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¿SABÍAS QUE..?

Debido al detalle de la caligrafía, la más favorecida de todas las artes en el Imperio Otomano fue la confección de los libros.


Los azulejos son el ejemplo perfecto de los motivos florales utilizados por el arte otomano, sobre todo el empleo de la forma del tulipán.

¿SABÍAS QUE..?

Las miniaturas también constituyeron una de las expresiones artísticas más destacadas del arte otomano.


Detalle del interior de Hagia Sophia, en Estambul. Santa Madre Sofía o Hagia Sophia es una antigua basílica patriarcal ortodoxa, posteriormente reconvertida en mezquita y actualmente en museo, en la ciudad de Estambul, Turquía.

Mezquita Verde de Iznik.

Arte otomano



No existe información confiable sobre el origen de los turcos otomanos y, aquella que lo es, resulta escasa. Su nombre proviene del término turco Osmanli, de la casa de Osman I, quien fundara la dinastía que gobernó durante aproximadamente seis siglos al Imperio Otomano. Más tarde el principado otomano comenzaría a incorporar no solo a otomanos, sino a otros musulmanes de habla turca, además de cristianos no turcos, hasta llegar al presente pueblo. Esta cultura legaría al mundo un arte que todavía despierta admiración; veamos por qué.


Antiguo mapa de Asia Menor -actual Turquía- cuna del arte otomano.

ALGO DE HISTORIA

Al período otomano se lo suele ubicar en los años 1326-1922. En la Anatolia centro-occidental, los turcos osmanlíes u otomanos se desarrollaron de tal manera que fueron un Estado central que absorbió a los otros sucesores selyúcidas. Con el tiempo, en los albores del siglo XVI, se convertirían en un imperio que se extendería desde el Océano Atlántico hasta las fronteras de Irán y de Arabia. Hacia el comienzo del siglo XV ya había incorporado parte de los Balcanes; durante 300 años los osmanlíes fueron una dinastía fuerte hasta el fin del mismo imperio cuando finalizaba la Primera Guerra Mundial. A pesar de que los súbditos de este imperio eran de pueblos y tradiciones diferentes, los turcos siempre fueron la clase dominante.

LA ESENCIA DEL ARTE OTOMANO

Este arte tiene un fuerte componente centralista de características imperiales con artistas y artesanos de diferentes orígenes. Las diferencias regionales se evidencian en los materiales utilizados, en los bordados, y en la fabricación de alfombras, pero aun así, se mantiene una línea estilística.


Exhibición de diferentes diseños de cerámica turca en un mercado al aire libre. Aquí se ve la profusión de colores que se utilizan también en las alfombras.

En Damasco y en El Cairo se alzaron mezquitas de origen otomano y los modelos instituidos para los hornos ceramistas oficiales de Iznik fueron los mismos que se siguieron en su decoración tanto para azulejos como vasijas de alfarería. La cerámica de Iznik descolló a mediados del XVI; los artesanos desplegaron una pintura levemente vidriada con siete colores diferentes. La mayor parte de los diseños se basaban en flores, sobre todo el tulipán, destacándose la fabricación de azulejos cuyo máximo esplendor se alcanzaría en la decoración interior de las grandes construcciones otomanas.

Las artes visuales eran afectadas por otras influencias: las órdenes místicas tales como la Orden Bektashi y la Orden Mevleví. Los primeros fundaron casas monásticas y difundieron un culto religioso combinando el viejo chamanismo turco con el misticismo chiíta y sufí; los segundos difundirían más acentuadamente el misticismo, sobre todo en las clases gobernantes e intelectuales del país. Los zaviye o clubs de artistas surgidos entre los derviches (Orden Mevleví) se consideraban como "hermandades de virtud" y cohesionaron a los gremios urbanos en una especie de cooperativas. Los diferentes oficios que las constituían hicieron que sobrevivieran diferentes métodos artesanales pues habían conservado las tradiciones de cada especialidad.


Entrada a la ciudad de Iznik (Nicea), origen de la base estilística de la cerámica otomana.

