La Antigua Grecia constituye uno de los pilares sobre los cuales se erige la civilización occidental. Dicho así parece que estamos hablando de algo enorme y distante, sin embargo la Antigua Grecia continúa conviviendo entre nosotros a través de una herencia que ha persistido a lo largo de los siglos, siendo un elemento cotidiano a pesar de que no seamos conscientes de ello. Los dialectos griegos antiguos, llenos de conceptos políticos o de mitos heredados, influyen aún hoy en día, de modo que no es posible estudiar la democracia o la Antígona de Sófocles sin condicionamientos, ni hablar de colonización e, incluso, de imperialismo, sin referirnos a este pasado reciente. Conocer en profundidad el origen de esta cultura es también conocer el origen de algunas de las expresiones y conocimientos que nos han acompañado sin saberlo.
Tierra de promesas
Hablar de la Antigua Grecia en términos territoriales resulta complejo debido a que se trata de territorios que establecieron un vínculo en función de un proceso histórico que favoreció la semejanza entre distintos pueblos.
El corazón del mundo griego se encontraba bañado por el mar Egeo, ubicado donde la península Balcánica está unida a la costa de Asia Menor por un puente natural de islas, con la isla de Creta cerrando este mar interior. Así, en el siglo VIII a. C., una oleada colonizadora añadió a este mapa establecimientos en torno al Mar Negro y a lo largo del perfil de la Italia meridional y de Sicilia, siendo Cirene (actual Libia) y Marsella (actual Francia) los puntos límites de las implantaciones aisladas en tierra extranjera.
Según se deduce de la accidentada geografía de la región, los griegos se expandieron a lo largo de la costa mediterránea por motivos estratégicos: era fundamental la búsqueda de suelos más propicios para la agricultura debido a que predominaban los terrenos montañosos. Estos terrenos donde la llanura escaseaba tampoco favorecían la cría de animales. Al mismo tiempo, la fragmentación del territorio por tratarse de pueblos insulares propició el cabotaje como forma de comunicación indispensable.
Historia
Actualmente conocemos algunos yacimientos paleolíticos en Grecia, donde sus más antiguas huellas de ocupación se remontan al 40.000 a. C., en Epiro. No obstante, solo uno de estos establecimientos muestra ocupación continuada hasta el Neolítico, período bien representado del que las distintas excavaciones han multiplicado los hallazgos y mostrado su diversidad. La Revolución Neolítica entonces se verificó en Grecia entre el V y el III milenio antes de Cristo, con algún retraso en relación con Oriente. El hecho de la distribución de los pequeños núcleos poblacionales sin ningún tipo de sustrato previo, resulta un indicador de que la mayoría de las innovaciones correspondientes a este periodo fueron externas y se manifestaron en distintas oleadas migratorias. Desde luego, estas migraciones fueron básicamente orientales, aunque también se suman influencias llegadas de la Rusia meridional y del Occidente mediterráneo.
La civilización del territorio griego correspondiente a la edad de Bronce es conocida como heládica y suele ser dividida en cuatro estadios bien diferenciados:
La Edad Oscura
Tras el colapso ocurrido durante la Edad de Bronce, se conoce a la etapa entre el 1100 y el siglo VIII a. C. como la Edad Oscura. La razón del nombre radica en los escasos documentos que se han rescatado de esta etapa, contando aún con una fuerte herencia de la cultura micénica que se manifiesta en las tradiciones y leyendas que se transmitieron oralmente, las creencias religiosas o la monogamia institucionalizada. Sin embargo, los arqueólogos coinciden en que existe durante esta etapa un empobrecimiento de los avances de la cultura micénica en el aspecto político, económico y cultural; perdiéndose la escritura de la lengua Lineal B del Micénico reciente, las estructuras políticas complejas y el comercio. Esto generó un período de migraciones con un aumento del nomadismo como forma de vida. Es en el campo de la cerámica donde se advierte un avance en las formas de representación, principalmente por el trabajo sobre las formas geométricas. A pesar del pronunciado colapso, Atenas consiguió mantenerse estable a lo largo de esta etapa sin sufrir los daños considerables que se advierten en la región.
Época arcaica (Poeta Homero)
Se cree que el poeta Homero, autor de obras indispensables como La Ilíada y la Odisea, gestó su obra durante este periodo.
