La diabetes se trata con insulina obtenida por ingeniería genética.
El sedentarismo y la nutrición excesiva son los principales factores que aumentan el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
Una pérdida parcial de la visión es un signo de retinopatía
Un profesional en nutrición es quien debe diseñar una dieta para las personas que padecen diabetes.
El ejercicio es la tercera pata del trípode que garantizará una vida más saludable a las personas que padezcan diabetes
El descubrimiento de la diabetes, o mejor dicho, la primera descripción que permitió reconocer la enfermedad por su sintomatología como entidad clínica, es un logro que se le reconoce a Tomás Willis. Fue él quien en 1679 diferenció dos variantes de la afección al probar las muestras de orina de sus pacientes: cuando era dulce hablaba de diabetes mellitus (sabor a miel), mientras que en el caso de los restantes se refería a diabetes insípida.
En la actualidad sabemos que la diabetes es un conjunto de trastornos metabólicos que incapacita al organismo a utilizar los alimentos adecuadamente. Se trata de una enfermedad crónica, es decir, que su fin o curación no puede preverse, y se caracteriza por un aumento de los niveles de glucosa en sangre.
La glucosa es una forma de azúcar que utilizan las células a modo de combustible para proveer al organismo de la energía necesaria. Para producirla es necesario que los alimentos que ingerimos sean descompuestos a través de un proceso denominado metabolismo. La insulina, sustancia orgánica originada en el páncreas, cumple una función fundamental en el mismo al regular su uso y producción.
En el caso de las personas con diabetes, su cuerpo no produce suficiente insulina para metabolizar la glucosa, o la insulina que producen no trabaja eficientemente, lo que hace que la glucosa no se pueda alojar en las células y el proceso de transformación del alimento en energía no se produzca. Por lo tanto, la glucosa se acumula en la sangre en niveles elevados y se conforma lo que conocemos vulgarmente como “azúcar en la sangre”.
La Organización Mundial de la Salud describe dos tipos de diabetes. Una de ellas se conoce como tipo 1 y se caracteriza por la ausencia de síntesis de insulina, mientras que en la otra, de tipo 2, el organismo no logra utilizar la hormona eficazmente. Otra diferencia es que la primera de ellas no puede prevenirse, pero la segunda es muy probable que no aparezca si nos acostumbramos a realizar treinta minutos de actividad física de intensidad moderada casi todos los días y una dieta saludable. Existe un tercer tipo de diabetes conocido como gestacional que corresponde a una hiperglicemia (aumento del azúcar en la sangre) que aparece por primera vez durante el embarazo.
Si bien la diabetes es una enfermedad crónica, y hasta la fecha no se ha logrado una cura total (aunque ya se está trabajando en una vacuna que podría ser una solución definitiva), la misma puede ser muy bien controlada. Para ello es necesario un tratamiento adecuado que permita mantener los niveles de azúcar en la sangre (glucemia) lo más cerca del rango normal (70 a 110 mg/dl) durante la mayor cantidad de tiempo.
En cambio, de no prestarle la debida atención, la diabetes puede producir complicaciones severas como la ceguera, la amputación, la insuficiencia renal y la muerte.
La prevención como medida de equilibrio
La mejor forma de evitar que la enfermedad se convierta en un problema realmente complicado es impedirle que siga su curso por medio de tres conductas preventivas: el chequeo médico, una dieta personalizada para el paciente y actividad física.
El chequeo médico
La diabetes tiene diversos signos de aviso que pueden alertar las posibles complicaciones en desarrollo, pero como en la mayoría de los casos aparecen tarde, cuando el problema ya ha dañado en algún grado cualquier órgano del cuerpo, es necesario que se realicen chequeos médicos previniendo los daños que, en algunas ocasiones, son irreversibles.
Por ejemplo, una pérdida parcial de la visión es un signo de retinopatía, pero es ya tardío: cuando podemos notarlo el órgano ya ha sido dañado. Un oftalmólogo podría detectar los síntomas de esta afección varios años antes y así detener o retardar su progresión mediante la prescripción de un tratamiento o un cambio en su estilo de vida. Lo mismo ocurre con otros signos de la enfermedad.
A continuación enunciaremos algunas pautas generales, pruebas y exámenes de laboratorio que toda persona diabética debe hacerse en forma periódica.
La alimentación
La alimentación es uno de los factores claves en el tratamiento de las personas con diabetes, ya que los nutrientes que consumimos son absorbidos en el intestino y pasan directamente a la sangre. El fluido sanguíneo luego distribuye estos nutrientes hacia los órganos que los requieran, ya sea para aportar energía o para construcción y recambio celular.
La finalidad de seguir un plan de alimentación en la persona con diabetes es suministrarle la cantidad de energía, proteínas, carbohidratos y grasas que su organismo pueda utilizar adecuadamente y coordinar esto con el tratamiento médico y con el ejercicio físico.
Las necesidades nutricionales de la persona con diabetes deben ser calculadas por un profesional en nutrición, después de una cuidadosa evaluación que incluye el peso corporal, la estatura, la edad, los exámenes de laboratorio y los hábitos alimentarios del individuo.
En la mayoría de los casos se exige una especial atención a los lípidos y carbohidratos. Lo importante es que no sean completamente eliminados de la dieta (salvo absoluta prescripción médica), sino que se regule su consumo en cada caso particular.
Las personas con diabetes obtienen más beneficios de una alimentación completa y balanceada que si eliminan alimentos de su dieta. La clave está en cuánto necesita cada individuo y esto debe ser calculado por un profesional de la nutrición.
La actividad física
El ejercicio es la tercera pata del trípode que garantizará una vida más saludable a las personas que padezcan diabetes. Los efectos de esta actividad varían en relación con la cantidad que se realice, pero a grandes rasgos puede decirse que es beneficioso en mayor o menor medida.
Los efectos pueden dividirse en aquellos que se producen tras una única sesión de actividad física a la semana (efectos agudos) y los que aparecen como el resultado de la realización de múltiples sesiones a lo largo del tiempo (efectos crónicos).
Entre los efectos agudos se encuentra la disminución en la producción del glucógeno hepático, el aumento en el consumo del glucógeno muscular, la masa muscular activa (incremento en la sensibilidad a la insulina) y el metabolismo basal, y el descenso de la masa grasa.
Por otro lado, los efectos crónicos son muy variados pero se observan claramente en las mejoras en la frecuencia cardíaca en reposo y sub-máxima, en el intercambio de oxígeno y en la presión arterial en reposo y en ejercicio. También hay un incremento del volumen sistólico y del gasto cardíaco.
La diabetes en números
Las cifras que la OMS brinda respecto a esta enfermedad son alarmantes. En el mundo hay más de 350 millones de personas con diabetes, un número que la transforma en una de las epidemias más preocupantes del recién comenzado siglo.
A pesar de los avances médicos y farmacológicos que permiten controlarla, la enfermedad mata a una persona cada 10 segundos y la principal razón no es el consumo de azúcar, sino la desinformación. De esta manera, se ha convertido en una de las causas principales de enfermedad y muerte prematura en la mayoría de los países.
De continuarse sin tomar medidas radicales, las predicciones anuncian consecuencias peores. La OMS prevé que la diabetes se convierta en el año 2030 en la séptima causa mundial de muerte, aumentando en un 50% en los próximos 10 años.