LA IMPORTANCIA DE LA CALIGRAFÍA

Con los otomanos la caligrafía, la ley, la arquitectura, la escritura y la ciencia militar se convertirían en signos de riqueza, prestigio y esplendor pues los perfeccionarían al detalle. Esto se debe a que el Islam es una religión centrada en el aprendizaje del texto del Corán e históricamente desalentó o prohibió la figuración, por ende, la caligrafía sería una de las manifestaciones artísticas más destacadas.


Imagen de caligrafía arábiga en una alfombra. El arte de la caligrafía se extendería a numerosas expresiones artísticas.

En el siglo XV el estilo iniciado por Seyh Hamdullah se convertiría en la base de la caligrafía otomana y, por lo tanto, el referente para la copia del Corán.

La caligrafía arábiga se distingue de la occidental por tres características fundamentales: primero, se considera que no se originó como un medio de comunicación entre pares, sino entre Dios y el hombre. En segundo lugar, su composición se distingue por la unidad entre sus caracteres, ya que cada trazo está indefectiblemente ligado al precedente. Por último, el sentido de lectura es de derecha a izquierda.


El Corán difundiría en el siglo XV las bases para el posterior desarrollo de la caligrafía.

Debido a este origen sagrado, la caligrafía se reviste de una importancia trascendental que le permite ser apreciada como elemento dominante no solo en la literatura, sino en todas las restantes formas de arte: la arquitectura, la cerámica, los tejidos, el metal, el vidrio, etc. En otras palabras, el mundo islámico.

Al igual que en las letras latinas, existen diferentes estilos de escritura arábiga y si bien son numerosos, los más importantes son el cúfico y sus variadas formas, el nasji, el thuluth, el muhaqqaq y el nastaliq, entre muchos otros. El Imperio Otomano en particular logró crear formas de caligrafía excelente, como la firma ceremonial conocida como tughra y el monograma del sultán plasmado en los diplomas.

LA EXPRESIÓN PLÁSTICA

La prosperidad que alcanzó el Imperio Otomano en el siglo XIV favoreció a los comerciantes y artesanos, por lo que florecieron las diferentes miniaturas que reproducían la vida cotidiana.

Originalmente, la pintura otomana se erigía en tipos persas y composiciones arabescas, destacando los dibujos sobre la vida nómada realizados por Mehmet o los retratos pintados por Nagari.

Al finalizar el siglo XVIII se comienza a notar la influencia europea tanto en el estilo -composición, perspectiva, pintura figurativa y el uso de la anatomía- como en el uso de materiales con la introducción de aceites en la técnica. La pintura daría paso a un estilo con mayor técnica y madurez centrándose en unas sombras más marcadas y una gama de colores más reducida, destacando entre todas la pintura cortesana.


Vista aérea de Bursa, junto con Erdine, dieron origen a la magnífica arquitectura otomana.

EL ESPLENDOR DEL ARTE EN LA ARQUITECTURA

El arte y la cultura de Asia Menor, alcanzó su máximo esplendor en esta rama del arte. Los edificios más hermosos fueron construidos en este período: las mezquitas.

Esta arquitectura surgió en Bursa y Edirne en los siglos XIV y XV: en su estilo se fusionan la arquitectura selyúcida previa y la bizantina con la conquista de Constantinopla. Durante casi cuatro siglos, las obras arquitectónicas bizantinas inspirarían la construcción de las mezquitas otomanas: una síntesis perfecta entre el Mediterráneo y Medio Oriente. Las mezquitas se transformarían así de un reducto oscuro y estrecho lleno de arabescos a un espacio sagrado saturado de equilibrio estético en busca de la trascendencia divina a través de una refinada elegancia. Aun así, algunas de ellas se encuentran actualmente en franca decadencia.

Las grandes mezquitas disponen de un lugar en el que se encuentran las fuentes para lavarse antes de iniciar los oficios religiosos; de allí, orientado hacia La Meca, se pasa al oratorio en el que se localizan el mihrab o nicho de orar, el mimbar desde el que el imán pronuncia el sermón del viernes, la tribuna de los cantores y el palco para las máximas autoridades de la ciudad.

