Los hombres de las sierras
En el centro del Noroeste argentino, en la zona de valles y quebradas, se asentó el pueblo diaguita para construir allí su civilización.
El nombre de “diaguitas” se cree que se lo dieron los incas del Perú, quienes llamaban así a todos los habitantes de la zona pues la palabra significa “serranos”. Esta gente vivía precisamente entre las sierras y montañas, en los valles ubicados entre 1300 y 3000 metros sobre el nivel del mar. En realidad no eran un solo grupo sino varios, cada uno con su territorio, su jefe y un nombre que los identificaba, pero con un denominador común que los aglutinaba: la lengua cacán. Entre otros grupos estaban los quilmes, cafayates, yocaviles y capayanes.
La confusión acerca de la denominación radica en que las primeras crónicas adjudicaron el gentilicio de “calchaquíes” a los habitantes de la región del mismo nombre y por extensión a las restantes comunidades del área.
LENGUA
El cacán era una lengua con muchos sonidos guturales, por lo que a los españoles les resultó demasiado complicada y decidieron entonces ignorarla utilizando para comunicarse el quechua, idioma de los incas que muchos diaguitas conocían.
A raíz de esto el cacán se convirtió en una lengua muerta hace más de doscientos años. Lo poco que perdura está en los nombres de cerros, ríos y localidades del Noroeste Argentino, como Payogasta, Nonogasta, Aconquija, Lurutacao, etc. Actualmente los diaguitas conocen el español pero conservan algunas palabras de la lengua cacán que utilizan para nombrar objetos o en ceremonias religiosas. Sus palabras engloban ideas y forman parte de una cultura que también se expresaba en su economía, su organización social y su cosmovisión.
HISTORIA
La etnia diaguita tuvo su origen a partir de las relaciones comerciales con poblaciones norteñas y de la vertiente oriental de la cordillera de Los Andes, que fueron modificando al Complejo Las Ánimas entre los siglos VIII y X d. C. Sin embargo algunos historiadores destacan las diferencias existentes entre los habitantes de los valles Copiapó y Huasco y los de los principales valles diaguitas como Elqui y Limarí, que llegaron para establecer una nueva cultura en aquellos valles, la cultura Copiapó. En la zona sur del territorio, según ha podido comprobarse, existieron colonias diaguitas establecidas con fines específicos llamadas mitimaes, dedicadas al comercio con los pueblos del complejo cultural Aconcagua, o a otras misiones económicas o militares. Los diaguitas desarrollaron la cultura colla argentina, que es una fusión de diaguitas, atacameños, omacaguas, capayanes y chichas, que fueron influenciados por la invasión quechua-aimara del siglo XV.
Hacia el año 1470 la vida de los diaguitas se vio alterada por la invasión del Imperio Inca. Los incas de Túpac Yupanqui, conducidos por el general Sinchiruca, quien tenía bajo su mando una tropa de diez mil soldados, según crónica del inca Garcilaso, controlaron rápidamente la débil resistencia diaguita. Las cerámicas encontradas en los valles del Elqui y Limarí, anteriores a las halladas en Copiapó, alimentan la idea de que la invasión no se produjo de norte a sur, como indicaría la lógica que debió haber sido, sino desde Tucumán hacia los valles aledaños. Al no contar con estructuras defensivas como los pukaras, los diaguitas no pudieron resistir demasiado tiempo el avance de los incas. Esto queda evidenciado en el cambio repentino de las cerámicas locales por las del estilo propio del Cuzco. A su vez, la aparición de las cerámicas destinadas exclusivamente a ritos incaicos, como eran las vasijas pakcha, y otras vasijas utilizadas por los jefes locales, es indicio de una fuerte alianza política entre ambos pueblos.
Años después, cuando en 1561 los españoles iniciaron la conquista, los diaguitas los enfrentaron con un poderoso ejército comandado por Juan Calchaquí, haciéndolos retroceder hasta Santiago del Estero. Pero los invasores lograron reagruparse e iniciaron una estrategia que les permitió cercar a los aborígenes fundando ciudades que los dejaron en medio. De esta manera, cuando el cerco se cerró por el norte con la fundación de Jujuy, lograron controlarlos y pasaron a dominar su territorio.
Luego, para no correr riesgos los dividieron y desarraigaron, trasladando a los quilmes en una larga caminata que se extendió desde Tucumán hasta Buenos Aires, para establecerlos en la zona en que hoy está la localidad que lleva su nombre. Del mismo modo que hicieron con los quilmes, al terminar la guerra llamada Guerra Diaguita o Guerra Calchaquí, la mayoría de las parcialidades fueron deportadas, y solo tuvieron alguna indulgencia con las que no participaron de la confrontación. Así ocurrió con los amaicha, a quienes les fue permitido permanecer en su territorio de los Valles Calchaquíes, en la provincia de Tucumán.
