A René Descartes se le llama el padre de la filosofía moderna y con razón, pues mientras vivió, en el siglo XVII, estableció para todos una forma de pensar distinta, una manera de concebir al mundo a la que no estábamos acostumbrados: dudar de lo que percibimos y desmenuzar ese conocimiento adquirido hasta volverlo racional.
René Descartes (1596-1650), es llamado el padre de la filosofía moderna, pues dedicó su vida y sus estudios a hacer de las ciencias y la filosofía campos de estudios que no se basaran en adivinaciones o supuestos. Con su tratado El Discurso del Método, el pensador francés dejó para la humanidad conceptos que, siglos después, se seguirían utilizando. Su filosofía marcó el fin del pensamiento medieval, adoptando la duda y la razón como las únicas vías de lograr el conocimiento verdadero; la investigación es, entonces, la forma más pura de llegar a conclusiones científicas verídicas al ser el conocimiento adquirido indudable e indubitable, eliminando todas las fuentes de error posibles.
Como pensador, también realizó contribuciones importantes a la matemática, utilizando el mismo método: llegar a conclusiones mediante una estrategia que haga caso omiso a las creencias anteriores y que busque ser crítica. En las matemáticas, la razón es la única vía al conocimiento siendo ella la única manera de juzgar y distinguir lo bueno de lo malo que, según Descartes, es igual en todos los hombres.
Las formas filosóficas antes de Descartes
La filosofía durante la historia de la humanidad ha pasado por varias épocas. En sus inicios, los filósofos helénicos y romanos concentraron su atención en el estudio de las cosas que nos rodean, logrando así identificar las cuestiones que nos hacen humanos. Fue de esta manera que llegaron a definir a la razón como el pensamiento que tenía más relación a la palabra, al discurso. Para los griegos, la razón era la herramienta que permitía describir al mundo que nos rodea. El fin último de la filosofía era buscar la felicidad del hombre mediante el estudio del entorno.
Por su parte, los filósofos escolásticos durante la Edad Media, procuraron equilibrar el uso de la razón con la fe, subordinando a la primera. En la escolástica, la fe es el principio que nos permite entender al mundo y los fenómenos que en él suceden. La filosofía de esta época procuró entender los sucesos divinos que el ser humano no podía comprender mediante la creencia sin evidencias. También sostenían que todo tiene un espíritu o alma que tiene el deseo de la divinidad.
Para los filósofos escolásticos, la Biblia era fuente de conocimiento divino.
Todo esto fue lo que llevó a Descartes a ser el padre de la filosofía moderna mediante su método de la duda. Buscó comprender las cosas más allá de lo que proponían los griegos y apartarse de lo que tenían los escolásticos para ofrecer. Para Descartes y los filósofos modernos, la razón debía tener independencia de la fe. Para poder comprender y explicar el mundo que nos rodea, el filósofo francés propuso su método y publicó una serie de libros o tratados que buscaban descomponer en partes toda la estructura de la realidad que conocía el mundo en ese entonces.
Descartes, a través del Método Cartesiano, sentó las bases para el método científico actual.
El Método Cartesiano como forma certera de deducción
El método de Descartes llamado método cartesiano, junto al componente racional, sustituiría las creencias y los conocimientos y experiencias que adquirimos mediante los sentidos por un conocimiento guiado por la razón. Este método comprende reglas que permiten llegar a una comprensión del mundo separando lo falso de lo verdadero mediante la crítica. Las pasiones, los prejuicios, los deseos y caprichos son dejados atrás por este método en el que se utilizan reglas que toman como principio lo que presuponía Descartes sobre las capacidades y operaciones naturales de la mente: Intuición y deducción.
El método cartesiano para llegar a conclusiones científicas consiste en cuatro reglas, cuyo orden permite emplear operaciones mentales que nos ayuden a llegar al conocimiento objetivo. Las reglas son:
Las cuatro reglas que propuso Descartes le permitieron estudiar el mundo que nos rodea.
En Descartes, a través de las reglas aparece el principio indubitable como punto de referencia de la filosofía. En el Discurso del Método, Descartes prueba su teoría de conocimiento de la verdad a través de la duda probando la existencia de Dios. Aunque esta idea era profundamente medieval, él establece un puente entre la vieja forma de pensar y la nueva filosofía que propone. Dudando de lo que perciben nuestros sentidos, Descartes logra determinar que los seres humanos consideramos como ciertos a algunos astros cuya existencia son menos ciertas que la de Dios, poniendo en tela de duda la no-existencia de un ente no corpóreo que, según la teología, es perfecto en sí mismo. Ya que su existencia no se puede negar, Dios es un principio indubitable, su existencia es la cúspide de la perfección y la razón supremas.
Descartes también asumía que Dios era el principio de toda verdad, al igual que los escolásticos.
