El cristianismo es parte constitutiva de la civilización occidental: el mundo habla en torno a Jesús, ya sea a favor o en contra. Es una de las que mayor influencia tuvo en la historia de la humanidad. ¿Cómo es que se originó este fenómeno?
Jesús es la figura emblemática que se erige en torno al cristianismo y su nacimiento constituye una de las celebraciones más difundidas en el mundo.
Los primeros años
El fundamento principal del cristianismo es, evidentemente, la figura de Jesús. Al respecto existe un Jesús histórico y un Jesús mítico. Según los registros históricos, Jesús habría nacido aproximadamente en el año 6 d. C. en Judea, por entonces provincia romana, y no el año 0 como preconiza el calendario gregoriano que utilizamos en la actualidad. Teniendo esto en cuenta podemos decir que podemos ubicar el surgimiento del cristianismo en los años 30 de nuestra era cuando, según los testimonios, Jesús comenzó a predicar.
El paisaje agreste es lo que caracteriza a la región de Judea, provincia romana en el tiempo en que Jesús había nacido.
En esa época predominaba la cosmovisión politeísta tomada de los griegos y Jesús era considerado como un líder de una de las tantas sectas judías que abundaban, es decir, en un principio no hubo persecución de los cristianos. Entre los grupos de judíos que se encontraban estaban los saduceos (quienes se ajustaban a la ley hebrea y cooperaban con los romanos), los fariseos (seguían el rito judío y no eran proclives a la violencia), los esenios (una comunidad aislada cerca del Mar Muerto) y los zelotes (extremistas militantes).
Jesús predica en Galilea, entre la confusión y militantes zelotes quienes en un principio no ponen objeciones ya que sus enseñanzas no minaban la religión tradicional.
Cueva en Qumran donde en 1947 se encontraron los pergaminos del Mar Muerto que aportaron información sobre Jesús y los primeros cristianos.
El germen de la nueva religión
Durante el siglo I el cristianismo creció poco a poco y en el siglo II terminó de arraigarse aumentando su difusión. En estos siglos la persecución contra los cristianos era esporádica y local. Las persecuciones sistemáticas no comenzarían sino hasta el siglo III de la mano de Nerón después del incendio de Roma ya que necesitaba chivos expiatorios para ello; aquí es donde van a comenzar a surgir los primeros mártires hasta el siglo IV inclusive y que, contrariamente a lo esperado, afianzaría las bases de la nueva religión.
Pero ¿cuál fue el atractivo que encontraron en esta nueva perspectiva espiritual las personas de entonces? Veámoslo en detalle, pues no fue solo un aspecto sino una serie de motivos:
1) Existía una gran atracción en el concepto de salvación después de la muerte y la resurrección de Cristo ya que en un mundo que se caracterizaba por estar plagado de injusticia, le daba un sentido y un propósito a todo.
2) El dios al que se hacía referencia no era un ser inaccesible o de leyenda; era un Cristo humano, parecido a todos. Además de ello, la iniciación en la nueva fe era relativamente sencilla y no implicaba una cantidad onerosa de dinero: con el simple bautismo ya se pertenecía a ella.
3) No era exclusiva de los varones y se establecía una relación personal con Cristo. En otras palabras, existía igualdad espiritual.
4) Satisfacía la necesidad de pertenencia por el principio de solidaridad que la regía.
Uno de los relatos que más atrajo hacia el cristianismo fue el de muerte y resurrección, además, Cristo era un ser humano, más cerca cada uno; esto daba un nuevo sentido al sufrimiento en la Tierra.
Crecimiento y arraigo
La nueva fe implicaba una transformación personal descrita en una simple frase en el conocido Sermón de la Montaña, "ama a tu prójimo como a ti mismo". Éstas serían las bases sobre las que se asentarían los valores del sistema medieval en occidente que, obviamente, no coincidían con los valores de los dioses greco-romanos.
Los cristianos hablaban de un reino celestial, no terrenal por lo que los judíos radicales que buscaban una separación de Roma se decepcionaron y los líderes conservadores consideraban que era un peligro para la fe.
Aunque los romanos los veían como a un movimiento religioso dentro del judaísmo, pronto fueron haciéndose evidentes las diferencias entre el dios hebreo y el cristiano; la resurrección de Cristo, que fue visto como el Mesías de la tradición, los separaría definitivamente.
Si bien se reconoce a Pedro como el fundador de la iglesia cristiana, sería Pablo de Tarso quién más haría por la difusión del cristianismo contactando con todos aquellos que no pertenecían al judaísmo y volviéndolo un movimiento más amplio. Explicaba en las denominadas Cartas de Pablo sus principios universales: que Cristo había sido un Dios Redentor y el Salvador del hombre ya que había tomado el pecado original para salvar a la humanidad.
Los textos sagrados sobre los que descansaría el cristianismo se compusieron de las memorias personales de sus discípulos integrando la parte de la Biblia que se conoce como Nuevo Testamento. Hasta el año 70 de nuestra era, Jerusalén era el primer centro cristiano conocido pero luego de la conquista romana dejaría de serlo. Esto daría a todas las iglesias independencia por lo que los primeros años su desarrollo vinieron de la mano de los mismos caminos romanos gracias a los misioneros cristianos, pues a través de esos mismos caminos se esparció rápidamente.
