Estos dos grupos aborígenes americanos, de origen distinto, conviven desde hace siglos en la zona occidental del Gran Chaco, aunque manteniendo cada uno los rasgos principales de su cultura.
La historia se remonta hasta hace aproximadamente 2.500 años, cuando la familia lingüística arawak llegó desde su zona de influencia en Amazonia, Orinoco, Antillas y el norte de la actual Colombia, a instalarse en los actuales territorios de Bolivia y las provincias argentinas de Salta y Jujuy. Allí desarrollaron su cultura sin mayores sobresaltos hasta que, entre los siglos XIII y XVI oleadas de guaraníes (llamados por los quichuas "chiriguanos") irrumpieron en la región derrotándolos militarmente y reduciéndolos a socios menores. Ellos fueron quienes los bautizaron "chané". Desde entonces y hasta la actualidad se fue construyendo la historia común de una sociedad conocida como "chirihuano-chané".
Los chiriguanos, como vencedores, se reservaron para sí la cacería y la guerra, en tanto los chané se ocuparon de la producción agrícola y las artesanías. La lengua común fue el guaraní y aunque la proximidad de los pueblos se fue acrecentando con el correr de los años, ninguno de los dos grupos perdió la conciencia de su pertenencia étnica, aunque los chanés perdieron su lengua, el arahuaca, hace alrededor de 300 años.
Como parte del proceso de fusión de estos pueblos, las mujeres chanés formaron matrimonio con los hombres guaraníes. Sin embargo, los chanés siempre se sintieron sometidos, por eso cuando en 1892 el ejército boliviano derrotó a los chiriguanos en la batalla de Kuruyuki, muchos de ellos aprovecharon para apartarse desplazándose hacia el norte de Argentina.
ACTIVIDADES PRODUCTIVAS
La caza con arco y flecha ayudaba a ambos pueblos a conformar su dieta alimentaria.
Los chanés se dedicaron a la agricultura. Sus principales cultivos eran el maíz, la mandioca, el maní, la batata, los frijoles y el algodón. Rotaban los cultivos y empleaban abonos. Practicaban también la caza con arco y flecha, y la pesca usando redes. Además criaban llamas y realizaban tareas de orfebrería, alfarería, talla en madera y hasta llegaron a tener una industria textil incipiente.
La tierra la distribuían entre las familias como un bien privado, en tanto dejaban espacios colectivos para el trabajo comunitario conocido como “minga” o “montiro”.
Por su parte los chiriguanos, provenientes de zonas selváticas, aportaron el rico caudal cultural que les otorgaba su origen. Tenían, por ejemplo, la tradición de los horticultores itinerantes (por tala y quema) dedicándose al maíz, el algodón, las hortalizas y otros cultivos. Para la pesca utilizaban una variedad de técnicas que iban desde la pesca con anzuelo y carnada hasta el uso de redes, trampas y cercados.
CERÁMICA
La cerámica es una tarea exclusivamente femenina. En su elaboración las técnicas más empleadas son: la de los rollos de pasta superpuestos, para la confección de recipientes y la de "pastillaje" (agregado de pequeñas piezas de pasta aplanadas o pequeños rollitos), en la confección de figurillas. Las piezas secas son pulidas por frotamiento con un canto rodado, recubiertas con una base de arcilla blanca y pintadas con pigmentos que se obtienen de piedras de la región, que al ser frotadas sueltan su color. Los colores utilizados son el rojo, el negro y el marrón, en diferentes tonalidades. El cocimiento se realiza en un fogón rectangular al aire libre.
SOCIEDAD
En principio sus pautas sociales incluían el matrimonio patrilocal. Esta costumbre se modificó con el tiempo dando lugar a la residencia matrilocal. De ahí que sea posible encontrar familias extensas que incluyen abuelo, padres e hijos con familias recientemente formadas, emparentadas con otras familias que residen en viviendas agrupadas y nucleadas por sectores. Aún no se sabe a ciencia cierta si esta particularidad proviene de la cultura arawac o chané.
La autoridad familiar es detentada por el hombre, es él quien delega en la mujer la resolución de las cuestiones domésticas, ocupándose ella de criar a los hijos, educarlos y otras cuestiones menores que hacen a la administración del hogar. Así el hombre queda liberado para realizar su trabajo, que muchas veces es fuera de la comunidad.
En estos grupos chiriguanos la familia mantiene fuertes lazos de solidaridad y afecto, no solo en la formación básica sino en lo que se conoce como la familia extensa.
Los valores de familia y amistad generan obligaciones mutuas que son respetadas profundamente, de modo que, los alimentos que producen y los que adquieren se utilizan para comunicar agradecimiento y hospitalidad. La reciprocidad les garantiza el apoyo en caso de enfermedad o muerte.
En cuestiones políticas tenían una sociedad igualitaria gobernada por asambleas en las que los hombres se sentaban junto a sus fogones a tomar decisiones luego de compartir una bebida ceremonial. Los rangos establecidos respondían estrictamente al prestigio, valor, conocimientos o servicios. Las reuniones comunales se llevaban a cabo en grandes casas especialmente construidas con troncos y paja para esta función.
