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¿Sabías qué?

En la mayor parte de los anuncios publicitarios de relojes, o cuando se encuentran en exposición, las manecillas del mismo apuntan al 2 y al 10.

Una obra realizada en el periodo de 1337 a 1339 de Ambrogio Lorenzetti registra la existencia del reloj de arena en aquella época.

Fragmento de El reloj de arena, de Jorge Luis Borges

“Por el ápice abierto el cono inverso Deja caer la cautelosa arena, Oro gradual que se desprende y llena El cóncavo cristal de su universo.

Hay un agrado en observar la arcana Arena que resbala y que declina Y, a punto de caer, se arremolina Con una prisa que es del todo humana.”

Con la invención de los relojes mecánicos, el reloj de arena perdió popularidad.

GRANDES INVENTOS: EL RELOJ DE ARENA



Medir, contar, esperar, accionar. El tiempo nos rige momento a momento, y a lo largo de la historia se ha buscado medirlo con exactitud. Un invento que sirvió para dicha empresa, y que aún hoy en día podemos verlo en juegos de mesa, obras pictóricas, y sitios de antigüedades, es el reloj de arena.

A lo largo de la historia, los seres humanos han intentado medir el paso del tiempo. Antiguamente se observaba la posición del Sol en el cielo y así se deducía cuál era la ubicación de la Tierra con respecto al mismo. En búsqueda de la exactitud, se inventaron los relojes.

Antes de la creación del reloj de arena se utilizaba el reloj de Sol, creado hace más de 4.000 años en Egipto. El mismo resultaba muy útil durante el día, pero quedaba obsoleto en la noche, cuando la luz del Sol no refractaba en su superficie y, por lo tanto, no marcaba el paso del tiempo.

Posteriormente, se fabricó el reloj de agua (también conocido como clepsidra), que según los hallazgos arqueológicos, fue creado en Egipto. El mismo consiste en una vasija con agua, que a través de un pequeño orificio deja salir el líquido a una velocidad determinada. El recipiente dispone de distintas marcas en su interior que van indicando los periodos de tiempo prefijados. Este reloj no necesita de la luz solar para su funcionamiento, es por ello que solía utilizarse en las noches.



Un dispositivo a prueba de todo

Si bien no se sabe con exactitud ni quién inventó el reloj de arena, ni cuándo sucedió, se tiene registro del mismo por primera vez en una obra de Ambrogio Lorenzetti realizada entre 1337 y 1339 llamada Alegoría del Buen Gobierno. En ella, se puede ver a la representación de la Templanza (una virtud cardinal que solía retratarse en las obras, que implica la moderación entre otras cosas) sosteniendo un reloj de arena en su mano derecha, lo que indica que para ese entonces ya se utilizaba.

Este gran invento resultó en sus comienzos muy útil para la navegación, ya que era la manera más confiable de medir el paso del tiempo a flote, a diferencia del reloj de agua que se veía afectado por el movimiento de las embarcaciones. A su vez, la arena no sufría tampoco las consecuencias de los cambios de temperatura, que sí afectaba el agua de la clepsidra. Gracias a este dispositivo, los navegantes podían medir el tiempo (y por consiguiente la distancia) desde un punto hacia otro.

Su uso se popularizó también en las iglesias y hogares. Ya no mantenían un tamaño grande como solían ser, sino que se fabricaban en versiones más pequeñas, y las sociedades los utilizaban para medir el paso del tiempo e indicar los períodos de tiempo.

El auge de este instrumento se mantuvo hasta el siglo XVI, cuando el desarrollo del reloj mecánico reemplazó al de arena. Esto se debía a que tenía mayor exactitud y era más fácil de adquirir. A pesar de ello, el reloj de arena se mantuvo en ciertos hogares y círculos ya que sigue siendo considerado un objeto de decoración y con una gran carga simbólica.



¿Cómo funciona?

El reloj de arena no requiere de más energía que la potencial de la gravedad. Está formado por dos recipientes de cristal que se encuentran unidos a través de un cuello cilíndrico. Este funciona como un regulador para permitir lentamente el paso de la arena desde el recipiente superior hasta el inferior. Es así que el tiempo se mide a partir de la demora que implica el paso de la arena desde una división a otra. Una vez que finaliza el proceso, el reloj de arena se puede reactivar al invertirlo, de manera tal que comienza a funcionar nuevamente.



Más que un símbolo

Podemos leer el concepto del reloj de arena en obras poéticas, o verlo plasmado en obras pictóricas, entre tantas otras. Este artefacto que en su momento permitió medir el paso del tiempo, es hoy en día un instrumento con mucha carga simbólica.

El reloj de arena demuestra clara y visiblemente el fluir del tiempo, sin interrupciones. También se utiliza como símbolo de los ciclos de la vida y de la historia, ya que, una vez que cae toda la arena hacia un lado, se invierte y vuelve a comenzar.


El estrecho cuello cilíndrico permite el paso constante de arena de un lado hacia el otro.