Inuit, eco de viejas leyendas

Sus antecesores llegaron hace miles de años desde Siberia a través del estrecho de Bering, se instalaron en Norteamérica y comenzaron a construir una cultura que sigue viva en sus antiguas leyendas.

El origen del mundo

Los inuit creen que en el principio de todas las cosas solo había agua, una inmensidad de agua. Hasta que comenzaron a caer rocas del cielo que se fueron acumulando y acumulando hasta formar la tierra. Entonces aparecieron los hombres. Pero estaban mal hechos y no podían valerse por sí mismos. Y apareció la mujer, y fue quien se ocupó de cuidarlos y de ella nació la humanidad.

El origen del hombre

Una vez formado el mundo, fue habitado por un hombre y una mujer. Ella pidió a Kaila, el dios del cielo, que poblara la Tierra. El dios ordenó a la mujer que hiciera un agujero en el hielo y pescara en él. Así lo hizo y fue sacando del agujero, uno a uno, todos los animales. Al salir el último, el caribú, Kaila le dijo a la mujer que ese era su regalo, el más preciado que pudiera imaginar porque con él se alimentaría su pueblo. El caribú se multiplicó y la descendencia de los humanos pudo cazarlos para alimentarse con su carne, y con su piel tejer sus vestidos y confeccionar sus tiendas. Pero los humanos elegían siempre los más grandes y bellos caribús. Hasta que solo quedaron los débiles y enfermos y los inuit no los quisieron más. Ante las quejas de la mujer por lo sucedido, Kaila la envió nuevamente al hielo y ella pescó allí un lobo, enviado de Amarok, el espíritu del lobo, para que se comiera a los animales débiles y enfermos y pudieran prosperar los caribús que gozaran de buena salud.

Los animales

Los inuit creen que los animales poseen un alma o anirniit. Estos no son cazados por los inuit, sino que se dejan cazar. Cuando el animal muere, el cazador celebra una breve ceremonia para asegurar que su alma regrese al mundo no terrenal y se reúna con la sociedad animal, dispuesto a volver como presa. En gran parte de Alaska se celebran importantes fiestas destinadas a reconocer la aparición de los animales en el mundo e influir en ella.

El caribú, un animal fundamental en la vida de los inuits.

La muerte

El cuerpo muere, es la muerte física. Pero una parte del alma inmortal continuará su vida en el cielo o los infiernos según cómo haya muerto. Otra parte se incorporará a un pariente recién nacido, por eso imponerle a un niño el nombre de alguien fallecido indica que su antepasado le transferirá ciertas cualidades personales.

El origen de las montañas

Hace miles de años, cuando los primeros inuit fueron detrás del caribú en busca de nuevas tierras, encontraron en su periplo una región habitada por dos tipos de seres: los pequeños y alegres duendes que cabían en la palma de una mano, y los tuniqs, gigantes cinco veces más grandes que ellos, violentos y dispuestos a cazarlos para comérselos. Sin embargo, su escasa inteligencia permitía que los inuit se las ingeniaran para rechazar sus ataques.

La lucha entre gigantes originó las montañas.

Hasta que un día un cazador furtivo fue avistado por un tuniq que emprendió su persecución para devorarlo. Aunque el inuit era veloz y ágil, otro tuniq se sumó a la persecución y finalmente fue atrapado. Al verse sin escapatoria les preguntó: “¿Por qué querían atraparme?” La respuesta a coro no se hizo esperar: “Porque estoy hambriento y quiero comerte”. Entonces el inuit, haciendo uso de su astucia, les dijo: “Sólo soy un pequeño inuit ¡mi carne no sería suficiente para alimentar a dos grandes tuniqs! ¿Cuál de los dos me comerá?”. Con esto ambos gigantes quedan estupefactos y comienzan a pelear su derecho sobre el pequeño inuit. “¡Yo lo vi primero!” “¡Gracias a mí lo atrapaste!”. Luego de unos momentos de discusión, el inuit propone que ambos tuniqs luchen entre sí, y se ofrece voluntariamente para saltar dentro de la cacerola del vencedor. Entonces comienza la lucha más terrible de la historia del hombre, días y noches completas los tuniqs se golpean y se arrojan al suelo. Y con cada golpe y estrellón en el suelo de la tierra, ésta se moldeaba, formando profundos valles, suaves colinas y grandes quebradas. La pelea no cesó por muchos días, hasta que cayeron agotados con el último gran golpe de sus cuerpos. El inuit, que esperaba pacientemente el final de la lucha, cuando vio a ambos gigantes exhaustos, atravesó sus corazones con flechas y regresó a su poblado. Miles de años después, cuando ambos gigantes y este astuto inuit habían desaparecido de la faz de la tierra, las montañas y los valles continuaban en su lugar, dando testimonio de la gran lucha de los gigantes.

