También conocidos como guajiros, los wayuu conforman una tribu de pastores originaria de la península de Guajira, sobre el mar Caribe, en la frontera entre el norte de Colombia y el noroeste de Venezuela.
Los aborígenes se asientan en esta región que comprende 15.300 km2 del departamento La Guajira en Colombia y 12.000 km² del estado Zulia en Venezuela, zona que consideran su territorio ancestral. Allí, en la árida península de La Guajira, soportan un clima seco e inhóspito caracterizado por una primera temporada de lluvias que va de septiembre a diciembre, una de sequía que llega desde este mes hasta abril, y luego otra de lluvias que se extiende entre mayo y septiembre.
historia
Perteneciente a la familia arawak, el pueblo wayuu se desplazó con una importante corriente inmigratoria que atravesó la Amazonia hacia las Antillas, donde llegó unos 150 años a. C.
Los wayuu debieron enfrentar duras condiciones de vida por las características de la región que habitaban, que más allá de la caza, la pesca y la recolección, solo les permitía una escasa práctica de la horticultura en los lugares menos desérticos de su territorio. Pero estas dificultades hicieron que los colonizadores europeos no se interesaran en ellos ni en sus tierras, por tanto el contacto entre ambas civilizaciones, que se inició en el siglo XVI, no se hizo frecuente hasta después de la independencia de Venezuela y Colombia.
En el año 1800 se estimaba en número de 10.000 la cantidad de aborígenes que habitaban la Guajira. Doce años más tarde el número era de 40.000, de los cuales la etnia más numerosa era la de los wayuu, pero a todos los que habitaban entre Maracaibo y Riohacha se los denominaba genéricamente guajiros. Los guajiros llegaron a ser hacia 1858 entre 90.000 y 150.000, con una importante cantidad de guerreros feroces que resistían los avances del ejército de Venezuela, que corría las fronteras hacia el norte cavando trincheras.
El gobierno de Colombia hizo lo mismo que sus vecinos, y finalmente hacia 1893 los aborígenes habían sido sometidos.
Al perder tierras propicias para la agricultura y la caza los wayuu intensificaron el pastoreo de especies introducidas, sobre todo cabras y bovinos, pero enfrentaron numerosos conflictos por el control de la pesca de perlas. Finalmente esto terminó en un enfrentamiento entre ingleses, holandeses y españoles, lo que les permitió desarrollar el comercio con todas las partes.
Desde el comienzo de la época republicana mantuvieron su autonomía tanto de Colombia como de Venezuela, pero esta situación ha sido reconocida legalmente recién en los últimos años.
ORGANIZACIÓN SOCIAL
Los wayuu se organizan en clanes llamados eiruku, y han mantenido hasta la actualidad su sistema de administración de justicia a cargo de un pütchipü o pütche’ejachi, en español “portador de la palabra” o “palabrero”, que es el que se encarga de resolver los conflictos entre los clanes.
La familia extensa matrilineal se ordena según la sangre o apüshi, con la autoridad del mayor de entre los tíos maternos; en tanto a los parientes por línea paterna se los conoce como oupayu, y entre ambas partes sostienen el trabajo solidario.
Al hombre se le concede la facultad de tener varias mujeres, pero para tomarlas en matrimonio debe llegar a un acuerdo con los padres en una reunión llamada ápajá, entregándoles a sus futuros suegros una cantidad de ganado y joyas determinados en una negociación entre las partes. La mujer queda en el hogar como símbolo de respeto y unidad.
Las comunidades que forman son pequeñas y se encuentran bastante distantes entre sí. Estas comunidades o rancheríos, llamadas piichipala, están conformados por parientes cercanos y se identifican con un nombre que puede ser el de una planta, un animal o un sitio geográfico. Otra particularidad es que designan a las tierras ocupadas por los rancheríos con el apellido transmitido por matrifiliación, o sea: las tierras de… Tienen como actividad principal el pastoreo por lo que la cantidad de reses, caballos y mulas son para ellos signos de riqueza y poder. Otra labor importante es la del tejido, actividad que combinan con su quehaceres cotidianos.
