LA INDEPENDENCIA DE BRASIL
Al igual que en las colonias americanas de dominio español, el inicio del proceso independentista de Brasil se inicia con la invasión de las tropas napoleónicas a la Península Ibérica, en octubre de 1807. Los franceses, al mando del general Jean Andoche Junot, invaden el territorio portugués, con el objetivo de aislar por mar a su eterna enemiga, Gran Bretaña.
Ante estos hechos, y con la clara intensión de sacar provecho posteriormente, los británicos ofrecen protección a la familia real portuguesa y a su extensa corte para ayudarlos a abandonar el país con dirección a las colonias que el reino de Lisboa poseía en Brasil.
Banderas de Brasil colonial.
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Principado | Reino de Brasil | Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve | Régimen constitucional |
Así es como Juan VI, príncipe regente de Portugal (había asumido ese cargo luego de que su madre, la reina María I, fuera declarada demente), su familia y una corte de más de 10.000 personas se traslada hacia territorio americano y se instala, primero, en Salvador de Bahía donde arriba en enero de 1808, para luego establecerse definitivamente en Río de Janeiro.
La llegada de la corte tuvo un tremendo impacto sobre Brasil. Río de Janeiro se convirtió súbitamente en la metrópoli más importante del imperio portugués, que también poseía colonias en Asia y África.
Como primera medida, a raíz de la ocupación francesa en Portugal y el bloqueo de los puertos del país, el príncipe portugués tomó la decisión de liberar el comercio y acabar con años de monopolio comercial impuesto por Portugal. En realidad, no le quedó otra alternativa ya que, de lo contrario, se habría quedado sin mercados para la producción brasileña y sin el ingreso de divisas correspondiente. Pero además tenía que pagar el favor de protección a los británicos.
A su vez, los ingleses recibieron otros beneficios, como el pago de menores tasas impositivas que las que pagaban los productos portugueses y la creación de tribunales especiales para resolver los conflictos comerciales británicos.
La apertura comercial benefició también a los productores brasileños que pudieron exportar sus productos locales, como el azúcar, el café y el algodón, que se producían en extensas plantaciones trabajadas por esclavos negros. Y, aunque solo podían comerciar con las naciones amigas, esto era mucho mejor que con el monopolio que los obligaba a comerciar solo con Portugal.
Otra consecuencia de las nuevas circunstancias fue que se levantó la anterior prohibición de manufacturar en Brasil.
Quedaba iniciada, así, una época de gran crecimiento y prosperidad económica para las colonias portuguesas en Brasil.
Pero no solo eso, sino que el establecimiento de la corte en Rio de Janeiro significó también la finalización del aislamiento cultural del Brasil, que era mucho mayor que el de las colonias de España, ya que en Brasil no había ni imprentas ni universidades. Tanto así, que a principios de 1808 se estableció la primera imprenta, y también se fundaron establecimientos culturales y educacionales.
El reino de Brasil
Cuando Portugal fue liberado en 1814, en un principio y en vistas de las ventajas económicas de gobernar desde ese rincón del mundo, Juan VI no quiso regresar a su país, prefiriendo permanecer en Brasil.
Independencia de Brasil.
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Bandera del Reino de Brasil. | Primera bandera del Imperio del Brasil. |
Otra razón que impulsaría a la corona a quedarse allí, fue la convicción que tenía el rey de que los terratenientes brasileños no aceptarían volver a ser gobernados desde Lisboa.
En diciembre de 1815, y tras la decisión de permanecer en América, elevó a Brasil a la categoría de reino, conformando el Reino Unido de Portugal, Brasil y los Algarves. Para algunos historiadores este hecho, más que el arribo de la corte en 1808, marca el fin del status colonial del Brasil.
En 1816, con la muerte de su madre, el príncipe regente se convertiría en el rey Joao VI de Portugal, Brasil y las Algarves. Sin embargo, la corte portuguesa se mantuvo leal a los intereses de la comunidad portuguesa en Brasil, lo que representó un grave conflicto de intereses que dividió al reino.
