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A pesar de la acción de los evangelizadores, la conquista de América por parte de los europeos fue violenta y generó instituciones como la encomienda, que destruyeron pueblos completos.
La caza del ñandú les proporcionaba no solo alimento, sino también huesos y plumas para sus artesanías.

Huarpes



Habitantes de lo que hoy se conoce como Valle de Tulúm, los huarpes extendieron desde allí sus dominios sobre las sierras de Zonda, Ullum, Villicum y Pie de Palo, y los cerros de Valdivia, ocupando también las proximidades del río Bermejo, ambas márgenes del río Desaguadero y la laguna de Guanacache, en tierras que hoy corresponden a las provincias argentinas de San Juan, Mendoza y San Luis.

La paz que les permitió desarrollar su cultura se terminó cuando hacia el siglo XV los incas, instalados desde el año 1100 en el altiplano peruano-boliviano, pusieron en práctica una política expansionista que los llevó, alrededor del año 1480, a avanzar sobre la zona de Cuyo. En el actual territorio de la provincia de Mendoza, Argentina, ocuparon hasta el río Diamante, mientras que en la provincia vecina, San Juan, controlaron desde la cordillera frontal principal hasta la pre-cordillera. Los huarpes quedaron sometidos y se puso en marcha un proceso de transculturización que los llevó a adoptar vocablos del quichua, la vestimenta típica de los grupos andinos, la camiseta, y la arquitectura en barro y piedra con acequias y paredones fortificados, de los que hoy aún se conservan los restos.

Pero el particular interés de los incas por la zona cuyana se centraba en la cría de vicuña para aprovechar su lana. Por eso los corrales de piedra que se encontraron en San Guillermo. También se interesaron en explotar las zonas de cultivos y las minas, y su presencia se hace visible en la construcción de caminos, en especial la extensa red conocida como “Camino del Inca”.

Los incas permanecieron en territorio huarpe hasta el año 1530 cuando los españoles conquistaron su imperio.

Y LLEGARON LOS ESPAÑOLES…

Y utilizando el método despiadado de la encomienda para enviar población masculina a Chile, al trabajo en minería, desmembraron las familias de los pueblos originarios cuya población empezó a disminuir. En la región, según las crónicas de época, los habitantes eran entre veinte y treinta mil, la mayoría huarpes; un siglo después estaban en proceso de extinción.

Esta etapa de la conquista, lamentable para los aborígenes, se inició en 1551 con la llegada de la primera expedición española a la región. Fundaron Mendoza y San Juan y de allí pasaron a Chile para legitimar la práctica de la encomienda que ya estaban realizando. Temerosos de ser atrapados, muchos huarpes huían a refugiarse en parajes alejados y terminaban muriendo por falta de recursos. La misma suerte corrían las familias que intentaban seguirlos, porque sin la presencia del hombre, mujeres y niños estaban condenados al hambre y la muerte.

Hacia 1659 un censo realizado en la región indicaba que la población huarpe se había reducido a la mitad.

LENGUA

Hablaban una lengua completamente distinta a la de sus vecinos capayanes y yacampis, una lengua con diversos dialectos: en la zona de la actual Mendoza el millcayac; en San Luis un codialecto puntano; en la zona de los valles Guanacache y Tulúm, allentiac. Pero al no tener escritura y ante la invasión inca, muchos vocablos quichuas desplazaron a los propios, sobre todo entre los habitantes de la zona de San Juan.

El estudio de su lengua fue llevado adelante por el misionero jesuita Luis de Valdivia, que fue el que sostuvo que el millcayac era el dialecto que se hablaba desde la ciudad de Mendoza hacia el sur, diferenciándose poco del puelche y comprendido por la mayoría de los aborígenes desde allí hasta la ciudad de Coquimbo.

La tarea de evangelización exigió a los jesuitas aprender su lengua. Así fue como el jesuita mencionado, de Valdivia, hacia fines del siglo XVI dio a conocer dos obras en esta lengua, luego de un trabajo realizado en Santiago de Chile, donde habían sido trasladadas varias familias huarpes. Los trabajos correspondían a “Doctrina Christiana, Cathecismo, Confessionario, Arte y Vocabulario”, y fueron escritos en los dialectos millcayac y allentiac. El autor las llamaba lenguas, aunque las consideraba con estrecho grado de parentesco. En realidad, por su identidad morfológica, sintáctica y fonética, es claro que se trata de dialectos de un mismo lenguaje, el huarpe, con algunas diferencias en las pautas de acentuación y en partes del léxico.

ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL

Estaban organizados en pequeños grupos bajo la conducción del amta o cacique, dueño de la tierra y encargado de proteger al grupo. Este poder se heredaba sucediendo al cacique su primogénito varón. Los jefes tenían una jerarquía en la sociedad que se equiparaba con la de religiosos y princesas de sangre o “ñustas”. La organización social se daba en torno a la familia, dándole a los lazos de parentesco un valor especial.

