Estructura de la misa en la religión católica

La misa es una de las ceremonias más importantes dentro del catolicismo. Como toda ceremonia, la misa está dividida en una serie de partes que, en conjunto, le dan valor y sentido a la celebración religiosa.

El presbiterio se refiere a toda la zona que rodea al altar dentro de la Iglesia. A su vez, será desde aquí donde el sacerdote dirigirá toda la ceremonia.

¿En qué partes se divide la misa católica?

La misa se divide en cuatro partes principales, las cuales a su vez poseen sus propias subdivisiones. Los ritos de entrada, cuyos actos y oraciones sirven de introducción a la ceremonia; la liturgia de la palabra, en donde se enfatizan las lecturas de la Biblia y sus enseñanzas; la liturgia eucarística, donde se prepara y realiza el sacramento de la Comunión y por lo tanto es la etapa más importante, y el rito de despedida, que actúa como conclusión a lo celebrado. Cada una de estas etapas ocurre una detrás de la otra, en el orden en el que se presentan en este artículo.

Ritos de entrada, de apertura o iniciales

1. Procesión y canto de entrada: los fieles se disponen a entrar al templo y, una vez reunidos, comienzan a cantar en coro el llamado canto de entrada, canto que funciona como introducción a la misa y que da la bienvenida al sacerdote que la dirigirá, quien ingresa al presbiterio poco después y se inclina ante el altar para venerarlo. Este canto simboliza la alegría de los fieles por asistir a la ceremonia que dará inicio, y a la vez busca unirlos como una comunidad católica.

2. Saludo al altar y al pueblo congregado: una vez terminado el canto de entrada, el sacerdote realiza la señal de la cruz junto a la asamblea de fieles para posteriormente saludarla y darle la bienvenida de forma breve. En ocasiones, terminado el saludo, se dedica la misa a personas específicas como los difuntos, días festivos determinados y/o a pedir a Dios por la solución de algún problema de interés general.

3. Acto penitencial: a continuación, el sacerdote solicita a la audiencia a pedir perdón a Dios por los pecados que se han cometido. A esto le sigue un breve lapso de silencio en donde los presentes reflexionan y se arrepienten internamente. Finaliza con la absolución de estos pecados por parte del sacerdote mediante unas breves palabras.

Cabe destacar que esta etapa de la ceremonia solo absuelve los pecados veniales, no los mortales, por lo que la misma no reemplaza al sacramento de la penitencia, también conocido como sacramento de la confesión, y el cual no se realiza dentro de la misa.

4. “Señor, ten piedad” o Kyrie eleison: justo después del acto penitencial, los fieles entonan “Señor, ten piedad”, una sucesión de aclamaciones donde se ruega a Dios por su misericordia. Esta tradicionalmente consiste en recitar o cantar las súplicas “Señor, ten piedad de nosotros”, “Cristo, ten piedad de nosotros” y luego nuevamente “Señor, ten piedad de nosotros”, con dos repeticiones de cada una de estas para un total de seis, pero anteriormente y también en la actualidad de determinadas regiones las aclamaciones se convierten en nueve y se tornan más largas y complejas. En ocasiones y, según el caso, el “Señor, ten piedad” forma parte del acto penitencial y se dice dentro de esta etapa.

¿Sabías qué?
Kyrie significa literalmente “¡Oh Señor!” y proviene de la palabra griega kyrios, “señor” en español, mientras que eleison es una variante de la forma imperativa en griego del verbo “compadecer”. Esta invocación tiene orígenes muy antiguos, y se utilizaba para rendir homenaje a las personas poderosas incluso antes de la época de Jesucristo.

5. “Gloria”: luego del “Señor, ten piedad”, la asamblea de fieles recitan o cantan, todos juntos en coro o en dos grupos alternados, el “Gloria”, un muy antiguo, importante y respetable himno en el que se venera fervientemente a Dios y a Jesucristo, y refleja la alegría de los fieles por la presencia de estos y por su propia condición de creyentes. Debido a la naturaleza del mismo, su texto es invariable y únicamente puede cambiar el idioma en el que se entona o algunos detalles en la manera de expresarlo, mas no su contenido. En español, el texto del himno dicta a grandes rasgos lo siguiente:

Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso Señor,
Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.

6. Oración colecta: como etapa final de los ritos de entrada, el sacerdote invita a los fieles a orar, y luego de esto todos los presentes mantienen breve momento de silencio en donde recitan internamente sus ruegos y peticiones a Dios. Seguido a este silencio el sacerdote lee la llamada oración colecta, la cual se interpreta como la expresión de todas las oraciones que los fieles recitaron internamente en su silencio anterior, y con la que el sacerdote suplica a Dios en nombre de los mismos.

