ministro de finanzas Jacques Necker, el cual tenía cierta comprensión hacia el Tercer Estado, además de haber intentado sanear las cuentas del reino. Gran parte del pueblo parisino supuso que esta destitución marcaba el inicio de un golpe de Estado por parte de los elementos más conservadores de la Corte, mientras que los liberales temieron que la concentración de tropas reales llevadas a Versalles intentara clausurar la Asamblea Nacional.
Toma de la Bastilla, 14 de julio de 1789.
El 14 de julio de 1789 el pueblo se lanzó a la calle en abierta rebelión. Ante el temor de que las tropas reales los detuvieran, tomaron por asalto la fortaleza de la Bastilla, símbolo del absolutismo monárquico pero, además, punto estratégico del plan de represión de Luis XVI. Tras horas de combate, los insurgentes tomaron la prisión, con lo cual la Bastilla se convertiría en un potente símbolo de todo lo que resultaba despreciable en el Antiguo Régimen.
LA MONARQUÍA CONSTITUCIONAL
Entre 1789 y 1791, la Asamblea tomó una serie de medidas fundamentales para asegurar los intereses del Tercer Estado: suprimió los privilegios de la nobleza, eliminó el diezmo y estableció una constitución que limitó el poder del monarca. Por su parte, los campesinos obtuvieron la supresión de los tributos feudales. En cuestión de horas, los nobles y el clero perdieron sus privilegios. El curso de los acontecimientos estaba marcado.
Con la Constitución de 1791, Francia funcionaría como una monarquía constitucional, en donde el rey tenía que compartir su poder con una Asamblea Legislativa compuesta por 750 miembros que no tenían experiencia alguna en la vida política. Sin embargo, al poco tiempo de iniciar sus sesiones, en la Asamblea comenzaron a diferenciarse dos grupos que tenían distintas ideas sobre cómo organizar el nuevo gobierno:
La guillotina, el instrumento de ejecución de entre 35.000 a 40.000 personas durante la época del Terror.
LA DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE Y DEL CIUDADANO
El miedo a la reacción de los nobles desató violentos levantamientos entre los campesinos: ocuparon las tierras y los castillos de la nobleza, quemaron registros de propiedad y sembraron el pánico entre los nobles y la alta burguesía. Para contener el alzamiento popular, el 4 de agosto de 1789 la Asamblea abolió legalmente los tributos y las cargas feudales que los campesinos debían pagar y proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En ella quedaron establecidos los principios fundamentales de la Revolución: la libertad individual, la igualdad ante la ley y la fraternidad entre todos los habitantes de Francia.
Representación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.
LA PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA
La Constitución de 1791 estableció en Francia el sufragio censitario y diferenció entre ciudadanos activos y pasivos. Eran ciudadanos activos aquellos varones adultos que tenían propiedades o ingresos, por lo que solo ellos podían votar, participar en las asambleas y armarse en defensa de la nación. El resto de los varones adultos, en cambio, eran considerados ciudadanos pasivos, a los que no se les reconocían derechos políticos y estaban excluidos de la Guardia Nacional. Los girondinos, que por entonces controlaban el gobierno, afrontaban cada vez mayores dificultades para sostener la monarquía constitucional recientemente establecida.
Toma del Palacio de las Tullerías.
La situación se agravó hacia abril de 1792 cuando Austria y Prusia, dos potencias absolutistas, temerosas de la expansión de la revolución, declararan sus intentos de invadir a la Francia revolucionaria, lo que hizo que el pueblo francés se hallara mejor dispuesto a defender y a difundir el nuevo orden revolucionario por toda Europa. Una nueva insurrección popular se produjo cuando se hicieron públicas unas cartas en las que Luis XVI alentaba a los austríacos a la invasión. Una multitud asaltó el Palacio de las Tullerías, residencia del monarca. El rey y su familia fueron encarcelados hasta que, entre enero y octubre de 1793, luego de ser juzgados y condenados por traición, fueron ejecutados en la guillotina.
Francia dejó de ser una monarquía y se proclamó la Primera República Francesa. La Asamblea acabó convocando elecciones con el objetivo de configurar un nuevo parlamento que recibiría el nombre de Convención, controlado ahora por los jacobinos. Así, aumentó la presión política y social, como también la amenaza militar de las potencias europeas.
