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Invasiones inglesas a Buenos Aires, pintado por Madrid Martínez, litografía de 1807.
Ilustración de un soldado del Regimiento de Patricios hacia 1807.

Las invasiones inglesas



Al promediar la primera década del siglo XIX, los conflictos europeos tuvieron un episodio militar en tierras sudamericanas. Fruto de la lucha sostenida desde años atrás entre Francia e Inglaterra –a la que se vio arrastrada también España– fueron los ataques británicos contra Buenos Aires en 1806 y 1807. Para los pobladores de este sector de América estos sucesos tuvieron una importancia mayor: constituyeron uno de los factores desencadenantes de los trascendentales acontecimientos de 1810.

LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA

En 1806 se produjo la Primera Invasión Inglesa. Los problemas de la corona española con Gran Bretaña, la derrota española en Trafalgar y las dificultades para el comercio con el Río de la Plata llevaron a liberalizar la política comercial en la región, pues se cernían amenazas a su poder. En junio de ese año, la ciudad de Buenos Aires fue invadida por una flota inglesa conducida por Sir Home Popham. Esta expedición de 1600 hombres no estaba planificada y era una iniciativa de la flota destinada a Sudáfrica, donde debía enfrentarse con los holandeses.

Las tropas británicas comandadas por el general William Beresford desembarcaron en las costas de Quilmes, donde solo encontraron esporádicas e ineficaces resistencias. El virrey Rafael de Sobremonte consideraba que la amenaza británica se cernía sobre Montevideo y envió allí a sus tropas. Pero el desembarco de los ingleses en Quilmes lo obligaría a improvisar la resistencia a cargo de blandengues y milicianos urbanos. Una fuerza de vanguardia, comandada por el coronel Pedro Arce, se adelantó hasta Quilmes para detener a los ingleses pero fue derrotada y puesta en fuga.


Willam Carr Beresford, soldado y político británico, comandante de la primera Invasión Inglesa.

Beresford inició el avance sobre Buenos Aires y, luego de sostener un combate a orillas del Riachuelo a la altura del Puente de Gálvez (hoy Puente Pueyrredón), dispersó a las tropas españolas. Al quebrarse la línea defensiva, Beresford entró a en Buenos Aires. El virrey Sobremonte se retiró, primero a Luján y luego a Córdoba, llevándose las cajas reales, a la vez que dejó la capital en manos de los invasores y delegó el mando político en la Audiencia.

Ocupada Buenos Aires, las corporaciones urbanas prestaron su adhesión al nuevo orden, persuadieron al virrey para que entregara los caudales regios, salvando de esta manera las fortunas privadas a las que Beresford había amenazado recurrir como fuente alternativa de botín. Tras la capitulación, las autoridades británicas se concentraron en lograr el apoyo de los sectores dominantes: mantuvieron a todos los magistrados y funcionarios en sus cargos y declararon que no estaba entre sus intereses favorecer la emancipación de las colonias. Implantaron el comercio libre con bajas tasas aduaneras y redujeron los derechos que gravaban las exportaciones de cuero, uno de los principales rubros del comercio exterior de la colonia. Otra resolución importante del gobernador británico de Buenos Aires se orientó a suprimir el monopolio ejercido por la corona de España sobre artículos como el tabaco y los naipes.


Rafael de Sobremonte, III marqués de Sobremonte y virrey del Río de la Plata.

De esta manera, los primeros días de ocupación de la capital del virreinato por los ingleses fueron de incertidumbre y angustia para una parte de la población. Entre los negros y mulatos esclavos, destinados al servicio doméstico, se produjo una cierta excitación ante el rumor difundido entre ellos sobre una posible liberación de la esclavitud. En tanto, en el gremio de tenderos, pulperos y almaceneros cundió la alarma ante algunos asaltos y saqueos producidos durante esos días; debido a ello mantuvieron cerradas sus tiendas y negocios creando un estado de escasez en el abasto de la ciudad. Para que la vida urbana adquiriese su ritmo normal, el gobernador británico dictó un bando por el cual disponía que no se produjeran innovaciones con respecto a la esclavitud y en el cual se finalizaba arengando a los esclavos a obedecer a sus amos. Del mismo modo ordenaría la apertura de las tiendas.

