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Retrato de Carlomagno, por Alberto Durero. El escudo de armas situado encima de su cabeza muestra el águila alemana y la flor de lis francesa.
Estatua de Carlomagno ante el Ayuntamiento de Aquisgrán.

El Imperio Carolingio



Desde que en el año 751 Pipino el Breve es coronado como rey de los francos, se inicia la dinastía de los carolingios. Con ella se consolida el Regnum francorum, que posibilitaría su expansión por el sur de la Galia, Germania e Italia, lo que conllevó ciertos avances territoriales en los confines eslavos e hispánicos. Sería así como esa expansión adquiriría su máximo apogeo entre el 775 y el 814 bajo el reinado de Carlomagno, constituyéndose en el resultado de la cohesión del mundo germánico con la civilización romana. Sin embargo, con la muerte del gran emperador, este período de la historia europea llegaría a su fin.

EL ASCENSO DE LOS CAROLINGIOS

Hacia el siglo VII, la monarquía fundada por Clodoveo (481-511) estaba en total decadencia y desprestigio. Los merovingios gobernaban sobre unos territorios que, en su máxima extensión, se extendían por la Galia, parte de Renania, Alemania y Turingia, y empezaban a hacerse notar en Frisia, Sajonia y Baviera. Al frente de este reino se encontraba un rey que había abdicado en sus funciones a favor de su mayordomo de palacio. El reino merovingio, además, estaba fragmentado en tres partes: Austrasia, Neustria y Borgoña. En cada una se hallaba un mayordomo de palacio.

Es entonces a finales de siglo que Austrasia, con Pipino de Heristal a la cabeza, unifica las mayordomías de los tres reinos. A su muerte, ocurrida en el 714, y tras un intento de revuelta por parte de Neustria, su sucesor Carlos Martel precedió a una primera reorganización del reino, a cuyo título de mayordomo comenzó a añadir los de príncipe o duque de los francos.


Huberto de Lieja ofrece sus servicios a Pipino de Heristal según una miniatura de 1463.

A pesar del período de pacificación entre 721 y 724, la situación del reino era de gran inestabilidad. Mientras que no cesaban los intentos autonomistas de bretones y aquitanos, los descendientes de la aristocracia senatorial romana y los obispos, gobernaban con total autonomía en Provenza y en el valle del Ródano. Por otra parte, desde al-Andalus los musulmanes realizaban incursiones en tierras francas. La victoria frente a un cuerpo expedicionario musulmán en Poitiers, en el 732, posibilitó la sumisión de Aquitania. Asimismo, el enfrentamiento a las incursiones islámicas por el Sudeste marcó el inicio del dominio franco en Provenza y Borgoña.


Óleo del siglo XIX que representa la Batalla de Poitiers de 732, pintado por Charles de Steuben.

Carlos Martel, muy fortalecido políticamente tras Poitiers, persiguió entonces la tarea de someter Frisia y reanudar el control sobre los pueblos germanos vecinos del reino franco: anexionó el ducado de Turingia, impulsó el influjo franco sobre los ducados alemanes y sobre Baviera, y lanzó diversas expediciones de castigo contra los sajones entre 720 y 738.

Ahora bien, la costumbre franca de la división del reino entre los hijos y las sublevaciones de las regiones periféricas tras la muerte de Carlos Martel evidenciaría la precariedad del dominio austrasiano. Efectivamente, a la muerte del franco, en el 741, el poder pasaría a sus dos hijos: Carlomán recibió Austrasia, Turingia y Alamania; Pipino, Neustria, Borgoña y Provenza. Hacia el año 747, Carlomán, en circunstancias poco claras, se retiró a un monasterio y Pipino el Breve (747-768), que había logrado sofocar los levantamientos, concentró en sus manos todo el poder del reino.


Retrato de Pipino el Breve, Rey de los Francos.

Pipino vio que ese era el momento para hacerse con la Corona. Para ello buscaría el apoyo de la aristocracia franca y la legitimación en la confirmación del papa Zacarías (741-752). Frente a los antiguos monarcas merovingios, elegidos por la voluntad de los francos, los de la dinastía que Pipino inauguraba se presentaban como ungidos del Señor. En efecto, Pipino consolidaría su posición en el 754 al fraguar una alianza con el papa Esteban II, quien obsequió al rey de los francos una copia de la Donación de Constantino en París, y ungió a él y a su familia en una majestuosa ceremonia en Saint-Denis, declarándolo «patricius Romanorum» («protector de los romanos»).


