Elbibliote.com
TIENDA ONLINE
VOLVER A LOS ARTÍCULOS

El problema de la erosión en Ecuador



Los suelos generalmente están cubiertos o tapizados por vegetación, lo cual les permite resistir la acción natural del agua y del viento. Cuando la vegetación desaparece, el suelo queda desprotegido, y se produce entonces desgaste y pérdida de su calidad a causa de la movilización de toneladas de tierra fértil. A este proceso se le denomina erosión. En el territorio nacional, el 47 por ciento de los suelos presenta problemas erosivos de diferente magnitud. El 12 por ciento de los suelos erosionados corresponde a procesos activos de erosión, situación característica de los suelos de la Sierra. El 38 por ciento de los suelos restantes presenta condiciones potencialmente erosivas, y se localiza en los flancos exteriores de los Andes y en la Costa.

La erosión constituye, después de la deforestación, el segundo gran problema ambiental que enfrenta el país. Sus efectos revisten especial gravedad porque ponen en riesgo la economía nacional en diversos aspectos; perjudican, por ejemplo, al sector agropecuario, pues la pérdida de la calidad del suelo tiene una incidencia directa en los niveles de productividad de este sector. Por otra parte, los procesos erosivos traen consigo la acumulación de sedimentos en los lechos de los ríos -lo que provoca la paulatina reducción de los mismos, hecho que facilita desbordamientos de graves consecuencias sociales y económicas- y en el fondo de los embalses naturales y artificiales -circunstancia que lleva a la disminución tanto de la calidad del agua como de la capacidad de almacenamiento, lo cual implica una menor disponibilidad de agua potable o de riego y de generación de energía hidroeléctrica.

Si bien la pérdida de vegetación es una de las causas de los procesos erosivos, existen otros factores que contribuyen a este problema; de ellos, uno de los más relevantes es el uso inadecuado del suelo, como sucedió con los procesos de colonización. En efecto, los suelos del bosque tropical húmedo se convirtieron en grandes extensiones de pastizales y de monocultivos destinados a la exportación (palma africana, soya, palmito), pero la delgada capa de nutrientes que presentan estos suelos, su composición y su lenta recuperación son factores que determinan un bajo potencial para su uso agrícola y pecuario. En su mayoría, los pastizales se ubicaron en los flancos de la cordillera, hecho que agudizó la erosión a causa de la pendiente y la estructura de los suelos. Mediada la década de 1990, las estadísticas oficiales registraron la existencia de más de cinco millones de hectáreas de pastizales, muchas de ellas ubicadas en suelos no adecuados para esta actividad. Por otra parte, si se consideran las elevadas demandas de nutrientes que plantean los monocultivos y sus exigencias tecnológicas, resulta evidente la agresión que tales cultivos suponen para este tipo de suelos.


Los efectos de la erosión en la Costa

Para evidenciar los procesos erosivos y sus consecuencias a nivel nacional, cabe mencionar algunos casos a manera de ejemplos: en la Costa, los efectos más visibles de la erosión se aprecian en la provincia de Manabí y en las zonas secas de la provincia del Guayas. Estos suelos corresponden fundamentalmente a áreas de escasa precipitación, de modo que tienen poca vegetación y son pobres en nutrientes, pero se destinan a monocultivos y a la ganadería, situación que contribuye a su deterioro; por otra parte, la ausencia de riego y de lluvias facilita la acumulación de sales, de lo que se deriva su salinización. Este proceso resulta visible, principalmente, en zonas como Samborondón y Santa Elena, en la provincia del Guayas.

En las provincias citadas, que han sufrido procesos agresivos de deforestación, las épocas secas se prolongan y se reduce de manera paulatina la intensidad de las precipitaciones anuales; en Manabí, por ejemplo, en zonas que se consideran semidesérticas se registran precipitaciones inferiores a los 20 milímetros anuales. Paradójicamente, los cursos de los ríos se desbordan por la acumulación de sedimentos a causa de la erosión, como sucede con los ríos Bulubulu, Burro, Portoviejo y Chone, en las provincias del Guayas y Manabí. La erosión también afecta -en el sentido que más arriba se ha explicado- a grandes y costosos proyectos de embalses, como los de Poza Honda y Daule Peripa.


La erosión en la Sierra y la Amazonía


Provincia de Cotopaxi, perteneciente a la Sierra ecuatoriana.

En la Sierra, la erosión constituye un problema generalizado; sus causas más importantes radican en la incorrecta distribución de la propiedad del suelo, la tendencia creciente a la parcelación de las unidades productivas y el uso inadecuado de los suelos. El primer factor -la incorrecta distribución de la propiedad del suelo- se debe a la mala aplicación de la Ley de Reforma Agraria: la parcelación de las haciendas desplazó a los pequeños campesinos y a los indígenas a tierras altas y de páramo, y mantuvo la propiedad de los antiguos hacendados en las tierras bajas y los valles. El acceso a la tierra se realizó inicialmente a través de la comunidad, pero en la actualidad campesinos e indígenas están individualizando la propiedad, a fin de resolver las necesidades de autosubsistencia de los nuevos núcleos familiares, lo que conlleva un uso intensivo del suelo y empuja la frontera agrícola a terrenos de alta pendiente o de los páramos. Esta situación se agrava por la aplicación de tecnologías no adecuadas para labranza y cultivo y por el uso indiscriminado de productos químicos, con los consecuentes procesos de salinización del suelo; todo ello contribuye a los procesos erosivos. Además, un problema adicional que enfrenta la Sierra es el de la explotación de las canteras, actividad que genera la formación o la fractura de taludes y el arrastre de sedimentos a zonas bajas.