La oración suele terminar con las palabras: “Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos”, a lo que la asamblea de fieles responde y finaliza con un “amén”.

La tradición católica considera que los apóstoles, junto a otros seguidores directos de Jesucristo, extendieron sus enseñanzas hasta lograr dar forma a la Iglesia actual.

 Liturgia de la Palabra 

1. Primera lectura de la Sagrada Escritura: la primera etapa de la Liturgia de la Palabra inicia con la primera de las dos lecturas que se hacen de la Sagrada Escritura, cuyo contenido se considera la palabra y el mensaje que el propio Dios comunica a la humanidad. Se abre entonces la Biblia en el ambón, estructura creada específicamente para colocar en ella el libro sagrado, y un fiel laico (fiel que no pertenece al clero ni está instruido para ello) procede a leer, usualmente, un fragmento del Antiguo Testamento.

El fiel comienza la lectura con el anuncio del título y el autor del respectivo texto, y la finaliza con la aclamación “esta es la palabra de Dios…”, a lo que la asamblea de fieles responde “te alabamos, Señor” como muestra de homenaje y respeto a su mensaje.

2. Salmo responsorial: seguido de la primera lectura, el mismo fiel laico o un segundo fiel designado especialmente para esta etapa, procede a recitar el salmo responsorial, que consiste en la lectura de varias estrofas del libro de los Salmos del Antiguo Testamento. A cada una de estas estrofas, la asamblea de fieles responde con un verso de la misma estrofa, seleccionada para poder emitir esta respuesta con mayor facilidad. Todas las partes del salmo responsorial pueden ser recitadas o cantadas, esto con el objetivo de favorecer la meditación de lo que se lee y se escucha en esta etapa.

3. Segunda lectura de la Sagrada Escritura: de nuevo, el mismo fiel laico que recitó las lecturas anteriores, u otro distinto, se coloca tras el ambón para leer un nuevo fragmento de la Biblia, esta vez proveniente del Nuevo Testamento y específicamente del libro de los Hechos de los Apóstoles o de las cartas o epístolas escritas por estos evangelistas, en las cuales divulgan y promueven las enseñanzas de Jesucristo. La lectura comienza y termina de la misma forma en la que se leyó la primera lectura de la Liturgia de la Palabra. Por otro lado, cabe destacar que esta segunda lectura puede omitirse en las misas celebradas en los días de semana, pero no los domingos.

4. “Aleluya”: justo después de la segunda lectura, los presentes cantan “Aleluya”, breve canto que en ocasiones va acompañado de un verso leído por aquel que leyó la lectura anterior y que sirve como introducción y homenaje a la etapa que le sigue inmediatamente: el Evangelio, que es es la lectura más importante entre aquellas que forman parte de la Liturgia de la Palabra. “Aleluya” siempre debe cantarse en todas las misas, con la excepción de aquellas celebradas en los tiempos de Cuaresma.

5. Evangelio: es el nombre que recibe el relato de la vida de Jesucristo junto a sus enseñanzas. Como etapa dentro de la misa consiste en la lectura de un fragmento elegido de uno de los cuatro libros del Nuevo Testamento que cumplen con estas características, conocidos como los Evangelios canónicos, en donde cuatro de los discípulos de Jesús narran la vida y obra de su maestro desde su nacimiento hasta su muerte y resurrección.

Esta vez, el encargado de proceder con la lectura es el sacerdote que dirige la misa, a diferencia de las lecturas anteriores. Este inicia con la aclamación “el Señor esté con ustedes”, a lo que la asamblea de fieles responde “y con su espíritu”; entonces anuncia el título del Evangelio de donde leerá el texto para luego hacer la señal de la cruz en la frente, en los labios y en el pecho junto a todos los fieles, mientras los mismos recitan la frase “Gloria a ti, Señor Jesús”. El sacerdote finaliza la lectura con la aclamación “esta es la palabra de Dios”, y nuevamente la respuesta “Gloria a ti, Señor Jesús” por parte de los fieles.

6. Homilía: consiste en la explicación del evangelio que acaba de leerse, las lecturas anteriores y/o de cualquier otro texto de las Sagradas Escrituras que se considere oportuno y concordante, tanto con el misterio sagrado y la festividad celebrados en el momento, como con las necesidades particulares de la asamblea de fieles. La explicación debe llevarse a cabo por el sacerdote, nunca por un fiel laico, y la dará con sus propias palabras de la manera que considere más adecuada para que la asamblea de fieles comprenda correctamente el mensaje y la enseñanza de la palabra.