Por un lado, las tendencias estructurales eran favorables a Brasil, cuyo peso económico crecía enormemente frente al de Portugal. A su vez, la decisión del rey de permanecer en territorio brasileño y legislar desde allí, no cayó bien a muchos portugueses, en especial a los antiguos comerciantes monopolistas que habían perdido el control del comercio colonial.
Pero, por otro lado, el rey no podía liberarse de los intereses mercantilistas y monopólicos de los comerciantes portugueses, a pesar de los fuertes lazos e intereses comunes entre la Corona portuguesa y la oligarquía brasileña en torno del libre comercio.
Al mismo tiempo, los brasileños temían la restauración del status colonial y la pérdida de todo lo que habían ganado desde 1808, profundizando aún más el conflicto de intereses entre portugueses y brasileños.
No obstante las diferencias entre portugueses y criollos, en Brasil no existía una crisis de legitimidad, como sí ocurría en las colonias españolas. Después de la invasión de Napoleón a la Península Ibérica, en Hispanoamérica no había un rey al que obedecer, ya que el monarca español había caído prisionero. En Brasil en cambio, la corte entera se trasladó allí.
Lo cual no significaba que no existieran conflictos políticos en torno al manejo de las colonias portuguesas. Los gobernantes que ostentaban el poder continuaban siendo los mismos que lo hacían desde Lisboa. Ningún brasileño fue incluido en el nuevo gobierno. Aún los portugueses americanos vieron limitada su participación a las administraciones provinciales y locales.
Si bien la elite brasilera encontró el absolutismo ilustrado de Juan VI tolerable, las discriminaciones en favor de los portugueses eran muy resentidas. Además, con la corte en Río de Janeiro, las cargas fiscales se incrementaron considerablemente y las ambiciones imperiales de la corona portuguesa eran costeadas por los brasileños.
Para colmo, las ambiciones de la corona sobre Uruguay aumentaron con la llegada de las tropas portuguesas liberadas de la guerra en Europa y con la partida de lord Strangford, quien había jugado un rol de contención.
Es más, los acuerdos del rey portugués con Gran Bretaña para la supresión del tráfico de esclavos estaban en oposición a los intereses de la elite brasileña, que utilizaba a los esclavos como mano de obra, principalmente para trabajar en sus campos y plantaciones.
El tráfico de esclavos había sufrido importantes pérdidas debido a la represión británica. En 1815 el tráfico de esclavos se hizo ilegal al norte del ecuador, y en 1817 los barcos británicos obtuvieron poder de policía. Y si bien, al sur del Ecuador, el tráfico de esclavos continuó siendo legal y siguió abasteciendo las necesidades de trabajo en Brasil, los brasileños percibieron que los portugueses eran una amenaza a este tráfico de esclavos, debido a los compromisos que la corona había asumido frente a Gran Bretaña.
A pesar de estas divergencias de intereses, no se había producido ningún levantamiento contra el régimen político por parte de la elite brasileña.
Durante este período hubo solo una rebelión, la de la República de Pernambuco de 1817, que duró solo dos meses. Esta fue una revuelta contra Río de Janeiro, y contra los impuestos excesivos. Aunque en un principio la revuelta se extendió a los estados vecinos, no se trascendió hacia otras regiones del Brasil, y fue rápidamente reprimida.
Por otra parte, los británicos estaban en contra de la división del Brasil: habían conseguido el libre comercio, y preferían la unidad y estabilidad de Brasil, que les aseguraba la vigencia de ese beneficio.
Sin embargo, con la expansión de la revolución en Hispanoamérica el régimen portugués se tornó más represivo, temeroso de que la insurrección se propagara a su territorio, algo que finalmente nunca sucedió, y la independencia del Brasil se precipitó no tanto por procesos exógenos sino por sucesos propios dentro del imperio portugués.
