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Comechingones



Pueblo que habitaba en la región central del actual territorio argentino, los comechingones se llamaban a sí mismos hênîa (los del norte) y kâmîare (los del sur), pero la totalidad de sus parcialidades llegaba a diez.

El nombre de comechingones les fue dado por los sanavirones, quienes en su lengua, el sanavirón, los llamaban “kamichingan”, que traducido al español sería vizcacha o habitantes de las cuevas, en alusión a sus viviendas semi-subterráneas. Ambos pueblos se encontraron cuando hacia el siglo XV los sanavirones avanzaron desde el interfluvio del río Dulce-Salado, en la actual provincia de Santiago del Estero, sobre las sierras de la actual provincia de Córdoba, invadiendo las tierras de los comechingones.

Pero respecto al nombre que trascendió, hay otra versión que proviene de las crónicas del conquistador Jerónimo de Vivar, escritas en 1558, y que sostienen que el apodo se lo dieron los españoles cuando escucharon el grito de guerra de los henîa: ¡Kom-chingôn!, traducido como “muerte a ellos”. Y lo que es posible es que los sanavirones se burlaran de dicho grito de sus enemigos haciendo su propia interpretación.

Orígenes

Los antropólogos, o al menos la mayoría de ellos, creen que los hênia-kamiare pertenecen al grupo huárpido, aunque como un conjunto muy diferenciado. Así lo revelan los estudios, aunque también se acepta en su evolución la influencia de linajes pámpidos, ándidos, e incluso amazónidos, situación que se explica en la encrucijada de corrientes poblacionales prehistóricas del territorio que hoy es Argentina.

Es probable que sus orígenes se remonten a la cultura ayampitín, cultura milenaria existente desde 6000 a. C., que ha dejado rastros arqueológicos en Tarija, Bolivia, pero no hay certeza absoluta de que así sea, al menos no en un momento formativo de la etnia.

Para lo que hay más elementos es para aseverar que la cultura ongamira, extendida en la zona de la Quebrada de la Luna, el cerro Colchiquin y el cerro Minas hacia el 4600 a. C., sería precedente de la cultura comechingona, aunque ésta se haya constituido como tal recién a partir del año 500 d. C. diluyéndose a partir del 1600 a causa del avance de los colonizadores europeos.

Lo que es interesante y ha llamado la atención de los estudiosos es su aspecto caucásico: los varones tenían barba desde la pubertad, medían más de 1,70 y aproximadamente un 10% del total de la población tenía ojos verdosos.

HISTORIA

La conquista española

Como ocurrió con otras etnias americanas precolombinas, las enfermedades traídas por los europeos diezmaron la población y facilitaron la conquista. Entre otras enfermedades padecieron el sarampión, la viruela y algunos tipos de gripe. La situación empeoró con la fundación de Córdoba en 1573, acentuándose el proceso de extinción con la mestización y la encomienda. A pesar de eso la historia conserva el nombre del cacique Olayón, quien alcanzó fama por su coraje. Este cacique comechingón de quien se sabe vivió al menos entre los años 1590 y 1620, murió luchando contra los españoles a manos del capitán Tristán Allende, quien también murió en el duelo.

Lengua

A pesar de que en la actualidad en el territorio que ocupaban predomina la toponimia en runa simi o quechua, los comechingones poseían su propio idioma. Lo que ocurrió con el quechua o runa simi fue que los españoles lo impusieron como lengua general para su comunicación con las diversas etnias aborígenes de Cuyo, Córdoba, Santiago del Estero y el Noroeste argentino.

El lingüista español Antonio Tovar (1911-1985) menciona cinco dialectos del idioma "comechingón": main, yuya, mundema (o "indama"), kama y umba aunque en la actualidad no se pueden dar precisiones sobre la distribución de tales dialectos.


Tuvieron un excelente desempeño en expresiones artísticas como las pinturas rupestres, cuyo testimonio puede apreciarse en las sierras centrales, el Cerro Colorado y en el Inti Huasi.

CANTITO CORDOBÉS
Los cordobeses deben a los comechingones el cantito particular que identifica su forma de hablar. Se trata de la extensión canturreada de las vocales, una acentuación particular del español hablado en la provincia de Córdoba, Argentina. Identificado desde comienzos del siglo XIX, el cantito se acentúa sobre todo en las zonas serranas y se extiende hasta la provincia de San Luis.
Esta singularidad fonológica es una curva tonal que puede ejemplificarse en la acentuación de la última vocal y su alargamiento en la pronunciación.