En sus asentamientos no hay puestos de gobierno, ni iglesia, ni salud pública, ni militares, ni escuela. Para abastecerse de agua se valen de molinos que bombean el agua en la península, pero en algunos casos tienen que obtenerla por medio de casimbas o jagüeyes (Zanja llena de agua).
ECONOMÍA
La actividad principal para obtener recursos es el pastoreo, actividad que tuvo su impulso durante los siglos XVI y XVII, luego de la expansión y sometimiento de los pueblos vecinos.
Si bien los bovinos son los animales mejor cotizados, su cría tiene el inconveniente que representa el clima, por eso la mayor cantidad de cabezas de ganado que poseen son de cabras o chivos, formando rebaños de 1000 a 2000 cabezas y a veces más. Para evitar problemas cada clan tiene su marca con la que distinguen a sus animales. Hasta hace unos años también era importante la cantidad de caballos y mulas, pero distintas epidemias diezmaron estas especies.
Además del pastoreo suelen hacer su huerta en la que siembran maíz, frijol, pepino, melón y yuca, aunque no rotan los cultivos.
Su economía se complementa con la pesca, el comercio, la producción textil, las artesanías en cerámica, además de los trabajos asalariados en las minas de carbón, las haciendas, las explotaciones de talco y dividivi y la comercialización de combustibles y derivados del petróleo a través de la Cooperativa Ayatasacoop, institución que tiene 1200 asociados de los cuales el 80 % son indígenas.
En Manaure explotan la sal marina, una labor que realizan desde antes de la llegada de los colonizadores europeos. La corona española en su momento, y luego el estado colombiano, les arrebataron el recurso dejándoles solo la posibilidad de hacerlo como artesanal o prestando servicio como asalariados. Actualmente siguen disputando su derecho a la explotación.
Si bien entre los wayuu la cacería tiene un alto valor simbólico, toman esta actividad como una recreación para los hombres, ya que lo que obtienen de ella tiene poca incidencia en su dieta. Las presas preferidas son algunas variedades de venado, pecaríes, conejos y distintas especies de pájaros. Otros animales son rechazados porque los consideran el origen de diversas enfermedades.
Para cazar utilizan arco y flecha, trampas, y en algunas ocasiones fusiles; los más jóvenes cazan pájaros utilizando la honda.
COSMOVISIÓN
Los humanos tienen comunicación con los espíritus en los sueños. De este modo tienen contacto con Maleiea, el creador; Pulowi, la mujer primigenia; Juá, el espíritu de la lluvia; Shaceta, Acaracuy y Kéerrairia, espíritus de lugares especiales; Yoruja, como llaman a los espíritus de los muertos errantes. Ellos creen que tras la muerte van a Jepirá, un lugar de felicidad en el que permanecen descansando hasta que se produce el segundo velorio, luego de la exhumación, que es cuando los restos son conducidos a un sitio definitivo y el espíritu del muerto se encamina hacia la eternidad.
En las comunidades un rol de importancia es el del “piachi”, a quien se considera de gran poder espiritual, con virtudes obtenidas en los sueños a través de un espíritu protector, Seyuu. Estas virtudes le dan el don de curar.
CULTURA
La cultura se ha mantenido viva a través del tiempo transmitiéndose de generación en generación. De esta manera siguen plasmando tejidos de gran belleza con diseños creativos y funcionales, logrados a través de diversas técnicas y utilizando diversos colores. En la actualidad han reemplazado su antiguo método de teñido para sus hilos por materias primas procesadas industrialmente, haciendo su trabajo con algodón mercerizado, hilazas y fibras acrílicas.
También han conservado sus festividades y rituales, que incluyen el uso de su música tradicional. La música los acompaña cuando realizan sus tareas de pastoreo con sus flautas o canutillas, instrumentos hechos con limón seco, además de otros ritmos como la chichamaya o yocna que es ejecutada en celebraciones vinculadas al desarrollo de la mujer, con danzas en las que desafían al hombre. Otros instrumentos que utilizan son las flautas, pitos y tambores.
