Las repercusiones de la Revolución Francesa sobre el resto de Europa se hicieron más evidentes cuando el general Napoleón Bonaparte se convirtió en emperador de los franceses, rey de Italia y protector de la Confederación del Rin. De su mano, los valores de la revolución burguesa se asentaron en Francia, se extendieron más allá de sus "fronteras naturales" y transformaron el mapa de Europa.
La coronación de Napoléon. Óleo de Jacques-Louis David, 1807.
EL CONSULADO (1799-1804)
El ascenso al poder de Napoleón Bonaparte tras el conocido "Golpe de Estado del 18 brumario" pondría fin al Directorio y marcaría un nuevo rumbo en Francia. Hijo de la Revolución, Napoleón gozaba, como general del ejército francés, del prestigio y la ambición para seducir a la opinión pública, receptiva a la instauración de un orden autoritario que enterrara la caótica gestión del Directorio. El nuevo régimen se establecería sobre una nueva configuración social -resultado del proceso revolucionario- y su futuro dependería del restablecimiento de la paz exterior e interior.
El General Bonaparte y el Consejo de los Quinientos en Saint-Cloud el 10 de noviembre de 1799. Óleo de François Bouchot, 1840.
"LA REVOLUCIÓN HA TERMINADO"
En diciembre de 1799 Napoleón decretó el fin de la Revolución. De este modo, el poder pasó a un gobierno provisional formado por el propio Bonaparte, Joseph Sieyès y Pierre Roger-Ducos, a la cabeza de un triunvirato consular. La estabilidad política se lograría a través de una fusión entre una política autoritaria con el poder militar y una ideología revolucionaria con elementos plebiscitarios, al entrar en vigor la Constitución del Año VIII.
Napoleón estaba absolutamente convencido de la necesidad de reformas profundas para establecer un nuevo funcionamiento de las instituciones sobre una base común: la centralización y la jerarquización. Con estas medidas, la organización de la fiscalidad recayó en un cuerpo de funcionarios que se ocupaba de los impuestos. En tanto, las funciones administrativas fueron ejercidas desde los departamentos por los prefectos, sometidos al ministro del Interior, y por los subprefectos desde los distritos.
Napoleón como Primer Cónsul.
La reforma judicial también jerarquizaría los tribunales, los jueces dejaron de ser elegidos por el pueblo; serían nombrados directamente por el Gobierno y pagados por el Estado, convirtiéndose en funcionarios públicos de carrera y vitalicios, para evitar así presiones gubernamentales. Además, comenzaría a redactarse el Código Civil Napoleónico, monumental obra jurídica promulgada en 1804, que reunía principios del Derecho Romano, de órdenes reales y de la legislación civil y penal vigente durante la Revolución Francesa.
Moneda de dos francos con la efigie de Bonaparte, 1804.
BONAPARTE PROTECTOR
Napoleón sumó a las reformas una ofensiva contra la oposición, buscando la unidad nacional, condición para emprender su expansionismo. Así, respondió con una negativa cuando el duque de Provenza, autoproclamando rey en el exilio bajo el nombre de Luis XVIII, le solicitó restaurar la monarquía. De este modo, mientras duró un fuerte proceso de depuración política, Napoleón contaría con el respaldo de la ciudadanía, agradecida por haberla librado de los movimientos contrarrevolucionarios.
Bonaparte en el puente de Arcole, Antoine-Jean Gros (1771-1835).
Napoleón gozaba así de enorme prestigio. Su precoz carrera militar, iniciada tras abandonar su Córcega natal, lo llevaría a graduarse como oficial de artillería. Con solo 26 años, en el sitio de Toulon, en 1793, obligaría a los ingleses a abandonar la ciudad, convirtiéndose así en el general más joven de la Revolución. La vertiginosa campaña italiana fue la rúbrica a su reputación. Tal vez, el único traspié sufrido fuera la precipitada campaña de Egipto contra otomanos y británicos.
Así las cosas, respondió con victorias militares a la renovada animosidad de Austria. Tras varios enfrentamientos, vencería a las tropas austríacas en la Batalla de Marengo el 14 de junio de 1800, restituyendo la influencia gala en Italia. En este ámbito, uno de los aspectos más destacados fue el acuerdo de paz firmado en el 1802 con Inglaterra, que pondría fin a años de conflicto. Desde entonces, Napoleón sería nombrado cónsul vitalicio con el apoyo mayoritario del pueblo francés.
Batalla de Marengo.
EL GRAN IMPERIO (1804-1812)
Desde mayo de 1804 hasta abril de 1814 se extiende el período imperial, con Napoleón proclamado emperador, y en el que pueden distinguirse dos fases: unos primeros años de plenitud imperial en Francia y en Europa; y una etapa, entre 1813 y 1814, con el Imperio a la defensiva, que lo llevaría a la derrota definitiva.