Vitraux que ilustra el momento en que Pipino el Breve es declarado "protector de los romanos" por el papa Esteban II.

CARLOMAGNO

Pipino el Breve falleció hacia el 768, con lo cual dividió el reino entre sus dos hijos: Carlos recibió la Aquitania marítima, parte de Neustria y Austrasia y las zonas fronterizas de Frisia, los actuales territorios de Franconia y Hesse y la Turingia; mientras que Carlomán recibió las áreas marginales: Alamania, Alsacia, Borgoña, Aquitania Interior, Septimania y Provenza. Sin embargo, la muerte de Carlomán en el 771 permitió a Carlos reunificar el Regnum francorum.


Mapa ilustrativo que muestra la expansión de los francos entre 481 y 814.

De este modo, el futuro Carlomagno se preocupó por iniciativas políticas y militares que Carlos Martel y Pipino el Breve ya habían practicado ampliamente. Ahora bien, la gran empresa de su reinado fue la conquista de Sajonia, último reducto de la primitiva Germania pagana. Esta campaña se sumaría a la práctica de líderes cristianos no romanos que provocaban la conversión de sus vecinos por la fuerza. Así, Carlomagno promulgó varias Capitulares Sajonas tendientes a instaurar un verdadero régimen de terror mediante la imposición de un duro régimen administrativo, propio de un país ocupado, y de una evangelización apoyada por los conquistadores.

Al mismo tiempo, su intervención en Italia constituyó un capítulo fundamental de la expansión militar carolingia. En respuesta a una petición del Papa Adriano I (772-795), acorralado por el rey lombardo Desiderio, que cercaba Ravena y amenazaba los Estados Pontificios, Carlomagno franqueó los Alpes, sitió a Desiderio en Pavía y desde allí se anexionó el reino. Tras proclamarse rey, hacia el 774, renovó la alianza franca con el papado en Roma.

La tercera dirección de las campañas carolingias persiguió el establecimiento de fronteras o marcas en áreas de peligro, en especial sobre la frontera hispánica. Las acciones militares se presentaban como una continuación de los esfuerzos integradores ya realizados en Aquitania, donde persistían las revueltas. No obstante, Carlomagno sufriría un duro revés en Roncenvalles al ser atacado por un grupo de vascones y árabes hacia el 778. Los anales palatinos silenciaron el fracaso, pero viviría siglos en la imaginación popular; del recuerdo de este hecho nacieron célebres poemas épicos, siendo la Chanson de Roland, de finales del XI, el más conocido.


Escenas de La Chanson de Roland (El Cantar de Roldán) según un manuscrito de finales del siglo XII. Este Cantar de gesta, escrito hacia el siglo XI en francés antiguo, narra legendariamente los hechos de la batalla de Roncesvalles.

Fue así que Carlomagno crearía un reino que abarcaba desde los Pirineos al suroeste, incluyendo de hecho una zona del norte de la Península Ibérica (Marca Hispánica tras 795), pasando por casi toda la Francia moderna -a excepción de Bretaña, que nunca fue conquistada por los francos-, y al este la mayor parte de la actual Alemania, incluyendo el norte de Italia y la actual Austria. En la jerarquía de la Iglesia, los obispos y abades buscaron entonces la protección del palacio del rey, fuente tanto de protección como de seguridad.

CORONACIÓN IMPERIAL DE CARLOMAGNO

Hacia el último decenio del siglo VIII era indiscutible el prestigio que había adquirido la dinastía carolingia, en especial bajo el mandato de Carlomagno. Su poder lo convertía en cabeza política de toda la cristiandad occidental gracias al genio militar y organizador que había demostrado. Así, el día de Navidad del 800, en la Misa de Gallo, el papa León III impondría a Carlomagno la corona de emperador. El acto tuvo lugar en Roma y, tras la coronación, fue aclamado por la asamblea del pueblo.


La coronación de Carlomagno según una pintura del artista italiano renacentista Rafael Sanzio.

La ceremonia confirmaba a Carlomagno al frente de la renovatio Imperii romanorum. Ahora bien, al aceptar la corona, Carlomagno agravó la situación política con Bizancio: hubo roces militares en torno a Venecia y Dalmacia y confrontaciones doctrinales entre 803 y 811, hasta que el basileus Miguel I reconoció en 812 a Carlomagno su calidad de "emperador y augusto" en Occidente.

