El Neolítico (del griego néos: "nuevo" y líthos: "piedra") es la etapa que cierra la Edad de Piedra. Se inicia con la invención de la agricultura y la ganadería y culmina con el descubrimiento de la metalurgia. Con la domesticación de plantas y animales, el hombre deja de ser depredador y se convierte en productor, trayendo consigo cambios profundos en la naturaleza y en la sociedad, por lo que se habla de una "Revolución Neolítica".
INTRODUCCIÓN
Tradicionalmente asociado a los orígenes de la agricultura, a la vida sedentaria y al uso de la cerámica y de instrumentos de piedra pulimentada, el Neolítico es la fase más decisiva en el desarrollo de la humanidad. De esta última etapa de la Prehistoria, se sabe que la agricultura y la ganadería empezaron a practicarse en diferentes lugares del planeta de manera independiente, normalmente acompañados por la aparición de la alfarería y que, al mismo tiempo que las comunidades aprendían a producir sus propios alimentos, muchos grupos decidieron asentarse y formar los primeros poblados estables. No obstante, los detalles de este proceso de transformación -y las causas que lo iniciaron-, se siguen todavía investigando.
El "Proceso neolítico" que sacó al Homo sapiens de las cavernas estuvo acompañado por la conquista de numerosos avances técnicos e inventos que permitieron a las comunidades humanas mejorar su calidad de vida y aumentar su capacidad para controlar y modificar el entorno ambiental.
El Neolítico no solo indica el último estadio de la utilización de la piedra como material principal en la fabricación de herramientas, sino que también indica un cambio radical en la forma de vivir del hombre. Es un fenómeno complejo que marca el fin de la depredación como forma de vida y el nacimiento de una economía basada en la producción de los propios alimentos.
Aunque la mayor parte de los instrumentos se fabricaron de piedra, la forma de trabajar este material cambió con respecto al Paleolítico. De esta manera, la técnica de pulir la piedra para darle forma y filo mediante el frotamiento se impuso sobre la talla. Por eso, el término "Neolítico" significa "Nueva Edad de Piedra", fue acuñado en 1865 por el naturalista y antropólogo británico John Lubbock.
EL SURGIMIENTO DE LA AGRICULTURA Y LA GANADERÍA
Hace unos 12.000 años, el modo de vida de los seres humanos que habitaban determinadas zonas geográficas comenzó a transformarse radicalmente. Aquellas ocupaciones como la caza y la recolección fueron sustituidas poco a poco por otras de carácter productivo, como la domesticación de animales y el cultivo de la tierra. De esta manera, las sociedades de Homo sapiens abandonaron paulatinamente el nomadismo y la economía de subsistencia para convertirse en sedentarias y productoras de sus propios alimentos.
La manera en cómo se ha efectuado este complejo proceso que permitiría a estos grupos pasar de una economía depredadora a una productora se efectuó de manera gradual, y recibe el nombre genérico de neolitización, aunque frecuentemente también se utiliza la expresión "Revolución Neolítica", acuñada por el arqueólogo V. Gordon Childe.
Herramientas utilizadas en el Mesolítico.
Con todo, el Neolítico no debe entenderse como un período cronológico concreto; se lo debe conocer como una etapa que tuvo una difusión casi universal dentro de la evolución de las diferentes sociedades humanas, aunque no surgió al mismo tiempo ni se desarrolló con un ritmo uniforme en todas las regiones del planeta. Cada área, coincidente con zonas donde existían animales y plantas susceptibles de ser domesticados, evolucionó y se difundió de forma independiente. De esta manera, no se puede hablar de una "cultura neolítica", sino de infinidad de éstas. Cada cultura surgió y se desarrolló en un entorno natural distinto y, consecuentemente, tuvo que adaptarse a recursos y materiales dispares.
Del establecimiento de la ganadería y de una economía de base ganadera surge la trashumancia, que pone en contacto a los pueblos y, consecuentemente, facilita la comunicación entre culturas y tribus diversas. La emigración de tribus y la difusión de técnicas, que cada grupo aprende del grupo vecino, fue extendiendo las culturas neolíticas desde su foco originario hacia el resto del mundo.