Napoleón en su trono imperial, por Jean Auguste Dominique Ingres, 1806.
EUROPA A LOS PIES DE NAPOLEÓN
Entre 1805 y 1807, Europa central sufrió el arrollador empuje de los ejércitos napoleónicos. Durante los años que duró el Imperio, las guerras serían continuas entre Francia, considerada revolucionaria y perturbadora para la mayor parte de Europa, y las monarquías europeas, aliadas en diversas coaliciones.
La lucha por la hegemonía de Europa y la rivalidad con Inglaterra marcaron la política exterior de Napoleón. A partir de 1803, el conflicto anglo-francés fue un enfrentamiento entre dos imperialismos excluyentes. Los ingleses comprendieron que la preponderancia francesa en el continente europeo suponía un peligro para el campo que les era propio: el comercio marítimo. Estaban convencidos de que los aranceles proteccionistas de Bonaparte constituían una amenaza para sus intereses en el continente.
Napoleón cruzando los Alpes, obra de Jacques-Louis David.
La guerra se reanudaría a mediados de 1803, rompiendo la paz establecida en Amiens un año antes. Ahora bien, las campañas militares de 1805 se iniciaron con un rotundo triunfo para Francia. En octubre, Napoleón entró en Viena tras batir al ejército austríaco en Ulm. Sin embargo, la inexperiencia de sus almirantes condujo al desastre de Trafalgar, cuyo resultado rompería definitivamente los planes de desembarco en las Islas Británicas.
La guerra contra la Tercera Coalición supuso el comienzo de la organización del Gran Imperio en Europa. La aplastante victoria sobre Austria en Austerlitz obligó a la firma de la paz de Pressburgo y así Napoleón culminó su política territorial en Europa central. Poco después, en 1806, se adueñó del reino de Nápoles. Asimismo, con la constitución de la Confederación del Rin, sometida al protectorado francés, se modificaría el mapa de Alemania, lo que significaría el fin del milenario Sacro Emperador Romano Germánico.
Batalla de Austerlitz.
Ante el poder creciente de Napoleón, se formaría entonces la Cuarta Coalición, una alianza integrada por Inglaterra, Rusia y Prusia. La campaña militar daría ocasión a nuevas victorias napoleónicas, como Jena y Auerstädt, en las que derrotó a Prusia, y Friedland, donde derrotó a Rusia. La paz de Tilsit (julio de 1807) supuso así la capitulación de Rusia y Prusia: las provincias occidentales de Prusia pasaron a formar parte del nuevo reino de Westfalia, y las orientales dependieron del Gran Ducado de Varsovia; asimismo, debió admitir el estacionamiento de las tropas francesas.
En Tilsit, Bonaparte alcanzó el cénit de su poder. Rusia quedó aislada dentro del continente y se vería obligada a aliarse con Francia y participar activamente en el bloqueo continental contra Gran Bretaña. Por lo demás, Napoleón realizaría nuevas intervenciones militares entre 1807 y 1808, como las ocupaciones de España y Portugal, y la anexión del reino de Holanda, la costa alemana del Báltico, y la costa italiana, con Roma y los Estados Pontificios incluidos.
Napoleón es considerado un gran estratega político: supo que la guerra externa era el factor que uniría al pueblo francés.
Las dificultades napoleónicas en la Península Ibérica, en la que interviene Gran Bretaña, fueron aprovechadas entonces por Austria, que en su propósito de recuperación nacional forma con el Reino Unido la denominada Quinta Coalición, en 1809. No obstante, nuevas victorias francesas consolidan el poder napoleónico en Europa. Napoleón derrota a Austria en Wagram, ocupa la capital y firma la Paz de Viena, por la que Austria cede Trieste y Croacia a Francia, y parte de Galitzia al Gran Ducado de Varsovia. De este modo se materializaría la estructuración del Gran Imperio europeo.
RESISTENCIAS Y MOVIMIENTOS NACIONALES
Junto a esta gran construcción política imperial, y enfrentadas con ella, otras fuerzas crecerían en Europa: las resistencias y movimientos nacionales, surgidos del propio principio nacionalista revolucionario y extendido entre los países del continente por el sistema napoleónico.
Perceptibles desde 1808, estas fuerzas que se enfrentan no lo hacen solo en nombre de la legitimidad monárquica del Antiguo Régimen, sino de las nuevas ideas que estaban siendo difundidas por los propios ejércitos revolucionarios franceses. De hecho, algunos de estos movimientos se producen dominados en principio por el peso político que supone el Gran Imperio, en los mismos años del esplendor napoleónico, entre 1808 y 1812. Un caso emblemático fue el levantamiento español de mayo de 1808 que, en forma popular de Juntas y guerrillas, persistió prácticamente todo el tiempo que los franceses estuvieron en la Península y provocó graves complicaciones al no lograr sofocar la rebelión.
Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío. Óleo de Francisco de Goya, 1814.
Estas fuerzas de los movimientos nacionalistas populares, unidas a la reacción de las monarquías de nuevo coaligadas, junto con el fracaso del bloqueo continental, marcarían la fase final del período que lleva a la derrota y caída de Napoleón.
EL FINAL DEL IMPERIO (1812-1815)
En la fase final del Imperio napoleónico hay que distinguir dos momentos: el primero, entre junio de 1812 y abril de 1814, al producirse la campaña de Rusia; el segundo, entre los meses de mayo y junio de 1815, que constituyen los Cien Días y la derrota final de Waterloo.
Avance de Napoleón sobre Rusia.
EL HUNDIMIENTO DEL IMPERIO
En el momento en que Napoleón dominaba Europa, emprendió la Campaña de Rusia. El zar Alejandro I se acordaba de que Tilsit consagraba una derrota y temía la insurrección completa de Polonia. Napoleón, por su parte, reprochaba al zar no haber aplicado el bloqueo continental. Rusia había ocupado una parte de Polonia insinuando con ello su apoyo a Austria y Napoleón pensaba en una reconstitución de la Antigua Polonia.
Napoleón y sus tropas retirándose de Moscú.
La Campaña de Rusia, entre junio y diciembre de 1812, con las acciones bélicas de Smolenko, Borodino y Moscú, resultó desastrosa para Napoleón, que hubo de retirarse con su ejército derrotado. De este modo, el desastre de Rusia tuvo consecuencias y repercusiones inmediatas: en el pueblo ruso suscitó un sentimiento nacional que provocaría una guerra patriótica contra el invasor. En Francia, en cambio, animó a los descontentos, que intentaron un golpe de Estado en París en el cual se organizaron los elementos hostiles al Imperio.
Así fue cómo se consolidaría la Sexta Coalición, formada principalmente por el Reino Unido y Rusia, y que provocaría el levantamiento contra Francia de algunos países europeos hasta entonces dominados. A mediados de 1813, se organizaría el gran movimiento de liberación de los pueblos. Una vez establecida la Séptima Coalición, la victoria de Leipzig (octubre de 1813) llevaría consigo el levantamiento general alemán y la retirada francesa de Alemania, así como la evacuación de Holanda, mientras Italia y Suiza eran invadidas por tropas austríacas. Al mismo tiempo, en la campaña de la Península Ibérica, los franceses son derrotados en Vitoria (julio) y San Marcial (agosto).
La Batalla de Leipzig, por Alexander Zaureweid, 1844.
Durante 1814, se produce el hundimiento total del Imperio, luego de que Francia es invadida por los ejércitos coaligados. La campaña de Francia, entre enero y marzo, conoce entonces la ofensiva de las tropas aliadas sobre París. Así, se formaría un gobierno provisional presidido por Talleyrand. Napoleón, instalado en Fontainebleau, es obligado a abdicar sin condiciones el 6 de abril, con lo que debe exiliarse en la isla de Elba.
LOS CIEN DÍAS
El nuevo rey prometió sentar las bases de un Estado que incorpore los elementos del liberalismo, con lo cual el 4 de junio concedió una Carta Constitucional que reunía los principios del Estado francés. Ahora bien, la sociedad vivía una situación de incertidumbre e inquietud. Este estado de cosas fue aprovechado por Napoleón que, creyendo contar todavía con el apoyo mayoritario del pueblo francés, salió de la isla de Elba y llegó a París el 20 de marzo de 1815, con el propósito de restablecer su gobierno imperial.
Batalla de Waterloo.
Los aliados, reunidos en Viena, reaccionaron inmediatamente y un nuevo ejército es enviado contra el Imperio Napoleónico. La campaña de Bélgica terminaría con la batalla de Waterloo (18 de junio de 1815), donde Arthur Wellesley, duque de Wellington, al mando de las tropas aliadas, derrotaría definitivamente a Napoleón. El emperador abdicaría por segunda vez el 22 de junio y sería nuevamente desterrado, esta vez a la lejana isla de Santa Elena, donde murió el 5 de mayo de 1821.
La epopeya imperial napoleónica sirvió para extender y consolidar en toda Europa los principios esenciales de la Revolución Francesa: las instituciones, la organización administrativa y financiera, la expansión de la influencia francesa, las nuevas ideas y el desarrollo industrial.