Organización social

Los comechingones se organizaban en jefaturas y señoríos, esto último cuando alcanzaban una acumulación económica y de poder que lo sustentara. Alrededor del año 1100 a. C. la región que se convertiría en su hábitat estaba poblada por comunidades productoras de alimentos, asentadas en las zonas menos frías que ofrecían mayor fertilidad, sobre todo en el fondo de los valles. Allí cultivaban la tierra en tanto criaban llamas en regiones más elevadas, favorables para el pastoreo. De manera paralela mantenían actividades como cazadores y recolectores. Debido a sus costumbres y los accidentes del terreno, la fragmentación se dio más que entre las etnias de la llanura, lo que facilitó la invasión sanavirona, que aprovechando esta fragmentación penetró en territorio comechingón velozmente, expandiéndose allí.

LA ECONOMÍA

Actividades principales


La alpaca es un animal cuya lana ha sido siempre muy codiciada.

Su economía se basaba en el cultivo, la caza y la pesca. Para eso dividían las tierras demarcándolas con unas paredes bajas hechas de piedras que recibían el nombre de pircas, o bien por cercos de espinillos, donde cada pueblo hacía sus cultivos de maíz, porotos, papas, quinoa, zapallo y maní. Era una tierra seca en una zona de lluvias escasas; para mejorar estas condiciones naturales construyeron represas y canales de riego por donde llevaban el agua hasta los sembrados.

Construían corrales en los que criaban aves, llamas y alpacas. De estos últimos animales obtenían la lana para sus tejidos.

Pero además de estas actividades se dedicaban también a la caza, y cuando el río crecía construían pescaderos para recolectar peces.

Las industrias

Se dedicaron fundamentalmente a la industria textil, el trabajo en piedra, la cerámica, la cestería, los metales y el trabajo en cuero.

La piedra alcanzó entre los comechingones un gran desarrollo; era el material en que confeccionaban sus utensilios, tallándola luego de pulirla. Utilizaban sílex, cuarzo, calcedonia, ópalo, cuarcita, berilio y otras piedras de la región. Hacían también puntas de flechas, de jabalinas, cuchillos, raspadores, raeduras y cepillos; con estos últimos trabajaban el cuero, la madera y el hueso. Tallaban picos y azadas para trabajar la tierra y con piedras pulidas fabricaban morteros y manos de moler.

Las redes impresas que aparecen en los restos de sus cerámicos, así como los torteros utilizados para hilar, prueban la presencia de los tejidos, confeccionados con telares andinos. Sus ropas provenían de esos telares en los que confeccionaban mantas y ponchos, de gran valor comercial, ya que en algún momento, según las crónicas, podían pagarse hasta con 20 yeguas, lo que revela, además, la complejidad de su economía, que exigía el cuidado de los rebaños, la realización del hilado, el tejido, el teñido y la comercialización, como se ve, una cadena de producción completa.

La lana era hilada en huesos de tipo incaico, que consistían en un palo delgado y un tortero de madera o piedra con el que trazaban la hebra de hilo. Utilizaban telares verticales, sencillos, armados con dos estacas clavadas en la tierra, separadas entre sí por el ancho de la tela, para luego extender allí los hilos de la trama.

Otro elemento muy usado era el cuero, del que se servían no solo para los quehaceres diarios, sino que también era utilizado para la confección de vestimenta y calzado, y para los paravientos que montaban sobre los toldos de campaña o como tabiques de división en sus casas comunitarias.

Del metal solía decirse que lo usaban poco y que lo recibían de otros pueblos. Sin embargo los trabajos arqueológicos han puesto en duda esta teoría al encontrar numerosas piezas de oro, plata y cobre.

Hacían sogas, redes y cestos para todo uso con fibras vegetales, en algunos casos recubrían las piezas con barro y luego las cocían.

La cerámica fue para ellos la gran industria. De cerámica hacían sus ensceres domésticos, los objetos funerarios y los religiosos. Era arcilla de la zona, unida y amasada con un aglutinante, secada y luego cocida. Según el tipo de cocción que usaran era el color de la pasta que obtenían: rojiza o gris oscura. Con ella hacían tinajas, para lo que partían de un disco de cestería sobre el que trabajaban la arcilla estirada en espiral, luego alisaban las caras con las manos mojadas, las retocaban con el marlo del maíz (cuyas estrías se ven marcadas en algunas piezas) y las pulían usando alijadores de piedra o hueso.

Para la decoración de sus piezas en cerámica recurrían a los dibujos geométricos usando puntos y rayas para formar guardas, triángulos, cruces y círculos. La técnica que utilizaban era el grabado sobre pasta seca que después se cocía, u otra llamada “incisa”, que consistía en plasmar los motivos sobre pasta fresca, antes del secado y cocción, usando los colores blanco, negro y rojo.

Sus originales viviendas


Aprovechaban los refugios naturales para establecer allí sus viviendas.