LA RECONQUISTA

Mientras tanto, en Córdoba, el virrey organizaba una fuerza para marchar sobre Buenos Aires, y es en esa ciudad donde se formarían los primeros grupos de resistencia. Juan Martín de Pueyrredón y Manuel Arroyo y Pinedo organizaron la campaña y el capitán de navío Santiago de Liniers se trasladó a Montevideo a solicitar al gobernador de esa ciudad, Pascual Ruiz Huidobro, que le fueran otorgadas las fuerzas necesarias para conquistar Buenos Aires. En la campaña, una columna de la infantería inglesa dispersaría a los pocos hombres con que contaba Pueyrredón.


Retrato de Santiago de Liniers, héroe de la Reconquista de Buenos Aires.

El 3 de agosto Liniers y cerca de 550 soldados y 400 milicianos desembarcaron en el Puerto de las Conchas (hoy Tigre), marcharon hacia el centro de la ciudad, pasaron por San Isidro, y acamparon en Chacarita y en los Corrales de Miserere. En su paso hacia el encuentro con las tropas británicas, cientos de voluntarios se incorporan a las fuerzas de la Reconquista y también se suman los paisanos de Pueyrredón. El 10 de agosto avanzaron sobre El Retiro. Al día siguiente enfrentaron y derrotaron a un destacamento inglés, lo que les permitiría avanzar sobre la Plaza Mayor, donde se encontraban atrincheradas las tropas de Beresford, y así dominar los principales accesos y edificios que la rodeaban. El 12 de agosto las fuerzas de Liniers, en una violenta lucha, atacaron el centro de la ciudad y obligaron a Beresford a capitular cuando el fuerte fue rodeado.


Juan Martín de Pueyrredon.

Los efectos de la Reconquista de Buenos Aires se sintieron inmediatamente. El 14 de agosto se convocó a un Cabildo Abierto que exigió la delegación del mando en Liniers. El virrey se resistió pero la opinión pública era favorable a su alejamiento. Para organizar la defensa de Buenos Aires, el Cabildo y Liniers decidieron la militarización de la ciudad sobre la base de un servicio obligatorio para todos los vecinos de 16 a 50 años. De este modo, se organizaron cuerpos militares como los batallones y escuadrones por afinidades regionales: catalanes, vizcaínos, gallegos y correntinos, y los cuerpos de Patricios y Arribeños. Se estaba crenado así un nuevo poder: el militar.


Plano del movimiento de la fuerzas Libertadoras al mando de Santiago de Liniers durante la Reconquista.

El proceso de militarización no solo creó una nueva élite, también mantuvo y estructuró la movilización política que había significado la Reconquista, lo cual tuvo consecuencias más duraderas. En los cuerpos militares comenzaron a hacerse visibles las diferencias que separaban a la sociedad urbana entre peninsulares y americanos. Los criollos formarían el núcleo más importante de esa nueva élite.

LA SEGUNDA INVASIÓN INGLESA

En 1807 se consumó la Segunda Invasión Inglesa. Mientras en Buenos Aires se producía la reconquista de la ciudad por criollos y españoles, en Londres recibían las noticias del éxito de la expedición a Buenos Aires e inmediatamente se despachó una nueva fuerza armada para atacar la costa chilena. Los ingleses al mando del brigadier Samuel Achmuty atacaron Montevideo y solicitaron refuerzos a la corona, que envió al teniente general John Whitelocke. El 28 de junio, 8.000 soldados invasores desembarcaron en la localidad de Ensenada.


John Whitelocke, comandante británico a cargo de la segunda Invasión Inglesa. Retrato de 1808.

La Segunda Invasión Inglesa introdujo nuevas tensiones entre quienes se repartieron la autoridad virreinal: los jefes militares, el virrey y el Cabildo. Liniers intentaba mantener el papel protagónico y esperó a los británicos junto al Puente de Gálvez listo para dar batalla, pero los ingleses optaron por dar un rodeo y ahorrar así un enfrentamiento. Liniers y sus tropas marcharon hasta encontrarse con ellos en la orilla norte del Riachuelo, pero debieron retirarse a la Chacarita y de allí volver a la ciudad. El 2 de julio, Liniers fue dispersado en el combate de los Corrales de Miserere.