INFLUENCIA DEL CAMBIO CLIMÁTICO
Una de las principales razones de la transformación económica y cultural vivida por las sociedades humanas del Neolítico se encuentra en el cambio climático que se produjo al finalizar la última glaciación y que inauguró el período Holoceno, el último de la actual Era geológica. Las temperaturas aumentaron y los hielos que cubrían la mayor parte del planeta se fundieron y quedaron relegados a las regiones polares y a las altas montañas. Con el deshielo, amplias zonas costeras se inundaron, y el mundo se convirtió en algo muy similar a lo que es hoy.
La alteración climática significó la desaparición de muchas plantas y la migración o extinción de diversas especies animales que habían garantizado la supervivencia del hombre en el Paleolítico. Estos cambios, unidos al aumento constante de la población, rompieron el equilibrio existente entre las necesidades de las comunidades humanas y los recursos naturales, obligando al Homo sapiens a plantearse nuevas formas de supervivencia.
Hacia finales del Paleolítico la humanidad ya había adquirido la madurez cultural y el progreso técnico necesarios. Así se iniciaría la etapa de transición al Neolítico, durante la cual los cazadores y recolectores aprendieron gradualmente a controlar la producción y el consumo de los alimentos.
El cambio climático provocó una lenta conversión de la economía de subsistencia, basada en la caza, hacia una economía más estable, de base pastoril y apoyada en los cultivos (agricultura).
LA APARICIÓN DE LA GANADERÍA
Junto con la agricultura, la domesticación de animales fue la manifestación más temprana de este proceso. Como bien demuestran los restos arqueológicos hallados, ambas actividades se desarrollaron por primera vez en la región conocida como la Media Luna Fértil, una región de Oriente Medio que abarcaba el Antiguo Egipto, el Levante mediterráneo, Mesopotamia y otras civilizaciones, hacia el 9000 a. C.
la mayor parte de los historiadores coincide en señalar que la creación de los asentamientos permanentes y el desarrollo de la agricultura y la ganadería fueron procesos relacionados: la vida sedentaria propició la concentración y selección de especies en determinadas regiones y, al mismo tiempo, el desarrollo de actividades productivas que permitieron a los grupos humanos no tener que desplazarse para conseguir sus alimentos.
Para asegurar sus necesidades de alimento, cuero, huesos, y otros productos, y evitar la aniquilación de los rebaños, las primitivas sociedades cazadoras-recolectoras mesolíticas comenzaron a seguir las migraciones de bóvidos, cérvidos y otros animales. Luego, descubrieron que capturar animales, domesticarlos y mantenerlos vivos para utilizarlos cuando fuera preciso, les permitía reducir la incertidumbre que, en relación con las posibilidades de alimentación, les suponía el hecho de tener que depender de la caza.
La domesticación de la fauna posiblemente comenzó cuando, debido a la dificultad de encontrar nuevas manadas salvajes, los poblados optaron por perpetuar los rebaños que tenían cautivos. Esto supuso que ellos mismos tenían que encargarse de suministrar alimento a los animales y, al mismo tiempo, determinar qué individuos del grupo debían ser utilizados para la reproducción y cuáles podían ser sacrificados para el consumo. Así, consiguieron domesticar varias especies, encargándose de trasladar los rebaños de unas zonas de pastoreo a otras y emulando los movimientos naturales de los mismos, pero ahora bajo su control.
Este sedentarismo estuvo unido al nacimiento de las prácticas agrícolas, que ligaban al hombre a la tierra y que, además, permitían el cultivo de forraje para los animales. De ese modo, cuando el hombre inició la domesticación de animales herbívoros como vacas, ovejas, cabras y abandonó la caza y la recolección de vegetales, nació la ganadería, muy probablemente al mismo tiempo que la agricultura. Estos animales sirvieron, además de proporcionar carne, como animales de carga de mercancías, tiro del arado, suministro de pieles y, más tarde, de leche y derivados.