Muchos de los primeros cristianos eran miembros de familias judías helenizadas por lo que pertenecían a poblaciones de oriente de habla griega y no sería sino hasta los siglos III y IV que atravesaría mayores distancias por las traducciones del griego al latín. La flexibilidad de su práctica que generalmente consistía en un ágape de hombres y mujeres en casas privadas hizo que la religión se filtrara poco a poco entre las familias de todas las condiciones sociales.
Otro de los motivos por los que el cristianismo llegaría a organizarse en una institución fuerte e influyente fue el hecho de que, a principios del siglo II comenzaría a jerarquizarse a los jefes de cada comunidad bajo el nombre de obispos y, a los clérigos que ayudaban, como presbíteros. Esto tal vez se debiera a las raíces judaicas que emergían con la supremacía del varón: lo cierto es que se legitimaron por sucesión apostólica y esta misma organización comenzaría a encender las alarmas en el Imperio ya que comenzó a ver al cristianismo como amenaza.
Los caminos romanos fueron uno de los factores determinantes para la difusión del cristianismo: los misioneros daban a conocer las palabras de Jesús pues podían trasladarse fácilmente de pueblo en pueblo.
Entre los reclamos en la práctica de la fe estaba el hecho de que no participaban activamente en la adoración de los dioses del Estado pues consideraban a esta como idolatría; por ese mismo tiempo comenzarían los prejuicios. Uno de ellos los acusaba de horrendos crímenes debido a la ceremonia de la eucaristía.
Desde las persecuciones hacia un Imperio católico
La última plegaria de los mártires cristianos, pintura de Jean-Léon Gérôme que representa el martirio en las arenas romanas en épocas de persecución.
La primera persecución sistemática comenzaría con el emperador Decio entre los años 249 y 251 tomando a los cristianos como culpables de los desastres acaecidos en Roma. Durante todo el siglo III serían perseguidos y surgirían los primeros mártires ofrendados para divertimento romano; esto solo haría que la nueva religión se arraigara aún más pues no era privativa de una clase social. Una de las mártires más famosas sería Perpetua, proveniente de una familia aristocrática pagana quien moriría en la masacre de la Arena de Cartago un 7 de marzo víctima de las bestias que integraban los circos romanos.
A comienzos del siglo IV Diocleciano redoblaría los esfuerzos pero ya sería demasiado tarde para las persecuciones pues el cristianismo estaba instalado definitivamente. Constantino I lo legalizaría en el año 313 mediante el Edicto de Milán y se convertiría en su protector convirtiéndose en uno de los primeros emperadores cristianos en el momento de su bautismo.
A partir de Constantino, todos los emperadores fueron cristianos salvo Juliano quien intentaría volver a la religión politeísta greco-romana pero ya era imposible volver sobre los pasos dados. El emperador Teodosio en el año 380 tomaría al cristianismo como religión oficial del Imperio y prescribiría las religiones paganas.
Una vez oficializado el cristianismo éste se organizaría en parroquias y diócesis regidas por un obispo. Estos mismos obispos, una vez caído el Imperio Romano de Occidente facultaron al obispo de Roma para dirigir al resto de las congregaciones ordenándose así de manera jerárquica y creando en el proceso la figura del Papa. Esto no sería aceptado por las iglesias orientales (bizantinas) y, de esta manera, se originarían las dos iglesias católicas que aún persisten: la iglesia católica romana y la iglesia católica ortodoxa.
El emperador Constantino I fue quien a través del Edicto de Milán legalizaría al cristianismo y se convertiría así en el defensor de la nueva religión.
El cristianismo en la actualidad
Mucho tiempo pasaría desde el afianzamiento del cristianismo hasta nuestros días. Desde el relato del niño Dios nacido en Belén, la crucifixión y el siglo XXI se desarrollaron diferentes procesos históricos que crearían cismas: el de los católicos romanos y ortodoxos solo sería el primero.
Desde el relato de la crucifixión, la cruz se convertiría en el símbolo principal de los cristianos.
Con los años la iglesia se fue alejando de los preceptos impartidos por los primeros cristianos y se constituyó en una excelsa institución de poder e influencia; otra de las grandes divisiones partiría de Martín Lutero erigiendo los fundamentos del protestantismo. Y de esa manera, de acuerdo a los líderes religiosos que fueron surgiendo, las divisiones se harían más frecuentes y en la actualidad existen cientos de iglesias erigidas en torno al nombre de Cristo.
En la actualidad el cristianismo es la tendencia espiritual que predomina en nuestra cultura occidental. La sociedad y los preceptos que difunden cada una de sus diferentes versiones religiosas lejos están de las palabras originales de Jesús en el Sermón de la Montaña; aún no se avizora el final de las derivaciones de este proceso, tanto sea el cielo o el infierno, el resultado está en manos de lo incognoscible.