Sus casas eran de piedra y bajas, ya que la mitad quedaba por debajo del nivel del terreno. De esta forma mantenían el calor para soportar el invierno, y se conservaban frescas en verano. En la entrada construían una rampa de acceso, y en la cercanía unas pequeñas construcciones semienterradas para los baños de vapor.

En el centro de la habitación tenían el fogón con el que cocinaban y calentaban el ambiente.

Tenían además otro tipo de viviendas establecidas en refugios naturales de las montañas.

Cada casa era ocupada por cuatro o cinco matrimonios que pertenecían a la misma familia.

Junto a los poblados disponían de tierras que eran trabajadas en forma comunitaria. Allí cultivaban, llevaban animales a pastorear y construían el jaguey, que era una especie de pozo en el que juntaban agua para beber y regar.

Malos vecinos

Si bien tomaban la precaución de construir sus pircas y cercos para delimitar las tierras, no podían evitar que vecinos de otras aldeas cruzaran los límites e invadieran tierras que no les correspondían, generando enfrentamientos entre grupos.

Cuando no lograban acuerdos pacíficos los comechingones iban a la guerra con sus caras pintadas por mitades, roja y negra, llevando armas hechas de piedra. Usaban boleadoras, mazas, cuchillos, arcos, flechas y hondas.

Las toscas
Con este nombre se conoce a las estatuillas que hacían en cerámica representando hombres y mujeres con un aspecto muy estilizado, destacando los glúteos, lo que dio lugar a creer que entre ellos existía la esteatopigia1, sin embargo se ha comprobado que esta se daba infrecuentemente, y que la exaltación de nalgas y genitales tenía que ver con la práctica de hechizos mágicos vinculados con la búsqueda de la fertilidad.

Vestimenta y arreglo personal

Las mujeres tenían por costumbre trenzarse el cabello y dejarse un flequillo, al mismo tiempo que se colocaban una vincha para adorno, o bien un cobertor de lana sobre la nuca y hasta los hombros. Los hombres eran morenos, altos y se dejaban crecer la barba, y como las mujeres, se dejaban un flequillo.

Las ropas de los hênîa-kâmîare evidencian el influjo ándido: las vestimentas eran de lana, por lo general un delantal atado a la cintura con una faja o una túnica similar al poncho pero cocida en los costados.

La ropa solían adornarla con chaquiras, una especie de pequeños discos de conchilla, y tientos de cuero. En tiempos fríos se abrigaban con mantos, sujetos con prendedores de cobre y otros materiales y añadían a su ropaje "chalecos" de lana. Hombres y mujeres se calzaban ojotas hechas de fibra vegetal trenzada. Curanderos, guerreros y caciques llevaban trajes de cuero de buena elaboración y recubiertos de plumas que los hacían sumamente vistosos. Cuando se trataba de ocasiones especiales se colocaban una mandíbula de animal sobre la cabeza.

Los varones solían adornarse con pequeñas placas alargadas y chatas de metal (cobre, plata y oro) que pendían de sus cabelleras. Las mujeres se perfumaban con el jugo de un fruto al que llamaban “suico” y se adornaban con caracolas pintadas.

Religión

Los comechingones tenían un sistema de creencias basado en los astros; creían en el Sol y en la Luna y los adoraban en ceremonias; celebraban especialmente solsticios y equinoccios y la luna llena era considerada símbolo de la fertilidad.

De estos cultos han quedado pocos testimonios; se sabe de sus adoraciones a través de las crónicas, y de ahí se suponen otras cosas como su preferencia por los ataques nocturnos en relación al vínculo que tenían con la luna. Se congregaban en centros culturales o santuarios, sitios caracterizados por su geografía, cerros elevados, manantiales de aguas limpias, grutas y quebradas en las cuales se apreciaban de un modo especial los astros.

Practicaban la magia y realizaban danzas para el conjuro de males diversos. En los ritos usaban alucinógenos como el "cebil", que aspiraban.

Triángulo energético
Los comechingones tenían por triángulo energético la zona comprendida por el cerro Inti Huasi, Villa María del Río Seco y Serrezuela. Allí concurrían todos los años desde distintos sitios para recuperarse de problemas físicos y psíquicos.

Actualidad

Los datos correspondientes a la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas 2004-2005, complementaria del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001, indican que en la provincia de Córdoba descienden en primera generación del pueblo comechingón 5.119 individuos, en tanto en todo el país se reconocieron como tales 10.863 individuos, que de acuerdo al censo realizado en octubre de 2010, ascendió para entonces a 34.546 individuos que se reivindicaron de esta condición.

1 Es la condición por la cual se acumulan grandes cantidades de grasa en las nalgas.