Desde las pinturas rupestres el hombre instaló un tema que presenta controversias: el concepto de lo que es bello y, por inferencia, qué es realmente arte y qué no lo es. El arte comenzó asociándose a la belleza pero fue evolucionando hasta convertirse en una rama de la filosofía: el problema de la estética.
La palabra estética proviene de término griego aistêtikos (de aesthesis) que significa “lo que afecta a los sentidos”, de esta manera, quedaría asociado indefectiblemente a la percepción del objeto por los sentidos. El filósofo alemán Alexander Baumgarten fue quien empleó la palabra estética por primera vez en 1750 y entendía que el fin de la belleza era gustar y promover el deseo. Sin embargo, la rama de la filosofía que reflexiona sobre el problema de la estética no tiene como objetivo definir la belleza ni buscar el fin que persigue, pues busca profundidad en su comprensión y éstas serían solo dos variables. Podemos decir entonces, que la estética es la parte de la filosofía que se dedica al estudio teórico de la belleza, el arte y el gusto.
La muerte y la belleza son dos cosas profundas que tienen tanto de azul como de negro y parecen dos hermanas, terribles y fecundas, con un mismo enigma y similar misterio.
Víctor Hugo
Los parámetros para definir la belleza y el arte pasaron a considerarse propios del ideal burgués.
Aristóteles contemplando el busto de Homero. Obra de Rembrant que recrea al autor de la Poética.
Belleza griega
La percepción de lo bello en el mundo griego estaba determinada por las ideas platónicas. Para Platón existía un mundo sensible y un mundo inteligible (el de las Ideas); el primero era el mundo humano cambiante, perecedero y captado por los sentidos, el segundo era eterno e inmutable. Partiendo de ello, en sus escritos describe a las cosas bellas como aquellas que participan de la idea de belleza, es decir, en el mundo humano, y que imitan a la belleza de ese mundo inteligible.
Por otra parte, su discípulo Aristóteles en la Poética revaloriza al arte en nuestra vida. Dice que las manifestaciones artísticas son formas de imitación de lo que acontece en la vida; el ser humano se identifica con la obra y el alma recupera el equilibrio perdido por medio de la catarsis. En síntesis, a diferencia de Platón, para Aristóteles el mundo de las ideas no existe: las cosas bellas están en nuestro mundo.
Escultura que representa a Platón, el primer filósofo que comenzó a reflexionar sobre la belleza.
La belleza según Dios: cielo e infierno
Durante la Edad Media el concepto de belleza variaría sustancialmente. Para los filósofos cristianos existía una belleza sensible, terrenal y la verdadera belleza que pertenecía al cielo. Los que sentarían las bases de la doctrina cristiana serían San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino; Dios era la causa de toda hermosura.
La iglesia desconfiaba del arte pues para ellos no había que interesarse en las cosas terrenales sino en consagrar la vida admirando la belleza celestial; debido a esto el arte medieval es básicamente religioso y su función era hacer llegar el mensaje de Dios al pueblo a través de imágenes ya que la mayoría era iletrada. Y así es como el mundo occidental se pobló tanto de motivos divinos como infernales.
Y a pesar de las diferencias, en este periodo consideraban a la belleza del cuerpo como señal de la belleza de Dios, al igual que los antiguos griegos, belleza y bondad iban de la mano; tal es así que, por ejemplo, un signo de santidad era la incorruptibilidad del cadáver. La enfermedad o marcas corporales se las contemplaba como satánicas. La belleza y plenitud se conseguían en el cielo si se había obrado con rectitud en esta vida, que era “un valle de lágrimas”; en el infierno aguardaban todos los horrores si no se había seguido el camino de Dios.
Pero la Edad Media tocaría a su fin y lentamente la mirada de la humanidad iría cambiando. En el estilo gótico habría una vuelta a la naturaleza pues, en definitiva, Dios estaba en todas las cosas y éstas en armonía con él. Teniendo en cuenta este punto, pronto se volvería a una idealización de la cultura greco-romana de la mano del Renacimiento: la percepción comenzaría a poner sus ojos en el hombre.
Ordenando el caos estético: Kant al rescate
Sería Immanuel Kant quien relacionaría la estética con el conocimiento racional y empírico instalándola como disciplina autónoma, sobre todo separándola de la ética y la moral. La gran ruptura del filósofo estaría dada por acabar con la idea de que las cosas son bellas por sí mismas, es decir, la belleza no es propiedad del objeto sino que radica en la mente de quien la percibe. En otras palabras, tanto la belleza como el juicio estético son subjetivos pues son el resultado de la sensación del sujeto. Aunque esto último también tiene algunas limitaciones para diferenciar lo bello de lo tan solo agradable: el juicio no debe estar viciado de interés, es decir, no debe haber interés o deseo en el sujeto con respecto al objeto; además, la belleza estaría determinada por la forma y no debiera tener ningún fin predeterminado. Kant añade que los sentimientos estéticos se despiertan ante lo bello y lo sublime; lo primero para él se da en objetos limitados, en cambio lo sublime es ilimitado. Lo bello produce placer y encanta,lo sublime conmueve y se yergue en una gama más variada de sentimientos que exceden al placer y sacuden el espíritu.
Pintura de Goya que muestra la Resistencia española a la armada napoleónica (1808).
Fealdad y belleza, dos caras de una misma moneda
Hasta el Renacimiento, la belleza era considerada un valor absoluto en el arte y la fealdad solo se asociaba a la maldad o la ausencia de lo divino.