Al lado de las mezquitas se suelen alzar construcciones como hospitales, comedores de pobres, farmacias, escuelas y muy bellos sepulcros.

Además de las mezquitas los otomanos construyeron palacios extraordinarios utilizando el mármol como principal material de construcción. En ellos se aprecian magníficos azulejos, cornisas en forma de estalactitas y grandes bóvedas. Las fuentes son parte de la arquitectura y se encuentran en las calles o plazas de cualquier pueblo turco. Estas fuentes están ricamente adornadas y frecuentemente se pueden ver inscripciones en ellas. La distribución de las casas otomanas constaba de diferentes plantas; en el primer piso se podían encontrar las habitaciones y en la planta baja estaba el recibidor. La madera era el material predominante en su construcción.

Se puede describir a la arquitectura otomana como especialista en el desarrollo de la técnica de la construcción de grandes espacios interiores provistos de cúpulas que parecen carecer de peso, logrando así una perfecta armonía con el exterior que articula de manera brillante la luz y la sombra. Los patios interiores y exteriores adquieren, de esta manera, gran relevancia.

Se pueden apreciar ejemplos de la época clásica de la arquitectura otomana en Turquía, Egipto, Túnez, los Balcanes, Hungría y Argel.

En cierto momento de la historia otomana, debido a sus relaciones con Francia, las construcciones recibirían influencia del Rococó y el Barroco; por ello la élite se abrió a los espacios y el agua que, junto con las fuentes, comenzarían a utilizarse en la construcción de residencias.


Se encuentran trazos de la influencia del Barroco y el Rococó francés en parte del arte otomano, sobre todo en el uso de curvas y detalles en oro.

Entre los años 1900 y 1909 surge lo que se conoce como el Renacimiento Nacional de la Arquitectura. Al igual que otros "renacimientos", evocan épocas pasadas asociadas al ser cultural pero utilizando elementos y técnicas de construcción contemporáneos como el hierro, el cristal, el hormigón armado y el acero. Un ejemplo conocido de este estilo lo constituye la Oficina Central de Correos en Estambul.

Los jardines también fueron incorporados a los elementos arquitectónicos como rasgo estilístico distintivo ya que se los revistió de un carácter sagrado, considerados como una representación del Jardín del Edén, el Paraíso desde el Corán. Esto significa que los jardines serían percepciones abstractas del Cielo y, por lo tanto, debían ser hechos como lugares de contemplación. La naturaleza se incorporaría así al detalle decorativo de las construcciones.

Ejemplos importantes de la arquitectura otomana son:

  • La Gran Mezquita de Manisa (1366) formada por el aprovechamiento de antiguas columnas que sustentan arcos peraltados y provistos de tirantes que organizan el espacio.
  • Mezquita Verde de Iznik (1378), es un monumento de gran simplicidad; debe su nombre a los finos tintes de color de los azulejos que adornan el alminar (especie de torre), cuya galería descansa en hileras de estalactitas saledizas.
  • Ulu Cami de Bursa (1396) forma una sala hipóstila sobre pilares cuadrados, rematados por grandes arcos apuntados que sostienen las cúpulas.
  • El conjunto religioso o külliye en Edirne, que consolida el estilo otomano: una mezquita, una escuela y edificios fechados entre 1484 y 1488.
La tapicería, un clásico

Las alfombras y tapices turcos se caracterizan por ser obras de arte. Se pueden encontrar los más variados diseños en distintos colores y tejidos, pero todos ellos de una belleza y una calidad insuperables.

El siglo XVI fue un periodo en el que destacó la fabricación de estas piezas textiles además de la cerámica. Se distinguen las alfombras tejidas en Bursa, entre otros lugares, ya que son de extremada calidad y sus motivos incluyen a los campesinos de Anatolia.

Imagen del diseño de una típica alfombra turca, en este caso, en la gama de los azules.