Nuestros sentidos nos engañan, según la teoría de Descartes
En el Discurso del Método, Descartes nos habla de la razón principal que lo lleva a plantear todas estas reglas o “duda metódica”: se trata de la desconfianza que le adjudica a lo que perciben nuestros sentidos, pues, según el francés, existen experiencias diarias en las que los sentidos nos engañan. En sus meditaciones, el filósofo diserta sobre el papel que juegan los sentidos en nuestra percepción. Dice Descartes:
Por cierto, todo aquello que hasta ahora he reconocido como lo más verdadero lo he recibido mediante los sentidos; más he descubierto que éstos me engañan en ocasiones, y no es prudente depositar plena confianza en quienes nos han engañado, incluso si lo han hecho solo una vez. No obstante, si bien los sentidos en ocasiones nos engañan acerca de ciertas cosas muy pequeñas o muy distantes, es posible que haya otras muchas de las cuales no se puede dudar aunque provengan de ellos.
¿Vasijas o dos personas conversando? Nuestros ojos pueden engañarnos.
Es imposible no atribuirle razón a Descartes al decir estas palabras. Por ejemplo, no podemos dudar del engaño que son a los ojos las ilusiones ópticas o la existencia de sonidos hipersónicos o subsónicos captados por los oídos de algunos animales. Descartes duda de todo lo que perciben sus sentidos y, así se justifica el método que utiliza para llegar a conclusiones. Incluso, llega a proponer que los sueños son un estado de existencia ficticio, gracias a la duda que otorgan los sentidos y sus percepciones fallidas.
No solo en el Discurso del Método Descartes plantea la duda como la única vía para llegar al conocimiento verdadero. En sus Meditaciones Metafísicas, el pensador desarrolla mucho más las ideas planteadas en el primer libro. Estas meditaciones buscan desmembrar los componentes, estructuras y los principios fundamentales de toda la realidad, puesto que ya había dudado de lo que los sentidos nos transmiten. Sus contribuciones a las matemáticas nacen de la necesidad de llegar a la verdad dudando del mundo que nos rodea.
La frase más famosa de la filosofía
Existe un célebre dicho de este pensador francés que ha traspasado los siglos “Cogito ergo sum”, lo que en español se traduce Pienso, luego existo. Esta frase ha basado su popularidad en resumir toda la teoría cartesiana. Según Descartes, la razón es lo que nos lleva a distinguir lo verdadero de lo falso para llegar a la verdad absoluta, que es el ser verdadero. Lo que percibe la mente gracias a los sentidos no siempre es verdad, pero el discernimiento de las percepciones es lo que nos lleva a una verdadera existencia. La existencia y la razón son las dos verdades más absolutas en el pensamiento cartesiano.
Todo conocimiento de la realidad es, también, conocimiento del propio ser. El individuo en la edad moderna de la filosofía cobró una importancia superior a la que tenía en la época escolástica, en la que Dios era el concepto superior a todo. Aunque Descartes también sostenía que Dios era el principio de toda verdad, el conocimiento del ser humano y la ciencia iba a la par con estos conceptos, puesto todo formaba parte del tejido de la realidad.
El papel del cuerpo y el alma en el ser
Según Descartes, el hombre está dividido en dos “substancias”: cuerpo y alma-espíritu-mente-conciencia-pensamiento, siendo antónimos uno del otro. El cuerpo es lo no pensante, mientras que el alma y el pensamiento son a los que puede atribuírseles la razón. Esta última afirmación es la que explica la frase Cogito ergo sum: Descartes, después de haber establecido esto, comienza a analizarse a sí mismo con el objetivo de descubrir quién es. Es en este análisis que llega a la conclusión de pretender no tener cuerpo y no por ello era nada. También podía prescindir del mundo exterior y seguía siendo algo. De ahí que concluya que el hecho de dudar de la verdad de las cosas no implica que él no sea algo. Sin embargo, no tener la capacidad de pensar, aunque el resto de las afirmaciones sean ciertas, podría afirmar que había dejado de ser.
El cuerpo y sus sentidos son objetos según la teoría de Descartes.
Con la separación de estos dos conceptos, cuerpo y alma-espíritu-mente-conciencia-pensamiento, la razón, la espiritualidad y el pensamiento se elevan a una categoría similar a la que los escolásticos tenían la fe, por encima del cuerpo. Esta división vuelve al cuerpo un concepto menor, un ente en el cual desconfiar a la hora de alcanzar las ideas máximas y claras. El conocimiento verdadero debe apartarse de la corporalidad para evitar el error.
Finalmente, podemos decir que Descartes mediante El Discurso del Método y muchos de sus otros trabajos, el cuerpo y los sentidos se ponen en duda, pues la percepción mediante ellos no ofrecen el conocimiento que pueda ser aceptado como claro y máximo; en cambio, la razón es la única vía por la cual se puede llegar a cualquier certeza. Según Descartes, el cuerpo es solo un objeto y los sentidos no son fuentes de verdad. La verdadera existencia nace del pensamiento y la capacidad de raciocinio.