Para algunas de las parcialidades diaguitas expulsadas de los Valles Calchaquíes, el refugio fue el Chaco Austral, donde establecieron alianzas con etnias pámpido chaqueñas como los abipones y los emokovit o mocovíes. De esta manera se explican los grandes alzamientos producidos en el Chaco al poco tiempo de finalizar la Guerra Calchaquí. En uno de estos alzamientos fue destruida la ciudad española de Concepción de la Buena Esperanza, situada en el actual territorio de la provincia de Chaco, a orillas del antiguo cruce del río Bermejo. El éxodo desde los Valles Calchaquíes casi hasta las orillas del Paraná Medio, es la razón por la que aparecen topónimos que los recuerdan, como el de la localidad de Calchaquíes en el centro norte de la provincia de Santa Fe. Vale mencionar que la denominación de Calchaquíes que tomaron algunas parcialidades diaguitas, fue escogido en honor de quien fuera su jefe en la guerra con los españoles, Juan Calchaquí.
ECONOMÍA
El encargado del reparto de las tierras era el jefe, quien además se ocupaba de organizar y controlar la construcción de las terrazas de cultivo en las laderas de las montañas. El trabajo de la tierra era colectivo y el producto era guardado en los depósitos comunales. Entre los principales cultivos se contaban la quinua, el zapallo, los porotos, ajíes, papa y maíz. Realizaban además la recolección de frutos silvestres, principalmente algarrobo, chañar y copao que era lo que más abundaba. El algodón era cultivado para procesarlo y elaborar con él los trajes. Al algarrobo criollo le daban varias utilidades: usaban la madera para leña o fabricación de enseres, la corteza y la raíz para el teñido de lanas y telas y con los frutos hacían harinas para cocinar el pan que llamaban patay. Para tomar como refresco elaboraban una bebida parecida a la cerveza, el alojo, u otra a la que llamaban añapa.
Utilizaban canales de regadío para garantizar los cultivos; la papa y la quinoa la sembraban en las zonas más altas, valiéndose de terrazas y andenes de cultivo.
En las zonas altas y frías criaban llamas y alpacas, dedicando la mayor parte del año a la ganadería. Se ocupaban del pastoreo de los camélidos de los que obtenían carne (secada al sol para hacer charqui), lana y huesos, con los que hacían herramientas e implementos para el transporte de carga. Para el pastoreo llevan a los animales a las orillas del valle hasta el verano, tiempo en el que, aprovechando que desaparecía la nieve, ocupaban los pastizales de la zona cordillerana. .
Para completar la alimentación, los diaguitas de Chile recurrían al mar. De allí extraían peces, mariscos y mamíferos marinos. Ingresaban al mar en balsas de cuero de lobo marino y cazaban de esta manera peces mayores, incluso ballenas.
ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL
La autoridad era ejercida por un jefe cuyo poder posiblemente haya sido hereditario, y cuyo mandato se extendía sobre varias comunidades, de manera semejante a lo que ocurría con los cacicazgos. Aunque la familia era básicamente monogámica, los jefes practicaban la poligamia.
Su organización comunitaria se encuentra basada en el núcleo familiar extenso. Cuando la familia por medio de las uniones se extendía demasiado, generaba una nueva estructura de macro familias. Las macro familias tenían la ventaja de hacer más dinámico el trabajo agrícola por la diversidad de tareas, desde la construcción de las defensas, la irrigación y el trabajo en los andenes de cultivo, hasta tareas que superaban la capacidad de las familias y las familias extensas.
COSMOVISIÓN
Eran adoradores del sol, el trueno y el relámpago, algo típico de la cultura andina. Para propiciar la fertilidad de los campos celebraban rituales. Los ritos funerarios expresaban su culto a los muertos, considerando la muerte como un paso fundamental en el ciclo de vida. .
Para ellos el alma se convertía en estrella, en tanto el cuerpo del muerto quedaba en la tierra y por eso era enterrado con alimentos y bebidas. Alejados de los lugares en que enterraban a los adultos se encontraban los cementerios de párvulos en urnas.En el cuerpo de los niños habría vestigios de sacrificios propiciatorios de la lluvia. Es que la lluvia era decisiva para pueblos que, como este, basaban su subsistencia en la producción agrícola. Por eso los sacrificios eran realizados en lugares especialmente construidos para ello, los “zupca”, que estaban a cargo de los chamanes.
