La etnia Olmeca desarrolló su cultura durante el preclásico medio en amplias zonas que tuvieron su área nuclear en la parte sureste del estado de Veracruz y el oeste de Tabasco. Fue considerada durante mucho tiempo como la cultura madre de la civilización mesoamericana, pero no ha podido determinarse cuál es el origen de su estilo artístico, ni tampoco si sus rasgos culturales son de su propia creación o heredados de sus antecesores, los restos arqueológicos no son suficiente prueba para arrojar conclusiones indiscutibles.
ORIGEN DEL NOMBRE
La palabra olmeca en náhuatl significa “Gente del país del hule”, y fue utilizado por primera vez al final de la década de 1920 por Valliant y Saville, para referirse a los componentes de esta cultura que produjo las monumentales cabezas de piedra descubiertas en distintos yacimientos arqueológicos en la llamada área nuclear olmeca. El etnónimo utilizado para nombrarlos es, entonces, muy posterior a la propia época en que se desarrollaron como pueblo ya que su identidad étnica fue desconocida hasta para los mesoamericanos precolombinos y se desconoce cuál fue el nombre con el que los olmecas se denominaban a sí mismos, aunque algunas fuentes mesoamericanas parecen referirse a los antiguos olmecas como los habitantes de Tamoanchan, “el país de la abundancia”.
UBICACIÓN
Prevalecieron en la parte sur de la Llanura Costera del Golfo, aunque su influencia se expandió por la mayor parte de Mesoamérica, a excepción de la región occidental que se mantuvo autónoma hasta fines del Preclásico. La zona señalada como la de mayor presencia es la comprendida entre los ríos Papaloapan y Grijalva, en la mitad norte del istmo de Tehuantepec. Esta zona actualmente es la que corresponde al sureste del estado de Veracruz y el poniente de Tabasco. Allí predomina el clima cálido y húmedo, clima que es posible que sea el mismo que tuvo durante la antigüedad precolombina.
Los suelos de la región son ricos en humus y con un considerable espesor; es rica en petróleo crudo que brota entre la vegetación a ras del suelo, pero no se encuentran yacimientos de la gran variedad de materiales que utilizaban los olmecas para hacer objetos con su estilo característico, que se han hallado en esta zona y en otras de Mesoamérica, como la obsidiana, el jade, la serpentina y el cinabrio. Para obtener piedra sólida para sus materiales, los habitantes de esta región recurrieron a las canteras de la Sierra de los Tuxtlas —conocida también como sierra de Santa Martha o de San Andrés—, que les proveyeron de basalto y otras rocas volcánicas que emplearon en la construcción y en la escultura. Sin embargo, estas fuentes de materiales pétreos se encuentran a más de cien kilómetros de distancia respecto a sitios como San Lorenzo y La Venta, lo que puede dar una idea del nivel de organización que se requirió para trasladar —sin animales de carga y sobre un suelo cenagoso— esos monolitos que se pesan en decenas de toneladas, hasta los centros políticos de la cultura olmeca.
De Jalisco a Costa Rica, pasando por Guerrero, Chiapas, Oaxaca, el Altiplano Central y la costa del Golfo, se han encontrado imágenes de niños-jaguares y otros rasgos propios del arte olmeca. La gran difusión y dispersión del estilo artístico estaría vinculada a la amplia red de intercambios que mantuvieron con pueblos lejanos. Por eso los símbolos y formas olmecas se integraron a las expresiones artísticas de otras zonas mesoamericanas.
Algunos rasgos de esta cultura, como el establecimiento de un patrón urbano de asentamiento, la sociedad teocrática, y otras características distintivas, tuvieron un claro influjo sobre toda la cultura mesoamericana por lo que se la llama cultura madre de Mesoamérica.
Los indicios más antiguos acerca de la existencia de la cultura olmeca datan de alrededor del año 1200 a. C. y los más recientes llegan al año 500 a. C. Los centros culturales de esta civilización se situaron en San Lorenzo, La Venta y Tres Zapotes, pero no hay más datos ciertos que permitan establecer la afiliación étnica, ni el origen de su cultura. Solo se sabe con certeza que se instalaron en Morelos, Puebla y el estado de México, y que tuvieron también presencia en los actuales territorios de Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua y costa Rica. Pero más allá de donde se situó el origen de esta cultura, la gran red de intercambios de la región fue la que extendió su influencia.
CENTROS CEREMONIALES
Los centros ceremoniales tenían tanta importancia que en el orden social funcionaban como ciudades con su economía, su política y su ideología. Construían los edificios de tierra y adobe, repellados con los mismos materiales y arcilla, por no tener rocas duras en el área, salvo las de las montañas Tuxtlas, que tenían importantes canteras de basalto, aunque algo alejadas. Estas canteras proveyeron el material para construir los inmensos montículos y plataformas en los que se instalaron los templos y edificios públicos. La característica principal de estos edificios estaba dada por su construcción en torno a un patio, lo que sentó un patrón de asentamiento básico en la vida mesoamericana, que influyó tanto en los conjuntos habitacionales menores como en las ciudades de mayor población. Rodeando los grupos más voluminosos de los centros ceremoniales se construyeron plataformas de tierra más pequeñas para sustentar las chozas campesinas de carácter perecedero (paredes de palos y barro techadas con hojas de palma).
