Centroamérica nació como concepto político pleno de significación en noviembre de 1824 bajo el nombre de Federación de Centro América, integrada por cinco Estados: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Así, tras casi tres siglos de dominio colonial, conseguía la independencia de la corona española. Sin embargo, este proceso de integración regional se caracterizó por su repentino fracaso al no poder diferenciar la realidad de las condiciones materiales imperantes y el ideal plasmado en la Constitución Federal.
INTRODUCCIÓN
Cuando fue declarada la independencia de las provincias del antiguo Reino de Guatemala, la satisfacción y el fervor independentista se desbordaron como proclama de un futuro alentador. Este sentimiento libertario se unió a una nueva identidad criolla que se desmarcaba del elitista nacionalismo imperial, y creaba una nueva estructura social especialmente gestada por guatemaltecos, salvadoreños y hondureños. No es de extrañar que fueran las firmas de los mandatarios de estos tres países las que aparecieran en el Acta de Independencia suscrita el 15 de septiembre de 1821. Nicaragua y Costa Rica se suscribieron ya entrado el mes siguiente. Finalmente este episodio conduciría a la conformación de la Asamblea Constituyente de noviembre de 1824, en la cual se promulgaría la Constitución Federal que serviría como base legal para la creación de la Federación de Centro América.
Escudo de las Provincias del Centro de América. Tal como decretaría la Asamblea Nacional Constituyente, "el escudo de armas de las Provincias Unidas será un triángulo equilátero. En su base aparecerá la cordillera de cinco volcanes colocados sobre un terreno que se figure bañado por ambos mares: en la parte superior un arco iris que los cubra; y bajo el arco el gorro de la libertad esparciendo luces. En torno del triángulo y en figura circular, se escribirá con letras de oro: Provincias Unidas del Centro de América [...]".
ANTECEDENTES
La debilidad latente del imperio español, que vio perdido su poder naval en el Atlántico a manos británicas tras la Batalla de Trafalgar, permitió el ingreso regular de productos de los asentamientos británicos en los circuitos comerciales centroamericanos, y ocasionó que a mediados del siglo XVIII Gran Bretaña controlase en gran medida el comercio exterior de las actuales Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Esta cuestión implicó que a finales del período colonial los comerciantes de Belice -ya como principal puerto comercial caribeño- tuviesen bajo su dominio la totalidad del comercio de la región. Con todo, el monopolio inglés en el istmo se tenía que consolidar, y la imposición de un férreo bloqueo comercial a todo el continente europeo ayudó al colapso del comercio entre España y sus colonias.
Óleo de la Batalla de Trafalgar. Sus consecuencias facilitaron el éxito de los patriotas en las guerras de independencia hispanoamericanas; éxito del cual no estuvieron ajenos los países del istmo centroamericano.
Por otro lado, la situación económica de la región en ese momento era de fuerte crisis al no existir productos exportables rentables ni propuestas de desarrollo comercial. Dicho contexto empeoró en el momento en que el costo de la guerra con Inglaterra comenzó a superar de manera alarmante los escasos ingresos fiscales del Reino de Guatemala.
Asimismo, en 1808 se produjo la invasión francesa del territorio español y el apresamiento y exilio a suelo galo del rey Fernando VII. Con todo, tras el vacío de poder propiciado por la no aceptación de José Bonaparte como monarca español, Centroamérica vivió el inicio de su particular transición política de la mano de la élite guatemalteca que, tras las noticias de la guerra de España, tuvo que mantener el poder en todas las provincias del istmo. Para este cometido fueron organizadas milicias, que bajo su control, sofocaron los primeros conatos de rebelión.
Ahora bien, es conveniente señalar que a pesar de que el proceso de independencia centroamericano nació con el Acta de Independencia suscrita en 1821, ésta no vino acompañada de una proclamación real de sus provincias como naciones independientes, sino que fue consecuencia directa de la invitación que el gobierno mexicano hizo a las autoridades centroamericanas para adherirse al Plan de Iguala, y que se llevó a cabo el 5 de enero de 1822 con el Acta de Unión de las Provincias de Centro América al Imperio mexicano.
Detalle del cuadro "Primer Grito de Independencia" del chileno Luis Vergara Ahumada en la ex Casa Presidencial de El Salvador. En él puede verse al presbítero salvadoreño José Matías Delgado, uno de los firmantes del Acta de independencia centroamericana como miembro de la Diputación Provincial de Guatemala.
