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Compartir las semillas



En cierta ocasión un reportero le preguntó a un agricultor si podía divulgar el secreto de su maíz, que ganaba el concurso al mejor producto de la región año tras año.

El granjero le respondió al periodista que ello se debía a que compartía su semilla con los vecinos.

— ¿Por qué comparte su mejor semilla de maíz con los vecinos, si ellos también entran en el mismo concurso todos los años?

— Verá usted, señor —dijo el agricultor—, el viento se lleva el polen del maíz maduro de un sembrado al otro. Si mis vecinos cultivan un maíz de calidad inferior, la polinización del viento y de las abejas —que van de finca en finca—degradaría constantemente la calidad del mío. Por lo tanto, si voy a sembrar un buen maíz, debo ayudar a que mi vecino tenga uno por lo menos de igual calidad.

¿No es verdad que compartir es algo más que dejar de ser egoísta: es actuar positivamente con respecto a los demás?

Las buenas semillas merecen esparcirse porque transmiten sus bondades a muchos otros lugares.