El sol y la luna

Cuenta la leyenda que tiempo atrás, en un pequeño pueblo habitaba una familia compuesta por un padre, un hijo y una hija. Se dice que con el tiempo, el hermano se enamoró de su hermana y empezó a obsesionarse con ella. Tanta fue su obsesión que un día decidió contárselo y ante su rechazo empezó a acosarla y a presionarla. Ésta, ante la presión, decidió huir convirtiéndose en luna mientras que el hermano se convirtió en sol y se dispuso a perseguirla. Dicha persecución es eterna, y solamente en tiempos de eclipse los inuit creen que el hermano ha logrado atrapar a la hermana, pero ésta rápidamente consigue escapar y reanudar la huida.

La eterna búsqueda del sol y la luna.
La gran inundación

Los inuit creen que el hielo y la nieve que recubren el ártico son fruto de una gran inundación que hubo en el pasado, una inundación tan colosal que llegó incluso a cubrir montañas y valles.

Sedna, diosa

Una hermosa joven de nombre Sedna vivía junto a su padre, viudo, en una lejana isla. Al llegar a la edad de desposarse, no tuvo propuestas en tal sentido. Hasta que un día apareció en el horizonte un barco que ella siguió con especial atención. Al llegar a la orilla desembarcó su capitán, un apuesto extranjero que la sedujo y se marchó con ella. El capitán era en realidad un chamán, algo que ella descubrió con el tiempo. Dicen que su padre empezó a oír quejidos que llegaban de la lejanía, y que serían de su hija, arrepentida de haberse marchado y desesperada por volver ya que desde que conociera la identidad de su marido, éste la sometía a malos tratos. El padre embarcó entonces en su cayac y fue a su rescate. La buscó hasta encontrarla, la recuperó y se hizo con ella nuevamente a la mar. El chamán, enfurecido, ordenó al mar abrirse y a la fuerza de los cielos que desataran una impresionante tempestad. El padre de Sedna, presa del pánico entendió que lo que sucedía era un mensaje del mar y allí arrojó a su hija. Pero ésta logró salir a flote y aferrarse al borde de la embarcación. El padre tomó un hacha y le cortó los dedos que se transformaron en animales marinos. De esa forma el mar calmó la furia del chamán mientras Sedna descendía a las profundidades, lugar donde se hizo inmortal como diosa del mar, en una región llamada Adliden, allí donde llegan las almas de los muertos a la espera de ser enjuiciadas.

Cuando la caza no es buena o cuando el mar está agitado, la creencia es que Sedna está furiosa porque sus cabellos están enmarañados y, al no tener manos, no puede peinarlos. Es entonces cuando los chamanes, con su magia, peinan a Sedna y restauran así la calma. Esta leyenda enseña que los cazadores viven con la obligación de tratar al mar y a las mujeres con respeto.

DE LA LEYENDA AL FIRMAMENTO

De diosa a planeta enano
Sedna es una diosa legendaria del pueblo Inuit y aún hoy es muy conocida, existiendo tantas versiones como pueblos esquimales. También es el origen del nombre del planeta menor o enano (90377) Sedna.

Ijiraq, el malo e Inukshuk, el bueno
En la mitología inuit, el ijiraq es el monstruo que rapta a los niños y los esconde para siempre. Su nombre significa “el que se esconde”. El inukshuk de piedra les permite a los niños encontrar su camino si logran persuadir el ijiraq a dejarles irse. La luna de Saturno se llama Ijiraq en referencia a esta criatura.