LA PROCLAMA INDEPENDENTISTA
La clase dominante centroamericana se encontraba aterrada con la posibilidad de que en el seno de la región se pudiese dar un alzamiento popular articulado. Así, a pesar de que los grupos independentistas que habían impulsado dichos acontecimientos se encontraban completamente aislados y debilitados a causa del aparato represor del gobierno colonial, desde el comienzo de las guerras de independencia que se daban en todo el continente, en la región del istmo centroamericano se inició un nuevo movimiento republicano que entre 1820 y 1821 buscó la forma de organizarse a nivel nacional. Por consiguiente, desde que comenzó a circular la noticia de la posible anexión al imperio mexicano, esta facción inició su propio proceso de independencia mediante el alzamiento militar.
Ahora bien, la oligarquía era plenamente consciente de que tras el éxito del Plan de Iguala y de las guerras de independencia que asolaban Sudamérica, el antiguo Reino de Guatemala no podía continuar bajo condiciones político-administrativas coloniales. Estos hechos, junto con el mencionado auge republicano, convenció a la aristocracia colonial de la necesidad de proclamar la independencia para así tener la posibilidad de seguir conservando en sus manos el poder político.
Las elites prefirieron proclamar la independencia por el temor, fundamentado en los diferentes alzamientos populares, de que finalmente fuese el mismo pueblo el que mediante un alzamiento definitivo tomase las riendas del proceso. Con todo, cabe aclarar que a pesar de este nuevo rumbo político, tanto las provincias como las capitales de la región, continuaron gobernadas por la misma elite que proclamó la independencia y que previamente ostentaba el poder en el istmo. Desde cierto punto de vista, este episodio no representó más que el triunfo de los planes políticos de la oligarquía frente a los intereses reales del conjunto de la sociedad centroamericana.
Arco colonial en Antigua Guatemala.
Las oligarquías locales vieron en la proclama independentista y en la propuesta de anexión al potente virreinato mexicano la posibilidad de liberarse del tutelaje guatemalteco y, a su vez, de luchar contra el elemento republicano insurgente que amenazaba con imponer sus intereses en el nuevo rumbo de la región. Por otro lado, el contenido conservador del Plan de Iguala también reflejaba los intereses de una oligarquía guatemalteca que veía peligrar su poder en el istmo a causa del contexto social de inminente alzamiento, tanto en lo concerniente a la masa social como en lo relativo a las élites locales. Por este motivo percibió esta propuesta como un instrumento para mantener la estabilidad.
Pintura de la firma del Acta de Independencia de Centroamérica, Guatemala, 1821.
En consecuencia, se determinaría que el alegato unionista sería la única vía para solucionar los problemas segregacionistas del istmo. No obstante, la diferencia de intereses dentro de las propias élites regionales continuaba acosando a cualquier nación que pretendiese adherir estas provincias. En consecuencia, el envío de contingentes militares a la capital de Guatemala para intentar controlar a los insurgentes -en su mayoría guatemaltecos y salvadoreños- no hizo más que intensificar este afán libertario, y después de una rebelión de generales mexicanos, la guerra civil se extendió por toda la región. A partir de este momento, se convocaría un Congreso para discutir el tema de la anexión centroamericana a México.
Catedral de Granada, Nicaragua.
Este último se concretó el 1 de julio de 1823 con el objetivo de proclamar la independencia absoluta de Centroamérica, y con la intención de declarar a ese Congreso como Asamblea General Constituyente. Comenzaba así el verdadero proceso de emancipación regional, que a través del Decreto de Independencia Absoluta de las Provincias del Centro de América del 19 de julio de 1823, proclamaba "Que las provincias sobre dichas, representadas en esta Asamblea (y demás que espontáneamente se agreguen de los que componían el antiguo reino de Guatemala) se llamaran, por ahora sin perjuicio de lo que resuelva en la Constitución que ha de firmarse: «PROVINCIAS UNIDAS DEL CENTRO DE AMÉRICA»".
EL NACIMIENTO DE LA FEDERACIÓN DE CENTRO AMÉRICA
Si bien con la instauración del primer Congreso Constituyente se proclamaron las Provincias Unidas del Centro de América, toda la labor de la Asamblea concluyó el 22 de noviembre de 1824 con la promulgación de la Constitución de la República Federal de Centro América y la denominación de la República como Federación de Centro América.