Vivienda y costumbres
Los wayuu construyen sus viviendas dividiéndolas por lo general en dos habitaciones pequeñas en las que cuelgan las hamacas que usan para descansar, las mochilas con sus enseres y sobre el piso, contra las paredes, las vasijas de barro con cuello angosto cargadas con agua. Afuera clavan palos con horqueta para colocar calabazas huecas llenas de semillas destinadas a la siguiente siembra.
A estas casas típicas se las conoce como piiche en la Alta Guajira y miichi en la Baja Guajira. Tienen por lo general una estructura rectangular, pero en algunos casos, sobre todo en la Alta Guajira, las hacen de forma semicircular. Los techos los hacen inclinados utilizando el corazón seco del cactus, en su lengua “yosú”. Las paredes llevan una cobertura de bahareque, argamasa y yotojoro, materiales clásicos, aunque ya han empezado a utilizar el zinc para los tejados y el cemento en la estructura, cambios que también se hacen visibles en su apariencia.
Próxima a la casa principal construyen una enramada a la que llaman luma. Utilizan una estructura base que consiste en seis postes, y sobre ellos colocan un techo plano. En la enramada llevan adelante sus tareas diarias, atienden a los visitantes, cierran negocios y tras colgar las hamacas comparten la siesta con los familiares.
Tienen por costumbre hacer aparte la cocina, sin techo y cerradas parcialmente con un cerco de cactus, con lo que se protegen del viento y la arena. También pueden verse casas con estructuras de tres paredes donde resguardan el telar. Es allí donde las mujeres fabrican las hamacas, los chinchorros, sobrecinchas y fajas para los hombres.
Para los animales, ovinos y caprinos, levantan cercas retiradas de la casa principal.
Las viviendas se edifican en zonas elevadas del terreno para evitar que se vean afectadas por las inundaciones que se producen en época de lluvias. Esto también los protege de los enjambres de mosquitos que se forman en el agua estancada.
Es frecuente que las familias trasladen su residencia a otro emplazamiento o en ciertas ocasiones a campamentos temporales debido al agotamiento de los pastos, para realizar visitas o para asistir a un velorio. Si el movimiento es solo por unos días, duermen al aire libre, pero si se toman más tiempo suelen construir enramadas como paravientos.
Los trabajos en construcción o reparación de viviendas los realizan cuando comienza la estación seca, de esta manera aprovechan la abundancia de paja para los techos, y el maíz para preparar la chicha con que festejan al finalizar la obra.
ACTUALIDAD EN LA GUAJIRA
Durante la época de la colonización europea los wayuu mantuvieron su autonomía dentro de su territorio. Por entonces, todos los intentos de conquista fracasaron, incluso los esfuerzos de evangelización llevados adelante por los misioneros capuchinos, franciscanos y domínicos.
Hasta fines del siglo XIX autoridades militares, civiles y eclesiásticas poco pudieron influir en la Guajira, donde los poblados wayuu permanecieron desconocidos para los forasteros. Pero el contrabando a gran escala terminó con el aislamiento.
Para entonces el pastoreo alcanzaba su auge. El ganado introducido por los europeos se transformó en símbolo de prestigio y poder aborigen. Aumentó el comercio con otros pueblos y es ahí donde comienzan a penetrar, lentamente, rasgos de otra cultura. Pero los wayuu todavía controlaban la situación.
Sin embargo, nuevas actividades económicas como la industrialización de la explotación de las minas de sal y el petróleo en Venezuela, generó una intensiva demanda de mano de obra que motivó una migración masiva en la región. Los gobiernos de Colombia y Venezuela emprendieron la construcción de una red de caminos que aceleró el proceso de mestizaje al terminar definitivamente con el aislamiento. A esto se sumó el constante crecimiento de la población nativa y el perjuicio causado por repetidas y prolongadas sequías que terminaron destruyendo la economía tradicional y condenando al pastoreo a la desaparición por falta de tierras aptas. La alternativa fue la migración a los alrededores de las grandes ciudades.
Dentro de este panorama, con la presencia activa de las autoridades colombianas y venezolanas en la Guajira y un proceso industrial que amenaza la región, la cultura wayuu aún subsiste.