Durante esta etapa que se inicia en el 800 a. C. se produce un nuevo florecimiento, producto de las influencias desde Oriente. Uno de los elementos más importantes es la reincorporación de la escritura, pero no utilizando el Lineal B sino mas bien adoptando el alfabeto fenicio para generar el alfabeto griego. Si bien las ciudades-estado conocidas bajo la denominación de polis habían comenzado a desarrollarse durante la Edad Oscura, es en esta etapa que logran establecer su dominio ciudades como Esparta, Tebas, Atenas, Calcis, Eretria o Argos. Esta forma de gobierno que favorecía la oligarquía (“gobierno de unos pocos”) con el dominio de las minorías de gente noble, generó a corto plazo tensión a pesar de las mejoras en la calidad de vida. Los motivos eran que las mejoras en el comercio favorecieron la aparición de una nueva clase acaudalada que pretendía poder político, al mismo tiempo que comenzaba a surgir un populismo basado en las necesidades de los sectores menos favorecidos. Esto dio lugar a enfrentamientos internos y al gobierno de tiranos como Pisístrato. Además, se agudizó la crisis económica debido a que el crecimiento demográfico demandó una mayor cantidad de materias primas y alimentos, dando lugar a procesos de colonización desde las pólis. Las consecuencias de este proceso fueron positivas, dando lugar a una nueva movilidad social, un sistema político mejor distribuido, mejoras en la navegación, la metalurgia y el arte y la introducción de la moneda. Una vez derrocadas las tiranías, comenzaron a gestarse reformas para moderar este tipo de dominio, dando lugar a las bases del sistema democrático en Atenas y una continuidad de la oligarquía en otra pólis importante: Esparta.
Época clásica
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Monumentos representativos como El Partenón señala a la cultura griega en su apogeo |
Esta etapa se inicia en el siglo V a. C. e implicó una profundización de las rivalidades entre Esparta y Atenas. A lo largo de esta etapa, que finaliza con la muerte de Alejandro Magno en el 323 a. C., alcanzan su apogeo las polis y se logran importantes avances que hicieron de Grecia una de las civilizaciones que son la base del mundo occidental. Estos avances se pudieron apreciar en el campo de la política, el arte, la filosofía, la literatura, la historiografía y la oratoria. Al mismo tiempo se asentó un sistema de creencias que diversificó el culto de los dioses a través de importantes festivales que eran celebrados en todas las polis griegas, dando lugar a la universalidad de creencias que ya habían sido instaladas en la Edad Oscura y la Época arcaica. La Época clásica también estuvo signada por dos enfrentamientos bélicos que marcaron a sangre y fuego esta etapa: las Guerras Médicas y las Guerras del Peloponeso. Las Guerras médicas se desarrollaron en los primeros años del siglo V a. C. y unió a Atenas y Esparta contra el Imperio Persa en dos ocasiones (490 a. C.; 480 a. C.), siendo los griegos victoriosos y consiguiendo Atenas la alianza con importantes ciudades jonias que fueron un nuevo centro de intercambio comercial. Fue el dominio ateniense el que desencadenó las Guerras del Peloponeso (431 – 404 a. C.), debido a que la Liga del Peloponeso (integrada principalmente por Esparta) veía con desconfianza este crecimiento de Atenas. La intervención en un conflicto entre ciudades aliadas fue el disparador de este sangriento conflicto entre las dos polis que, a pesar de contar con la victoria de Esparta, desgastó los progresos realizados en cada una de las ciudades que formó parte del conflicto. El dominio de Esparta finalizó tras la batalla de Leuctra en el 371 a. C., con Tebas apareciendo como una nueva hegemonía en una región inestable, facilitando el dominio de las fuerzas macedonias encabezadas por Filipo II en primera instancia, y luego por Alejandro Magno hasta su muerte a los 33 años en el 323 a. C. Esta ruptura en los procesos históricos de las polis ahora dominadas por Macedonia y los cambios sociales dieron lugar a una nueva etapa que tuvo a la cultura helenística en su centro.
Periodo helenístico
Este período tiene su inicio en el 323 a. C. cuando, debido a su muerte, se finalizan las campañas de Alejandro Magno. Alejandro había dejado atrás a uno de los dominios más extensos y poderosos que haya conocido la humanidad, y su herencia implicó una serie de enfrentamientos entre los principales generales macedonios. Esto dio lugar al Reino Ptolemaico (situado en Egipto y Palestina. Regido por Ptolomeo), Imperio seléucida (situado en el Levante, el Asia Menor y Mesopotamia. Regido por Seleuco) y la dinastía Antigónida (situada en Macedonia y Grecia. Regida por Antígono). La interacción entre los distintos reinos y dominios llevó a un intercambio pronunciado con distintas poblaciones de oriente y occidente que permanecían bajo el poder macedonio. El impacto sobre las ciudades-estado griegas se pudo apreciar en la búsqueda de los griegos de nuevos horizontes, fundados por Alejandro en sus campañas. Esto favorecerá movimientos migratorios a nuevas ciudades helenísticas como Alejandría o Antioquía, que en ese momento se encontraban en su apogeo cultural. A pesar del dominio macedonio, las polis contaban con cierta autonomía y habían dado lugar a la creación de dos ligas: por un lado la Liga Aquea y por el otro la Liga Etolia. El enfrentamiento de Macedonia con la república romana iniciado a finales del siglo III a. C. dio lugar a las Guerras Macedónicas que, hacia el 146 a. C., culminaron con la victoria de Roma. Esto llevó a que Grecia quedara en su integridad bajo el dominio romano, dando lugar a la Grecia romana.