En lo relativo a la organización del poder, se determinaba que el Poder Legislativo residiría en el Congreso -compuesto por representantes popularmente elegidos en razón de uno por cada 30.000 habitantes-, con atribuciones para redactar leyes y autorizar al Poder Ejecutivo para emplear la milicia de los distintos Estados cuando lo exigiera la ejecución de la ley, o fuera necesario contener insurrecciones o repeler invasiones. En tanto, el Poder Ejecutivo sería ejercido por un Presidente nombrado por el pueblo por un período de cuatro años, pudiendo ser reelegido una vez sin intervalo alguno.
Palacio de los Capitanes Generales (Guatemala).
En función de los habitantes de cada provincia, el Primer Congreso Federal -abril de 1825- quedó conformado del siguiente modo: 18 diputados por Guatemala, nueve por El Salvador, seis por Honduras, seis por Nicaragua y dos por Costa Rica. De este modo, se indicaría que los representantes de Guatemala ostentaban casi la mayoría en el Congreso, y que, en consecuencia, el poder a la hora de tomar decisiones estaría sensiblemente desequilibrado a su favor.
Gran Lago de Nicaragua (o lago Cocibolca), el mayor lago de América Central.
Ahora bien, este federalismo centralista ocasionaría el inmediato alzamiento de las facciones insurgentes, por lo que se decidió que cada uno de los Estados componentes de la Federación fuese libre e independiente en su gobierno y administración interior, otorgándoles todo el poder que por la Constitución no estuviese conferido a las autoridades federales. Como puede apreciarse, el modelo federativo que pretendía implantarse tenía un carácter notablemente diversificado, donde aparte de un Poder Ejecutivo y Legislativo a nivel federal, se delegaba en las diferentes naciones la administración territorial en todas sus facetas, incluida la defensa y disposición de las Fuerzas Armadas del Estado y la redacción de una Constitución Nacional. Por este motivo, si bien las decisiones derivadas del Congreso de la Federación repercutían en todo el istmo a través de la Constitución de la República, su cuestionamiento era inevitable en regiones o provincias donde el componente nacionalista sería más fuerte. Esta disociación entre los intereses federativos y nacionalistas supuso un impulso más hacia la generalización del contexto bélico en toda la región.
En consecuencia, a pesar de que la Constitución tendría vigencia hasta marzo de 1840, nunca llegaría a consolidar la Federación de Centro América como una pacífica unión de Estados. El separatismo era latente, y el desarrollo federativo se vería minado por conflictos bélicos directamente derivados de la estructura colonial, y que serían consecuencia del contexto centroamericano de ese momento. Por otro lado, existía una marcada desproporción entre Guatemala y el resto de Centroamérica en lo referente a desarrollo. Se debe recordar que fue en este país donde se estableció la capital del Reino de Guatemala, y por lo tanto era el verdadero centro de desarrollo regional. Derivado de este hecho, la población estaba totalmente concentrada, y de algo más de un millón doscientos mil habitantes que poblaban en ese momento el istmo, el 50% residía en Guatemala. Esta cuestión, junto a la desarticulación regional y al aislamiento de los Estados fruto de las deficientes comunicaciones, afectaría a la representación proporcional y ocasionaría que los Estados sean reacios a someterse a decisiones de carácter federativo.
Con todo, el principal hecho que daría origen al repentino fracaso de la Federación de Centro América como proceso de integración regional se concretaría en las diferencias ideológicas entre conservadores y liberales, que sumieron a la región en un conflicto bélico que se alargó durante varios años. En un ejercicio de demarcación política, los primeros siempre habían sido partidarios de la unidad con España, por lo que la independencia supuso un duro golpe para una facción política que defendía una fuerte influencia de la iglesia dentro de un Estado totalmente centralizado. Por su parte, los liberales, encabezados por el salvadoreño Manuel José Arce y Fagoada y el general hondureño Francisco Morazán, se enfrentarían a un sector conservador que, encabezados por la iglesia guatemalteca y los grandes comerciantes de la capital, se oponía a la reforma constitucional que buscaba el restablecimiento de la autoridad efectiva en el Gobierno Federal. Toda esta lucha entre facciones ideológicas culminaría en 1829 cuando las cuatro provincias se unieron contra Guatemala y llevaron a Morazán a la Presidencia de la República de Centroamérica. Pero a partir de esta fecha, el contexto bélico impediría cualquier tipo de decisión a nivel federal, y el sueño unionista concluyó cuando en 1838 los gobiernos de Nicaragua, Costa Rica y Honduras decidieron separarse de una Federación que nunca había conseguido saber cómo articular a la región.