CULTIVOS PRIMITIVOS
La misma carencia de recursos naturales que impulsó al Homo sapiens a modificar sus estrategias de caza influyó también en la recolección y, por este motivo, los hombres y mujeres de aquella época abandonaron la costumbre de consumir vegetales de forma inmediata para desarrollar técnicas de molienda y almacenaje de los alimentos. Estas prácticas hicieron que las plantas recolectadas acabaran colonizando los asentamientos humanos ya que, al transportar semillas y frutos de un sitio a otro, el ser humano se convirtió en un medio de propagación de diferentes especies vegetales.
La adopción del medio de vida agrario exigió al hombre ingeniar nuevas herramientas. Por ejemplo, incrustando dientes de sílex en piezas de madera o cuernos se elaboraron las primeras hoces, y uniendo hachas de piedra a un resistente palo se crearon las azadas más primitivas.
De manera gradual, las plantas fueron adaptadas a la forma de cultivos cosechados a partir de sus variedades silvestres. Las primeras especies cultivadas fueron el trigo y la cebada, muy nutritivos y que requieren pocos cuidados. Posteriormente, a la lista de especies domesticadas se añadirían nuevos cereales, como la avena, el mijo y el centeno, así como diferentes tipos de legumbres, como la lenteja y la arveja. Los cambios genéticos que resultaron de la domesticación se produjeron en un período relativamente corto.
Los registros más antiguos de una economía agrícola se han hallado en Palestina, en el norte de la Mesopotamia y en Turquía, y datan del IX milenio a. C. Según se cree, el cultivo itinerante predominó en las primeras fases del Neolítico donde, tras deforestar una zona, se quemaba el terreno para que quedase limpio de malas hierbas y, cuando el suelo se agotaba, se elegía una nueva ubicación para iniciar el proceso en tierras más fértiles. No obstante, con el tiempo descubrieron mejoras y las aplicaron en los sistemas de cultivo, lo que permitió aumentar considerablemente la producción de alimentos.
Excavaciones en el área sur de Çatal Hüyük. Este es un antiguo asentamiento de los períodos Neolítico y Calcolítico, considerado el conjunto urbano más grande y mejor preservado de la época neolítica en el Oriente Próximo. En su apogeo, llegó a cubrir aproximadamente 13 hectáreas.
En Asia meridional, la agricultura se desarrolló de forma independiente. Es probable que surgiera en el valle del Indo, en la actual Pakistán, donde poblados agrícolas ya estaban establecidos en el 6.000 a. C. En cambio, en el sur de China, sobre el valle del río Yangtsé, los agricultores habían domesticado el arroz salvaje en el 8.000 a. C., probablemente al mismo tiempo que a lo largo del río Ganges, en la India. Por ejemplo, en China, el valle cercano al río Amarillo fue un centro primitivo de cultivo de mijo y otros cereales, tal vez ya desde el 7.000 a. C.
La población indígena americana, por su parte, desarrolló un gran conocimiento de las plantas silvestres. Hacia el 4.000 a. C. muchos cazadores-recolectores cultivaban girasol y otras plantas como parte de su dieta vegetal. En la región andina, por ejemplo, los cazadores experimentaron con el cultivo de la papa y otros tubérculos. Ahora bien, los principales cultivos de los indígenas americanos, como el maíz y las alubias, fueron domesticados en Centroamérica hacia el 3.500 a. C. Del maíz silvestre, conocido como teosinte, se desarrollaron muchas variedades, extendiéndose desde los trópicos hasta los Andes, llegando al sudoeste norteamericano alrededor del 2.500 a. C., antes de que comenzara a utilizarse en el este de América del Norte.
Vista aérea de la Ciudad Sagrada de Caral, situada en el Valle de Supe, 200 kilómetros al norte de Lima (Perú). Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se reconoció así su antigüedad y complejidad arquitectónica, sus edificios piramidales, plazas, diseño y extensión urbana.
Sin más, el desarrollo de la economía productora comportó una explosión demográfica, forzó la colonización de nuevas regiones, y provocó cambios en la organización social. De esta manera, además de favorecer el sedentarismo y la creación de poblados estables, estas nuevas actividades obligaron a adoptar formas de convivencia más complejas y estructuradas.