Los ingleses atacaron Buenos Aires el 5 de julio pero dieron tiempo a organizar la defensa. Ante la resistencia, Whitelocke entró en negociaciones en el curso de las cuales se comprometió a la evacuación de las dos bandas del Río de la Plata. El héroe de la jornada de resistencia fue Martín de Álzaga, un rico comerciante, alcalde de primer voto en el Cabildo porteño y, junto con él, el Cabildo mismo. Obstinadamente Álzaga se negó a capitular diciendo que no eran necesarios los generales y que había que prepararse para defender “cada calle, cada casa y cada metro de terreno. La resistencia será así el resultado de la espontánea intervención en la lucha de todos los habitantes, sin distinción de clases, edades ni sexos”.


Retrato de Martín de Álzaga, comerciante español de notoria actuación durante las Invasiones Inglesas.

Liniers llegó a la ciudad con 1000 soldados y aceptó las medidas de Álzaga. La ciudad se armó, las tropas se instalaron en las azoteas y en las calles y esperaron el momento de la batalla. Finalmente el enfrentamiento comenzó el 5 de julio con una carga cerrada de la artillería inglesa que avanzó buscando ocupar los edificios cercanos a la Plaza. El plan era llegar a la línea del río y después tomar puntos estratégicos para nuclearse luego en la Plaza Mayor y desde allí tomar la ciudad.

Lo que los británicos no calcularon era que las tropas de la ciudad habían crecido considerablemente en número y en volumen de fuego. La estrategia de las milicias fue atrincherarse en las azoteas y casas y lanzar sobre las columnas inglesas además de balas y granadas, armas caseras, piedras y ladrillos. A pesar de ello, los ingleses siguieron avanzando hacia sus objetivos, y al ocuparlos enarbolaron sus banderas.

La situación llegó entonces a su punto culminante. Las columnas inglesas no pudieron llegar a la Plaza porque fueron atacadas por el Regimiento de Patricios, comandados por Cornelio Saavedra, con lo cual los jefes ingleses se refugiaron en la iglesia de Santo Domingo. La carga de las milicias de la ciudad se hizo incontenible. Los ingleses intentaron resistir, pero fueron acribillados por el fuego de los milicianos quienes, en la jornada del 5 de julio, lograrían la victoria. El 7 de julio Whitelocke se rinde y en la capitulación se impone a los ingleses abandonar tanto Buenos Aires como Montevideo.

CONSECUENCIAS

Si analizamos la Revolución de Mayo como un proceso histórico, las invasiones inglesas marcan un punto de inflexión en cuanto a la transformación de la sociedad colonial y es aquí cuando comenzaría a plantearse la posibilidad de ruptura con la metrópoli.

Más allá de la victoria por las armas, las invasiones inglesas evidenciaron las profundas fallas del imperio español en cuanto a lo administrativo, institucional y militar. En 1808, ante el vacío de poder, Liniers sería nombrado virrey del Río de la Plata. La reconquista y defensa fue responsabilidad y mérito de los habitantes de la ciudad y no de la corona española. Los criollos, como parte fundamental de las fuerzas que defendieron la ciudad, se reconocieron a sí mismos como grupo y, a partir de los hechos, tomaron conciencia de su potencial fuerza autónoma y de un profundo sentimiento de libertad.


La Rendición de Beresford ante Liniers en la Primera Invasión Inglesa según Charles Fouqueray. Museo Histórico Nacional.

Pese a las operaciones de inteligencia inglesa, la actitud de los hispanoamericanos ante las invasiones indica que no tenían intenciones de cambiar un amo por otro. Como dijo Bartolomé Mitre: “Fue esta una verdadera revolución, y la primera en que ensayó su fuerza el pueblo de Buenos Aires preparándose para otra no lejana y de género más sublime”.