LA DISGREGACIÓN DEL IMPERIO CAROLINGIO

El período que va de la muerte de Carlomagno (814) al Tratado de Verdún (843) conoce la división del Imperio y nos demuestra la fragilidad de la unidad lograda. Carlomagno no había logrado dotar a su Imperio de una organización política que pudiera subsistir por sí misma a las amenazas que se cernían sobre ella.

La degradación del poder imperial en tiempos de Luis el Piadoso (814-840), hijo y sucesor de Carlomagno, se explica, sobre todo, porque el Estado no contaba con la cohesión necesaria. La presencia de un mosaico de grupos étnicos y culturales diferentes; los intereses de la nobleza por debilitar al poder central; las fuerzas separatistas de cada señor local; la cada vez mayor diferencia social entre los potentes y los pauperes; los ataques del exterior (escandinavos, húngaros, sarracenos), etcétera, son algunos de los factores que explican la ruina del Imperio. A ello habría que añadir que el sucesor de Carlomagno no era la persona indicada para de solucionar el problema.

La opción de salvaguardar la unidad imperial fue lo que logró que se impusiera la Ordinatio Imperii de 817, que determinaría los criterios sucesorios de efectivo predominio político hacia el primogénito Lotario I, que comenzó a actuar como asociado a su padre, en Italia. Los otros hijos recibirían título de reyes y gobierno en territorios periféricos: Aquitania quedaría para Pipino II y Baviera para Luis el Germánico. Era la repetición de las decisiones tomadas por Carlomagno en 781, aunque por obra de un emperador carente de sus dotes políticas.


Imagen de la Catedral de Aquisgrán, cuyo origen se remonta a la Capilla Palatina construida por el emperador Carlomagno a finales del siglo VIII.

La situación se agravaría con el nacimiento del futuro Carlos el Calvo, a quien el emperador quiso dotar con algunos territorios en pleno corazón del Imperio, lo que motivó que en el 829, Lotario, Luis y Pipino se lanzaran a la rebelión contra su padre. Durante diez años la anarquía se apoderó del territorio franco. En el 833, Lotario se hacía con el control de la situación, aunque por poco tiempo, ya que al año siguiente se enfrentaba con sus hermanos Pipino y Luis, que restablecieron en su autoridad al viejo emperador.

En el 839, moría Pipino II. Frente a su sucesor, se logró del emperador que el territorio meridional fuese entregado a Carlos el Calvo. La situación amenazaba en degenerar en una nueva guerra civil abierta, cuando, en el 840, se produjo la muerte de Luis el Piadoso. En tal situación, Lotario invocó frente a sus hermanos la Ordinatio Imperii, es decir, el mantenimiento de la unidad imperial que le había de otorgar no solo una superioridad moral, por heredar la corona, sino también territorial, ya que reduciría a sus hermanos a la simple posesión de algunas marcas fronterizas.


Sello de Luis el Germánico, rey de la Francia Oriental.

Carlos el Calvo y Luis el Germánico unieron sus fuerzas y suscribieron el juramento de Estrasburgo, tras el cual obtuvieron la victoria de Fontenoy-en-Puisaye hacia el 841. Tras una serie de conversaciones, Lotario se vería obligado a ceder en el acuerdo de Verdún de 843. El territorio del Imperio sería dividido en tres partes prácticamente iguales en extensión. Lotario conservaría el título imperial y una franja territorial, la Lotaringia, desde el mar del Norte al centro de Italia, en la que se encontraban las dos capitales, Roma y Aquisgrán. Carlos el Calvo recibiría la Francia Occidentalis al oeste del Mosa, Saona y Ródano; y Luis el Germánico, la Francia Orientalis al este del Rin y de los Alpes.


División del Imperio carolingio según el Tratado de Verdún.

El Tratado de Verdún consagraba de forma irreversible la división del Imperio. Para paliar sus efectos, los tres hermanos suscribieron en 846 un acuerdo en la asamblea de Mersen para tomar medidas de los problemas que llegaban desde el exterior: las incursiones de normandos, magiares y sarracenos estaban alcanzando dimensiones alarmantes.

En el 855 moría Lotario, quien procedió al reparto de sus territorios entre sus hijos, Luis II, Carlos y Lotario II. Era el primer paso para que desde el Este y el Oeste, Luis el Germánico y Carlos el Calvo se aprestaran a sacar provecho territorial contribuyendo a la creación de lo que en el futuro serían Alemania y Francia.