7. Credo, Símbolo o Profesión de fe: con estos tres nombres, más popularmente “credo”, se conoce a la oración que sigue a la homilía. Esta es una oración ya preestablecida que recitan o cantan en conjunto el sacerdote y los fieles o en grupos alternados, predominan las palabras “Creo en…”; con ella responden al mensaje de las lecturas anteriores, lo aceptan, confirman su entendimiento, y reafirman su fe en Dios y su palabra.

8. Oración de los fieles u oración universal: la Liturgia de la palabra finaliza con otra oración que realizan en conjunto el sacerdote y los fieles, con la cual se suplica a Dios que ayude a las personas del mundo y cumpla con sus necesidades; se recitan varias súplicas, y cada una de estas es una breve petición a Dios para que favorezca a un grupo de personas determinado. El conjunto de cada una de estas peticiones se conoce como “intenciones”.

Al principio de la oración, el sacerdote formula una pequeña aclamación que los fieles deberán recitar en conjunto como respuesta a cada una de las intenciones que un fiel laico leerá a continuación. Cada intención se recita, generalmente, por las necesidades de la Iglesia, por aquellos que dirigen las naciones y la salvación de la humanidad, por las personas que sufren por alguna dificultad u obstáculo en sus vidas y por la comunidad local, en ese orden, con ciertas modificaciones según la ocasión. Finalmente el sacerdote emite su propia intención, la termina con la frase “por Jesucristo, nuestro Señor”, y la asamblea de fieles responde con un “amén”.

El momento en el que Moisés parte las aguas del Mar Rojo se relata en el Antiguo Testamento, y es una lectura recurrente y famosa dentro de la Liturgia de la Palabra de las misas católicas.

Liturgia Eucarística

Consta de tres partes: la preparación de los dones, la plegaria eucarística y el rito de la comunión.

1. Preparación de los dones

  • Ofertorio: el sacerdote se desplaza desde el ambón hasta el altar y coloca sobre él los elementos que se usarán en el resto de la misa. Luego, el sacerdote presenta ante los fieles y el altar las ofrendas, que son el cáliz que contiene el vino, que representa la sangre de Cristo, y el pan en forma de hostias, que representa el cuerpo de Cristo. Durante todo este proceso, la asamblea de fieles suele cantar a coro la llamada “Antífona del Ofertorio” y, además, comienza la colecta de donaciones monetarias y voluntarias entre los fieles para los gastos de la Iglesia.
  • Oración sobre las ofrendas: una vez terminada la presentación de las ofrendas y el canto, el sacerdote recita las palabras “Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable a Dios, Padre Todopoderoso”, a lo que la asamblea de fieles responde “el Señor reciba de tus manos este sacrificio para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia”. Es a continuación cuando el sacerdote recita la breve oración sobre las ofrendas, con la cual ofrece formalmente a Dios estos elementos para realizar la ceremonia. Finaliza con las palabras “Por Jesucristo, nuestro Señor”, a lo que los fieles responden “amén”.

2. Plegaria eucarística

  • Prefacio: también conocido como “Acción de gracias”, ya que aquí el sacerdote agradece a Dios en nombre de todos los presentes por darles la oportunidad de la salvación y por cualquier otro motivo que se considere oportuno según el día y lo que se celebre en el momento.
  • Santo o Sanctus: a continuación, los presentes cantan en coro el himno conocido como Santo o Sanctus, que dicta, a grandes rasgos y con ciertas variaciones según la región, las siguientes estrofas:

Santo, Santo, Santo
es el Señor, Dios del Universo.
Llenos están el Cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el Cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el Cielo.

  • Epíclesis o invocación: terminado el himno, el sacerdote realiza una serie de invocaciones y aclamaciones sobre las ofrendas que reposan en el altar, con el objetivo de que el poder del Espíritu Santo los consagre, es decir, los convierta en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo.
  • Narración de la institución y consagración: luego de realizar las invocaciones, el sacerdote procede a relatar los hechos ocurridos en la Última Cena y las palabras de Cristo en ella, en donde ofreció pan y vino a sus apóstoles y anunció que estos eran su Cuerpo y su Sangre, lo que a su vez justifica la comunión como un sacramento. Es en este momento cuando se considera que las ofrendas se han transformado por completo en el Cuerpo y Sangre de Jesús, evento que los fieles reciben de rodillas.
La transubstanciación

La transubstanciación es el nombre con el que se conoce a la transformación del pan en el Cuerpo de Jesucristo y del vino en su Sangre luego de que un sacerdote realiza los pasos correspondientes, aunque el cambio se aplica únicamente en su esencia, ya que a percepción de los sentidos estos elementos permanecen inalterados. La tradicional católica considera esta transformación como absolutamente verdadera y, según la misma, su consumo dentro de la misa es un requisito indispensable para alcanzar la salvación.