Un ejemplo de estos problemas lo constituye el terrible desastre de La Josefina, en 1993, que afectó al austro del país. En este sector, la explotación de canteras provocó el taponamiento de los ríos Cuenca y Jadán a causa del deslizamiento de una parte del cerro Tamuga. Dicho taponamiento permitió la formación de dos lagunas que inundaron al menos mil hectáreas de tierras productivas de los valles de los ríos Cuenca, Burgay, Déleg y Jadán. En la zona se embalsaron 200 millones de metros cúbicos de agua, volumen que supera en un 65 por ciento la capacidad de almacenamiento que tiene la represa hidroeléctrica más importante del país, en el sector del Paute. La presión del agua colapsó el dique de La Josefina y se produjo un derrumbe que liberó el agua represada, arrasando poblaciones vecinas. Esta tragedia afectó a 582.693 personas y alrededor de 2.473 hectáreas dedicadas a la producción agropecuaria. Casi toda la vegetación quedó destruida, y el paisaje, devastado. Se calcula que el desastre dejó un volumen de sedimentos de 3,5 millones de metros cúbicos, que alteró el lecho original del Paute, factor que contribuyó a que el río no alcanzara su nivel habitual, con la consiguiente afectación negativa sobre el sector hidroeléctrico del país.

Por otra parte, el tratamiento hidrológico de la laguna residual formada a raíz de este desastre tiene, sin duda, un costo realmente significativo, y más aún si se piensa en la descomposición que sufre la materia orgánica que quedó sumergida y en las aguas servidas que recibe la zona. Cabe señalar que en otros lugares del país el manejo irresponsable de las canteras y de los terrenos laderosos provoca considerables problemas erosivos que podrían tener consecuencias tan devastadoras, si no más, como las sufridas en el sector de La Josefina.

Por lo que a la Amazonía se refiere, los problemas de erosión de los suelos se deben principalmente a la tala del bosque, la quema de la vegetación natural en pendientes pronunciadas y la siembra e implantación de pastizales en terrenos laderosos de las estribaciones de la cordillera Oriental. En términos generales, los procesos erosivos se evidencian en la reducción de los niveles de rendimiento de producción respecto del área cultivada y de la inversión en insumos. La mayoría de productos agrícolas de todo el territorio nacional reporta bajos rendimientos por unidad de área y demanda ingentes cantidades de insumos para mantener sus niveles de producción, hecho que refleja el deterioro de la capacidad productiva de los suelos.


El combate contra la erosión

Las propuestas vinculadas a la mitigación de los procesos erosivos están inmersas dentro de proyectos cuyos ejes centrales son el incremento de la producción, el manejo de cuencas y la reforestación. El objetivo de dichos proyectos es la conservación de suelos a través de la construcción de obras físicas para reducir, por ejemplo, los niveles de sedimentación que soportan las principales cuencas hidrográficas del país, como la del Paute. En otros casos, sobre todo en microcuencas, las medidas se relacionan con el manejo de obras biológicas, a nivel de programas que promueven el tratamiento de los suelos a través de la implantación de cercas vivas, la construcción de terrazas, la protección de taludes, los cultivos contra pendiente, el aumento de la cobertura vegetal, la implantación y mejora de los sistemas de riego y la educación de los usuarios en el manejo de plaguicidas.

Cultivos y erosión

Pese a los insistentes reclamos que se realizan para que no se ocupen las pendientes con cultivos o pastos, la gente, alegando pobreza y falta de medios de subsistencia, tala el bosque y se asienta en pendientes mayores del 30 por ciento que son presa de la erosión. Los efectos negativos no se dejan esperar; luego de algunas siembras, muy pocas por lo general, el suelo se queda despojado de su tierra vegetal y sobre ella es inútil cualquier cultivo. En otros casos más severos, se hidrata el suelo, con el peso del agua pierde su equilibrio y se desliza todo hacia abajo.

Una vez que se han acabado los suelos agrícolas y se ha quedado la roca pelada, los campesinos abandonan esas tierras para continuar con el despojo de otras. Si se retira la vegetación natural, en suelos poco inclinados también hay que tener algunas precauciones para mantener los suelos en buen estado. Las técnicas que aconsejan los conservacionistas son las siguientes: • Arar siguiendo las curvas de nivel, dejando fajas de vegetación natural en los lugares de mayor pendiente.

Otra técnica que ya conocían los agricultores del medio andino, hace miles de años, son las terrazas agrícolas.

Cuando se retira la capa vegetal de los suelos, sea para la construcción de caminos o sea para aprovechamiento de los recursos naturales, se debe cuidar que no se pierda la protección vegetal de los taludes, que deben mantener la debida inclinación. Los revestimientos deben ir desde muros de piedra a simples recubrimientos vegetales.

Nelson Gómez E., Elementos de geografía del Ecuador. El hombre y el medio.

Fuente bibliográfica: Enciclopedia del Ecuador</p>

© 2015 EDITORIAL OCEANO