Según el mito andino la Pachamama podía estar acompañada de Pachamac, el dios del cielo, a quien también se conocía como Viracocha, y por sus hijos, el Sol y la Luna, considerados héroes civilizadores. Pachamac o Viracocha presentan particularidades que los asemejan a algunos personajes del Noroeste argentino, aquellos que llevaban los símbolos astrales. Como en Perú y Bolivia, los diaguitas participaban del culto a Pachamama, la Madre Tierra. La consideraban la dueña de la tierra y a ella le rogaban por la fertilidad de los campos, por el viaje de un peregrino, por los partos y la felicidad de todas las empresas. Ofrecían sacrificios de sangre y también ofrendaban el primer trago, el primer bocado y el primer fruto de la recolección.
CULTURA
Aunque sus orígenes difieren de los pueblos andinos (los diaguitas tenían linajes huárpidos, pámpidos y andinos); al menos a partir del llamado horizonte Tiawanaku recibieron importante influjo cultural (religioso, estilos de cerámica, etc.) desde los Andes Centrales -es decir, desde la región andina ubicada entre los 20ºS y la línea del Ecuador-.
Aunque de culturas muy similares por algunos rasgos, en especial lingüísticos, muchos etnógrafos hacen una separación de los diaguitas propiamente dichos respecto a los atacamas (o alpatamas de lengua cunza, emparentada a la lickan-antay) habitantes de la Puna, los humahuaca u omaguacas, los lípe y tomata (de lengua lickan-antay, habitantes de las sierras de Tarija y el norte de Jujuy), los capayán habitantes del sureste de La Rioja y norte de San Juan y los olongastas habitantes del sudeste de la provincia de La Rioja y el oeste de la provincia de Santiago del Estero y extremo noroeste de la provincia de Córdoba.
VIVIENDA Y ARQUITECTURA
Las formas de las viviendas iban de lo rectangular a lo cuadrangular. Se componían de varias habitaciones comunicadas entre sí, con angostas puertas para su salida al exterior. Utilizaron, en su construcción, el método "pirca" (superposición de piedras) y el techo a dos aguas era de paja o torta (mezcla de paja, ramas y barro). Desarrollaban sus actividades en poblados como Quilmes, La Paya, Tolombón, los que tenían un espacio fortificado “pucará” para defenderse de los ataques. Era un pueblo sedentario organizado en tribus o clanes "ayllu", construidos por varias familias regidos por un jefe "curaca", que podía tener más de una esposa según su condición económica. El cacique más destacado fue Juan Calchaquí, quien tuvo un importante desempeño frente a los españoles, como ya lo hemos hecho constar.
ALFARERÍA
Los diaguitas eran diestros alfareros. Cada familia fabricaba sus ollas, cántaros y vasijas. Además, había artesanos especializados que realizaban, por ejemplo, las urnas funerarias, donde los diaguitas enterraban a sus muertos. Algunas de estas urnas decoradas, se han conservado y son expuestas en museos, en la zona actualmente chilena su cerámica recibió influjos culturales procedentes de culturas que habitaron el actual litoral al norte de la región, por este motivo su cerámica suele tener formas antropomorfas y zoomorfas ("ánforas-pato" etc.).
El museo franciscano "Inca-Huasi" de la provincia de La Rioja (República Argentina), guarda piezas excepcionales de cerámica diaguita. Fue construido por fray Bernardino Gómez en 1926, y es uno de los más importantes de Latinoamérica en su especialidad.
ACTUALIDAD
En la actualidad la Comunidad Diaguita no cuenta con una cifra de población fiable ya que muchos de ellos no son registrados al nacer o cuando hay un censo niegan su procedencia por avergonzarse de ella.
Al habitar las altas montañas, territorio de difícil acceso al que solo se puede llegar a caballo, la inmensa mayoría no conocen “La Villa ” que es la población mas cercana, con unos 3000 habitantes, y que se llama San Agustín de Valle Fértil.
LA SEQUÍA
La sequía es un problema que afecta el cultivo de plantas y hortalizas. La desertización es terrible pues, entre los incendios debido a las altas temperaturas que soportan en verano y la nula planificación de forestación para repoblar los árboles que los hombres cortan para su uso, el terreno es cada vez más desértico. La erosión del suelo es muy grande y, cuando llueve, sufren inundaciones pues la tierra no esta fijada con vegetación. De siempre es una zona de escasas lluvias pero últimamente se ha agudizado mucho este problema.