Ejecución de Luis XVI.
LA CONVENCIÓN NACIONAL
La caída de la monarquía y la guerra contra las potencias absolutistas radicalizaron aún más el proceso revolucionario. Por lo demás, la situación económica seguía empeorando. Los sans-culottes expresaban su descontento por el hecho de que la Revolución francesa no solo no satisfacía los intereses de las clases bajas sino que incluso algunas medidas liberales causaban un enorme perjuicio. Todo ello motivó la trama de un golpe de estado por parte de los jacobinos, quienes buscaron el favor popular en contra de los girondinos.
Según algunos historiadores, el Terror estaba «caracterizado por la brutal represión de los revolucionarios mediante el recurso al terrorismo de Estado».
De esta manera, liderados por Maximilien Robespierre, los jacobinos establecieron un régimen de gobierno que no dudó nunca del orden liberal, aunque llevó a cabo una democratización del mismo pese a la represión que desataron contra los opositores. Se implementó lo que se denominó el Reinado del Terror; por medio del Comité de Salvación Pública, entre 1793 y 1794, las personas sospechadas de traición eran juzgadas y eventualmente ejecutadas en la guillotina. Muchos nobles, clérigos y opositores a la revolución fueron condenados por los “tribunales populares”. También fueron ajusticiados muchos líderes del movimiento revolucionario que no estaban de acuerdo con la conducción política de los jacobinos.
Luego de que un ejército nacional integrado en su mayoría por ciudadanos franceses, consiguiera derrotar a los monarcas europeos y debilitara la posibilidad de la restauración monárquica, la popularidad de Robespierre comenzó a erosionarse. El 27 de julio de 1794, una nueva revuelta popular, apoyada ahora por los sectores más ricos y moderados de la burguesía, dio un golpe de Estado que desalojó del poder a los jacobinos, logrando que Robespierre sea también ajusticiado.
Caída de Robespierre.
El Poder Ejecutivo de la República pasó ahora a ser desempeñado por un nuevo gobierno: el Directorio. De este modo, la alta burguesía consolidó su poder y desplazó a los sectores populares, que perdieron el derecho al sufragio establecido en 1793.
EL DIRECTORIO
Tras el período de Terror impuesto por el ala más extremista de los jacobinos, se produjo un retorno hacia posiciones más liberales. La Convención Nacional fue disuelta y un nuevo régimen político logró consolidarse con la Constitución de 1795. De hecho, buscaba impedir una nueva dictadura personalista o colectiva, estableciendo el sufragio censitario, que favorecía a la clase política burguesa y moderada.
De esta manera, el Directorio procedió a la depuración política de las instituciones de la República, por lo cual algunos jacobinos y antiguos sans-culottes fueron objetos en una ola de persecuciones y asesinatos sistemáticos por parte de grupos monárquicos vengativos. Este Terror Blanco monárquico se vio reforzado por la represión institucional tras los intentos de levantamientos jacobinos y de insurrecciones populares. A su vez, los monárquicos alimentaban disturbios cada vez más violentos manteniendo presiones constantes sobre el gobierno.
Ilustración que muestra a Napoleón tras derrotar a los contrarrevolucionarios.
Por ello, ante una situación permanente de inestabilidad, los gobernantes franceses buscaron apoyo en el ejército, cuyo poder había ido en aumento a partir de sus exitosas campañas por toda Europa. El Directorio, corrupto e ineficiente, finalmente caería el 9 de noviembre de 1799 con el golpe de estado del 18 de Brumario, protagonizado por Napoleón Bonaparte. Napoleón instauraría el gobierno del Consulado, sería nombrado Primer Cónsul y, desde entonces, buscaría concentrar el poder político en su persona, primero proclamándose Cónsul Vitalicio en 1802 y luego coronándose a sí mismo Emperador de Francia. Así, desde que un nuevo senado consulto proclamó el Primer Imperio y la extinción de la Primera República, se cerró el capítulo histórico de la Revolución francesa.
La Libertad guiando al pueblo, pintura de Eugène Delacroix, erróneamente asociada a la Revolución de 1789 pese a que corresponde a los sucesos revolucionarios de 1830.