CESTERÍA
El trabajo con fibras vegetales es labor masculina, aunque algunas mujeres también lo realizan. Se utiliza generalmente la palma CARANDAY o palma negra, pero deben efectuar grandes traslados para obtenerlas. En la fabricación de canastos y cestos se emplea una caña hueca llamada TANKUARANSI. La producción de estas artesanías (sombreros, cestos, cedazos, esteras, sillas etc.) encuentra un mercado local limitado que se extiende solo a la venta o trueque en las ciudades vecinas.
COSMOVISIÓN
Su tradicional espiritualidad sufrió el desgaste provocado por la acción persistente de los misioneros cristianos y la presión del medio.
Los inconvenientes provocados por los religiosos cristianos se agudizaron al actuar en algunas comunidades dos o más congregaciones. La consecuencia fue la pérdida de su acervo espiritual y su cosmovisión.
Sin embargo, en su imaginario colectivo perviven personajes míticos como el “Yanderu-tumpa”, vinculado a las más diversas esferas culturales, dueño de la vida en el ámbito humano. También los chamanes, que son aquellos en quienes ha recaído el don de curar, siguen vigentes en su cultura e incluso sus servicios son requeridos desde zonas urbanas.
Existen en sus creencias otros dioses de menor importancia que Yanderu-tumpa, como “Aguara-tumpa”, el quirquincho y “Tatu-tumpa”, el dueño de los árboles o maestro de campo.
Esta creencia es lo que explica la acción de los hacheros que llevan al monte lo que llaman “vicio completo” (alcohol, cigarrillos y coca) y los depositan en el suelo junto a un tronco para que el maestro de campo se sirva.
Algunos personajes de su mitología son negativos, como es el caso de “Aña-tumpa”, ser demoníaco que contraría al dios verdadero, el creador del mundo que alimenta a los hombre mediante fenómenos naturales. Aña-tunpa tiene poder en el ámbito de los muertos y sus acciones negativas hacen su efecto en el cosmos.
A medida que pasa el tiempo estas creencias se van perdiendo ya que solo perduran en la memoria de los adultos, mientras los jóvenes las desconocen y se recuestan espiritualmente en los grupos cristianos.
VIVIENDA Y ARQUITECTURA
El proceso iniciado por los evangelizadores ha originado cambios que se observan en sus asentamientos. Su estilo tradicional cambió para adoptar el esquema de la urbanización convencional, con sus típicas cuadrículas.
En algunos casos los cambios se dieron en consonancia con las disposiciones que rigen en los lugares de asentamiento y que comprenden zonas urbanas y periurbanas. La casa típica se parece a la choza tradicional, en el estilo de construcción denominado “chorizo”, con materiales como paja, barro y caña. Las construyen con una base rectangular y techo de paja a dos aguas, que puede ser también hecho de chapas de fibrocemento.
Los espacios de cada habitante de la casa son bien definidos, con una habitación grande que se usa de dormitorio. Suelen tener un alero adosado para la protección del Sol y la lluvia, construido sobre un patio que usan para reuniones familiares o visitas de miembros de otras comunidades. Constan también de una habitación más pequeña que sirve como lugar de reunión de la familia, con el fogón para cocinar. Tienen además un granero que se usa como depósito para almacenar las cosechas.
Actualmente construyen otro tipo de viviendas con materiales y técnicas convencionales como ladrillos, cemento, hierro y chapas. Las llaman “casas” y tienen una distribución distinta a la del rancho, similar a las de las culturas occidentales.
ACTUALIDAD
Actualmente se estima que la población chiriguana está conformada por 21.000 individuos, en tanto la chané es de apenas 1.400, localizados en su mayoría en las provincias argentinas de Salta y Jujuy, y en menor medida en Bolivia y Paraguay. Están asentados en tierras fiscales o en misiones franciscanas.
Hoy en día chiriguanos y chanés no comparten aldeas, y en muchos casos han abandonado las comunidades para asentarse en la periferia de las ciudades para obtener mejoras laborales. Al no tener tierras propias, deben subsistir trabajando en ingenios azucareros, obrajes, aserraderos o en empleos dependientes de los municipios. Aquellos que participan del trabajo “golondrina” de las cosechas, realizan regularmente migraciones, desplazándose hacia las zonas de demanda.
En el departamento de Santa Cruz, Bolivia, vive un grupo de descendientes de la cultura chané, los izoceños o timanka, instalados a orillas del río Parapetí, mientras en la Argentina se los puede encontrar en las misiones de Yacuy y Che Renta, cercanos a Tartagal.
El resto de la cultura chané se ha ido mestizando con los guaraníes y los blancos, tanto colonizadores como migrantes. Donde aún su presencia es fuerte es en Santa Cruz y Tarija (Bolivia) y Salta, Jujuy y Chaco (Argentina).