Los centros de gran impacto por la complejidad de su construcción como los de San Lorenzo, La Venta, Laguna de los Cerros y Tres Zapotes, pone en evidencia el poder que alcanzaron los dirigentes olmecas, quienes condujeron este proceso de organización que contó con la participación de miles de personas, que tuvieron que mover millones de metros cúbicos de tierra. Además de la solidez de la construcción, se destaca la belleza de sus terminaciones hechas con piedras prolijamente cortadas, y los canales de drenaje interno hechos con piedra basáltica en los patios para conducir el agua fuera de la ciudad. Asimismo, en el caso de San Lorenzo nueve grandes cabezas colosales representando otros tantos gobernantes fueron colocadas en las zonas centrales del sitio.
Al final, la ciudad fue saqueada, la escultura monumental mutilada y enterrada, y alguna parte de ella pudo haber sido trasladada al sitio de La Venta. El haber destruido las imágenes de los líderes indica la naturaleza política del conflicto, aunque también se ha elaborado la teoría de la destrucción cíclica de carácter ritual.
Después de la caída de San Lorenzo, el centro principal pasó a ser La Venta, con una superficie que se acerca a las 200 hectáreas. Este sitio fue construido en arcilla y adobe y orientado en torno a un eje básico desviado 8° al oeste del norte, a lo largo del cual se emplazaron las más grandes plataformas que sostuvieron templos y edificios de elite construidos con materiales perecederos. Limitando este eje por el norte se construyó el Complejo C, que contenía una impresionante pirámide en forma cónica de 30 m de altura y 128 m de diámetro. Más al norte, el Complejo A se distribuye a lo largo de dos largas plataformas que dejan en medio un patio interior, que sostuvo en el pasado una hilera de columnas de basalto.
Esta orientación norte-sur estuvo sancionada por una serie de ofrendas y enterramientos que se dispusieron en los patios y las estructuras a lo largo de este eje.
Los restos arqueológicos de La Venta, tanto los de superficie como los enterrados, cuentan con cabezas colosales, estelas y grandes altares, esculturas realizadas en bulto redondo y tronos de basalto. Muchas de las esculturas estuvieron acompañadas en las ofrendas por objetos rituales en jade, pirita y cerámica. La decadencia de La Venta, una ciudad que en el momento de su esplendor pudo albergar 18.000 habitantes, se produce hacia el 400 a.C.
COSMOVISIÓN
Las creencias religiosas de los olmecas estaban sustentadas en el politeísmo, con un gran número de dioses relacionados con la agricultura y otros elementos como el sol, el agua, los volcanes, etc.
Se cree que la suya pudo ser una religión dinástica, sus dioses habrían estado relacionados directamente con los gobernantes, con los señores de los centros ceremoniales, gobernantes con poderes sobrenaturales, descendientes directos de las divinidades.
Es una religión compleja, que no se ha conseguido descifrar aún. Pero se cree que pudo tener toda una doctrina aceptada por el pueblo, para justificar, explicar y legitimar a los linajes gobernantes, las desigualdades sociales, las fuerzas sobrenaturales y establecer vínculos entre éstas y los gobernantes. La religión habría estado institucionalizada, con un cuerpo doctrinal y su panteón. De esta forma también los líderes gubernamentales utilizaban un símbolo de una figura de animal para identificarse.
CULTURA
Considerada como la primera civilización de Mesoamérica, se cree que los grandes progresos de la cultura en el área se iniciaron en el seno de esta comunidad. Entre otros logros se debería a esta cultura el calendario, la escritura y la epigrafía.
Durante la primera década del siglo XXI fueron encontrados vestigios de escritura olmeca en piezas arqueológicas que datan del año 650 a. C. y del 900 a. C., de manera que su escritura jeroglífica se identifica como la más antigua del hemisferio occidental. Los hallazgos podrían ser petroglifos, y si bien no hay pleno acuerdo sobre su contenido, algunos especialistas creen que cuenta la vida de un gobernante.
ARTE
La ideología olmeca se ve expresada en sus esculturas monumentales, realizadas en bulto redondo y en bajo relieve. En estas esculturas reproducían a sus gobernantes y de ellas se desprende la cuestión ideológica que muestra una sociedad fragmentada en dos. Para esculpir sus colosales cabezas utilizaban piedra basáltica que extraían de las Montañas Tuxtlas, situadas a 80 km de San Lorenzo. Las piedras eran inmensas, lo que implica un enorme peso que para ser transportado exigía un gran esfuerzo. Esto, junto a la imponente arquitectura pública, demuestra el poder alcanzado por sus dirigentes y la estratificación de la sociedad. Otras de sus piezas de valor artístico eran sus altares de piedra, tronos que pueden encontrarse en el área metropolitana y en otras zonas influenciadas por la cultura olmeca. Estos altares o tronos representaban temas que se repiten en su iconografía y en los que se explicita su visión del mundo, sus dioses y las prácticas rituales que conformaban el hábito de este pueblo del Golfo de México.