ACTIVIDADES PRODUCTIVAS

Tenían una economía de subsistencia basada en la caza de guanacos, ñandúes y una diversidad de animales pequeños. Para conservar la carne la secaban al sol. Practicaban además la recolección de huevos de ñandú y los frutos de chañar y algarrobo. Estos frutos eran de gran importancia en su alimentación. Guardaban la algarroba en vasijas, la molían y la usaban para hacer una especie de pan, el patay. Con las vainas fermentadas fabricaban añapa y otras bebidas. Los que vivían próximos al río Guanacache, pescaban bagres y truchas usando balsas, que también utilizaban para el transporte.

Si bien se trataba de un pueblo básicamente cazador y recolector, algunos grupos con el tiempo adquirieron habilidades para la agricultura y la ganadería. Para la explotación agrícola utilizaban tierras en las que previamente instalaban sistemas de riego a través de los canales y acequias que construían. Cultivaban poroto, quínoa, calabaza y maíz, que era un producto fundamental en su alimentación. Comían el choclo cocido o asado, o lo secaban al sol para molerlo y preparar chuchoca. En lo que respecta a la ganadería, criaban llamas y guanacos que usaban para alimentarse o para transporte.

LA FAMILIA

Cuando un huarpe elegía una mujer para casarse tenía que convenir un precio con su futuro suegro porque la modalidad era la compra de la novia. En caso de que el pretendiente careciera de géneros o cueros, podía pagar a su futuro suegro con trabajo. Al casarse, el novio podía, de acuerdo a la institución llamada sororato, aceptar a las hermanas de la novia. Entre sus costumbres tenían el levirato, institución por la que mujer viuda, junto a sus hijos, pasaba a depender del menor de los hermanos de su marido. A los sobrinos se los consideraba como hijos, al punto que la palabra con la que nombraban hijo o sobrino era la misma.

VIVIENDA Y ARQUITECTURA

Eran un pueblo semi sedentario, por eso trasladaban sus pequeñas aldeas según la época del año. La construcción de sus casas variaba según el lugar. Cuando construían en barrancas, utilizaban las laderas como paredes, en tanto en la montaña lo hacían usando piedra, y en las proximidades de las lagunas las hacían con ramas, palos, pasto y totora. Con el tiempo, aquellos que se dedicaban a la pesca, como los que comenzaron a desarrollar la agricultura, se volvieron definitivamente sedentarios.

LA VESTIMENTA

Usaban la clásica camiseta hecha con lana de llamas, vicuñas y guanacos, hiladas y tejidas con mucha delicadeza. El calzado era una variante de las sandalias clásicas, las usutas, hechas de cuero de guanaco y atadas con un cordón de lana que enlazaba del empeine al tobillo. Como adornos lucían collares, aros, amuletos y se pintaban la cara de color verde.

ARTESANIAS

Se destacaban por sus trabajos en cestería, alfarería y tejido. Realizaban cestas de un tejido tan cerrado que eran usadas hasta para transportar agua. Confeccionaban plumeros, vasijas y otros elementos valiéndose del avestruz, el guanaco, la piedra y la arcilla. Su cerámica era policromada y de uso ceremonial. Con piedras pulidas hacían vasijas, flechas y otros objetos de uso cotidiano. Su alfarería estaba decorada con guardas y figuras de guanacos y otros animales, como también de rostros y miembros humanos.

Hábiles textiles, hilaban la lana de guanaco y vicuña, con ello confeccionaban telas para mantas y alfombras con hilos de colores extraídos de plantas y minerales.

CARACTERÍSTICAS FÍSICAS

Las conclusiones acerca de su aspecto fueron obtenidas merced a la documentación con que se cuenta, restos arqueológicos y crónicas de los evangelizadores. Así llegó a caracterizárselos como altos y delgados, con una estatura media para los hombres de 1,70 y 1,60 para las mujeres. Tenían el cráneo alargado, la piel oscura y el cabello largo y renegrido. De vello abundante, los hombres tenían la costumbre de andar prolijamente afeitados.

COSMOVISIÓN


Los huarpes adoraban las manifestaciones de la naturaleza y a un Dios refugiado en las montañas.

Creían en la existencia de una divinidad superior, Hunuc-Huar, que habitaba en la Cordillera de los Andes. A él realizaban las ofrendas de maíz, chicha y plumas de avestruz. Adoraban también al Sol, la Luna, el lucero del alba, el viento, los ríos y cerros, considerados fuentes de salud.

Sus costumbres funerarias, basadas en la creencia de que los muertos iniciaban un viaje al más allá, es la razón por la que los enterraban con una manta, arcos, flechas, maíz y chicha, con la cabeza hacia la Cordillera y el cuerpo horizontal para favorecer su elevación hacia Hunuc-Huar. El entierro se hacía acompañado de una ceremonia en la que cantaban, danzaban y bebían bebidas alcohólicas. Como señal del luto los familiares del muerto cambiaban el modo de pintarse la cara y dejaban de lavarse durante un largo tiempo. Embalsamaban los cuerpos ocasionalmente.


En algunos parajes cordilleranos distantes se han encontrado enigmáticos petroglifos.