  • Anámnesis, oblación e intercesiones: consisten en una serie de oraciones breves que siguen a la consagración, en donde el sacerdote recita varios aspectos relacionados a la eucaristía. En la anámnesis se recuerda y rinde homenaje a la vida de Jesús junto a sus misterios y su características divinas; en la oblación se ofrece a Dios la hostia a través del Espíritu Santo para unirse en su totalidad a Él, y en las intercesiones se reafirma que lo solicitado en la oblación se pide tanto por los fieles vivos como los difuntos, además de pedir por algunos santos y autoridades mayores como el Papa.
  • Doxología final: consiste en la aclamación final que da cierre a la plegaria eucarística, donde el sacerdote levanta el cáliz y la hostia y exclama las palabras “Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre Omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”, a lo que la asamblea de fieles responde “amén”.

3. Rito de la comunión

  • Oración del Señor o Padre Nuestro: los fieles levantan brevemente las manos y proceden todos juntos a recitar el Padre Nuestro, que es probablemente la oración más conocida de la tradición católica, y dentro de la misa funciona como introducción a todo el rito de la comunión. En ella se alaba a Dios y se le pide, entre otras cosas, que no falte el alimento, que se cumpla su voluntad y perdone pecados. Luego, el sacerdote concluye con una breve oración conocida como embolismo, en donde solicita a Dios que libre de todo mal a los fieles, quienes responden con la doxología.
  • Rito de la paz: seguidamente, el sacerdote enuncia otra breve oración conocida como Ad pacem, para entonces invitar a los fieles a saludarse entre ellos, y así fomentar y solicitar la paz y la unidad en la Iglesia. La forma de este saludo puede variar, pero generalmente consiste en dar la mano o inclinar la cabeza a otros fieles que se encuentren en las cercanías mientras se recitan las palabras “la paz sea contigo”.
  • Fracción del pan: terminados los saludos de paz, el sacerdote procede a partir la hostia, lo que simboliza la unión de todos los fieles en el Cuerpo de Cristo. Luego sumerge un pequeño trozo de esta en el cáliz de vino, como símbolo de la unión entre su cuerpo y su sangre, y finalmente hace una pequeña reverencia al altar. Mientras esto sucede, los fieles en coro o un cantor cantan la oración “Cordero de Dios” o Agnus Dei y, finalizado el canto, el sacerdote alza la hostia y enuncia las palabras “Este es el Cordero de Dios o que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor”, a lo que los fieles responden “Señor, no soy digno/a de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.
  • Comunión: los fieles que ya se sometieron al sacramento de la confesión y, por lo tanto, están limpios de pecado y son dignos de proceder, hacen una fila ante el altar y el sacerdote para que el mismo les entregue una hostia y les dé a beber un sorbo de vino del cáliz; de esta manera se cumple con la instrucción eucarística más importante de la ceremonia, que es recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, y que recibe el nombre de comulgar. Mientras esto ocurre, la asamblea de fieles o un cantor cantan el canto de Comunión, que puede variar según el lugar. Una vez han terminado todos de comulgar, a lo cual el mismo sacerdote también participa, y todos los fieles han regresado a sus puestos, la etapa termina con una breve oración del sacerdote en donde dedica unas palabras al sacramento recibido, a la que los fieles responden con un “amén”.

Rito de Despedida

1. Bendición: terminada la comunión, el sacerdote bendice a los fieles mientras realiza sobre todo el conjunto la señal de la cruz y enuncia algunas palabras que pueden variar según el tipo de misa. En determinadas ocasiones y, previo a la bendición, el sacerdote puede proporcionar las indicaciones y conclusiones que considere oportunas.

2. Despedida: la ceremonia de la misa concluye definitivamente en esta última etapa. El sacerdote permite entonces la marcha de los fieles mediante las palabras “podéis ir en paz”, a lo que estos responden “demos gracias al Señor”. A partir de este momento, si lo desean, los fieles pueden abandonar la Iglesia y regresar a sus actividades cotidianas.