La Revolución liberal en Portugal
Pacificada ya la Península Ibérica, en Portugal crece el descontento por la permanencia de Juan VI en Río de Janeiro. Portugal padece los descalabros de la apertura y la libertad del comercio decretada para la flota británica bajo la regencia de un general inglés. La culpa se achaca a la desatención de Juan VI en beneficio de sus intereses brasileños. En agosto de 1820 se produjo una revolución liberal en Oporto que se extendió hasta Lisboa. Los militares y burgueses portugueses no estaban satisfechos con las condiciones políticas y económicas en el Portugal de posguerra. El resentimiento salió a la superficie a causa de las protestas por el hecho de que un inglés estuviera presidiendo el Consejo de Regencia.
Por otra parte, la pérdida del monopolio económico portugués sobre Brasil dañó fuertemente los intereses económicos portugueses. Se generó un agudo déficit presupuestario, y los salarios militares y civiles no fueron pagados.
Los revolucionarios lograron tomar el poder de la ciudad, formaron una junta de gobierno provisional y convocaron a cortes generales, extraordinarias y constituyentes, que contaron con representantes de la metrópoli y de las colonias.
La Junta Provisional destituyó al Consejo de Regencia y exigió al rey Juan VI que abandonara Brasil y regresara inmediatamente a Portugal. La situación del rey era complicada en Europa puesto que en la Junta prevalecía una tendencia liberal y constitucionalista que buscaba suprimir la monarquía absoluta, aunque no se abandonaba la pretensión de devolver a Brasil su posición de colonia de la metrópoli.
Mientras tanto en Brasil, la exigencia impuesta desde Portugal para que la corte y el rey regresaran a su lugar de origen, provocó un conflicto político entre dos facciones. Por un lado, la facción brasileña, compuesta por los grandes terratenientes que se oponía al regreso del rey puesto que temía la vuelta de Brasil al status de colonia. Por el otro lado, estaba la facción portuguesa, integrada por comerciantes, oficiales del ejército y algunos funcionarios, que alentaban el regreso de Juan VI a Europa para así recuperar los antiguos privilegios coloniales.
Estas diferencias, derivaron hacia 1821 en diversas revueltas liberales encabezadas por portugueses, que forzaron al rey a aceptar una futura constitución liberal para Brasil y Portugal. El dilema que entonces se le presentó al rey era que si volvía a Portugal caería en las manos de los liberales y arriesgaría la pérdida de Brasil, mientras que si permanecía en Brasil perdería a Portugal ya que los liberales portugueses no estaban dispuestos a tolerar por más tiempo la ausencia de su rey.
Finalmente, en marzo de 1821 el rey Juan VI contra su voluntad y obligado por los acontecimientos (ya que peligraba su continuidad en el poder en Europa,) accedió a regresar. Antes de partir hacia Lisboa, nombró a su hijo, el príncipe Pedro, como regente del Brasil y le aconsejó que si los liberales portugueses pretendían someter a Brasil al status colonial previo a 1808, se pusiese frente a un movimiento independentista. La idea de Juan VI era quedarse con “el pan y con la torta”, es decir que su dinastía, los Braganza, pudieran quedarse tanto con los ricos territorios de Brasil como con los de Portugal.
El Grito de Ipiranga
Las presiones desde Portugal para que el rey retornara a su país y la tensa situación con los liberales portugueses, hicieron que el rey Juan VI, junto a 4.000 portugueses y el tesoro real, se embarcaran rumbo a Europa, en abril de 1821, quedando su hijo Pedro, de 22 años, como príncipe regente.
En Brasil el partido brasileño se preparó para defender los intereses brasileños en las Cortes de Lisboa, donde ocuparían solo entre 70 y 75 bancas de un total de 200. Pero los brasileños aún no consideraban la independencia como una cuestión política seria.
Sin embargo, las Cortes intentaron quitarle a Brasil su condición de reino e imponerle su anterior status colonial, restablecer el monopolio comercial portugués y negarle a Gran Bretaña acceso directo a Brasil. A su vez, procuraron desmantelar todas las instituciones de gobierno montadas en Río de Janeiro desde 1808, ignorando a las autoridades de Río de Janeiro y dando órdenes directas a las capitales de los diferentes Estados brasileños para descentralizar el poder en Brasil y desarticular toda posibilidad de reacción coordinada. Cada provincia debía ser gobernada por un jefe militar designado directamente desde Lisboa.