La fealdad no es antónimo de estética sino que es parte de ella: algo puede ser estéticamente bello o no. Benito Pérez Galdós, por ejemplo, creó en su obra Marianela, a la primera heroína romántica que no era estéticamente bella. Los artistas románticos y más tarde los llamados “poetas malditos” como el caso de Arthur Rimbaud y Charles Baudelaire –entre muchos otros – revalorizaron la fealdad para describir lo miserable del mundo a través del arte; ésta les permitía poner en primer plano los grandes contrastes entre las clases y abría la posibilidad crítica a una sociedad decadente.
Si bien fue Francisco Goya entre el siglo XVIII y XIX quien utilizó la fealdad en sus pinturas para denunciar el horror de las guerras, no sería hasta después de la Primera Guerra Mundial que se establecería la ruptura definitiva entre los artistas del momento y el arte y la estética tradicionales; de la mano de las vanguardias, entre ellas el Dadaísmo y el Surrealismo, el arte se resignificó.
Retrato de Jeanne Duval, del artista Charles Baudelaire, más conocido por su obra escrita.
El arte cambia al mundo
Los parámetros para definir la belleza y el arte pasaron a considerarse propios del ideal burgués; luego de las rupturas que originaron las vanguardias y las ideologías que las acompañaban se puso en tela de juicio no solo la concepción de la belleza sino también la noción misma de arte.
Entre quienes contribuirían a este cambio radical en lo que se conocía como arte estaría el filósofo alemán Theodor Adorno encabezando la conocida Escuela de Frankfurt. Para él, el arte, al ser denuncia podía ser también una instancia de liberación para el ser humano.
Monumento que evoca la Primera Guerra Mundial, punto de ruptura que llevaría a una nueva definición de lo que es el arte.
¿ESTÉTICA PARA QUÉ?
La estética se ocupa de una clase especial de objetos hechos por el hombre: de aquellos que pueden ser contemplados estéticamente, es decir, que actúan estéticamente sobre los sentidos y la experiencia humana.
Esta mirada nos permite darnos cuenta de cómo construimos y percibimos ese mundo observando lo que consideramos bello. El semiólogo Umberto Eco explica que, en la actualidad, los ideales de belleza son impuestos por los medios masivos, por lo tanto, puede decirse que nuestra sociedad occidental adolece de considerar a la juventud como un valor en sí misma. Esto deviene en desprecio por la vejez y con ello, la incapacidad de aprovechar la sabiduría adquirida por la experiencia de los miembros más valiosos de la sociedad.
En la actualidad, los medios masivos se apropiaron del discurso sobre lo bello e instalan en el consumidor las características que debería tener algo que se considere bello. La imagen prevalece sobre las cualidades que no se perciben visualmente.
Arte y vida
Una vez que se concibió al arte como algo más que una manifestación de lo bello, pudieron reconocerse en las obras artísticas la percepción y la construcción del mundo de una sociedad. Así, en determinada época, la ideología del artista y su grupo social se desprendían de los trabajos, pues podía encontrársela más o menos manifiesta.
De esta manera, el arte se utilizaría para denuncias políticas y se asumiría determinado compromiso social: el contraste entre la fealdad y la belleza volvería a adquirir sentido en tanto manifestación de procesos sociales.
Así las cosas, la película Tiempos Modernos de Charles Chaplin mostraba a través del cine las consecuencias de la Revolución Industrial y la enajenación del ser humano en el sistema; otro tanto haría la película Metrópolis de Fritz Lang. Estas obras cimentaban los argumentos de los filósofos y analistas sociales que entendían al arte como transformador de la sociedad. En otra vereda se encontraban artistas como Oscar Wilde, quien veía al arte como una fuerza social que no tiene un fin en sí mismo. La teoría estética de este escritor es la del arte por el arte. En la vereda opuesta encontramos otro gran escritor, León Tolstoi, quien señalaba que el arte debe contribuir a unir a los hombres, a comunicarse entre sí y coincidir con los criterios morales de su época.
Puede verse un gran compromiso social y político en diferentes obras, sobre todo en una manifestación estética como la música. Un ejemplo de ello es el tema Desapariciones compuesto en 1984 por Rubén Blades. En él se denuncia la situación que se vivía durante la dictadura militar argentina en la década del setenta. Más reciente y a escala global con el comienzo del siglo XXI, en el 2003, el tema de Silvio Rodríguez, Cita con ángeles. hace una dura crítica a la violencia social imperante.
Un tema inagotable
Una faceta humana tan fascinante como el arte atrae a pensadores como Walter Benjamin, quien habla de la pérdida del aura que sufrió la obra de arte debido a los mecanismos de reproducción masiva. El surgimiento del Pop Art refrenda sus palabras: el arte se hace masivo.
El sociólogo Pierre Bourdieu, en cambio, introdujo el concepto de campo aludiendo al conjunto de relaciones en torno de una actividad determinada; los artistas seguirían las reglas del juego del campo artístico y éstas persiguen fines estéticos.
El arte también fue utilizado en una u otra época para discriminar a determinados sectores basados en sus gustos estéticos ya que la valoración de ellos no contempla el universo cultural en el que algunos se encuentran inmersos. La estética nos ayuda a tomar cierta distancia de ello y percatarnos cuándo caemos en discursos heredados en lugar de la contemplación estética personal.
El arte, en definitiva, funciona de espejo ante una sociedad ciega a las sombras que proyecta. A través de él el hombre se muestra en los diferentes mundos que construye y, al igual que la humanidad, está lejos de ser una obra terminada.
Imagen en la que podemos ver al escritor León Tolstoi, quien consideraba que el arte debía contribuir a la superación del ser humano.