Al mismo tiempo, las cortes exigieron al príncipe Pedro que regresara a Portugal, a lo que el regente se negó rotundamente. Por su parte, los diputados brasileños, que habían sido ridiculizados, insultados y amenazados, se rebelaron y escaparon ilegalmente de Lisboa, a fines de 1822.
Ante los hechos que mostraban la determinación de los portugueses liberales, los terratenientes brasileños y los comerciantes de Sao Pablo, Minas Gerais y Rio de Janeiro decidieron apuntalar la decisión del príncipe Pedro, quien había solicitado su apoyo. Pero no solo eso sino que, Pedro, tomó varias medidas para preparar el proceso de independencia del país, como por ejemplo organizar la armada local y ordenar el retorno de las tropas portuguesas a Europa. Al mismo tiempo, convocó una Asamblea Constituyente.
República de Brasil.
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1era bandera República de los Estados Unidos del Brasil. | 2da bandera República de los Estados Unidos del Brasil. | República Federativa del Brasil |
En septiembre, llegaron despachos desde Lisboa acusando a los ministros del príncipe Pedro de traición y reanudando la exigencia sobre el regente de que retornara a Portugal aceptando la completa subordinación de Brasil.
Esto llevaría a que, el 7 de septiembre de 1822, estando a orillas del arroyo Ipiranga, el príncipe Pedro diera su famoso grito. Arrancó un emblema portugués de su uniforme, sacó su espada, y gritó: “¡Por mi sangre, por mi honor, y por Dios, haré Brasil libre!”
Mediante el “Grito de Ipiranga" se declaraba la independencia de Brasil.
Luego, en octubre de ese mismo año Pedro fue proclamado "Emperador Constitucional y Perpetuo Defensor del Brasil” y coronado como Pedro I, el 1º de diciembre. Entre tanto, la Asamblea Constituyente brasileña, que había sido elegida en junio de 1822, se reunió por primera vez en mayo de 1823.
En el noreste, solo Pernambuco aceptó la independencia. La presencia portuguesa en el resto de la región impidió su unión inmediata. Bahía estaba dividida entre las fuerzas portuguesas y los barones brasileños del azúcar que sí se subordinaron a Pedro I.
Finalmente, las últimas tropas portuguesas en dejar Brasil se embarcaron en marzo de 1824 en Montevideo, luego de que la provincia Cisplatina (territorio de la Banda Oriental que los portugueses habían ocupado desde 1820, luego de vencer a Artigas) se uniera al Imperio del Brasil.
Pero no fue hasta el 29 de Agosto de 1825 cuando la Independencia de Brasil sería realmente reconocida por la corona portuguesa.
Diferencias entre la independencia del Brasil y la de las colonias españolas.
El proceso de emancipación del Brasil presenta un claro contraste con los desarrollados en la América española. Mientras en esta última las revoluciones fueron protagonizadas por grupos locales que se levantaron en armas, en Brasil fueron los miembros de la propia corona portuguesa los que la impulsaron y, por ende, tuvo un carácter pacífico.
Los grupos dominantes brasileños habían elegido esta opción porque temían repetir la experiencia de las colonias españolas, donde la lucha por la independencia había generado una militarización de la población, inestabilidad política y devastación económica. El temor a un levantamiento de esclavos como el ocurrido en Haití en 1804 fue un factor de peso.
Por otro lado, la proclamación de la independencia no trajo consigo ninguna medida que cambiara la situación de los esclavos. A pesar de los condicionamientos y presiones ejercidas por los británicos para abolir la esclavitud a cambio de reconocer la emancipación brasileña, la esclavitud se mantendría hasta la caída del imperio en 1889, cuando la inmigración europea permitió reemplazar la mano de obra esclava por mano de obra asalariada. De otra manera, los terratenientes que explotaban las plantaciones de azúcar, café y algodón se hubieran visto muy perjudicados.
La opción de la monarquía parlamentaria sería otra clara diferencia, ya que además de Brasil, solo México, y por muy poco tiempo, optó por esta forma de gobierno. El resto de los procesos independentistas derivaría en la instauración de Estados republicanos.